EDGAR DEGAS EN EL MNBA
Arlequin danse (Arlequín danzando)
A mediados de 1880, Edgar Degas realizó un conjunto de siete pasteles y una escultura, dedicados a un singular y pintoresco personaje de la Commedia dell’Arte, el arlequín. Lo representó en escena, acompañado en segundo plano por un grupo de bailarinas, en diferentes situaciones inspiradas en Les jumeaux de Bergame, pieza compuesta por Jean-Pierre Claris de Florian en 1782. Se trata de una comedia en prosa, en un acto, sobre la historia de dos hermanos (arlequines) enamorados de la misma mujer, Rosette (o Coraline), con enredos que se suceden a causa del parecido físico entre ambos. El clima de farsa en relación al cortejo y al amor tiene un desenlace feliz, con un matrimonio doble entre el Arlequín mayor con Rosette, y su hermano más joven con el contrapunto femenino, Nérine.
Degas comenzó a ejecutar pasteles dedicados a esta pieza en el invierno de 1884, por lo que es probable que hubiera visto una representación en alguna sala de París durante el transcurso de ese año. Se sabe con certeza que los pasteles sobre este tema que realizó entre 1885 y 1886 se inspiraron en la adaptación para ballet realizada por Charles Nuitter y Louis Mérante ese último año. La pieza se presentó en el Teatro Nacional de la Ópera, con vestuario diseñado por Ludovic-Napoléon Lepic, música de Théodore de Lajarte y acompañamiento de la orquesta del teatro, con dirección de M. Altès. En esa versión, los personajes masculinos fueron representados por mujeres: el rol del Arlequín lo interpretó Mademoiselle Salle (o Sanlaville), bailarina estable de la Ópera (de quien Degas realizó, además, un retrato al pastel en 1886, y a quien le dedicó un soneto), y el de su hermano, Mademoiselle Biot. En cuanto a los personajes femeninos, el de Rosette lo llevó a cabo otra bailarina de la Ópera, Mademoiselle Subra (también retratada en otra ocasión por Henri Toulouse-Lautrec), y el de Nérine, Mademoiselle Ottolini.
En 1885, el artista asistió a los ensayos de la pieza, y el 12 de febrero de 1886, a una función (luego de su estreno, el 26 de enero), en la que también tuvo acceso al escenario y al foyer. Esta cercanía con las intérpretes y con el cuerpo de ballet de la Ópera durante la etapa de preparación –método de trabajo habitual del artista por lo menos a partir de 1870– le permitió representar la escena desde un punto de vista cercano, casi íntimo. En Arlequin danse (Arlequín danzando) representó al Arlequín mayor con el típico traje de rombos rojos, azules, amarillos y verdes, un sombrero pequeño, una máscara y unos zapatos sin tacones, según la definición de la Historia del Teatro Italiano, de L. Riccoboni, publicada en París en 1731 (en lugar de respetar el vestuario para la obra diseñado por Ludovic-Napoléon Lepic). Debajo de esta vestimenta, puede reconocerse una silueta femenina, la de Mademoiselle Salle, delante de tres bailarinas que realizan, ensimismadas, los tradicionales pasos de danza.
La obra pertenece a la época en que Degas alcanzó su madurez artística. A lo largo de la década de 1880, su producción se caracterizó por la técnica del pastel, y por unas composiciones con poca profundidad espacial, ángulos con efectos teatrales, formas reducidas a lo esencial, trazos de colores con mezclas ópticas y representación del movimiento. Esto puede verse en Arlequin danse, donde realizó una de sus temáticas preferidas, las bailarinas en el escenario, sin detenerse en los detalles o en el acabado de las figuras, sino en la idea del movimiento, en unos cuerpos que se tensan y se aflojan al ritmo del baile. Enmarcada en un espacio recortado, desde un punto que permite una visión del suelo, la escena está realizada a partir de líneas rápidas, intensas y cargadas de color.
En sus inicios, esta obra perteneció a las colecciones de Héctor Brame, Durand-Ruel y Manigot, todas ellas, de París. En la década de 1880, Degas fue cliente habitual de la galería Durand-Ruel (que ya en 1884 había adquirido uno de estos pasteles dedicados a los arlequines), pero no se sabe con certeza la fecha en que esta pieza entró a esta importante colección, aunque pudo haber sido hacia 1890.[1] Poco después, la obra pasó a manos del político argentino Aristóbulo del Valle, y si bien no existen datos sobre esta adquisición, pudo habérsela encargado desde Buenos Aires al artista Eduardo Schiaffino, quien por esa época estudiaba pintura en París y lo asesoró con otras compras, antes de su regreso definitivo, en 1891.
Lo cierto es que la obra estuvo exhibida en Buenos Aires en la Exposición Artística del Palacio Hume de 1893, prestada por el propio Del Valle. Después de 1896, año de la muerte del político, algunas piezas de su colección se exhibieron en el Museo Nacional de Bellas Artes, probablemente porque el director (Schiaffino) buscaba impulsar su compra para la institución. Hacia 1900, Arlequin danse se exhibía en la sala 4 del Bon Marché (donde el Museo funcionaba por entonces), según consta en el Baedeker, una guía informativa de la época, donde Schiaffino la describió como “la obra más modernista del Museo”. En febrero del año siguiente, este pastel fue ofrecido a la venta dentro de un lote por la viuda de Del Valle. Poco después, el museo compró la obra, que ingresó formalmente a la institución. Permaneció en la sala 4 hasta que el Museo se trasladó al Pabellón, donde pasó a exhibirse en la sala III de la planta alta, a partir de septiembre de 1911.Paola Melgarejo
Degas comenzó a ejecutar pasteles dedicados a esta pieza en el invierno de 1884, por lo que es probable que hubiera visto una representación en alguna sala de París durante el transcurso de ese año. Se sabe con certeza que los pasteles sobre este tema que realizó entre 1885 y 1886 se inspiraron en la adaptación para ballet realizada por Charles Nuitter y Louis Mérante ese último año. La pieza se presentó en el Teatro Nacional de la Ópera, con vestuario diseñado por Ludovic-Napoléon Lepic, música de Théodore de Lajarte y acompañamiento de la orquesta del teatro, con dirección de M. Altès. En esa versión, los personajes masculinos fueron representados por mujeres: el rol del Arlequín lo interpretó Mademoiselle Salle (o Sanlaville), bailarina estable de la Ópera (de quien Degas realizó, además, un retrato al pastel en 1886, y a quien le dedicó un soneto), y el de su hermano, Mademoiselle Biot. En cuanto a los personajes femeninos, el de Rosette lo llevó a cabo otra bailarina de la Ópera, Mademoiselle Subra (también retratada en otra ocasión por Henri Toulouse-Lautrec), y el de Nérine, Mademoiselle Ottolini.
En 1885, el artista asistió a los ensayos de la pieza, y el 12 de febrero de 1886, a una función (luego de su estreno, el 26 de enero), en la que también tuvo acceso al escenario y al foyer. Esta cercanía con las intérpretes y con el cuerpo de ballet de la Ópera durante la etapa de preparación –método de trabajo habitual del artista por lo menos a partir de 1870– le permitió representar la escena desde un punto de vista cercano, casi íntimo. En Arlequin danse (Arlequín danzando) representó al Arlequín mayor con el típico traje de rombos rojos, azules, amarillos y verdes, un sombrero pequeño, una máscara y unos zapatos sin tacones, según la definición de la Historia del Teatro Italiano, de L. Riccoboni, publicada en París en 1731 (en lugar de respetar el vestuario para la obra diseñado por Ludovic-Napoléon Lepic). Debajo de esta vestimenta, puede reconocerse una silueta femenina, la de Mademoiselle Salle, delante de tres bailarinas que realizan, ensimismadas, los tradicionales pasos de danza.
La obra pertenece a la época en que Degas alcanzó su madurez artística. A lo largo de la década de 1880, su producción se caracterizó por la técnica del pastel, y por unas composiciones con poca profundidad espacial, ángulos con efectos teatrales, formas reducidas a lo esencial, trazos de colores con mezclas ópticas y representación del movimiento. Esto puede verse en Arlequin danse, donde realizó una de sus temáticas preferidas, las bailarinas en el escenario, sin detenerse en los detalles o en el acabado de las figuras, sino en la idea del movimiento, en unos cuerpos que se tensan y se aflojan al ritmo del baile. Enmarcada en un espacio recortado, desde un punto que permite una visión del suelo, la escena está realizada a partir de líneas rápidas, intensas y cargadas de color.
En sus inicios, esta obra perteneció a las colecciones de Héctor Brame, Durand-Ruel y Manigot, todas ellas, de París. En la década de 1880, Degas fue cliente habitual de la galería Durand-Ruel (que ya en 1884 había adquirido uno de estos pasteles dedicados a los arlequines), pero no se sabe con certeza la fecha en que esta pieza entró a esta importante colección, aunque pudo haber sido hacia 1890.[1] Poco después, la obra pasó a manos del político argentino Aristóbulo del Valle, y si bien no existen datos sobre esta adquisición, pudo habérsela encargado desde Buenos Aires al artista Eduardo Schiaffino, quien por esa época estudiaba pintura en París y lo asesoró con otras compras, antes de su regreso definitivo, en 1891.
Lo cierto es que la obra estuvo exhibida en Buenos Aires en la Exposición Artística del Palacio Hume de 1893, prestada por el propio Del Valle. Después de 1896, año de la muerte del político, algunas piezas de su colección se exhibieron en el Museo Nacional de Bellas Artes, probablemente porque el director (Schiaffino) buscaba impulsar su compra para la institución. Hacia 1900, Arlequin danse se exhibía en la sala 4 del Bon Marché (donde el Museo funcionaba por entonces), según consta en el Baedeker, una guía informativa de la época, donde Schiaffino la describió como “la obra más modernista del Museo”. En febrero del año siguiente, este pastel fue ofrecido a la venta dentro de un lote por la viuda de Del Valle. Poco después, el museo compró la obra, que ingresó formalmente a la institución. Permaneció en la sala 4 hasta que el Museo se trasladó al Pabellón, donde pasó a exhibirse en la sala III de la planta alta, a partir de septiembre de 1911.Paola Melgarejo
Edgar Degas
ResponderEliminarParís, 1834-1917
IMPRIMIR FICHA
Comparte en
Primogénito de una adinerada familia parisiense, Degas abandonó tempranamente los estudios de Derecho en la Sorbona para dedicarse a la pintura. En 1855 entró en el taller de Louis Lamothe, discípulo de Ingres, donde adquirió una sólida formación académica. De 1856 a 1859 viajó por Italia copiando a los maestros renacentistas y, a su regreso, residió ya para siempre en París, donde se dedicó a representar en sus obras un amplio repertorio de temas de la vida de la ciudad moderna en que se había convertido la capital francesa.
Aunque vinculado al grupo de los impresionistas, con los que expuso en siete de sus ocho exposiciones, Degas fue en cierto modo un antiimpresionista. Se veía a sí mismo como un pintor realista o naturalista, y su veneración por el dibujo acabado de Ingres marcó toda su producción. Por otra parte, se centró principalmente en el estudio del cuerpo humano y nunca estuvo interesado, como lo estuvieron los impresionistas, ni en la pintura de paisaje al aire libre ni en captar las condiciones atmosféricas cambiantes. Compartía, sin embargo, con ellos la influencia de la nueva técnica de la fotografía y de los recién descubiertos grabados japoneses, así como el interés por la captación del movimiento. Las variaciones sobre un mismo tema, como las bailarinas, que repitió tanto en pintura como en escultura, son una muestra de esa obsesión por observar y reproducir el ritmo y las posturas de personas y animales. Como a los impresionistas, a Degas le interesó especialmente la realidad de la vida urbana de su entorno; así la ópera, el teatro, el café-concierto o las carreras de caballos fueron temas constantes en su obra. Ahora bien, el artista aportó una original invención compositiva e iconográfica que otorgó a su pintura una nueva visión del mundo más profana. Eliminó el encuadre tradicional y lo sustituyó por una composición descentrada, dominada por las nuevas leyes de la instantaneidad.
A pesar de que Degas fue un verdadero virtuoso en todas las técnicas artísticas, a partir de 1870 comenzó a utilizar principalmente el pastel, en el que destacó como un verdadero maestro. Esta técnica, tan de moda durante el siglo XVIII, había caído en desuso hasta que fue recuperada por los impresionistas. A Degas le abrió infinidad de nuevas posibilidades y le permitió agudizar la representación del movimiento y la fugacidad de sus escenas.www.museothyssen.org
martes, 4 de septiembre de 2012
ResponderEliminarRobert le Diable, de Edgar Degas en este blog.