jueves, 7 de marzo de 2019

EL BOSCO LA NAVE DE LOS LOCOS

El éxito de la obra fue enorme en su época, al menos hasta el siglo XVII. Hubo seis ediciones originales, en alemán del alto Rin. En Estrasburgo catorce, y quince en París. En Alemania hubo hasta nueve ediciones piratas (por ejemplo, La nueva nave del país de los neciosEstrasburgo, 1495, con cinco ediciones). Fue traducida al latín con el título de Nave NeciaNaves Necias o Stultifera Navis.3​ Con respecto a las ilustraciones, los grabados que la acompañan han sido reelaborados varias veces, y se atribuyen a Alberto Durero, a Haintz-Nar y a Gnad-Her, entre otros.

Antecedentes de la obra[editar]

La imagen de un grupo de locos viajando en barco hacia la tierra de los tontos (o Narragonia, en el original alemán), así como otros elementos del libro de Sebastian Brant, entronca con varias tradiciones de la literatura clásica y medieval, y como se verá sobrevive hasta nuestros días. Se le relaciona con Jasón y los argonautas y con la literatura didáctica medieval (como el Schildbürgerbuch, o Libro de los papanatas, cuyos personajes son necios y cuya intención es moralizante). También recoge la tradición de las danzas de la muerte (puesto que en la obra hay danzas de necios, como en los capítulos 1, 61, 62 y 85). Se incluyen en la obra numerosas citas bíblicas y refranes de la época.4​ En cuanto a los antecedentes personales, es sabido que S. Brant publicó durante los años precedentes una serie de hojas volanderas (primero en latín, luego en alemán) en las que se solía incluir una pequeña ilustración, contando sucesos relevantes o noticias curiosas. Dado que Brant aprendió a hablar alemán de manera tardía, estas hojas permiten conocer hoy sus progresos en el aprendizaje de ese idioma, que también anticipan el estilo moralizante y su voluntad didáctica (la combinación entre imagen y texto y la redacción en alemán y no en latín son prueba de que su principal destinatario era el gran público, al igual que La Nave de los Necios).

Estructura[editar]

Una parte de la crítica5​ afirma que "La Nave de los Necios" carece de estructura, siendo una simple sucesión de cuadros aislados (De los cocineros y de los bodegueros, De la intención declarada, Del necio grosero… etc.). La unidad vendría dada entonces por la lengua y la versificación, por la figura del necio como personaje central, por su ubicación en una nave o por el estilo emblemático.

El Necio[editar]


Interpretación del Bosco de la Nave de los necios.
Se ha intentado rehacer una clasificación de necedades a partir de la obra de Brant. Zeydel6​ entre otros autores, han visto el viaje a Narragonia como un viaje hacia uno mismo, anticipando Brant una temática moderna de autodescubrimiento del yo. Es importante también apreciar que la literatura medieval (así como el propio Brant) no hacía distinciones entre los tipos clásicos de necedad latina (stultusfatuusinsipiens y demens).

Influencia posterior[editar]

La secuela más conocida es el Elogio de la locura (1509), del humanista Erasmo de Róterdam, quien conocía la obra de Brant (recordemos la identidad entre locura y necedad que preside las concepciones de la época). La influencia de Brant llega a Rabelais o más recientemente al estudio de la necedad formulado en el célebre ensayo del economista italiano Carlo Maria Cipolla titulado Allegro ma non troppo.
Michel Foucault dedicó a este libro el primer capítulo de su Historia de la locura en la época clásica y lo relacionó con auténticos barcos de dementes que navegaban por los canales de una ciudad a otra.7​ El pintor El Bosco recreó en un cuadro su propia nave de los locos.
Pío Baroja escribió en 1925, la novela La nave de los locos, que forma parte de la serie Memorias de un hombre de acción. En ella, tras su famoso «Prólogo casi doctrinal sobre la novela, que el lector sencillo puede saltar impunemente», dedicado a defender su teoría literaria novelística de las críticas vertidas por el «un poco ideológico» José Ortega y Gasset, incluye un primer capítulo con el mismo título de la novela, «La nave de los locos», en el que explica el sentido metafórico de la locura de la humanidad, dando como referencia el poema de Sebastián Brant.

Enlaces externos[editar]

Véase también[editar]

1 comentario:

  1. El Humanismo renacentista es un movimiento intelectual, filosófico y cultural europeo estrechamente ligado al Renacimiento cuyo origen se sitúa en la Italia del siglo XV (especialmente en Florencia, Roma y Venecia), con precursores anteriores, como Dante Alighieri, Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio. Busca los modelos de la Antigüedad Clásica y retoma el antiguo humanismo greco-romano. Mantiene su hegemonía en buena parte de Europa hasta finales del siglo XVI. A partir de entonces se fue transformando y diversificando con los cambios espirituales provocados por el desarrollo social e ideológico: los principios propugnados por la Reforma protestante (luteranismo, calvinismo, anglicanismo) y la Contrarreforma católica; y más adelante (hasta finales del siglo XVIII) la Ilustración y la Revolución francesa.

    El movimiento, fundamentalmente ideológico, tuvo así mismo una estética impresa paralela, plasmada, por ejemplo, en nuevas formas de letra, como la redonda conocida como Letra humanística, evolución de las letras Fraktur tardogóticas desarrollada en el entorno de los humanistas florentinos como Poggio Bracciolini y de la cancillería papal, que vino a sustituir mediante la imprenta a la letra gótica medieval.

    La expresión humanitatis studia fue contrapuesta por Coluccio Salutati a los estudios teológicos y escolásticos cuando tuvo que hablar de las inclinaciones intelectuales de su amigo Francesco Petrarca; en éste, humanitas significaba propiamente lo que el término griego filantropía, amor hacia nuestros semejantes, pero indicando un eje fundamental opuesto al teocentrismo de la cultura clerical del medioevo que se situaba en torno al hombre, el antropocentrismo, como había ocurrido en la cultura clásica grecolatina. Por eso en él el término estaba rigurosamente unido a las litterae o estudio de las letras clásicas. En el siglo XIX se creó el neologismo germánico Humanismus para designar una teoría de la educación en 1808, término que se utilizó después, sin embargo, como opuesto a la escolástica (1841) para, finalmente, (1859) aplicarlo al periodo del resurgir de los estudios clásicos por Georg Voigt, cuyo libro sobre este periodo llevaba el subtítulo de El primer siglo del Humanismo, obra que fue durante un siglo considerada fundamental sobre este tema.

    El Humanismo propugnaba, frente al canon eclesiástico en prosa, que imitaba el latín tardío de los Santos Padres y empleaba el simple vocabulario y sintaxis de los textos bíblicos traducidos, los studia humanitatis, una formación íntegra del hombre en todos los aspectos fundada en las fuentes clásicas grecolatinas, muchas de ellas entonces buscadas en las bibliotecas monásticas y descubiertas entonces en los monasterios de todo el continente europeo. En pocos casos estos textos fueron traducidos gracias al trabajo, entre otros, de Averroes y a la infatigable búsqueda de manuscritos por eruditos monjes humanistas en los monasterios de toda Europa. La labor estaba destinada a acceder así a un latín más puro, brillante y genuino, y al redescubrimiento del griego gracias al forzado exilio a Europa de los sabios bizantinos al caer Constantinopla y el Imperio de Oriente en poder de los turcos otomanos en 1453. La segunda y local tarea fue buscar restos materiales de la Antigüedad Clásica en el segundo tercio del siglo XV, en lugares con ricos yacimientos, y estudiarlos con los rudimentos de la metodología de la Arqueología, para conocer mejor la escultura y arquitectura. En consecuencia el humanismo debía restaurar todas las disciplinas que ayudaran a un mejor conocimiento y comprensión de estos autores de la Antigüedad Clásica, a la que se (...)i

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