Lo que los mosaicos romanos revelan sobre el arte antiguo Mosaico de Bailarines Báquicos, Hatay, Turquía. Tiempo estimado de lectura: 6 minutos • Última actualización: 02.20.19 Los mosaicos romanos se componen de imágenes geométricas y de figuras creadas por arreglos de pequeñas piezas de piedra y vidrio. Las formas más tempranas de mosaicos grecorromanos fueron concebidas en Grecia a fines del siglo V aC Aunque los griegos refinaron el arte de los mosaicos figurativos incrustando guijarros en el mortero, los romanos ampliaron esta técnica establecida, usando teselas, cubos de piedra, cerámica, o vidrio: para formar diseños intrincados y coloridos. Hoy en día, estas obras ofrecen una imagen vívida de la antigua vida romana; un vistazo a las actividades cotidianas de una antigua civilización que incluyó concursos de gladiadores, deportes y agricultura, al mismo tiempo que sirve como documentación de artículos cotidianos como comida, ropa, herramientas y arm
ResponderEliminarVista de la exposición
Dos muestras individuales de Susanne S.D. Themlitz (Lisboa, 1968) coinciden en España estos días: Still Alive-Still Life en Ángeles Baños de Badajoz y ésta, ¡Oh!, en AranaPoveda, que nos ocupa. La artista trabaja con habilidad visual y asombro en zonas de costuras donde la naturaleza es lenta e imperceptible y a las cosas humanas no se les suele dar valor. Emplea perspectivas inusitadas con que capta un mundo de objetos y acciones que, a menudo, pasan desapercibidos precisamente por estar siempre ahí. De ello surge un universo alucinado, representaciones de paisajes naturales de aire pictórico encerrados en una niebla de distorsión. Algo tiene su obra de ilustración sublimada de la Alicia de Carroll, adobada en negros humores de Max Ernst, y poblada por animales y personas sin rostros, en mitad de chubascos de pintura grotescos, junto a leves telas de hilo estampado o hilado. Un cúmulo de influencias (algunas procedentes de la Historia del arte) donde la línea es protagonista.
¡Oh! #4 (detalle), 2013
Ésta resulta esencial en sus dibujos, donde el grafito choca con la rugosidad del lienzo preparado, blanco como la leche y casi plástico. Pero aún más en piezas escultóricas como esa tela bordada que cuelga de un listón de madera junto a un nivel de medida, hilo caído, conchas de caracol, cristal abombado o extraños dibujos, o como, la pieza que preferimos: un mueble felizmente intervenido donde despliega el máximo potencial de todos sus recursos. Hay en estas obras algo doméstico y casual que emite tensión energética. Absorto, poético, resulta difícil de descifrar. En cierto modo su desgarramiento, su dialéctica no resuelta, remite sin mentarlo a algo profundamente emocional
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