Quevedo 1580- 1645 AGUJA PARA NAVEGAR CULTOS La aguja de navegar cultos con la receta para hacer soledades en un día de 1631. Satírica embestida contra los poetas que usan el lenguaje Gongoriano o culterano. Quien quisiera ser culto en un solo día La jeri aprenderá gonza siguiente: fulgores arrogar jóven presidente candor construye métrica armónica; por mucho, si no purpuracía neutralidad conculco;erige mente, pulso,estento,librar adolescente, señas, traslada, pira frustra arpía; cede, impide cisura petulante palestra, libia, meta, argento alterna, si bien disuelve émulo canoro. Use mucho de líquido y de errante, su poco de nocturno y de caverna, anden listos livor, adunco y poro, Que ya toda Castills, con solo esta cartilla se abrasa de poetas babilosos, escribiendo sonetos con fusiones; y en la Mancha, pastores y gañasos, atestadas de ajos las barrigas, hacen ya cultedades como migas. Quiero quedar bien con Quevedo. Puede darse cuenta ¡
ResponderEliminarVista de la exposición
Dos muestras individuales de Susanne S.D. Themlitz (Lisboa, 1968) coinciden en España estos días: Still Alive-Still Life en Ángeles Baños de Badajoz y ésta, ¡Oh!, en AranaPoveda, que nos ocupa. La artista trabaja con habilidad visual y asombro en zonas de costuras donde la naturaleza es lenta e imperceptible y a las cosas humanas no se les suele dar valor. Emplea perspectivas inusitadas con que capta un mundo de objetos y acciones que, a menudo, pasan desapercibidos precisamente por estar siempre ahí. De ello surge un universo alucinado, representaciones de paisajes naturales de aire pictórico encerrados en una niebla de distorsión. Algo tiene su obra de ilustración sublimada de la Alicia de Carroll, adobada en negros humores de Max Ernst, y poblada por animales y personas sin rostros, en mitad de chubascos de pintura grotescos, junto a leves telas de hilo estampado o hilado. Un cúmulo de influencias (algunas procedentes de la Historia del arte) donde la línea es protagonista.
¡Oh! #4 (detalle), 2013
Ésta resulta esencial en sus dibujos, donde el grafito choca con la rugosidad del lienzo preparado, blanco como la leche y casi plástico. Pero aún más en piezas escultóricas como esa tela bordada que cuelga de un listón de madera junto a un nivel de medida, hilo caído, conchas de caracol, cristal abombado o extraños dibujos, o como, la pieza que preferimos: un mueble felizmente intervenido donde despliega el máximo potencial de todos sus recursos. Hay en estas obras algo doméstico y casual que emite tensión energética. Absorto, poético, resulta difícil de descifrar. En cierto modo su desgarramiento, su dialéctica no resuelta, remite sin mentarlo a algo profundamente emocional
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