LA DANZA DEL TIEMPO DE POUSSIN

La danza del tiempo de Poussin

 Publicado por A. Cerra
La danza del tiempo de Poussin
La danza del tiempo de Poussin
Esta obra pintada con la técnica al óleo sobre lienzo por el artista francés Nicolás Poussin aproximadamente en el año 1638, se conserva en la actualidad en la Wallace Collection de Londres. Si bien la obra en origen fue creada en Italia, por encargo del cardenal Giulio Rospigliosi, quién años después sería nombrado como el Papa Clemente IX.
Y para entender esta relación entre el mensaje de la obra y su encargante, hay que saber que ese cardenal también tenía su faceta de filósofo, e incluso de dramaturgo. Y es que el lienzo representa una especie de puzle intelectual, que plantea la relación entre el tiempo, el destino y la condición humana, atendiendo mucho más a la razón que a las sensaciones.
Las figuras que bailan representan a la Riqueza, el Placer, el Trabajo y la Pobreza. La bailarina que es la personificación de la Riqueza la identificamos por la guirnalda de perlas que lleva en su cabeza. Esta figura no duda en absoluto en tomar la mano del Placer, la danzante con el manto azul y rosas en el pelo, pero en cambio sí que se nos muestra dubitativa para agarrar la mano de la figura de la Pobreza, que a diferencia de las otras dos mujeres va descalza.
Tampoco lleva calzado la personificación del Trabajo, que nos da la espalda y en este caso es un hombre musculoso, el cual se gira para posar su mirada en la Riqueza. En cambio la muchacha que es el Placer mira directamente al espectador, invitándole de alguna manera a participar en ese festejo.
No son estas las únicas figuras que vemos en la imagen. A la izquierda en la parte inferior se ve un niño sentado en el suelo. Este niño está soplando un artefacto del que salen burbujas, lo que alude a la fugacidad de la vida, que pronto se desvanece como pompas de jabón. Y en la otra esquina inferior del cuadro, aparece otro niño, ahora con un reloj de arena, símbolo inequívoco del rápidos e inevitable paso del tiempo.
Junto a este niño, hay un adulto, de edad avanzada, con barbas canosas y alas que está tañendo la lira. Es quién proporciona música a la escena, pero al mismo tiempo indica que pronto se acabará la música, el baile y la vida.
Todo esto lo contempla desde el cielo el dios Sol, Apolo, que representa la eternidad. Pero no aparece esta divinidad sola, va acompañada de su séquito de doncellas, las Horas, que representan el cambio de las estaciones y el paso del día a la noche. Este tipo de representaciones mitológicas eran muy habituales durante los años de lapintura barroca, y de hecho el propio Poussin pintó en numerosas este tipo de escenas, como también se puede ver en su obra Orfeo y Eurídice.
Y por supuesto, Poussin era un maestro a la hora de pintar esta especie de alegorías cargadas de significados trascendentes, como también se comprueba en otra de sus obras titulada La Academia en la Historia.


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Comentarios


  1. Nicolas Poussin

    (Villers, Francia, 1594-Roma, 1665) Pintor francés que trabajó principalmente en Roma. Se interesó por la pintura a raíz de la estancia del pintor Quentin Varin en su pueblo natal. Después de establecerse en París en 1612, frecuentó el taller de G. Lallemand y estudió con particular interés las obras renacentistas y de la Antigüedad clásica, que conoció a través de grabados o de las colecciones reales. Sus primeros encargos fueron unas pinturas para el palacio del Luxemburgo y las ilustraciones de las Metamorfosis de Ovidio que realizó para el poeta italiano Marino.

    En 1623 marchó a Roma, pasando por Venecia. Gracias a su amigo Marino, en Roma no le faltaron mecenas y pronto recibió algunos encargos, pero eran obras que no respondían a sus intereses y en las que consiguió resultados poco destacables. La única excepción la constituye La inspiración del poeta, donde resultan evidentes su admiración por la pintura renacentista y el colorido veneciano.

    Alejado de la pintura de 1629 a 1630 a causa de una grave enfermedad, cuando se recuperó dejó de preocuparse por los encargos públicos y dio rienda suelta a su pasión por la Antigüedad en una serie de obras de tema mitológico tratadas de forma melancólica e idílica. Son estas obras las que mejor atestiguan su originalidad, su carácter de creador genial.



    Con ellas consiguió el éxito que se le había negado hasta entonces y fue solicitado en París, adonde regresó en 1640, para emigrar de nuevo a Roma en 1642 al no adaptarse al tipo de trabajos que se le confiaron en la capital francesa. En ésta había conocido a una burguesía ilustrada, de la que recibió en lo sucesivo los encargos más importantes, como la serie de pinturas sobre los Siete sacramentos o sobre Las cuatro estaciones. A su muerte se le consideraba ya el pintor francés más importante del siglo XVII.

    www.biografiasyvidas.com

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