martes, 1 de mayo de 2018

Historia del día del trabajador

3 comentarios:

  1. Hegel, Encyclopedia of Philosophical Sciences , vol. III, Filosofía de la mente, adición § 435, edición de 1830, trad. B. Bourgeois, Vrin, pp. 230-232

    Mientras que el sirviente trabaja para el maestro, por lo tanto, no en el interés exclusivo de su propia singularidad, su deseo recibe esta escala que consiste en que no es solo el deseo de uno de ellos, sino que al mismo tiempo tiempo, contiene en él el deseo de otro. El sirviente, por lo tanto, se eleva por encima de la singularidad, clavado al Ser, de su voluntad natural, y permanece en esa medida, de acuerdo con su valor, más alto que el maestro considerado en su egoísmo, intuyendo en el sirviente solo su voluntad inmediata, formalmente reconocida por una conciencia que no es libre. Tal sumisión del egoísmo del sirviente constituye el comienzo de la verdadera libertad del hombre. El temblor de la singularidad de la voluntad, el sentimiento de la nada del egoísmo, (...)
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  2. (...)La dominación y la servidumbre son el resultado de un movimiento duplicado de reconocimiento entre dos autoconciencias. Una primera autoconciencia empieza siendo igual a sí misma gracias a que de ella queda excluida todo otro. Su objeto absoluto es un singular, su yo, mientras que lo otro, la otra autoconciencia es para la primera un objeto no esencial; no ve en lo otro de entrada un ser autoconsciente. Así sucede que la verdad de su certeza subjetiva, la idea íntima de sí misma, solo puede encontrarla a través de la realidad exterior; es en ese otro donde se concentra el sentido de su vida.

    La primera acción antropógena se da en forma de lucha: dos seres que para creerse hombres deben imponer al otro un reconocimiento. Para que uno pueda hacerse reconocer deberá comprender que el otro también niega su vida animal y que está dispuesto a arriesgarse en una lucha a muerte. A este punto está obligado a eliminar al otro para no ser aniquilado él mismo. Sin embargo, animado a ello, cae en la cuenta de que de nada le sirve matar al adversario pues no es el reconocimiento de una entidad por completo inerte lo que anhela. Algo importante y significativo debe ser conservado en vistas de dicho reconocimiento, por lo que la supresión ha de ser dialéctica, es decir, dejarle la vida y la conciencia y destruir sólo su autonomía. Dicho de otro modo, debe someterlo.

    El hombre real y verdadero es el resultado de su interacción con los otros; su Yo y la idea que se forma de él mismo son mediatizados por el reconocimiento obtenido en función de su acción. Por esta experiencia se establecen: de un lado una Autoconciencia pura, el Amo, el vencedor de la lucha, y por el otro el Esclavo, el adversario vencido que no ha ido hasta el final en el riesgo de la vida, que no ha adoptado el principio de los amos: vencer o morir. Ha aceptado la vida elegida por otro. Ha preferido la esclavitud a la muerte, y es por eso que permaneciendo con vida vive como esclavo.3 De ahí en adelante se iguala al mundo natural de las cosas y no tiene más relieve en el mundo que el animal.

    Vale la pena recordar que para Hegel lo que mueve a la acción es el deseo, habiendo de poner el acento en el carácter negador de dicha acción en todo lo que no es Yo. Esta dialéctica es el motor de la historia y del mundo, y no es posible sin esta proximidad a la muerte, a la negación, así como no es pensable el sujeto en Freud y Lacan si no es por los efectos de la castración y del lenguaje.

    Para seguir con el apólogo, pasamos al trabajo y al goce. Una vez el amo tiene al esclavo sometido solo puede relacionarse con la cosa (con el mundo natural) a través del esclavo, el cual se pone a trabajarla.



    6 Ibid., pág 183 Oriol Corbacho- La dialéctica lacaniana del amo y el esclsvo
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  3. De esta nueva relación entre el amo y el esclavo surge un reconocimiento desigual y penoso, ya que se da un reconocimiento unidireccional, del esclavo al amo. Que uno haya arriesgado la vida ha dado lugar a un reconocimiento sin valor porque no puede reconocer a aquél que lo reconoce. Si bien está al servicio del amo, el esclavo se educa y se forma por la transformación del mundo a través de la técnica, lo cual le permite devenir amo de la naturaleza y rescatarse del mundo animal. Añade Hegel: “Así, aunque la angustia inspirada por el amo sea el comienzo de la sabiduría, se puede decir solamente que en esa angustia la Conciencia existe”4. En otras palabras, hay una toma de conciencia de su realidad, un saber, a través de la angustia mortal y de su relación con el trabajo.

    Ya en unas clases anteriores del Seminario 16 Lacan ha señalado la emancipación de la tradición filosófica que supone la revelación freudiana, lo que él llama el acontecimiento Freud. Primero Descartes inaugura el cógito, el pensamiento que se reconoce por lo que es. Después Hegel revela que no hay la menor libertad de pensamiento ya que si bien Yo sé que pienso nunca sé dónde estoy. El trauma freudiano “muestra que la esencia del Yo sé que pienso no es ni más ni menos que la acentuación del Yo sé para olvidar el Yo no sé”5. El sueño mismo, que se presenta como un jeroglífico, revela una falla donde, como frase, ésta deja ver lo que anda mal. Y lo que anda mal es el deseo. Y ese deseo inconsciente que aparentemente no sabe lo que quiere hay que interpretarlo considerando “qué es lo que, al decir, eso quiere”.6

    La novedad introducida en el Seminario 16 está en ceñir la duplicidad amo-esclavo: Lacan la borra para apreciar lo que verdaderamente está en juego: no habría más que un sujeto que se deja identificar en esos distintos modos, en querer ser amo y esclavo de sí mismo a la vez. El amo (S1) en su dependencia al esclavo lo toma por su ideal; el esclavo (S2) es el sostén corporal y le permite al amo representarse ante él. ¿Qué saber para el amo entonces? Ninguno, es un bobo, es lo no sabido, comenta Lacan. Y eso “no sabido de lo que el sujeto está ausente y representado solamente en otra parte”7 es el inconsciente mismo. No casualmente Lacan equipara el esclavo a la solución estoica, que consistiría en someterse gustosamente a la crueldad del amo para poder ejercitar libremente la virtud.

    Tomándolo del lado del acto analítico, lo que importa es pues que en la experiencia del análisis el analista no ocupe el lugar del amo, el lugar del saber; todo lo contrario, con su acto debe sostener la inconsistencia del Otro sabiendo no estar como sujeto. "Callarse, no ver nada, no escuchar nada"8.

    Los capítulos que hoy trabajamos, con los que se cierra el presente seminario, son por otro lado los cimientos del siguiente, “El reverso del psicoanálisis”. Como sabemos, allí desarrollará los 4 discursos, comenzando en el primer capítulo por el discurso del amo, atribuyendo el saber al esclavo al punto de decir que “La filosofía, en su función histórica, es esta extracción, casi diría esta traición, del saber del esclavo para conseguir convertirlo en saber de amo”9

    Notes
    1 RUSSELL B.; Una història de la filosofia occidental. Edicions 62, Barcelona, 2010

    2 ROUDINESCO, E; Lacan, esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento, FCE, Buenos Aires, 1994, pág. 137 y ss.

    3 KOJEVE, A; La dialéctica del amo y del esclavo en Hegel. Ed. La pléyade. Buenos aires, 1982, págs. 7-8

    4 HEGEL, G.W.F; Fenomenología del espíritu. Ed. Pre-Textos, Valencia, 2009, pág. 294

    5 LACAN, J.; Seminario 16, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2008, págs. 247-249

    6 Ibid., pág 183

    7 Ibid., pág 350

    8 Ibid., pág. 318

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