ROBERTO AIZENBERG EN LA COLECCIÓN FORTABAT
Roberto Aizenberg en la Colección Fortabat
por Laura Casanovas
Curada por Valeria González, se presenta la muestra "Trascendencia/Descendencia"con obras de Roberto Aizenberg (1928-1996) y artistas contemporáneos, en la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat.
Frente a una obra de Roberto Aizenberg percibimos misterio, poesía, ensueño, rigor formal, enigma y un profundo y casi audible silencio. La simplicidad de los motivos representados –torres, edificios, maniquíes, figuras geométricas- es parte de una creación compleja de gran atracción. La exposiciónTrascendencia/Descendencia, en la sede de la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, constituye una nueva y bienvenida oportunidad para adentrarnos en la obra de este gran artista argentino que, si bien formó parte de la tendencia surrealista, excede toda clasificación. Aizenberg partía del automatismo psíquico que plasmaba en buena cantidad de bocetos, para luego realizar la obra final a través de un trabajo minucioso y consciente. En esta muestra, curada por Valeria González, hay 65 trabajos de colecciones privadas y públicas, entre óleos, dibujos, collages, esculturas y grabados de distintas épocas. Allí están las pinturas de formas geométricas y facetadas sobre fondos en los que se delimitan dos planos mediante una línea que funciona como horizonte; las esculturas de madera pintada de filiación surrealista; los collages y dibujos de “humeantes”, que es otro de los motivos característicos del artista. A ellos se suman las pinturas de edificios con ventanas que siguen un riguroso ritmo formal y las torres de formas cónicas.
Aizenberg había nacido el 22 de agosto de 1928 en Villa Federal, un pequeño pueblo de la provincia de Entre Ríos. Sus padres eran inmigrantes judíos provenientes de Ucrania. En 1948 asistió brevemente al taller de Antonio Berni y, dos años después, conoció a quien sería su gran maestro, el pintor Juan Batlle Planas. En 1963 formó parte del envío oficial a la Bienal de San Pablo y, en 1969, inauguró una retrospectiva de gran repercusión en el Centro de Artes Visuales del Instituto Di Tella, entre otras importantes exposiciones.
La actual muestra pone de manifiesto, asimismo, los vínculos existentes entre la obra de Aizenberg y la de jóvenes artistas contemporáneos. Otra evidencia de la gran atracción que ejerce. El año pasado, la exposiciónAizenberg y Amigos, curada por Victoria Verlichak en la Fundación Proa, ya mostraba estos vínculos que la exposición en la Colección Fortabat amplía. “Así como Aizenberg tuvo la convicción de poseer un padre artístico (Juan Batlle Planas), él mismo se convirtió en un referente respetado, admirado y hasta venerado por muchos jóvenes artistas que hoy protagonizan la escena local. Si él, como a menudo afirmó, buscaba en su obra la trascendencia, ésta se materializó no sólo en los valores semánticos y plásticos de su trabajo, sino también en las múltiples estelas que constituyen su descendencia artística”, escribe Valeria González en el catálogo de la presente exposición. Son parte de esta descendencia que la curadora señala las obras expuestas de Magdalena Jitrik, Daniel Joglar, Santiago Porter, Pablo La Padula, Cristina Schiavi, Mariano Vilela, Lucio Dorr, Amadeo Azar, Nuna Mangiante, Max Gómez Canle, Mariano Sardón-Mariano Sigman, Silvana Lacarra y Lux Lindner. En cada caso, varía el motivo de la filiación: similitud temática, modo de trabajo, estructura formal, admiración. Alrededor de 1958, el artista comenzó la primera pintura de la seria “padres e hijos”. En la muestra encontramos dos conmovedores cuadros de esta serie, de 1962, donde se representan dos figuras diminutas –un hombre y un niño- , de espaldas y tomadas de la mano, que miran una gran muralla, en un caso, y un paisaje inmenso, en otro. Aizenberg murió el 16 de febrero de 1996, pero su obra trasciende, de esta forma, tanto por su complejidad y belleza, como por su descendencia artística que honra y destaca sus cualidades. www.arte-online.net
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(...)Roberto Aizenberg era hijo de un inmigrante ruso judío que se estableció en las colonias judías de Entre Ríos, en la localidad de Villa Federal, ahora conocida como Federal. Cuando tenía 8 años su familia se mudó a la ciudad de Buenos Aires, en el barrio de La Paternal. Allí realizó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional Buenos Aires. Comenzó la carrera de arquitectura pero la abandonó para dedicarse a la pintura.
ResponderEliminarSus comienzos fueron como alumno de Antonio Berni y luego más tarde conJuan Batlle Planas, quien le inculca el surrealismo, en la década del '50.
En 1969 el Instituto Torcuato Di Tella realizó una importante exposición retrospectiva de su obra (dibujos, collages, pinturas y esculturas).
Poco antes comenzó a convivir con la periodista y escritora Matilde Herrera y sus tres hijos. Luego de producido el golpe militar que dio origen a la dictadura conocida como Proceso de Reorganización Nacional, en 1976 y 1977, fueron secuestrados los tres hijos de su compañera y sus respectivas parejas; una de ellas, Valeria Belaustegui, estaba embarazada. Todos permanecen desaparecidos.
En 1977, a causa de la dictadura argentina de 1976-1983 debió exilarse en París. Una vez recuperada la democracia, volvió a Buenos Aires en 1984.
Murió en Buenos Aires el 16 de febrero de 1996 cuando preparaba una gran exposición retrospectiva de su obra en el Museo Nacional de Bellas Artes.
[editar]Obra
Aizenberg, como Giorgio de Chirico, admiraba la arquitectura, la idea de construcción, y en especial la arquitectura del Renacimiento. Su obra está permanentemente influida por esta fascinación sobre la que reflexionaba:
Me interesa mucho la arquitectura -me dijo-, todo lo que tiene que ver con el espacio tridimensional y no sólo con el espacio pictórico... que es bidimensional.
La obra de Aizenberg muestra torres aisladas, ciudades vacías, edificios misteriosos y deshabitados, raras construcciones poliédricas.1
Utilizaba óleos de secado lento para obtener acabados perfectos, una gran densidad y un brillo fuera de lo común en sus obras. La crítica Laura Feinsilber habla del "rojo Aizenberg, verde Aizenberg, azul Aizenberg".
Aizenberg utilizaba una técnica de pintura en dos fases:
la primera, utilizando el automatismo, librándose al azar;
la segunda, excluyendo todo azar, seleccionando unos pocos bocetos de entre decenas y analizando la información generado por la fase automatista.
Prestaba una gran atención a los avances científicos referidos a los procesos cerebrales relacionados con la creación. Estudiaba apasionadamente textos sobre genética y psicología y mantenía extensas conversaciones con científicos como el biólogo Daniel Goldstein.
En este sentido Aizenberg decía:
Pienso que tomamos muy por encima, abordamos todas las actividades de la especie humana sin reflexionar que primero está la especie, el macroorganismo cuyos designios no conocemos, que a lo sumo podemos sospechar vagamente...
Aizenberg criticaba severamente la utilización de modelos en la enseñanza del arte. Para él, el modelo implicaba una "rigidez total, anacrónica, totalitaria, en el sentido de la dependencia del artista al modelo, a la autoridad del modelo, es la enseñanza del arte". El modelo, para Aizenberg, era lo opuesto a la libre expresión. Sostenía que la esencia del arte moderno era la ausencia de un modelo para copiar o de una realidad exterior que debía ser imitada.
La influencia de Juan Batlle Planas fue fundamental para Aizenberg. Batlle era un artista inclasificable destacaba la importancia del surrealismo y el psicoanálisis, y ubicaba la pasión en el centro de la actividad del artista, con el fin de utilizar el automatismo energético como agente catalizador del inconsciente colectivo.
El poeta Carlos Barbarito, autor de un libro sobre Aizenberg, destaca la presencia del silencio en la pintura de este:
¿De qué nos habla el silencio en Aizenberg? De la soledad, de la condición humana, de nuestros límites y de nuestra finitud, de la angustia.
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