Museo del Arte |
- Las invenciones de los monstruos / Salvador Dalí
- Danza de Salomé / Benozzo Gozzoli
- El beso / Edvard Munch
Posted: 28 Dec 2013 07:59 AM PST
Arte Institute de Chicago
Salvador Dalí
Al enterarse de que el Art Institute de Chicago había comprado la obra, Dalí envió a su director, a modo de explicación, el siguiente telegrama: “Satisfecho y honrado por su adquisición. Según Nostradamus, la aparición de monstruos presagia el estallido de una guerra. Este lienzo fue pintado en las montañas de Semmering, cerca de Viena, pocos meses antes del Anschluss (palabra alemana que, en un contexto político, significa 'unión', 'reunión' o 'anexión', supuso la incorporación de Austria a la Alemania nazi el 12 de marzo de 1938 como una provincia del III Reich), y posee un carácter profético. Las mujeres a caballo representan monstruos del río maternal. La jirafa en llamas representa al monstruo masculino del apocalipsis cósmico. El ángel felino representa al monstruo divino heterosexual. El reloj de arena representa al monstruo metafísico. Gala y Dalí representan al monstruo sentimental. El perrito solitario no es un verdadero monstruo. Suyo afectísimo, Salvador Dalí.” Técnicamente, el cuadro es un excelente ejemplo del virtuosismo de un pintor que ha estudiado a los maestros pretéritos y sabe combinar el realismo más crudo con métodos de representación propios del arte contemporáneo, por ejemplo, en la realización del perro situado a la derecha, a base de una mancha monocromática de color corrido. Aporta esta obra una prueba de la genialidad escénica de su autor, capaz de crear con gran economía de medios un paisaje, entre desértico y costero, al que superpone elementos y figuras sometidos a una artificiosa perspectiva científica. En el centro aparece un altar presidido por el busto feminoide de un caballo ante el que se arrodilla un ángel. Cuyo rostro se desdobla con el del felino situado junto a la escultura. Sobre la mesa ha colocado el pintor dos objetos en escayola, un busto blando –como los relojes que realizaría años después- y una mano que sostiene un huevo. También la barra de pan situada entre ellos evoca otro de los símbolos favoritos del artista, quien hizo una famosa entrada en Nueva York acompañado por un cortejo de panaderos que portaba un pan de varios metros de longitud. Tratados en grisalla aparecen en el estanque del segundo plano figuras feminoides, a menudo en actitudes equívocas. Por último, la jirafa con el lomo en llamas parece desencadenar en el horizonte una secuela de fenómenos volcánicos que ponen en el cielo tonos incandescentes. Se trata, en suma, de una composición elaborada con frialdad intelectual, la cual, según habito de Dalí, pretende crear en el espectador un sentimiento de estupor y de admiración por la inventiva del maestro.
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Posted: 28 Dec 2013 07:52 AM PST
National Gallery of Art, Washington
Benozzo Gozzoli
Representa el conocido relato de la muerte de san Juan Bautista, desarrollado a la manera medieval en tres episodios consecutivos, unificados dentro de una sola perspectiva. La escena principal es la danza de la muchacha ante Herodes y sus cortesanos, pero además se ve a la izquierda, en ámbito separado, la degollación del Precursor, mientras al fondo de la sala principal se repite la figura de Salomé arrodillada ofreciendo la cabeza cortada del santo a Herodías.
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Posted: 28 Dec 2013 07:48 AM PST
Museo Munch, Oslo
Edvard Munch
El tema central, como lo indica su título, es un beso atemporal, paralizado en el tiempo, en un momento de íntima tranquilidad que contrasta con la vida agitada de la ciudad que se cuela por la ventana. La luz azulada por efecto de la cortina conduce y reúne en una sola figura al hombre y la mujer, que se funden y mezclan en un beso apasionado en el que es imposible distinguir ningún rasgo, ninguna facción -salvo una oreja- porque toda la atención se funde de un personaje al otro, ausentes del mundo, del ruido y de la gente que pasea por la calle; es una pareja en total comunicación, en una magistral imagen pictórica que funde deseo, amor y pasión en una sola figura. Tan sólo unas cuantas pinceladas en rojo marcan los puños y los cuellos de las vestimentas, facilitando al espectador la distinción de las dos figuras entrelazadas. Edvard Munch trabaja en este lienzo con una paleta cromática muy acotada, pero que permite crear, más que un juego de sombras, un contraste de penumbras. La luz azulada que se filtra por la ventana invade, en primer término, la cortina para luego fundirse poco a poco con los tonos rojizos de la pared de la derecha; las pinceladas gruesas de la cortina dan continuidad y ritmo a toda la escena representada. Vale la pena recordar que en otra de las versiones de El beso, el pintor noruego dibuja a ambas figuras desprovistas de cualquier vestimenta, acentuando así más el momento apasionado que el lado romántico que a todas luces prima en este lienzo. Esta versión de El beso de Edvard Munch fue muy conocida en su época y sirvió de inspiración a otros artistas como Gustav Klimt, quien bautizó una de sus obras más famosas con el mismo título que ésta del pintor noruego.
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