JOHANNES VERMEER (1632-1575) LA PEQUEÑA CALLE Y LA VISTA DE SU CIUDAD

JOHANNES VERMEER DE DELFT, LA PEQUEÑA CALLE Y LA VISTA DE SU CIUDAD. PAISAJES URBANOS DE DELF.

Johannes Vermeer (1632-1675) pintaba en 1658, con sólo 26 años, una escena de la vida cotidiana de su ciudad Delft, titulado posteriormente como "La pequeña calle". Una preciosa recreación de un momento intrascendente y de intimidad de los habitantes de su ciudad, donde se apreciaban dos casas tradicionales de la pequeña burguesía holandesa del siglo XVII, separadas por un callejón, que daba acceso a un patio. Las mujeres estaban en sus faenas diarias, cosiendo y lavando, mientras que dos niños jugaban en la calle.

Johannes Vermeer. La pequeña calle, 1657–1658. Óleos sobre lienzo, 54.3 cm × 44 cm. Rijksmuseum, Amsterdam.


Se trata de uno de los escasos exteriores que pintó Vermeer, del que, no obstante, emana el mismo halo de poesía, sencillez y credibilidad de todos sus cuadros de escenas interiores. Los eruditos pensaban hasta hace poco que se trataba de una composición imaginada para evocar la cotidianidad de la ciudad desde el punto de vista femenino; o incluso, que podría ser el exterior de la posada de su propiedad en la que vivía y trabajaba. Sin embargo, el profesor de Historia del Arte de la Universidad de Amsterdam, Frans Grijzenhout, ha demostrado que esta imagen era un espacio concreto de Delft con una especial conexión personal con el pintor.

Los resultados de su investigación se exponen desde noviembre de 2015 y hasta el 13 de marzo del 2016 en una pequeña exposición en el Rijksmuseum. A continuación, se trasladará al Museo Prinsenhof de Delft donde permanecerá expuesta hasta mediados de julio.

Frans Grijzenhout fotografiado delante del plano de Delft (anónimo) que representa la ciudad tras el incendio que la arrasó en 1536.


El profesor Frans Grijzenhout ha demostrado que la vista en cuestión corresponde con las actuales casas 40 y 42 de la calle/canal Vlamingstraat en Delft. Los edificios originales ya no existen, pero se ha podido comprobar que estamos ante esa localización mediante la consulta de un libro de 1667, conocido como el "Libro mayor del dragado de los canales en la ciudad de Delft". En este libro se registraba la cuota o impuesto que debía pagar cada vecino que tuviera una casa que diera al canal y que, por tanto, tuviera muelle en él. Como la cantidad de pago se estipulaba en función de las dimensiones de la fachada, se medía meticulosamente el ancho de cada casa y callejón.

Libro de registro de los muelles y canales de Delft, 1667, donde se inscriben los números 40 y 42 de Vlamingstraat.


Grijzenhout midió las proporciones que reflejaban el cuadro para obtener las medidas reales de la fachada y se aplicó sobre el libro de registro para encontrar un lugar que tuviera dos casas de 6,3 metros de ancho de fachada y que estuvieran separadas por dos callejones de  alrededor de 1,2 metros de ancho. Encontró esas propiedades en la calle Vlamingstraat, un barrio modesto en el este de Delft. No obstante, los edificios han sido sustituidos a lo largo de la historia y hoy ocupan estos solares dos edificios de finales del siglo XIX, de los cuales sólo uno conserva el callejón lateral.


Hubo que hacer una investigación adicional sobre los planos de la ciudad para confirmar la ubicación de las casas en relación con los jardines pequeños y otros edificios que aparecen en el fondo de la pintura. Al final de su estudio se pudo afirmar con rotundidad que no había otro lugar en Delft durante ese tiempo que coincidiese con esta configuración.

Izquierda: Johannes Vermeer, "El callejón", 1658; derecha: la ubicación de "La pequeña calle" con los residentes actuales (foto de Olivier Middendorp, cortesía Rijksmuseum). 


La calle actual en Google Street View.



Pero, además, Grijzenhout descubrió durante su investigación que la casa de la derecha de la pintura era propiedad de Ariaentgen Claes van der Minne, tía paterna de Vermeer. Esta era viuda y sacaba adelante a sus cinco hijos con la venta de callos, por lo que el callejón al lado de la casa era conocido como el Penspoort o Tripe Gate. También sabemos que la madre y la hermana de Vermeer vivían en el mismo canal pero en los números impares, por lo tanto,  Johannes Vermeer pasaba por enfrente habitualmente y tenía sentimientos personales asociados a ese rincón. Incluso es posible que las figuras del cuadro fuesen miembros de la familia; y fuese su tía quien trabajaba en la puerta de su casa y los niños sus primos.


Google Art Project ha creado una exposición virtual que combina vistas de alta resolución de la pintura con la vista actual de la Calle, que os recomiendo visitar pinchando aquí.

El cuadro. Vermeer y el paisaje urbano holandés de Delft.

Solo hay treinta y cinco pinturas que sobreviven de Vermeer y, entre ellas, sólo dos paisajes urbanos de Delft, La pequeña calle de 1657 y la Vista de Delft de 1661. La conexión personal con la ciudad donde nació, vivió y murió explica porqué eligió estos dos temas. Sin embargo, aunque el paisaje era un género muy habitual en el barroco holandés, no es en lo que se especializó. El pintor prefirió temas costumbristas, escenas íntimas e intrascendentes de la vida cotidiana en el interior de las viviendas burguesas y con mujeres como protagonistas. No hay ninguna duda sobre la autoría de estos dos cuadros, pues fueron firmados por el pintor, aunque sí que es verdad que temáticamente están más cerca de la producción de otros pintores costumbristas holandeses que trabajaron en Delft por aquellas fechas.

Detalle de "La pequeña calle" con la firma sobre la pared blanca que hay encima del banco de la izquierda.


De hecho, nuestro cuadro recuerda la obra de Pieter de Hooch (1629-1694), pintor que pintó un buen número de vistas de patios de viviendas de Delft desde 1657 en adelante y que indudablemente influyó sobre nuestro pintor. Estas imágenes celebraban las virtudes de la vida doméstica en las pintorescas calles estrechas y casas donde De Hooch vivió. En La pequeña calle, Vermeer aportó su propia sensibilidad a la composición del tema y una perspectiva nueva, la contemplación de la escena desde la lejanía, desde el otro lado de un canal.

Pieter de Hooch. Dos mujeres y una niña en un patio, 1657-58. Óleo sobre lienzo, 68 x 57.5 cm. The Toledo Museum of Art, Toledo, USA. Esta es una de las primeras escenas que pinta De Hooch con el tema de tareas cotidianas en el patio de una casa. Divide en secciones el cuadro, dando protagonismo de forma similar tanto al pavimento, a la pared de ladrillo encalada, como a la vista de los tejados y del cielo. La criada a la izquierda ocupa un lugar central en la disposición, al igual que la doncella de Vermeer en el callejón.


A partir de 1658, De Hooch mejora su estilo y comenzó a realizar composiciones de personajes frontales que tienen un punto de fuga a través de puertas que dan a la calle como en las escenas de patio de la National Gallery de Londres. Para dar credibilidad a las escenas, el pintor aportaba muchos detalles humildes. En estas pinturas con mujeres trabajando, Pieter de Hooch idealizó la vida doméstica holandesa, las virtudes simples, la eficaz administración del hogar y la buena educación de los niños.

Pieter Hooch. Un patio de Delf con un mujer y un niño, 1658. Óleo sobre lienzo, 73.5 x 60 cm. National Gallery, Londres. En tan solo un año, los patios oscuros del ejemplo anterior, se llenan de luz y de meticulosa precisión en los detalles arquitectónicos. 


En De Hooch, los ladrillos y el pavimento y cómo incide la luz en ellos se convierten en protagonistas, lo que también se refleja en Vermeer. Sin embargo, la técnica de De Hooch es de pincelada muy meticulosa con un grado de realismo casi fotográfico, que difiere de la de Vermeer, que aplica, casi de manera impresionista, brochazos de pintura gruesa en un solo lugar y pinceladas casi puntillistas en otro. Las manchas de color avejentan y ensucian los muros y con esos toques, unas veces suaves y otros granulados, les quita la monotonía rítmica de la fachada.


En este cuadro, Vermeer se sale de su trabajo habitual de captar las atmósferas interiores de las viviendas burguesas: la luz indirecta y las texturas de objetos lujosos como mesas, alfombras, mapas murales, jarras, vestidos o alimentos. En este cuadro los protagonista son la luz exterior y los objetos modestos, poco pictóricos, como el mortero y el pobre ladrillo de construcción; las contraventanas de madera descoloridas de herrajes oxidados; las paredes encaladas manchadas por la humedad; las tejas gastadas y descolocadas; los bancos humildes adosados a la pared exterior donde se sentaban los vecinos para descansar de una dura jornada; o el pavimento gastado por donde pasaban los habitantes de Delft.


Las hileras de adoquines desgastados que convergen lentamente hacia el punto de fuga son esenciales para crear profundidad y romper la planitud asfixiante de la fachada. Hay detalles sociológicos que impresionan por su realismo. Una corriente de agua y jabón, fruto del lavado que esta realizando la criada en un barril en el callejón, corre a lo largo de la pared que divide las propiedades de los portales adyacentes. Los viajeros europeos de la época señalaron con frecuencia que los holandeses eran unos fanáticos de la limpieza. Cada mañana, los vecinos daban un lavado a fondo de la calle en frente de sus propiedades. Se decía que el agua de los canales de Delft era tan limpia que podría ser utilizado para la fabricación de cerveza. En la Holanda del siglo XVII, la higiene doméstica era una virtud que se asociaba con ideas religiosas de limpieza espiritual y pureza.


Esta temática está más en la línea de otro pintor que trabajó en Delft como Jacobus Vrel, pero con una calidad incomparable.

Jacobus Vrel. Vista de una calle con una panadería, 1655. Colección privada, Nueva York. La diferencia con la obra de otros pintores costumbristas de escenas callejeras, como Vermer o de Hooch,  es abismal como se puede comprobar por este cuadro, posiblemente recreado en Delf o Harlem. Su estilo aparentemente ingenuo y la rareza de sus imágenes, han hecho que se especule sobre si era un aficionado. 


Jacobus Vrel, Vista de ciudad, 1654-1662. Óleo sobre tabla, 36 x 28 cm. Rijksmuseum, Amsterdam. Vrel es un pintor que se adelanta cronológicamente a los otros dos pintores de Delft en los temas domésticos y los efectos de luz. Vrel rechazó el enfoque tradicional de los otros artistas holandeses que describen con gran detalle las superficies y prefiere recrear la forma de vida. 


Jacobus Vrel. Escena callejera, 1654-1662. Óleo sobre lienzo, 40.64 x 33.02 cm. J. Paul Getty Museum, Los Angeles. Sus escenas de la calle son inusuales en su anonimato, mostrando callejuelas anodinas y a la gente común paseando o conversando. 


Según historiadores de la arquitectura, Vermeer representa a la derecha una casa que data de la segunda mitad del siglo XV o de principios del siglo XVI. No era el tipo de casa urbana de lujo habitadas por la élite privilegiada de Delft, sino una vivienda para la gente modesta, aunque bien construida. Tenía techos altos, habitaciones bien iluminadas y frontones de medida inusual, probablemente esta fue la razón de que hubiese perdurado tanto al tiempo como a las catástrofes que asolaron a Delf. La casa sobrevivió al gran incendio de 1536 que destruyó una porción considerable de Delft. Muestra numerosos signos de repintado y parcheo de grietas que pueden haber sido infligidas por otra calamidad, la explosión del almacén de municiones que en 1654 mató a cientos de habitantes.


A diferencia de Vrel y Hooch, a Vermeer también le interesan las condiciones atmosféricas, como por otra parte es característico del paisajismo holandés. La escena que representa Vermeer está iluminada por la luz tamizada por la sombra de las nubes, que sólo dejan ver un triángulo de cielo azul en la pare superior. Las nubes se ejecutan con delicadas pero rápidas pinceladas diagonales de color blanco con pequeñas mezclas de ocre rojo y azurita. El efecto es la realidad climatológica de Holanda, sometida a las borrascas gran parte del año.


Uno de los detalles más conmovedores en la obra de Vermeer es el de los dos niños absortos en su juego. A pesar de que ocupan una pequeña parte de la pintura, sin su presencia, la atmósfera mágica que impregna la obra se vería privada de gran parte de su calor íntimo. Como es propio de la naturaleza enigmática del pintor, ni se revelan los rostros de los niños ni se desvela su juego. Así, el artista estimula al espectador a explorar las emociones de su propia infancia y participar activamente en la contemplación del cuadro.



La vista de Delf.

Sobre el otro cuadro de paisaje urbano que realiza Vermeer, la Vista de Delft, hay muchos más estudios e interpretaciones.

Johannes Vermeer, Vista de Delft, 1660-61. Óleo sobre lienzo,  96.5 x 115.7 cm. Mauritshuis, La Haya. Vermeer lo realizó probablemente con ayuda de una cámara oscura desde un piso alto. El cuadro muestra una vista de la ciudad con el río Schie en primer plano.


A finales de la década de 1650 y comienzos de los 60, Delft se había convertido en una importante atracción turística. Las personas acudían de todas partes de los Países Bajos y del extranjero para ver los edificios públicos y religiosos de la ciudad, así como la tumba de Guillermo de Orange, un monumento de mármol dedicado al padre de la independencia de la República Holandesa.

Delf, a medio camino de las principales ciudades holandesas.



La tragedia reciente también había transformado a Delft en una atracción turística. El 12 de octubre 1654 explotó, como ya mencioné, el almacén de municiones de la ciudad, reventando una parte considerable de la ciudad.

Egbert van der Poel. La explosión del almacén de pólvora de Delf, el 12 de octubre de 1654.


Egbert van der Poel. Vista de Delft después de la explosión de 1.654. Óleo sobre tabla, 36,2 x 49,5 cm.  National Gallery, Londres.


A pesar de la destrucción causada por la explosión, Delft se mantuvo como una importante ciudad de paso que muchos artistas de vez en cuando visitaron porque, a través de un transporte de barcazas de línea, cómodo  y de horario bien ordenado, estaba a menos de unas horas de La Haya, Amsterdam, Leiden o Rotterdam.

Hendrick Cornelisz Vroom. Vista de Delft desde el noroeste, 1615-34. Óleo sobre lienzo, 71 x 162 cm. Gemeente Museo, Delft. En primer plano los polders y las barcazas y veleros que recorrían los canales que unían la ciudad con otras ciudades cercanas de Holanda.


Los holandeses estaban enormemente orgullosos de su país, de su forma de vivir y de las ciudades en las que vivían. Escribieron historias de las ciudades que celebran los logros de sus ciudadanos más reconocidos y la belleza de sus monumentos. Imprimieron mapas y grabados a gran escala que retrataban su país. No hay gente en la historia que plasmara sus paisajes tan frecuentemente y con tanta atención al detalle como el holandés.

Plano de Delf. Mapas de ciudades holandesas, editado por Willem y Joan Blaeu, 1652. La ciudad en tiempos de Vermeer.


El mismo Vermeer introduce los planos y mapas como motivo decorativo de las habitaciones burguesas que pinta.

Vermeer de Delft. Soldado y muchacha, 1658. Óleo sobre lienzo, 50.5 x 46 cm. Frick Collection, Nueva York. 


Los holandeses fueron los primeros en formular el paisaje urbano como un género independiente de la pintura. Los ayuntamientos, a menudo, encargaron a los pintores que pintaran las torres de sus viejas iglesias y los nuevos edificios majestuosos que reflejaban la riqueza, así como las imponentes fortificaciones  de las que se enorgullecían. Delft fue una de las ciudades más recreada por los artistas como podemos comprobar en los siguientes cuadros. Sus iglesias, canales y fortificaciones fueron pintadas repetidamente a lo largo del siglo XVII. Y hasta fue objeto de experimentos ópticos.

Daniel Vosmaer. Una vista de Delft a través de una logia imaginaria, 1663. En el primer plano  una Logia imaginaria con piso de losa blanca y negra. Delft visto desde el oeste con las murallas y las torres visibles del Viejo y el Nuevo Iglesias y el Ayuntamiento. Óleo sobre lienzo, 91 x 113 cm. Museo Het Prinsenhof de Delft.


Jan van der Heyden. Vista de Delft con la Iglesia Vieja, 1670. Jan van der Heyden. Vista de Delft con la Iglesia Vieja, 1670. Óleo sobre tabla, 55 x 71 cm. Detroit Institute of Arts.


Hendrick Cornelisz Vroom. Vista de Delft desde el suroeste, 1620. Óleo sobre lienzo, 71 x 162 cm. Gemeente Museo, Delft. Es la misma vista de Delft que la de Vermeer pero años antes de que se derribara el Kolk o torre albarrana que aparece separándose de las murallas de la ciudad.


Carel Fabritius. Una vista de Delft, 1652. Óleo sobre lienzo, 15 x 31 cm, National Gallery, Londres. Este diminuto lienzo distorsiona la perspectiva de este paisaje urbano de forma premeditada, porque, lo más probable, es que el lienzo estuviese pegado a una superficie cóncava, dentro de una caja de perspectiva, y que al mirarlo a través de un agujerito, la distorsión quedase corregida. Por la documentación de la época, sabemos que Fabritius estaba obsesionado con los trampantojos y los estudios ópticos, y que construyó cajas de perspectiva que no se conservan. Esta pequeña pintura podría ser el único ejemplo que ha sobrevivido de sus experimentos. En esta vista de Delft pueden distinguirse con claridad la Iglesia Nueva y el ayuntamiento.


Volviendo sobre la Vista de Delft de Vermeer el área representada era conocido como el Kolk, por un bastión construido en 1573, que había sido destruido cuando se modernizaron las fortificaciones de la ciudad y en su lugar se creo un puerto fluvial triangular. El Kolk era el principal punto de partida para otras ciudades a través de los ríos Schie y Maas y el de entrada a la ciudad a través de sus puertas.



La puerta de Rotterdam, a la derecha, es reconocible por sus torres gemelas con chapitel, que consistía en el edificio principal y la barbacana con las Torres Gemelas. De allí, un puente levadizo conducía a pequeños astilleros junto al canal Schie, de los cuales el primero es visible en el extremo derecho del cuadro. En el centro un puente que dejaba un pequeño vano para el paso de barcas hacia el interior de la ciudad que tenía un rastrillo que podía ser bajado en caso de ataque de la ciudad. A la izquierda se encontraba la puerta de Schiedam, con su torre del reloj. Hasta mediados del siglo XVIII las puertas sirvieron para recaudar el impuesto de portazgo, un impuesto al consumo que se aplicaba a todos los bienes que pasaban. Ni una sola piedra queda de estas puertas pues fueron demolidas entre 1834 y 1836.

Este es el espacio (el ángulo abierto con las líneas rojas) que abarca la pintura sobre el plano de la ciudad pintado por Willem y Joan Blaeu en 1652. 



Reconstrucción virtual de la escena, detallando los edificios que se pueden reconocer en el cuadro.



Y esta es la vista, cincuenta años después. Abraham Rademaker. Vista de Delft con las puertas de Schiedam y Rotterdam (detalle), 1700-1710. Dibujo, 66 x 106 cm. Stedelijk Museum Het Prinsenhof, Delft.


Hay que decir que Vermeer eligió el perfil más característico de Delft a la luz de la mañana. Los primeros rayos iluminan la Iglesia Nueva, la Nieuwe Kerk. La Nieuwe Kerk tenía un significado especial para los ciudadanos de Delft y para todos los holandeses porque allí se encontraba la tumba de Guillermo de Orange, el príncipe del siglo XVI que inició la revuelta independentista de los Países Bajos del Norte contra el gobierno de España.


No hay duda de que Vermeer compuso la obra y seleccionó con maestría lo que quería mostrar para transmitir el profundo amor que sentía por su ciudad. Se tomó licencias artísticas para alterar las dimensiones y los contornos de algunos de los principales edificios para transportar al espectador en el tiempo y transmitir el sentido material de agua, aire, ladrillo y mortero.

Más sobre la pintura barroca holandesa en este blog pinchando en este enlace.

Comentarios

  1. En Elogio de lo cotidiano descubriremos otra de estas transformaciones, no menos relevante: en la pintura holandesa del XVII, en vez de los personajes históricos, mitológicos o religiosos, las telas se llenaron de vida cotidiana. De repente parecía como si en la pintura (y en el mundo) no hubiera ya espacio para héroes ni santos. Los soldados, que encarnaron siempre las virtudes heroicas por excelencia, apareciron descansando o tomando vino, jugando a cartas, cortejando a jóvenes damas o durmiendo. La pintura pasaba a someterse únicamente a lo existente y evitaba la idealización y lo edificante, dejaba de inventar la belleza para descubrirla en lo que rodea al hombre. Buscaba convertir en bello aquello que no lo es.

    Tzvetan Todorov nació en Sofia, Bulgaria, en 1939, y desde 1963 reside en París. Considerado uno de los mayores intelectuales de nuestro tiempo, ha impartido clases en la École Pratique des Hautes Études y en la Universidad de Yale, y sus lecciones magistrales se han escuchado también en las universidades de Nueva York, Columbia, Harvard y California. Desde 1987 dirige el Centro de Investigaciones sobre las Artes y el Lenguaje del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). Entre otros reconocimientos, ha sido distinguido con la medalla de la Orden de las Artes y de las Letras en Francia y el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2008.

    Entre los libros más populares de Todorov se encuentran Elogio del individuo (2006), El espíritu de la Ilustración (2008), El miedo a los bárbaros (2008), La experiencia totalitaria (2010), Vivir solos juntos (2011) y Los enemigos íntimos de la democracia (2012).

    www.enterarte.com

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