JEAN COCTEAU POR JAVIER MAMBA
MALDITOS, HETERODOXOS Y ALUCINADOS
Jean Cocteau, un vanguradista de la literatura, el cine y la pintura (LX)
JAVIER MAMBA
De vida larga aunque conoció el exceso, Jean Cocteau nació en Maisons-Laffitte (Seine-et-Oise) en 1889 y murió en Fontainebleau 74 años después. En su larga existencia -sobre todo para un hombre que había sido opiómano como él mismo fue a manifestar en "Opio. Diario de una desintoxicación" (1930)- tuvo tiempo de cultivar el cine, la música y la pintura. Maestro por igual en todas estas artes, no obstante, habría de ser la literatura la que le llevara a la Academia Francesa en 1963. Pero que no haya dudas, Cocteau no fue en modo alguno un autor bendito, al gusto de los juegos florales por los que invariablemente discurre la cultura oficial.
La de nuestro poeta fue una experiencia alucinada e innovadora. Referencia obligada en la nómina de todas las vanguardias, Jean Cocteau -quien nunca llega a adherirse por completo a ninguna de ellas- es uno de los grandes nombres de la heterodoxia francesa del pasado siglo. Promotor de los primeros conciertos de jazz que se organizaron en París, fue amigo de Picasso, Stranvinski y Apollinaire.
Los comienzos de su carrera literaria, la que compete a esta galería, se remontan al año 1912, cuando aparece su primera colección de versos. En ellos combina la fantasía resultante de su contacto con los pintores cubistas con la métrica del siglo del siglo XVI. A la sazón, ese escándalo, que más de 50 años después añoraría André Breton en sus últimas conversaciones con Luis Buñuel, aún era la reacción habitual por parte de la burguesía ante determinadas manifestaciones artísticas y el Cocteau de sus primeros libros no tardaría en convertirse en uno de los mejores ejemplos de autor escandaloso. Ahora bien, la provocación, en modo alguno, va a amparar la falta de calidad. Con el mismo acierto que se se adhiere a las singularidades tipográficas de Mallarme, Cocteau puede volver a las formas de Rosanrd.
Si variada fue su actividad artística en general no lo fue menos la literaria. Así, tras darse a conocer como poeta lírico, lo hace como dramático en "Antígona" (1927), primera de sus distintas interpretaciones escénicas de los mitos clásicos. En tanto que el Cocteau ensayista se puso en marcha con un volumen dedicado a Picasso a aparecido en 1924, el novelista lo había hecho un año antes con la publicación en 1923 de "Thomas el impostor", fascinante fábula acerca del revés de la impostura. Su obra maestra, en cuanto a su actividad novelística se refiere, data de 1929. "Los niños terribles" es su título y su propuesta, la crónica de un incesto entre unos hermanos caprichosos e insoportables que ejercen un especial magnetismo en cuantos se acercan a ellos. Como no podía ser de otra manera, "Los niños terribles" concluirá con un suicidio.
Ya prestigioso escritor, la diversificación de su talento no impedirá a Jean Cocteau desarrollar una dilatada bibliografía. En lo que a los dramas se refiere, se impone dar noticia de los ballets "Les mariés de la Tour Eiffel" (1928) y "Oedipus Rex" (1929), este último con música de Stravinski, así como "El águila de dos cabezas" (1946). Lo más granado de su obra varia pasa por títulos como "Potomak, Essai de critique indirecte" (1932)", "Mon premier voyage" (1937) o "Maalesh" (1950).
Cineasta desde que "La sangre de un poeta" (1930) se convirtió en un clásico del cine experimental, tras la guerra, Cocteau volvió a emplazar su cámara para rodar todo un clásico "La sangre de un poeta". Otro gran cineasta galo, François Truffaut, diría de él: "Cocteau era de un cinismo muy especial, a base de magnanimidad (...). Era amable con todos y esperaba que lo fueran con él", explicaba.
http://www.elmundo.es/
Jean Cocteau, un vanguradista de la literatura, el cine y la pintura (LX)
JAVIER MAMBA
De vida larga aunque conoció el exceso, Jean Cocteau nació en Maisons-Laffitte (Seine-et-Oise) en 1889 y murió en Fontainebleau 74 años después. En su larga existencia -sobre todo para un hombre que había sido opiómano como él mismo fue a manifestar en "Opio. Diario de una desintoxicación" (1930)- tuvo tiempo de cultivar el cine, la música y la pintura. Maestro por igual en todas estas artes, no obstante, habría de ser la literatura la que le llevara a la Academia Francesa en 1963. Pero que no haya dudas, Cocteau no fue en modo alguno un autor bendito, al gusto de los juegos florales por los que invariablemente discurre la cultura oficial.
La de nuestro poeta fue una experiencia alucinada e innovadora. Referencia obligada en la nómina de todas las vanguardias, Jean Cocteau -quien nunca llega a adherirse por completo a ninguna de ellas- es uno de los grandes nombres de la heterodoxia francesa del pasado siglo. Promotor de los primeros conciertos de jazz que se organizaron en París, fue amigo de Picasso, Stranvinski y Apollinaire.
Los comienzos de su carrera literaria, la que compete a esta galería, se remontan al año 1912, cuando aparece su primera colección de versos. En ellos combina la fantasía resultante de su contacto con los pintores cubistas con la métrica del siglo del siglo XVI. A la sazón, ese escándalo, que más de 50 años después añoraría André Breton en sus últimas conversaciones con Luis Buñuel, aún era la reacción habitual por parte de la burguesía ante determinadas manifestaciones artísticas y el Cocteau de sus primeros libros no tardaría en convertirse en uno de los mejores ejemplos de autor escandaloso. Ahora bien, la provocación, en modo alguno, va a amparar la falta de calidad. Con el mismo acierto que se se adhiere a las singularidades tipográficas de Mallarme, Cocteau puede volver a las formas de Rosanrd.
Si variada fue su actividad artística en general no lo fue menos la literaria. Así, tras darse a conocer como poeta lírico, lo hace como dramático en "Antígona" (1927), primera de sus distintas interpretaciones escénicas de los mitos clásicos. En tanto que el Cocteau ensayista se puso en marcha con un volumen dedicado a Picasso a aparecido en 1924, el novelista lo había hecho un año antes con la publicación en 1923 de "Thomas el impostor", fascinante fábula acerca del revés de la impostura. Su obra maestra, en cuanto a su actividad novelística se refiere, data de 1929. "Los niños terribles" es su título y su propuesta, la crónica de un incesto entre unos hermanos caprichosos e insoportables que ejercen un especial magnetismo en cuantos se acercan a ellos. Como no podía ser de otra manera, "Los niños terribles" concluirá con un suicidio.
Ya prestigioso escritor, la diversificación de su talento no impedirá a Jean Cocteau desarrollar una dilatada bibliografía. En lo que a los dramas se refiere, se impone dar noticia de los ballets "Les mariés de la Tour Eiffel" (1928) y "Oedipus Rex" (1929), este último con música de Stravinski, así como "El águila de dos cabezas" (1946). Lo más granado de su obra varia pasa por títulos como "Potomak, Essai de critique indirecte" (1932)", "Mon premier voyage" (1937) o "Maalesh" (1950).
Cineasta desde que "La sangre de un poeta" (1930) se convirtió en un clásico del cine experimental, tras la guerra, Cocteau volvió a emplazar su cámara para rodar todo un clásico "La sangre de un poeta". Otro gran cineasta galo, François Truffaut, diría de él: "Cocteau era de un cinismo muy especial, a base de magnanimidad (...). Era amable con todos y esperaba que lo fueran con él", explicaba.
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