EL TEATRO DEL VACÍO

Yves Klein
Le saut dans le vide (1960)
Performance. Rue Gentil-Bernard, Fontenay-aux-Roses, ottobre 1960.

PHOTO: Harry Shunk.

Comentarios

  1. En lugar de una acción propiamente dicha, ideó ese Teatro del Vacío, cuyo complejo programa se contaba con detalle en el número único del periódico "Dimanche",el "periódico de un solo día", publicado por el artista el 27 de noviembre de 1960. Nunca ha vuelto a recuperar la prensa el nivel que tuvo aquel día. El formato coincidía con la edición dominical de France-Soir conocido como "Journal de Dimanche", aunque no tenía más que cuatro páginas. En la primera de ellas, entre otros titulares, se leía: "¡Un hombre en el espacio"!Y ese primer cosmonauta de todos los tiempos era el propio Yves Klein. Una fotografía de notable tamaño lo mostraba arrojándose al vacío desde un ático.
    "¡El pintor del espacio se arroja al vacío!", explicaba al pie de la foto.
    La foto estaba trucada, pero no se trataba meramente de un montaje fotográfico del soberbio Harry Shunk. No registraba la verdad, pero podía haber sido verdad.
    Puesto que Klein había realizado saltos prodigiosos desde alturas de hasta siete metros; podría decirse que la fotografía documentaba una de las grandezas dignas de este experimentado judoka, que sabía lanzarse y caer.
    "Seamos honestos: para pintar el espacio me he colocado en posición de hacerlo, en el espacio mismo". Se reconocía deudor de Antonin Artaud. Los números del Teatro del Vacío" anticipaban unos cuantos rasgos del teatro más radical posterior.
    En un texto de 1960 que Klein publicaría en el número 3 de la revista Zero, titulado "Lo verdadero se hace realidad", decía: "La pintura ha dejado de ser una función para los ojos.Mis trabajos no son para mí más que la ceniza de mi arte" (Zero. 1973; 85). En los trabajos del Teatro del Vacío se dramatizaba la quema ininterrumpida de los superfluo.
    "¿Hay algo más radical que la idea de vender aire?", dijo Frank Stella ?" refiriéndose con admiración a Klein. Me quedo pensando en su corta vida y en su arte y esta afirmación de Stella, y vendía lo que le faltaba. Enfermo de tuberculosis, le debe haber costado respirar.Ese aire que proclamaba, sospecho que fue su carencia e hizo de ello su arte. Ni siquiera vendía aire, ni tampoco era una idea sino que vendía efectivamente zonas de sensibilidad.Otorgaba recibos donde constaba lo inmaterial de la obra. El artista inventó un ritual para la experiencia de la zona de sensibilidad. El propietario quemaba su papel de garantía. Klein al tiempo que ardía su recibo, arrojaba la mitad del oro recibido al aire, en un lugar situado a cielo abierto en el que no se pudiera volver a recoger. Podía ser en el mar, en un arroyo o en un río, aunque todos los rituales que tuvieron lugar se realizaron a la orilla del Sena en París, en los primeros meses de 1962. El humo del papel quemándose se elevaba y el oro arrojado flotaba por un instante en el aire. Llamó Klein a estas ceremonias "Traslados rituales de inmaterialidad". Fue el año de su muerte, había nacido en Niza en 1928. La ceremonia coincidían con el toque del ángelus de las campanas de las iglesias de París; hizo más sobrecogedora esta ceremonia.
    Referencia:Javier Arnaldo, Yves Klein, Editorial Nerea, 2000 edinerea@euskalnet.net

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  2. La sandalia de Empédocles
    Bertolt Brecht


    1

    Cuando Empédocles de Agrigento
    hubo logrado los honores de sus conciudadanos
    -y los achaques de la vejez-,
    decidió morir. Pero como
    amaba a algunos y era correspondido por ellos,
    no quiso anularse en su presencia, sino que prefirió
    entrar en la Nada.
    Los invitó a una excursión. Pero no a todos:
    se olvidó de algunos
    para que la iniciativa
    pareciera casual.
    Subieron al Etna.
    El esfuerzo de la ascensión
    les imponía el silencio. Nadie dijo
    palabras sabias. Ya arriba,
    respiraron profundamente para recuperar el pulso normal,
    gozando del panorama, alegres de haber llegado a la meta.
    Sin que lo advirtieran, el maestro los dejó.
    Al empezar a hablar de nuevo, no notaron
    nada todavía; pero, a poco,
    echaron de menos, aquí y allá, una palabra, y le buscaron
    por los alrededores.
    Él caminaba ya por la cumbre
    sin apresurarse. Sólo una vez
    se detuvo: oyó
    a lo lejos, al otro lado de la cima,
    cómo la conversación se reanudaba. Ya no entendía
    las palabras aisladas: había empezado la muerte.
    Cuando estuvo ante el cráter
    volvió la cabeza, no queriendo saber lo que iba a seguir,
    pues ya no le atañía a él; lentamente, el anciano se inclinó,
    se quitó con cuidado una sandalia y, sonriendo,
    la arrojó unos pasos atrás, de modo
    que no la encontraran demasiado pronto, sino en el
    momento justo,
    es decir, antes de que se pudriera. Entonces
    avanzó hacia el cráter. Cuando sus amigos
    regresaron sin él, tras haberle buscado,
    a lo largo de semanas y meses, poco a poco, fue creándose
    su desaparición, tal como él había deseado. Algunos
    le esperaban todavía, otros
    buscaban ya explicaciones. Lentamente, como se alejan
    en el cielo las nubes, inmutables, cada vez más pequeñas,
    sin embargo,
    sin dejar de moverse cuando no se las mira y ya lejanas
    al mirarlas de nuevo, acaso confundidas con otras,
    así fue él alejándose suavemente de la costumbre.
    Y fue naciendo el rumor
    de que no había muerto, puesto que, se decía, no era mortal.
    Le envolvía el misterio. Se llegó a creer
    que existía algo fuera de lo terrenal, que el curso de las cosas
    humanas
    puede alterarse para un hombre. Tales eran las habladurías
    que surgían.
    Mas se encontró por entonces su sandalia, su sandalia de
    cuero,
    palpable, usada, terrena. Había sido legada a aquellos
    que cuando no ven, en seguida empiezan a creer.
    El fin de su vida
    volvió a ser natural. Había muerto como todos los hombres.

    2

    Describen otros lo ocurrido
    de forma diferente. Según ellos, Empédocles
    quiso realmente asegurarse honores divinos;
    con una misteriosa desaparición, arrojándose
    de modo astuto y sin testigos en el Etna, intentó crear la
    leyenda
    de que él no era de especie humana, de que no estaba
    sometido
    a las leyes de la destrucción; pero, entonces,
    su sandalia le gastó la broma de caer en manos de sus
    semejantes.
    (Algunos afirman, incluso, que el mismo cráter, enojado
    ante semejante propósito, escupió sencillamente la sandalia
    de aquel degenerado bastardo.) Pero nosotros preferimos
    creer
    que si realmente no se quitó la sandalia, lo que debió ocurrir
    es
    que se olvidaría de nuestra estupidez, sin pensar que
    nosotros
    en seguida nos apresuramos a oscurecer aún más lo oscuro
    y antes que buscar una razón suficiente, creemos en lo
    absurdo. Y la montaña, entonces
    -aunque no indignada por aquel olvido ni creyendo
    que Empédocles hubiera querido engañarnos para alcanzar
    honores divinos
    (pues la montaña ni tiene creencias ni se ocupa de nosotros),
    pero sí escupiendo fuego como siempre-, nos arrojó
    la sandalia, y de esta forma sus discípulos
    -que ya estarían muy ocupados husmeando algún gran
    misterio,
    desarrollando alguna profunda metafísica-
    se encontraron, de repente, consternados, con la sandalia del
    maestro entre las manos;
    una sandalia de cuero, palpable, usada, terrena.
    escribirte.com.ar

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  3. Empédocles de Agrigento (en griego Εμπεδοκλής) (Agrigento, h.495/490 – h.435/430 a. C.), fue un filósofo y político democrático griego. Cuando perdió las elecciones fue desterrado y se dedicó al saber. Postuló la teoría de las cuatro raíces, a las que Aristóteles más tarde llamó elementos, juntando el agua de Tales de Mileto, el fuego de Heráclito, el aire de Anaxímenes y la tierra de Jenófanes las cuales se mezclan en los distintos entes sobre la tierra. Estas raíces están sometidas a dos fuerzas, que pretenden explicar el movimiento (generación y corrupción) en el mundo: el Amor, que las une, y el Odio, que las separa. Estamos, por tanto, en la actualidad, en un equilibrio. Esta teoría explica el cambio y a la vez la permanencia de los seres del mundo. El hombre es también un compuesto de los cuatro elementos. La salud consiste en cierto equilibrio entre ellos. El conocimiento es posible porque lo semejante conoce lo semejante: por el fuego conocemos el fuego, por el odio, el odio, por el amor, el amor. Posteriormente Demócrito postularía que estos elementos están hechos de átomos.

    Sostiene una curiosa teoría sobre la evolución orgánica por su teoría de las raíces. Suponía que en un principio habría numerosas partes de hombres y animales distribuidas por azar: piernas, ojos, etc. Se formarían combinaciones aleatorias por atracción o Amor, dando lugar a criaturas aberrantes e inviables que no habrían sobrevivido:

    Revista Atticus

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  5. "La fotografía sirve por un lado como prueba de divinidad, al estilo de la zapatilla de Empédocles" y por otro, como testimonio de lo que constituía el fin terco y sublime del arte de Klein: la fusión con el espacio, la experiencia de levitación "asistida" por el arte." Javier Arnaldo

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  6. Yves Klein y Dino Buzzati durante la transferencia ritual de una Zona de sensibilité picturale Immaterielle - París, Pont-au-doble 26 de enero de 1962.
    Portada del único diario al que se hace referencia en el comentario.

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