PASTELA 12 LA JOVEN MARCIA Y LAS CUCARACHAS

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  1. Sobre el cuerpo se encuentran las marcas de los hechos pasados; en él nacen los deseos, las insuficiencias, los errores; 3en él se expresan las luchas, "La genealogía como análisis de la proveniencia es, entonces, la articulación del cuerpo y la historia. Aquí Foucault analiza a Nietzsche, sobre todo el uso que hace de los términos como Ursprung (origen), Herkunft(proveniencia), Enstehung(emergencia).
    Foucaut en "Poder y Política" expresa el cuerpo viviente, el cuerpo individual y el cuerpo social-la población- se han convertido en el verdadero objeto de la política moderna."Defender la sociedad",216.
    El cuerpo no existe como un articulo biológico o un material, sino dentro y a través de un sistema político-Biopoder-Biopolítica en "Dichos y Escritos III, 470.
    Las imágenes de Marcia Schvartz, son mujeres atípicas, feas,parecieran experimentar un rechazo al hombre, un rechazo a la feminidad que se articula al hombre. Puede ser que se enlaza a la propia feminidad rechazada, obteniendo un tipo de goce alejado del lugar de un goce femenino.
    El goce debe anudarse al cuerpo, aunque parece que no nos perteneciera. Un goce que es otro que el genital. Es preferible ser un insecto, como una variante o formas que adopta un goce místico; un goce que se desentiende completamente del falo. Se toma esta variante ante la sensación de un peligro inminente. Riesgo de aniquilación completa, que no tiene que ver con la amenaza de castración. Se vive como abandono o vaciamiento del ser.
    Antes de "ser tomado como carnada para pescar en los ríos y arroyos argentinos."Testimonio oral.
    Fuente:José Ioskyn, "Literatura y vacío" Psicoanálisis, escritura, escritores-Buenos Aires, Letra Viva, 2013
    Edgardo Castro, "Diccionario Foucault", Temas, conceptos y autores, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2011

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  2. Clarice Lispector, Ucrania 1920-Brasil 1977
    La Clarice Lispector de La pasión según G. H. está en relación más que nunca con el exilio radical que la acompañó a lo largo de toda su obra. Hija de unos humildes judíos rusos afincados en Recife, cabría ver en su escritura ese estado de “malestar” judío que se resume en las palabras de Clara Malraux: “Ser judío quiere decir que nada nos es dado”. El propio nomadismo y desclasamiento de Lispector (se casó con un diplomático pero siempre escribió desde una desubicación esencial) es el rumor de fondo que discurre bajo el discurso de la escritora G. H., a la búsqueda de una identidad: “Lo indecible me será dado solamente a través del lenguaje”. La escultora y mujer de mundo G. H., ahora recluida en su apartamento, se habla a sí misma, mientras aprende a redesignar el mundo, y se dirige a un lector imaginario y por fin a su Dios desde el cuarto vacío de la criada. El desdoblamiento de la narradora y su búsqueda de sentido mediante el acto del habla, constituyen el único territorio seguro frente al desmoronamiento de lo real.

    G. H. iniciará su via-crúcis particular, constreñida entre las paredes de su propio hogar, recorrerá su camino sagrado a lo largo de los pasillos de su apartamento para llegar al único rincón que le es ajeno: la habitación desnuda de la criada, al fondo de la casa. Y en ese cuarto descubrirá, pintadas en el muro, las siluetas de un hombre, una mujer y un perro. Pero también, en el armario de la criada encontrará una cucaracha, que le traerá a la memoria su infancia mísera. “El recuerdo de mi pobreza de niña, con las chinches, las goteras, cucarachas y ratones, era como de un pasado mío histórico, yo había vivido ya con los primeros animales del planeta.”

    Insistirá G. H. en observar a la cucaracha hasta afirmarse a sí misma redimida por el líquido blanco que supura del caparazón roto. Porque la cucaracha y G. H. pronto van a ser de la misma materia. De ahí que la unidad de la narradora no se complete hasta haberse alimentado de la cucaracha como se va a alimentar de las excrecencias de su vida reciente. La mirada de Lispector sobre la cucaracha es, a mi modo de ver, más resistente que la de Kafka, más persistente, más vomitiva y sanadora a un tiempo. Lispector, a través de su protagonista G. H., posa sus ojos sobre la desnudez y el asco y no se detiene hasta salir purificada de la pesadilla de su pasado. La autora nos había advertido al inicio del texto: “Este libro es como cualquier libro. Pero me sentiría contenta si lo leyesen únicamente personas de alma ya formada.” A lo cual cabe añadir que es un libro para unos pocos, para los que se atreven a contemplar el abismo de un ser que se encierra en sí mismo para reconocer su náusea y volver a recrear el ritual del renacimiento y la esperanza. Lispector convierte en aliento poético y visionario el proceso de narrar la “experiencia interior” y se deja subyugar, al tiempo que nos subyuga, por el vértigo de la nada y por el destilar de lo vivido. Y esa supuración de lo vivido, tal como le acontece a G. H., impide la vida y paraliza la acción como el líquido blanquecino de una cucaracha maltrecha nos horrorizan, a menos que la cucaracha y el espanto puedan alojarse en algún lugar de nosotros. Lourdes Ventura 5/7/2000 en elcultural.es

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