jueves, 10 de noviembre de 2011

UN RECUERDO INFANTIL DE LEONARDO DA VINCI-S.FREUD

Varios autores coinciden en que para Freud Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci (1) fue mucho más que un mero ensayo biográfico. Por ejemplo, Jones dice que “El interés que Leonardo despertaba en Freud suscita la viva impresión de ser, en parte, de índole personal, ya que se detuvo especialmente en algunos aspectos –la pasión por las ciencias naturales, por ejemplo- que podían aplicarse a él mismo” (2). También Marthe Robert dice: “Al escribir sobre Leonardo da Vinci, Freud habla aún a media voz de él mismo, le confía al lector esa insaciable curiosidad intelectual que tenía en común con el pintor y cuyas causas profundas se sentía obligado a buscar” (3) . A su vez P. Gay, nos dice: “Los recuerdos de su antiguo amigo íntimo, que había dejado de serlo, obligaron a Freud a explorar una vez más su economía afectiva; dieron lugar a que su autoanálisis tomara un cariz angustioso ... y lo que estaba bullendo en Freud eran restos de sentimientos homoeróticos inconcientes”. Para este autor el Leonardo viene a ocupar el lugar del duelo de la relación con Fliess (4).  Octave Manoni, por su parte señala: “...lo que interesa –a Freud- en el caso de Leonardo da Vinci, son en gran parte sus propios problemas: ¿de dónde proviene la necesidad de saber qué impulsa a Leonardo, más allá de lo que se habían aventurado sus contemporáneos en el estudio de la naturaleza y de las ciencias, por caminos que nadie había pensado abrir y por los cuales nadie soñó seguirlo? ” (5).
Freud escribe el Leonardo en un momento particular de su vida y del desarrollo de la teoría psicoanalítica. Trataré en el presente trabajo de dar cuenta de ambas cuestiones. Para ello, luego de hacer un breve resumen del artículo, acercaré un sueño y un recuerdo del propio Freud que lo vinculan con la problemática del artista y analizaré el tratamiento que hace del recuerdo infantil de su personaje. Además, mencionaré algunos datos que dan cuenta del lugar que tenía la figura de Leonardo en la cultura europea de principios del siglo XX y las expectativas que Freud podía abrigar al respecto.

I

Freud toma el personaje de Leonardo para hablar del mecanismo de la sublimación y del fenómeno de la homosexualidad. Cuenta con abundante y reciente bibliografía (6) y con un recuerdo infantil que el propio Leonardo entrega al ocuparse del vuelo de los pájaros.
Nos describe algunos aspectos que han sido característicos en Leonardo: polifacético, con múltiples intereses entre los que se destacan la pintura y la investigación, no omite desde el comienzo que ésta última faceta, la de investigador, por momentos tapaba o desplazada al artista. Poco cuidadoso y desconforme con sus obras, las realizaba con desgano y muchas veces las dejaba inacabadas, comportamiento que no deja lugar a dudas acerca de la presencia de una poderosa inhibición que también se verifica en el plano de lo sexual. Sometía todo lo que tuviera que ver con las pasiones a una racionalidad muy poco común: el amor o el odio debían estar precedidos del conocimiento, Leonardo habría mudado la pasión en esfuerzo de saber.
Freud asume dos expectativas como forma de explicación del surgimiento del apetito de saber vuelto pasión única de carácter hiperintenso: que se hubiera manifestado ya durante la vida infantil y que hubiera recibido de la misma el refuerzo de la pulsión sexual, terminando por subrogar un fragmento de la vida sexual misma.
Angostamiento de la vida sexual adulta e hiperpotenciación de otras manifestaciones permiten suponer una intensísima vida sexual en la infancia. El apetito de saber, que pone en marcha el aparato psíquico, está dirigido en la infancia a las cuestiones de la vida sexual. Pero como el sujeto no está aún plenamente preparado para hallar las respuestas que requiere, su investigación resultará estéril y será abandonada. Este primer fracaso dejará secuelas duraderas.
A la pulsión de investigar se le abren tres caminos a partir de la enérgica represión de la investigación sexual infantil: la inhibición neurótica, donde el desarrollo del apetito de conocimiento corre la misma suerte que la investigación sexual; la investigación sexual entonces, regresa en lo inconsciente como compulsión a cavilar, con la suficiente potencia como para sexualizar el pensamiento; el placer y la angustia propiamente sexuales tiñen la actividad intelectual, el investigar deviene placer sexual y la aclaración ocupa el lugar de la satisfacción sexual. El tercer destino es la sublimación de la pulsión sexual cuya fuerza se agrega a la pulsión de saber:  “También aquí el investigar deviene en cierta medida compulsión y sustituto del quehacer sexual, pero le falta el carácter de la neurosis por ser enteramente diversos los procesos psíquicos que están en su base (sublimación en lugar de irrupción desde lo inconsciente); de él está ausente la atadura a los originarios complejos de la investigación sexual infantil, y la pulsión puede desplegar libremente su quehacer al servicio del interés intelectual. Empero, dentro de sí da razón de la represión de lo sexual, que lo ha vuelto tan fuerte mediante el subsidio de una libido sublimada, al evitar ocuparse de temas sexuales” (7). Freud ubica a Leonardo dentro de este tercer tipo: la mayor parte de su libido habría sido sublimada como esfuerzo de investigar.

Llegamos al relato del recuerdo infantil:
“Parece que ya desde antes me estaba destinado ocuparme tanto del buitre, pues me acude, como un tempranísimo recuerdo, que estando yo todavía en la cuna un buitre descendió sobre mí, me abrió la boca con su cola y golpeó muchas veces con esa cola suya contra mis labios” (8)
Toma este recuerdo como una fantasía posterior trasladada a la infancia, fenómeno que ya había descrito como “recuerdo encubridor”. Pero, ¿cual podría ser su significado? La respuesta que nos ofrece es la siguiente: se trataría de una reminiscencia del “mamar”, refundida en una fantasía homosexual pasiva (fellatio). Por el análisis de la imaginería del buitre llega a sostener que el contenido de la fantasía sería que la sustitución de la madre por el buitre indica que el niño, en su temprana infancia, echaba de menos al padre. Todo ello armoniza con la biografía de Leonardo y con la concepción freudiana de las fantasías: éstas se construyen sobre recuerdos no entendidos de la infancia y ponen de relieve lo más importante del desarrollo anímico del sujeto. Más aún, de acuerdo con la “premisa universal fálica”, el pene mamado en la fantasía de Leonardo sería justamente el de la madre, fantasía que atribuye, por el principio de a posteriori a la temprana investigación sexual.
Ahora Freud debe dar cuenta de la homosexualidad en Leonardo, una homosexualidad, reprimida y sublimada. Nos da una serie de referencias que indican que Leonardo se dedicó a recibir jóvenes discípulos de los que cuidaba como si fueran sus hijos, a los que amaba tierna y maternalmente, de ello puede deducirse que reproducía con ellos el vínculo que tenía con la madre. Ama a sus discípulos como su madre lo amó a él. El lazo erótico con la madre no fue abandonado sino reprimido, como lo prueba un frío registro de los gastos del sepelio.
Sin embargo, se pregunta si no habrá en la obra algo que dé testimonio de los recuerdos de la primera infancia. Lo encuentra en la extraña sonrisa de Monna Lisa, síntesis de lo femenino, “la reserva y la seducción, la ternura plena de entrega y la sensualidad en despiadado acecho” (9) , Leonardo habría reencontrado en la muchacha florentina la sonrisa de su madre. Del mismo modo, considera la obra Santa Ana, la Virgen y el niño como una síntesis de la historia infantil del artista: un niño con dos madres de beatífica sonrisa. Tales dos madres serían la suya propia y la joven esposa del padre o ésta última y la abuela paterna. Como en un anagrama gráfico, entre los vestidos puede verse la figura de un buitre cuya cola va a dar a la boca del niño (10).
¿Qué ocurre mientras tanto con la figura del padre? “Éste interviene, no solo por la vía negativa, de su ausencia en la primera infancia, sino directamente por su presencia durante el resto de su niñez” (11) y nos describe una serie de detalles que hacen al carácter de Leonardo: amaba la pompa, los vestidos y los caballos, gustaba de hacer el señor distinguido como era su padre, pero también observa que “creaba y luego ya no cuidaba de sus obras como su padre lo había dejado a él” (12) en los años de la primerísima infancia.  Sin embargo, lo que Freud destaca como lo más notable en él, y que atribuye a la relación con el padre, es su lugar como audaz investigador.
Leonardo era capaz de arrancarle a la naturaleza sus secretos, gracias a su capacidad de observación y juicio propios, habiendo renunciado a apoyarse en toda autoridad científica previa, hecho que Freud hace equivaler a la renuncia al padre en los años infantiles: descreer de la autoridad, sustituto del padre, y volver a la investigación de la naturaleza como volver a la madre. La investigación sexual infantil muda aquí en investigación de la naturaleza y el proceso represivo recae sobre el ejercicio de la sexualidad. A consecuencia de la represión del amor por la madre, la parte de su libido que permanece vuelta hacia metas sexuales, será esforzada hacia una actitud homosexual. Conserva en lo inconsciente el amor por la madre y en lo manifiesto su sexualidad permanece inactiva. Del mismo modo que su talento de artista cede el paso al apetito de investigador cuando la represión gana terreno.
Por el contrario, nos explica que la vuelta a la pintura se debe al hecho casual de su encuentro con la joven florentina, capaz de recordarle la beatífica sonrisa de la madre cuando él ya tenía 50 años, olvidando quizás que también el propio padre de Leonardo vuelve a ser creativo a los 50 años, a partir de los cuales llega a tener once hijos más. Y Freud, al momento de publicar este ensayo, tiene 54 años. No hace un año que La interpretación de los sueños ha tenido su primera reedición, ha vuelto exitoso de su primera visita a Norteamérica unos pocos meses antes de la redacción del artículo. Leonardo identificado con su padre ¿Freud identificado con Leonardo? Leamos este párrafo, tomado entre varios otros: “Quien vislumbró la grandiosidad de la trabazón universal y empezó a ver sus leyes necesarias, es fácil que pierda su propio, pequeño, yo. Abismado en el asombro, en verdad humillado, uno olvida demasiado fácilmente que uno mismo es un fragmento de aquellas fuerzas eficaces y le es lícito intentar, en la medida de su fuerza personal, la modificación de una parcela en ese decurso necesario del universo, ese universo en que lo pequeño no es menos sustantivo ni asombroso que lo grande” (13).

II
Pensemos ahora en el recuerdo del buitre. También en Freud está presente un tema similar: las figuras egipcias con cabeza de pájaro, que ilustran una Biblia que su padre le había regalado a los 7 años y un sueño de angustia, curiosamente recordado como el más antiguo en su vida y el último suyo propio relatado en La interpretación de los sueños: “En él vi  que mi madre era traída a casa y llevada a su cuarto por dos o tres personas con picos de pájaro, que luego la tendían en el lecho. Su rostro mostraba una serena expresión, como si se hallase dormida. Desperté llorando y gritando e hice despertar a mis padres. Las largas figuras con picos de pájaro y envueltas en singulares túnicas eran una reminiscencia de una ilustración de la Biblia de Philippson y creo que correspondían a un relieve egipcio que mostraba varios dioses con cabezas de águila” (14). La serena expresión de la madre dormida no se compadece con  la angustia si lo evocado allí no es la muerte de la madre. Muerte simbólica a manos de dos o tres personajes con cabeza de águila, el padre y sus dos hermanos mayores y su interpretación: la libido se desplaza a las figuras masculinas, la identificación viril es posible a costa del amor por la madre. Tanto Sigimund como Leonardo serían el hijo “preferido” de su madre, pero en éste último, la fijación a la madre ha clausurado el acceso a la masculinidad.
Si hay un Leonardo investigador, que prosigue la exploración sexual infantil en la observación de la naturaleza, no sujetándose a autoridad alguna. También tenemos un Freud investigador de la historia de la cultura, revisando, incansable, estatuillas donde aparecen figuras indudablemente femeninas y sin embargo provistas de pene, comparando las designaciones de las diosas madres y sus denominaciones emparentadas con aves, insectos, moluscos, y en la cultura de hoy señalando las designaciones del pene en lengua popular alemana, italiana, en fin “sublimaciones” de la investigación sexual infantil.
Pero lo que más lo emparenta con su Leonardo es, sin ninguna duda, la relación con el padre. La encendida defensa de Leonardo es casi autobiográfica, veamos cómo cita textualmente una frase que él firmaría sin dudar: “Quien en la polémica de las opiniones invoca la autoridad, se vale de su memoria, no de su entendimiento” (15)  y sigue hablando de la osada e independiente actividad científica de Leonardo: ella no podría ser así, si al mismo tiempo hubiera permanecido creyente y no hubiera sido capaz de sustraerse a la autoridad dogmática de la religión. La fe en Dios como continuación del amor a un padre enaltecido, y completa: “ciertos jóvenes pierden la fe religiosa tan pronto como la autoridad del padre se quiebra en ellos” (16).
Se nos impone en este punto aquel momento en que Freud, teniendo tan solo 12 años, escucha de su padre cómo había recibido con resignación un insulto por ser judío: un cristiano le tira la boina al barro y le grita “¡judío, baja de la acera!”. Decepción del padre y de la religión en un mismo momento. Por reacción, el joven Sigmund piensa en Aníbal, semita vencedor de los romanos y su juramento de venganza. Al relatar este incidente en La interpretación de los sueños, produce un interesante fallido, el juramento de venganza es tomado por Asdrúbal, hermano de Aníbal. En la segunda edición aclara que se trata del padre, Amílcar Barca (17) . El padre lo ha decepcionado, pero puede seguir idealizando a sus hermanos.
Si él también logró observar la naturaleza humana con osadía e independencia respecto de la autoridad de sus maestros, fue porque antes pudo desasirse de la autoridad paternal tanto como de la religiosa. Al respecto, Anzieu nos comenta: “Muerto su padre y vislumbrada la posesión de Roma, Freud se desprendió del modelo del cuerpo biológico para internarse en la comprensión del cuerpo fantástico. El que se expresa en los síntomas histéricos, el que está figurado en los sueños, el cuerpo del placer, el cuerpo del deseo, el cuerpo del delito” (18).

III
Volvamos ahora sobre el tratamiento que hace Freud del recuerdo infantil. Lo podemos dividir en tres fases, la primera  sería la representada en el recuerdo (la cola del buitre golpea la boca del niño), una segunda a la que Freud le atribuye un franco carácter homosexual pasivo (fellatio) y como tercera fase ofrece varias posibilidades de interpretación, superponibles una a la otra (el niño ha recibido muchos “mimos” de su madre, el niño le suponía a la madre un pene como el de él, el niño habría deseado un padre) (19). Tiempo después, después de revisar el Leonardo para su primera re-impresión, utilizará un esquema similar, más prolijamente formalizado, para el análisis de la fantasía masoquista en Pegan a un niño, donde sostiene que “la segunda fase, la más importante de todas ... no ha tenido nunca existencia real. No es jamás recordada ni ha tenido nunca acceso a la conciencia. Es una construcción del análisis, pero no por ello deja de constituir una necesidad” (20);  constituye una necesidad considerar la fantasía de fellatio como tal, en consonancia con sus tesis sobre el papel de la fantasía (21) , mientras que la violentísima represión de la sexualidad en el Leonardo adulto y el sadismo exhaustivamente descrito por Freud en la fabricación de armas de guerra, en la contemplación de los condenados, en los juegos con que gustaba de asustar a sus invitados, permiten pensar que Leonardo podría haber sido víctima de un atentado sexual en la infancia (22) . Pero para Freud ese recuerdo infantil es una fantasía, y que pudiera tratarse de un episodio realmente acontecido y luego deformado por la represión es una posibilidad que ni siquiera está contemplada; se trata de algo excepcional si consideramos la rigurosa teorización a que nos tiene acostumbrados. En este mismo artículo, por ejemplo, se toma cuatro carillas para defender el argumento que juzga sexual el comportamiento de Leonardo con los discípulos (23).
Freud pudo haber descreído de sus neuróticos (24), pero jamás renegó de la posible presencia de traumas sexuales en la infancia, ni en los Tres ensayos (donde busca relativizar la importancia dada antes a la seducción (25) ), ni en 1922 cuando sigue sosteniendo que la homosexualidad masculina se debe a un vínculo muy intenso con la madre, al narcisismo y a la angustia de castración que impiden al sujeto el encuentro con un cuerpo que no posea pene y a ello le suma la influencia de la seducción, culpable de una fijación prematura de la libido (26).
De todos modos, en la escritura de su Leonardo, puede saldar la cuestión de manera definitiva: “El amor de la madre por el lactante a quien ella nutre y cuida es algo que llega mucho más hondo que su posterior afección por el niño crecido. Posee la naturaleza de una relación amorosa plenamente satisfactoria, que no sólo cumple todos los deseos anímicos sino todas las necesidades corporales, y si representa una de las formas de la dicha asequible al ser humano ello se debe, no en último término, a la posibilidad de satisfacer sin reproche también mociones de deseo hace mucho reprimidas y que hemos de llamar «perversas». Aun en la más dichosa pareja joven, el padre siente que el hijo, en particular el varoncito, se ha convertido en su competidor, y de ahí arranca una enemistad con el preferido, de profundas raíces en lo inconsciente” (27) .  Esta concepción de los cuidados maternos como fundantes de la subjetividad separan definitivamente al psicoanálisis de la ciencia médica. Ahora es la fantasía la que va a dar cuenta del síntoma, pero también de la obra de arte.

IV
Cuando Freud reedita, por primera, vez La interpretación de los sueños, en el prólogo (fechado en el verano de 1908) aparece la siguiente confesión: esa obra “era una parte de mi análisis, que representaba mi reacción frente a la muerte de mi padre, es decir, frente al más significativo suceso, la más tajante pérdida en la vida de un hombre” . Luego vienen las reediciones de la Teoría sexual y de la Psicopatología de la vida cotidiana y como broche consagratorio la invitación a la Clark University donde da sus Cinco Conferencias en setiembre de 1909.
El 17 de octubre le escribe a Jung:
“Me alegra que participe de mi convicción de que  la mitología tendría que ser  completamente dominada por nosotros. Hasta ahora no contamos más que con las dos avanzadillas: Abraham y Rank. Hombres, trabajadores para ulteriores campañas, surgen demasiado parcamente. La biografía tiene que ser también nuestra. Desde que he vuelto -de América- ha ocurrido una cosa: el enigma del carácter de Leonardo da Vinci se me ha aclarado de pronto. Ello supondría, por tanto, un primer paso en la biografía. Pero el material sobre Leonardo es tan escaso que dudo de exponer a otros, de forma accesible, mi sólida convicción. Espero ahora con gran interés una obra italiana sobre su juventud que he encargado. Mientras tanto quiero revelarle el secreto: ¿Recuerda mis observaciones de las “Teorías sexuales infantiles” (segunda serie) acerca del necesario fracaso de esta primitiva investigación por parte de los niños y del paralizante efecto que emana de este primer fracaso? Lea las correspondientes palabras; no fueron entonces tan seriamente entendidas como las comprendo ahora. Uno de los que han transformado tan precozmente su sexualidad en afán de saber y que han permanecido fijados en el modelo de lo inconcluso es también el gran Leonardo, el cual era sexualmente inactivo o bien homosexual. No hace mucho que me he encontrado en un neurótico su vivo retrato (pero sin su genio). ... Muy en contra de mi voluntad he de vivir como un americano: no tengo tiempo para la libido” .
Para su apetito de conquistador Leonardo aparece como la llave que le abre las puertas de un nuevo territorio. ¿Pero qué quiso decir con “no tengo tiempo para la libido”?
Redacta las Cinco Conferencias y escribe un comentario a un artículo de Abel (de 1884) sobre El doble sentido de las palabras primitivas que venía a confirmar algunas de sus afirmaciones de La interpretación de los sueños. Está en marcha la conformación de la Asociación Internacional. Comenta sus ideas sobre Leonardo al grupo vienés en la reunión del miércoles 1º de diciembre . También proyecta sus vacaciones de verano, para lo cual se propone trabajar mucho y ganar mucho dinero, pero el 21 de diciembre le escribe a Ferenczi: “me desagrada que la salud solo aparezca con la pobreza”. Consagración, dinero, salud y falta de tiempo para la libido, conforman un “complejo” que la preparación de su Leonardo le habría ayudado a desanudar. Lo nombra en la mayor parte de su correspondencia, pero no escribe casi nada. A principios de febrero sólo tiene diez carillas, en marzo más de cuarenta. Se propone terminarlo antes del  Segundo Congreso Internacional, que tendría lugar en Neurenberg el 30 y 31 de marzo. El 4 de abril le escribe a Ferenczi que acaba de dejar el Leonardo en la imprenta. Entonces piensa editar algo a lo que simpáticamente llama “etiología materna” . Cuando por fin sale impreso, el 5 de junio, le escribe a Abraham: “...el retraso semana tras semana de la aparición del Leonardo ha sido la causa de mi largo silencio. Leonardo apareció finalmente; mi digestión mejora gracias a los cuidados médicos...un año después de la segunda, aparecerá la tercera edición de La Interpretación de los sueños...”. Le pide su opinión a todos los corresponsales, tiene el entusiasmo de un niño.
El 1º de agosto se va de vacaciones a Noordwijk, Holanda, cumpliendo con el proyecto forjado un año antes, pero también obligado por la necesidad de estar a menos de un día de viaje de Hamburgo, donde reside su suegra gravemente enferma. El 10 de agosto le escribe a Jung: “Escribo detalladamente acerca del horror que el Leonardo provoca incluso en los «bien pensantes». Mas yo, precisamente a dicho respecto estoy bien tranquilo, ya que el Leonardo me gusta mucho y sé que les ha gustado en especial a los pocos capaces de establecer juicio al respecto: a usted, Ferenczi, Abraham, Pfister”.
Se encuentra satisfecho de su Leonardo y puede gozar de sus vacaciones. Hace planes de encuentros en Bélgica y de viajes a Italia con sus corresponsales como antes lo hacía con Fliess. No retomará la actividad hasta octubre. El 30 de agosto le escribe a Abraham: “Mañana salgo para Paris con el fin de echar una mirada al Leonardo y luego seguiré a Italia” . No va a ver ni a su maestro ni a su viejo rival (Charcot, Janet), va al encuentro de su par.

V
Si bien el interés de Freud por Leonardo data de tiempo atrás , la primera década del siglo XX presenta una especie de “furor leonardesco”. Se realza su figura, nadie omite que las suyas son “obras maestras”, se escriben varios trabajos, se reproducen sus obras, se imprimen postales con la imagen de la Monna Lisa, algunas textuales y otras con el rostro de conocidas figuras femeninas del ambiente artístico europeo. El punto culminante lo alcanza en 1911 cuando un mecánico italiano se roba el cuadro y lo tiene escondido debajo de su cama durante tres años, al ser hallado le explica a las autoridades que su objetivo era “repatriarlo” . En ese clima cultural Freud presenta su Leonardo con una justificación en el comienzo mismo del texto: “...nadie es tan grande como para que le resulte oprobioso someterse a las leyes que gobiernan con igual rigor el obrar normal y el patológico” . Sin embargo, es en el capítulo final donde debe hacer una defensa de la psicobiografía como modo psicoanalítico de conocer la personalidad de las grandes figuras de la historia: “A menudo lo han escogido -los biógrafos de Leonardo- como objeto de sus estudios po que de antemano le dispensaron una particular afección; razones personales de su vida,  de sentimiento, los movieron a ello. Luego se entregan a un trabajo de idealización que se afana en insertar al grande hombre en la serie de sus propios arquetipos infantiles, acaso reviviendo en él la representación infantil del padre” . Entonces resume los resultados alcanzados en su ensayo que dista mucho de ser una idealización. Necesita dejar en claro que tanto si se estudia la psicología del neurótico, como la de los grandes genios de la humanidad, la frontera que los separa del “normal” es siempre borrosa. El Freud conquistador desembarca con las armas que le da el psicoanálisis en el territorio del público culto, tan ajeno a la medicina.
Habiendo llegado hasta aquí, considero que también nosotros debemos preguntarnos ¿Hasta qué punto es válida una biografía psicoanalítica de un personaje histórico? ¿Es posible sostener una biografía que dé cuenta de los avatares de las pulsiones  de ese personaje? La respuesta afirmativa que nos ofrece Freud no parece suficiente. De hecho, no fueron muchos los intentos psicoanalíticos de “apropiarse de la biografía”. Tal vez como venganza del destino, aquel personaje que ha sufrido más atentados de explicación psicoanalítica haya sido el propio Freud.
Referencias
1.-S. Freud: Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, AE Tº XI pág. 75. En adelante, para este trabajo se citará tan sólo el número de página. Para los otros trabajos de Freud, AE= Amorrortu Editores, Tomo, página o bien BN= Biblioteca Nueva, etc.
2.-  E. Jones: Vida y obra de S. Freud, Buenos Aires, Ed. Horme, 1981.,Tº II, pág. 364.
3.-  Marthe Robert: La revolución psicoanalítica. México FCE 1966. Cap. XXII Freud y el arte pág. 337 en adelante.
4.-  P. Gay: Freud. Una vida de nuestro tiempo. Buenos Aires, Paidós. 1996. Elaboraciones 1902-1915. Cap. 6 Terapia y técnica. Su propia fuente: Leonardo Schreber, Fliess, pág. 307.
5.-  Mannoni, O.: Freud. El descubrimiento del inconciente, Buenos Aires, Ed. Nueva visión, 1979, pág. 109.
6.-  En la primera edición aparecen: Konstantinowa, 1907 ; Vasari, 1550, en traducción al alemán de 1843; L. da Vinci, Tratado de la Pintura, en traducción de 1909, Codex Atlánticus, en traducción de 1906 y Cuaderni d’Anatomia; Solmi, 1910 y 1908, Scognamiglio, 1900; Muntz, 1899; Botazzi, 1910; Hersfeld, 1906; Merjkovsky,  cuya novela biográfica de 1903 puede verse hoy día en las librerías; Von Seidlitz, 1909; Pater, 1873; Muther, 1909 y Conti, 1910.
7.-  Op. Cit. Pág. 75.
8.-  Op. Cit. Pág. 77.
9.-   Op.cit. Pág. 101.
10.-  Aquí se abre, para algunos comentadores, el tema de un error de traducción, donde no sería nibbio=geier=buitre, sino mibbio=milano. Sin embargo: “El error sobre el buitre no invalida lo esencial de la demostración de Freud”, Eissler K., citado por Laplanche J., La sublimación. Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1987, pág. 86.
11.-  Op.cit.Pág. 112.
12.-  Op.cit.Pág. 113.
13.-  Op.cit.Pág. 70.
14.-  S. Freud BN tº 2, pág. 699.
15.-  Op.cit.Pág. 114.
16.-  Op.cit.Pág. 115.
17.-  S. Freud,BN Tomo 2, pag. 466/67 y ANZIEU, Didier: El autoanálisis de Freud y el descubrimiento del psicoanálisis. Mexico, Siglo XXI Editores. 1978. pág. 643.
18.-  ibidem, D.Anzieu, pág. 211.
19.-
 Págs. 81, 85, 91.
20.- BN Tº 7, pág. 2469, de marzo de 1919.
21.-  S. Freud :  “Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis” AE VII, pág. 265, donde se rectifica con respecto de la “seducción”.
22.-  Entre los autores que consideran un hecho traumático, destacamos lo aportado por Eissler. Op. cit. pág. 213.
23.-  Véase pág. 95  “Se nos objetará...”.
24.-  Ver la carta 69. BN Tº 9 pág. 3578
25.-  S. Freud AE Tº VII pág. 173 y   Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis
26.-  S. Freud: Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad AE Tº XVIII, pág. 225.
27.-  Pág. 109.

23-03-2007-Por Carlos Oks
Sigmund Freud, dibujo al carbón de Salvador Dalí, 1938 en presencia de Freud, pocos meses antes de su muerte.
www.elsigma.com

1 comentario:

  1. El dibujo realizado por Salvador Dalí, se me ocurrió porque fue por igual admirador de ambas figuras; a Leonardo da Vinci, lo ubica en primer lugar según una tabla comparativa de un análisis daliniano, por su Técnica, Inspiración, Color, Tema, Genio, Composición, Originalidad, Misterio y Autenticidad: 20 puntos, sólo igualada por Velázquez. También Rafael obtiene 20 puntos y él se ubica en la Tabla con 19 puntos. Me olvidaba de Vermeer de Delft, que supera a todos, con 20 puntos igualmente; supera a todos por la superioridad del puntaje en las distintas categorías mencionadas.
    Y la otra vertiente, su admiración por Freud, cuando en 1924 leyó la traducción de "La interpretación de los Sueños".Su relación con Freud estuvo mediada por Stefan Zweig. Confiesa que lo notaba evasivo a Zweig,en relación a las preguntas que le realizaba acerca de la opinión de Freud con respecto a su obra. Los llamaba los Zweig en su "Diario de un Genio". Lo querían llevar a Brasil y él se negaba rotundamente, porque le asustaban los trópicos. Confiesa, dos meses después nos enteramos del doble suicidio de los Zweig en Brasil.
    Sólo al leer el final del libro póstumo de Zweit "El libro de ayer", supo al fin la verdad sobre su dibujo: Freud jamás vio su propio retrato.
    "Según él, mi retrato presagiaba de una manera tan clara la inminente muerte de Freud que no se había atrevido a mostrárselo, pues, sabiendo que sufría un cáncer, temía sobresaltarle innecesariamente. Consideraba a Freud un héroe.

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