DALÍ / DUCHAMP
11 OCT. 2017 00:45
La obra del artista español Salvador Dalí, "Teléfono Langosta" (1938) y del francés Marcel Duchamp "La Fuente" (1917) EFE
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Uno ha pasado a la historia como el artista más elusivo y tal vez más influyente del siglo XX (con el permiso de Picasso). El otro cayó atrapado en la madeja de su propio bigote y acabó convirtiéndose en un histriónico performer. Uno acabó renegando de la pintura y de todos los ismos, buscando la cuadratura del círculo sobre un tablero de ajedrez. El otro fue un consumadísimo dibujante que pasó sus apetitos sexuales y sus pesadillas voraces por el tamiz del surrealismo. «Duchamp y Dalí han llegado a nuestros días como dos visiones diametralmente opuestas del mito», advierten Dawn Ades y William Jeffett, en la introducción al catálogo que nos adentra en el universo paralelo y hasta ahora casi desconocido de los dos artistas, por gentileza de la Royal Academy of Arts de Londres. «Creo que para muchos ha sido una sorpresa descubrir que los dos no solo fueron amigos cercanos, sino que compartieron sus actitudes ante el arte y mantuvieron unas conexiones estimulantes a lo largo de sus vidas».«¿No es extraño que Duchamp tenga esa relación amistosa con Dalí?», se llegó a preguntar en su día el compositor John Cage, durante una visita a Cadaqués. «Lo más asombroso era ver cómo Marcel adoptaba esa actitud de ser todo oídos en presencia de Dalí. Daban la apariencia del hombre joven que acude a visitar al hombre viejo, solo que en este caso ocurría al revés».DuchampDuchamp visita por primera vez Cadaqués en 1933 aprovechando una visita a Dalí en la cercana Portlligat. En los años cincuenta, decidió que aquel era el lugar donde quería "retirarse" al final de sus días. Casi todos los veranos se dejaba caer por Cadaqués, y la proximidad era irresistible: Dalí acabaría siendo su inmejorable anfitrión y amigo hasta su muerte en 1968. Pese a los 17 años que les separaban (Duchamp nació en 1887 y Dalí en 1904) los dos se consideraban prácticamente compañeros generacionales del tumultuoso cambio de siglo. Varias fotos dan constancia de la cercanía entre los dos artistas en sus años finales, más allá de sus colaboraciones mutuas con Man Ray o de los cortos que llegó a rodar Andy Warhol con los «maestros», tan proclives al cine y a la fotografía.El erotismoSimbolismo, Surrealismo, Erotismo... Duchamp se pasó la vida huyendo de todos los ismos (aunque su salto a la fama fue con el cubismo y Desnudo bajando por una escalera, 1912). Pero al final de sus días reconoció haber sucumbido a la «escuela» más intemporal y universal que acaso existe: «Creo mucho en el Erotismo porque está muy extendido por el mundo y todos los entienden. Acaso es otro ismo que reemplaza a todas las escuelas literarias y artísticas». Desde El Gran Vidrio: la novia desnudada por sus solteros (1913-26) a Cuña de castidad (1954), el erotismo empapa la obra de Duchamp, que posó como Adán y Eva con Bronia Perlmutter y se dejó fotografiar como su «alter ego» femenino, Rrose Sélavy (que suena como «Eros, cest la vie»). El brazo rojo de Duchamp, fundido mentalmente con el granito rosa, provoca una voluptuosa escena erótica en Dalí. Ahí vemos al artista, en un manuscrito titulado Me como a Gala, lamiendo con toda su «potencia salivar» una roca fálica, mientras fantasea con su viejo amigo y con su eterna musa durante una excursión en Cap Creus. Las «perversiones nutritivas» de Dalí quedan aún más en evidencia en la colección de Guillermo Tell y Gradiva (1932), que han obligado a poner la advertencia de «material explícito» a la exposición de la Royal Academy.La fuente y la langostaHace exactamente un siglo, Marcel Duchamp le dio la vuelta a un urinario y lo llamó Fuente. Fue sin duda el momento eureka de lo que tiempo después se llamaría arte conceptual. El mismo bautizó su invento como el readymade: objetos listos para redescubiertos. El primero fue sin embargo la Rueda de Bicicleta (1913), montada sobre un taburete. Tres años después, la primera colección de readymades fue exhibida en Nueva York y pasó totalmente desapercibida: Duchamp lo achacó a que sus objetos fueron puestos a la entrada, junto a los paraguas, y nadie se dio cuenta. En la Royal Academy, los objetos de Duchamp y de Dalí entablan un inusitado e incestuoso diálogo entre vidrios. Ahí tenemos el Teléfono-Langosta de Dalí, en colaboración con Edward James, fechado en 1938 y entroncado con los populares assemblages de los surrealistas: combinación de objetos en esculturas, formando algo así como collages tridimensionales. Entre las ochenta obras seleccionados, no podía faltar el Objeto Escatológico funcionando simbólicamente (o sea, el zapato rojo de Gala, encajado en un extraño mecanismo que incluye un vaso de leche y una ilustración erótica).La Mona LisaEn 1919, Marcel Duchamp se encuentra una postal con una reproducción barata de la Mona Lisa de Leonardo, le pinta con un lápiz bigote y barba y voilá: L.H.O.O.Q., otra de sus celebérrimas obras para la posteridad. Dalí se refirió tiempo despuñse a L.H.O.O.Q como «el epitafio de la pintura moderna». Sumándose a su manera al funeral, el pintor de Figueres posa para el fotógrafo Philippe Halsman como si fuera la Gioconda de Duchamp, con su bigote estirado hasta la comisura de los ojos. El retrato forma parte de un libro que entrará en los anales del humor absurdo: El mostacho de Dalí.El ajedrezPara Duchamp, el ajedrez era el arte supremo. De hecho, en los años veinte llegó a anunciar su retirada como artista para consagrarse de lleno al juego del ajedrez. En 1967, un año antes de su muerte, se hizo una máscara de bronce para una de sus últimas obras, en la que miraba a un tablero con un caballo, acaso su pieza favorita. «Si empiezas jugando de niño, te lo llevas a la tumba», llego a decir. «El ajedrez me ha ayudado a conseguir todo lo que quería». A su manera, Dalí compartió la pasión cuadriculada de Duchamp, hasta el punto de diseñar en 1964 un juego de 32 piezas inspiradas directamente por él. Desde el cubismo, el tablero de ajedrez se había convertido en algo así como el Santo Grial, a la busca de la cuarta dimensión, trufada en el caso de Dalí por su obsesión particular por los relojes y el paso del tiempo.La anti-pintura«Quiero poner la pintura otra vez al servicio de la mente», decía Duchamp, después de renegar del dadaísmo, del fauvismo, del cubismo y de todas las escuelas por donde pasó de puntillas o de las que se marchó antes de que le echaran. Duchamp dejó de pintar, algo que nunca haría Dalí, asociado inevitablemente con el surrealismo hasta el final de sus malos sueños. Los dos renegaron en cualquier caso de la pintura retinal o moderna, por unidos por esa distanciamiento humorístico de todo lo que les rodeaba en su tiempo, y que tan bien quedaba expresado en los títulos para la posteridad. «Un título de Duchamp vale más que millas y millas de pintura pseudo-decorativa», palabra de Dalí.TE PUEDE INTERESAR
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Dalí y Duchamp, tal para cual
CARLOS FRESNEDA Londres
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11 OCT. 2017 00:45
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La obra del artista español Salvador Dalí, "Teléfono Langosta" (1938) y del francés Marcel Duchamp "La Fuente" (1917) EFE
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Uno ha pasado a la historia como el artista más elusivo y tal vez más influyente del siglo XX (con el permiso de Picasso). El otro cayó atrapado en la madeja de su propio bigote y acabó convirtiéndose en un histriónico performer. Uno acabó renegando de la pintura y de todos los ismos, buscando la cuadratura del círculo sobre un tablero de ajedrez. El otro fue un consumadísimo dibujante que pasó sus apetitos sexuales y sus pesadillas voraces por el tamiz del surrealismo. «Duchamp y Dalí han llegado a nuestros días como dos visiones diametralmente opuestas del mito», advierten Dawn Ades y William Jeffett, en la introducción al catálogo que nos adentra en el universo paralelo y hasta ahora casi desconocido de los dos artistas, por gentileza de la Royal Academy of Arts de Londres. «Creo que para muchos ha sido una sorpresa descubrir que los dos no solo fueron amigos cercanos, sino que compartieron sus actitudes ante el arte y mantuvieron unas conexiones estimulantes a lo largo de sus vidas».«¿No es extraño que Duchamp tenga esa relación amistosa con Dalí?», se llegó a preguntar en su día el compositor John Cage, durante una visita a Cadaqués. «Lo más asombroso era ver cómo Marcel adoptaba esa actitud de ser todo oídos en presencia de Dalí. Daban la apariencia del hombre joven que acude a visitar al hombre viejo, solo que en este caso ocurría al revés».DuchampDuchamp visita por primera vez Cadaqués en 1933 aprovechando una visita a Dalí en la cercana Portlligat. En los años cincuenta, decidió que aquel era el lugar donde quería "retirarse" al final de sus días. Casi todos los veranos se dejaba caer por Cadaqués, y la proximidad era irresistible: Dalí acabaría siendo su inmejorable anfitrión y amigo hasta su muerte en 1968. Pese a los 17 años que les separaban (Duchamp nació en 1887 y Dalí en 1904) los dos se consideraban prácticamente compañeros generacionales del tumultuoso cambio de siglo. Varias fotos dan constancia de la cercanía entre los dos artistas en sus años finales, más allá de sus colaboraciones mutuas con Man Ray o de los cortos que llegó a rodar Andy Warhol con los «maestros», tan proclives al cine y a la fotografía.El erotismoSimbolismo, Surrealismo, Erotismo... Duchamp se pasó la vida huyendo de todos los ismos (aunque su salto a la fama fue con el cubismo y Desnudo bajando por una escalera, 1912). Pero al final de sus días reconoció haber sucumbido a la «escuela» más intemporal y universal que acaso existe: «Creo mucho en el Erotismo porque está muy extendido por el mundo y todos los entienden. Acaso es otro ismo que reemplaza a todas las escuelas literarias y artísticas». Desde El Gran Vidrio: la novia desnudada por sus solteros (1913-26) a Cuña de castidad (1954), el erotismo empapa la obra de Duchamp, que posó como Adán y Eva con Bronia Perlmutter y se dejó fotografiar como su «alter ego» femenino, Rrose Sélavy (que suena como «Eros, cest la vie»). El brazo rojo de Duchamp, fundido mentalmente con el granito rosa, provoca una voluptuosa escena erótica en Dalí. Ahí vemos al artista, en un manuscrito titulado Me como a Gala, lamiendo con toda su «potencia salivar» una roca fálica, mientras fantasea con su viejo amigo y con su eterna musa durante una excursión en Cap Creus. Las «perversiones nutritivas» de Dalí quedan aún más en evidencia en la colección de Guillermo Tell y Gradiva (1932), que han obligado a poner la advertencia de «material explícito» a la exposición de la Royal Academy.La fuente y la langostaHace exactamente un siglo, Marcel Duchamp le dio la vuelta a un urinario y lo llamó Fuente. Fue sin duda el momento eureka de lo que tiempo después se llamaría arte conceptual. El mismo bautizó su invento como el readymade: objetos listos para redescubiertos. El primero fue sin embargo la Rueda de Bicicleta (1913), montada sobre un taburete. Tres años después, la primera colección de readymades fue exhibida en Nueva York y pasó totalmente desapercibida: Duchamp lo achacó a que sus objetos fueron puestos a la entrada, junto a los paraguas, y nadie se dio cuenta. En la Royal Academy, los objetos de Duchamp y de Dalí entablan un inusitado e incestuoso diálogo entre vidrios. Ahí tenemos el Teléfono-Langosta de Dalí, en colaboración con Edward James, fechado en 1938 y entroncado con los populares assemblages de los surrealistas: combinación de objetos en esculturas, formando algo así como collages tridimensionales. Entre las ochenta obras seleccionados, no podía faltar el Objeto Escatológico funcionando simbólicamente (o sea, el zapato rojo de Gala, encajado en un extraño mecanismo que incluye un vaso de leche y una ilustración erótica).La Mona LisaEn 1919, Marcel Duchamp se encuentra una postal con una reproducción barata de la Mona Lisa de Leonardo, le pinta con un lápiz bigote y barba y voilá: L.H.O.O.Q., otra de sus celebérrimas obras para la posteridad. Dalí se refirió tiempo despuñse a L.H.O.O.Q como «el epitafio de la pintura moderna». Sumándose a su manera al funeral, el pintor de Figueres posa para el fotógrafo Philippe Halsman como si fuera la Gioconda de Duchamp, con su bigote estirado hasta la comisura de los ojos. El retrato forma parte de un libro que entrará en los anales del humor absurdo: El mostacho de Dalí.El ajedrezPara Duchamp, el ajedrez era el arte supremo. De hecho, en los años veinte llegó a anunciar su retirada como artista para consagrarse de lleno al juego del ajedrez. En 1967, un año antes de su muerte, se hizo una máscara de bronce para una de sus últimas obras, en la que miraba a un tablero con un caballo, acaso su pieza favorita. «Si empiezas jugando de niño, te lo llevas a la tumba», llego a decir. «El ajedrez me ha ayudado a conseguir todo lo que quería». A su manera, Dalí compartió la pasión cuadriculada de Duchamp, hasta el punto de diseñar en 1964 un juego de 32 piezas inspiradas directamente por él. Desde el cubismo, el tablero de ajedrez se había convertido en algo así como el Santo Grial, a la busca de la cuarta dimensión, trufada en el caso de Dalí por su obsesión particular por los relojes y el paso del tiempo.La anti-pintura«Quiero poner la pintura otra vez al servicio de la mente», decía Duchamp, después de renegar del dadaísmo, del fauvismo, del cubismo y de todas las escuelas por donde pasó de puntillas o de las que se marchó antes de que le echaran. Duchamp dejó de pintar, algo que nunca haría Dalí, asociado inevitablemente con el surrealismo hasta el final de sus malos sueños. Los dos renegaron en cualquier caso de la pintura retinal o moderna, por unidos por esa distanciamiento humorístico de todo lo que les rodeaba en su tiempo, y que tan bien quedaba expresado en los títulos para la posteridad. «Un título de Duchamp vale más que millas y millas de pintura pseudo-decorativa», palabra de Dalí.TE PUEDE INTERESAR
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Dalí y Duchamp, tal para cual
CARLOS FRESNEDA Londres
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11 OCT. 2017 00:45
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domingo, 6 de febrero de 2011
ResponderEliminarMARCEL DUCHAMP-BLAINVILLE-SUR-CREVON -28 DE JULIO DE 1887-NEUILLY SUR SEINE-2 DE OCTUBRE DE 1968-FRANCIA EN ESTE BLOG
Martha26 de abril de 2013, 10:21
ResponderEliminarLa irracionalidad concreta de Salvador Dalí-
...Pues nosotros los surrealistas...no somos exactamente artistas, ni somos tampoco exactamente hombres de ciencia; somos caviar, créanme, es la extravagancia y la inteligencia misma del gusto...Puesto que el caviar es la experiencia vital del esturión, también es la de los surrealistas,porque como él, nosotros somos pescados carnívoros que nadamos entre dos aguas, el agua fría del arte, el agua caliente de la ciencia, y es, precisamente, en esa temperatura y nadando en contra de la corriente, que la experiencia de nuestra vida y de nuestra fecundación consigue esa profundidad turbia, esa hiperlucidez irracional y moral que no podría producirse más que en ese ambiente de ósmosis neroniana...
...Cómo quieren que los demás comprendan (mis cuadros) cuando yo mismo, que soy quien los hace, tampoco comprendo. El hecho de que yo mismo en el momento de pintarlos, no comprenda la significación de mis cuadros, no quiere decir que estos cuadros no tengan ninguna significación. Por el contrario, su significado es de tal manera profundo, complejo, coherente, involuntario, que escapa al simple análisis de la intuición lógica...Toda mi ambición en el plano pictórico consiste en materializar, con toda una rabia de precisión imperialista, las imágenes de la irracionalidad concreta.
...Si los griegos materializaron su psicología y sus sentimientos euclidianos en la nostálgica claridad muscular y divina de sus esculturas, Salvador Dalí en 1935, hace de este angustioso interrogante que es el del espacio-tiempo einsteniano, no un antropomorfismo, no una aritmética libidinosa, y no, lo repito, carnes, sino queso, pues persuádanse, los famosos relojes blandos de S.D. no son otra cosa que el camambert parnoico crítico, tierno, extravagante, solitario en el tiempo y en el espacio.
Salvador Dalí, "La conquista de lo irracional"
Fuente: Maurice Nadeau, "Historia del Surrealismo", La Plata,Argentina, Terramar, 2007 EN ESTE BLOG.