Arquitectura barroca en America / 25 DE MAYO-1810-2016

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  1. El Barroco en América
    El barroco vino al continente Americano por medio de los españoles; por lo que hizo que este alcanzara su mayor expresión durante el siglo XVIII, al mezclarse con los diversos aportes indígenas. Esta mezcla da origen a un estilo muy característico que ayuda a enriquecer las fachadas de los edificios debido a su decoración; denominándose como estilo Ultrabarroco. Este estilo se hizo totalmente americano al incorporar lo natural a los diversos elementos decorativos de cada región.


    "Catedral de México"

    "La Portada del Perdón
    Catedral de México"
    Se desarrolló de una manera más resaltante en México, donde pasa de ser una imitación del estilo Español a un estilo propio, aportando nuevos elementos característicos del indígena, lo que hace que el barroco se convierta en un barroco Hispano-indígena
    Las civilizaciones indígenas más importantes del continente Americano, Mayas, Incas y Aztecas, se ven influenciadas por los españoles, en el momento de su llegada a dicho continente. Es por eso que México y Guatemala se consideran como los lugares más importantes donde se desarrolla con mayor importancia este estilo.
    "Catedral Metropolitana, Guatemala "

    Arquitectura
    Las primeras construcciones que se originaron en América, fueron las que recogían formas renacentistas, pero se mezclaron con los gustos indígenas y dieron origen a una arquitectura característica del lugar. Así mismo fueron entrando al continente americano diversos estilos artísticos viéndose cada uno de ellos influenciado, ya que se desarrollaron de una manera muy distinta que en Europa.
    rena.edu.ve

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  2. “De la catástrofe de la conquista y de la violencia ejercida por las elites ibéricas, surgió un orden colonial que podemos llamar indo-afro-iberoamericano. Plural por sus razas y sus etnias, no fue pluralista porque las diferencias sociales y raciales se superponían. Sin embargo, y a pesar de la rigidez de las barreras raciales, algunos puentes fueron establecidos entre las castas y las razas; unos procesos de sincretismo religioso y cultural se desarrollaron, contribuyendo a la formación de una cultura colonial, que no fue una simple reproducción de las culturas metropolitanas.
    Españoles y portugueses fueron antes que nada unos constructores. Si el siglo XVI fue el de la destrucción de las civilizaciones precolombinas, de aculturación forzada por el impulso de la cristianización, fue, igualmente, un siglo de edificación. Los espacios coloniales se recubrieron de ciudades. Un tejido cerrado de centros religiosos ligaron a las regiones; entre ellas se establecieron redes de reciprocidad y de redistribución económica y simbólica. (…)
    El proceso de sincretismo religioso se inició con la aparición de la virgen de Guadalupe a un indio mexicano, en 1531, en el mismo lugar de culto de la diosa-madre azteca Tonatzin. La apropiación del cristianismo español a través de su identificación sincrética con las principales divinidades precolombinas, constituyó el punto de partida de una conciencia colonial diferenciada de la hispánica. Esta identidad mestiza, surgió poco a poco por todos los espacios coloniales: en Brasil con Nuestra Señora Aparecida o en Cuba con la Virgen Negra de Regla, por ejemplo (…).
    Paralelamente al sincretismo religioso, se desarrolló un arte religioso que, aún cuando se importó de la península, se moldeó perfectamente a la sensibilidad de las poblaciones coloniales y fue adoptado a través de un trabajo de reelaboración estética. Como lo ha subrayado Octavio Paz, el barroco colonial exagera los modelos de origen, en un tipo de delirio de la forma que impregna a los altares, retablos y fachadas de los edificios religiosos. Esta locura del barroco coincidió, tanto en Brasil como en las posesiones españolas, con el apogeo de la explotación minera del oro y de la plata en el siglo XVIII. Esto permitió una decoración con base en dorados, y la riqueza minera favoreció la construcción de iglesias que rivalizaban unas con las otras por la originalidad en sus decoraciones. Los escultores indígenas dejaron trazos de su estética particular, y contribuyeron así a la apropiación original de un arte importado. Exuberancia del color y de la forma, manifestación de una sensualidad a flor de piel, el barroco americano es el símbolo del triunfo de la pasión sobre la reflexión, de la ostentación sobre el ascetismo. El arte barroco “invistió la realidad con una formidable carga de imaginación y buscó transformar el mundo visible en fiesta, es decir, intentó poner la actividad productiva al servicio del goce” (DUVIGNAUD). Antítesis del desprendimiento de la sobriedad puritana, el barroco americano es también la expresión de una cultura religiosa opuesta a la del protestantismo. Es una manifestación del triunfo del espíritu de la contrarreforma, en el seno de los espacios coloniales. Es sin duda ahí, en donde reside la característica más importante de la identidad colonial, que se impone y se distingue del mundo indígena y de las metrópolis ibéricas. Se trata de sociedades en pleno arranque económico y cultural (…)”
    Bastian, Jean-pierre, “América Latina 1492 – 1992, conquista, resistencia y emancipación”

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