SANTIAGO CALATRAVA ARQUITECTO-VALENCIA

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  1. La empanada de Calatrava
    Salvador Domínguez

    19.01.2014 | 05:30
    En el difícil arte de la arquitectura, se unen dos funciones esenciales no siempre fáciles de cohesionar: la función y la forma. Una edificación está sometida a cumplir una función, que puede ser dotar de luz y calidez a los usuarios de un edificio, pero también debe reunir una forma o estética con la cual un buen arquitecto se expresa estéticamente.
    Por lo que llevamos visto, el arquitecto e ingeniero Santiago Calatrava parece no encontrar, en algunas de sus obras, ese difícil equilibrio entre la función y la forma. El número de veces que sus proyectos tienen desviaciones presupuestarias por modificaciones realizadas en ellos, nos lleva a pensar que en Calatrava prima en exceso la forma sobre la función. Así le ha ocurrido en Venecia, por poner un ejemplo, donde el ayuntamiento tiene abierto contra su persona un proceso judicial a cuenta de un puente diseñado por él para el gran canal.
    La empanada de Santiago Calatrava en el Palau de les Arts parece que es un problema conocido en primero de carrera. A saber: que una superficie curva y hecha de acero, tiene un movimiento o contracción que no permite un revestimiento de «trencadís», que es, al fin y a la postre, un conjunto de azulejos rotos que chapan la superficie. Es decir, que el casco de acero, la mezcla de pegamento y la superficie de trencadis forman una empanada que no funciona.
    Mucho me temo que una vez diseñada la gran cúpula de acero del Palau de les Arts, a Calatrava le pegó un subidón estético de gran envergadura, y lo vio desde su imaginación hecho una preciosidad recubierto con la vieja técnica que inauguró Gaudí en su parque Güell de Barcelona. El tiempo ha obrado en contra de Calatrava, y la caída de cascotes del «trencadís» pone en evidencia que tal revestimiento no es el adecuado para la curva que debe recubrir.
    Cierto es, y hay que reconocerlo, que Calatrava llegó en un viaje de avión fulminante a Valencia, a poco de ser requerido por las autoridades de la Ciudad de les Arts y las Ciències, para encontrar una rápida solución a la empanada. Y cierto es también, que junto a las empresas constructoras va a asumir el coste de tres millones de euros que va a costar quitar el susodicho trencadis. En ello, obviamente, va empeñado su prestigio.
    Pero Calatrava sigue obstinado en su empanada, y continúa sin tener claro aún cuál va a ser el acabado final de la cubierta de acero del Palau de les Arts, ya que su dilatada vena artística se opone a que quedé sólo pintada de blanco. Está ahora meditando la posibilidad de utilizar unos paneles de aluminio que den un efecto similar al producido por el azulejo. Sin embargo, dicen los que de esto saben que el aluminio no resiste a la oxidación, por mucho que se venda como acero inoxidable en los comercios. Por lo tanto, el aluminio que el arquitecto pretenda usar deberá tener un acabado capaz de resistir el calor, las avenidas de lluvia y el alto grado de humedad que tiene Valencia.
    Aunque se asegura que la nueva obra no tendremos que pagarla los valencianos, sino que también correrá a cargo del arquitecto y las empresas adjudicatarias, creo que el bloqueo estético de Calatrava debería ser corregido para ayudarle a poner los pies en el duro suelo. No queremos más experimentos, y acaso pueda ser una buena idea encalar la diabólica cúpula, procedimiento económico y de fácil mantenimiento, que ya utilizaban nuestros ancestros árabes, con lo cual nos evitaríamos más líos, amén de homenajear una tradición cultural y estética que corre por nuestras venas.
    www.levante-emv.com

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