LA NEGOCIACIÓN DE LAS CULTURAS EN EL CASTILLO DE CHAPULTEPEC
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La negociación de las culturas en el Castillo de Chapultepec
Por: Estrella de Diego | 03 de septiembre de 2012
En estos últimos años la discusión sobre la negociación y contaminación de las culturas en América Latina ha sido uno de los puntos recurrentes en las reflexiones generadas a ambos lados del océano. Desde exposiciones como F(r)icciones, comisariada hace años por Ivo Mesquita y Adriano Pedrosa en el Museo Reina Sofía, en la cual se buscaba el diálogo entre piezas coloniales y del siglo XIX y XX en América; hasta la reciente muestra que tuvo ocasión de verse en el Prado y el Palacio Real, comisariada por Jonathan Brown,La Pintura de los Reinos. Identidades Compartidas, en la cual de trataban de mostrar las fuertes relaciones transoceánicas y la primera vez que entraba al al museo madrileño la pintura colonial; o los siempre estimulantes libros de Serge Gruzinski, que abordan las relaciones entre la América colonial y preshispánica, muchos han sido los trabajos que han planteado ese mundo de relaciones fluidas entre territorios que en el pasado solían verse como estancos.
Este creciente interés tiene que ver con cierto pensamiento crítico específico que se ha ido desarrollando en torno a América Latina desde los años 80/90 del XX y que ha dado como resultado una postura particular y hasta crítica con la llamada “teoría poscolonial” establecida desde el mundo anglosajón. De hecho, desde América Latina hay una voluntad marcada por encontrar autores, obras, etc., que hablen de las contaminaciones antes de las contaminaciones promulgadas por la “posmodernidad” o la “poscolonialidad”. A este respecto, un buen ejemplo es el Pierre Menard, autor del Quijote, de Borges, donde se resume avant la lettre la idea misma de original y copia como dos puestas en escena sin la jerarquía que establece la mirada establecida y que ponen sobre el tapete el problema mismo de las traducciones culturales.
Dentro de esta discusión que se interesa por la línea continua que existe entre el mundo colonial y precolonial, se podría situar el interesante proyecto que desde el LACMA en Los Angeles ha llegado al Museo Nacional de Historia, el castillo de Chapultepec en México, un lugar legendario, además, por sus relaciones con los míticos Maximiliano y Carlota, novelados en el fabuloso libro de Fernando del Paso Noticias del Imperio. La exposición, comisariada por la historiadora Ilona Katzew, autora, como es de todos sabido, de textos imprescindibles sobre las pinturas de castas, sigue de alguna manera esta línea argumental, proponiendo algo novedoso no sólo desde el punto de vista teórico -pues profundiza en muchas de esas negociaciones de significados-, sino llevando la convivencia de los objetos, coloniales y prehispánicos, a las salas de exposición, una forma eficaz de hacer visibles las asociaciones.
Miradas comparadas en los virreinatos de América. México y Perú -donde se establece el diálogo entre ambas culturas- se compone de más de 150 piezas procedentes de colecciones y museos americanos y europeos, reuniendo una serie de obras de una enorme calidad del siglo XV al XIX, enfrentadas con un grupo de exquisitas piezas prehispánicas que ponen de manifiesto la aludida negociación cultural; las semejanzas y las divergencias a través de una serie de secciones –desde los “antecedes prehispánicos, hasta “memoria, genealogía y tierra” -una de las más interesantes-; pasando por los “estilos antiguos en la nueva era” o “festivales indígenas y ritos sagrados”, donde se prueban las relaciones y la convivencia de culturas.
La propia variedad de obras- cuadros, queros, arte plumario, esculturas, cerámicas, manuscritos, textiles que hacían tanto los hombres como las mujeres...- convierten a esta exposición en un verdadero acontecimiento, reuniendo las propuestas de los dos imperios más grandes del continente americano –el mexica y el inca-, que después de la Conquista pasan a convertirse en los dos virreinatos principales. Establecer las relaciones entra el antes y el después y las coincidencias y divergencias entre ambos ámbitos de poder, haciendo especial énfasis en los trabajos civiles frente a los religiosos normalmente mejor conocidos, en una de las muchas aportaciones de esta estupenda muestra.
En cualquier caso, lo que le proyecto pone de manifiesto es la supervivencia de las culturas en un mundo que se ha tratado de presentar con frecuencia, al menos desde este lado del mar, completamente europeizado después de la llegada de los españoles. La negociación a la cual apela Katzew, igual que ocurre con los textos de Gruzinski, deja claro que ninguna colonización, por muy feroz que sea, consigue erradicar por completo la cultura anterior y, más importante aún, incluso a pesar de la lógica colonial, toda cultura se contamina siempre de la cultura de origen.blog.elpais.com
Este creciente interés tiene que ver con cierto pensamiento crítico específico que se ha ido desarrollando en torno a América Latina desde los años 80/90 del XX y que ha dado como resultado una postura particular y hasta crítica con la llamada “teoría poscolonial” establecida desde el mundo anglosajón. De hecho, desde América Latina hay una voluntad marcada por encontrar autores, obras, etc., que hablen de las contaminaciones antes de las contaminaciones promulgadas por la “posmodernidad” o la “poscolonialidad”. A este respecto, un buen ejemplo es el Pierre Menard, autor del Quijote, de Borges, donde se resume avant la lettre la idea misma de original y copia como dos puestas en escena sin la jerarquía que establece la mirada establecida y que ponen sobre el tapete el problema mismo de las traducciones culturales.
Dentro de esta discusión que se interesa por la línea continua que existe entre el mundo colonial y precolonial, se podría situar el interesante proyecto que desde el LACMA en Los Angeles ha llegado al Museo Nacional de Historia, el castillo de Chapultepec en México, un lugar legendario, además, por sus relaciones con los míticos Maximiliano y Carlota, novelados en el fabuloso libro de Fernando del Paso Noticias del Imperio. La exposición, comisariada por la historiadora Ilona Katzew, autora, como es de todos sabido, de textos imprescindibles sobre las pinturas de castas, sigue de alguna manera esta línea argumental, proponiendo algo novedoso no sólo desde el punto de vista teórico -pues profundiza en muchas de esas negociaciones de significados-, sino llevando la convivencia de los objetos, coloniales y prehispánicos, a las salas de exposición, una forma eficaz de hacer visibles las asociaciones.
Miradas comparadas en los virreinatos de América. México y Perú -donde se establece el diálogo entre ambas culturas- se compone de más de 150 piezas procedentes de colecciones y museos americanos y europeos, reuniendo una serie de obras de una enorme calidad del siglo XV al XIX, enfrentadas con un grupo de exquisitas piezas prehispánicas que ponen de manifiesto la aludida negociación cultural; las semejanzas y las divergencias a través de una serie de secciones –desde los “antecedes prehispánicos, hasta “memoria, genealogía y tierra” -una de las más interesantes-; pasando por los “estilos antiguos en la nueva era” o “festivales indígenas y ritos sagrados”, donde se prueban las relaciones y la convivencia de culturas.
La propia variedad de obras- cuadros, queros, arte plumario, esculturas, cerámicas, manuscritos, textiles que hacían tanto los hombres como las mujeres...- convierten a esta exposición en un verdadero acontecimiento, reuniendo las propuestas de los dos imperios más grandes del continente americano –el mexica y el inca-, que después de la Conquista pasan a convertirse en los dos virreinatos principales. Establecer las relaciones entra el antes y el después y las coincidencias y divergencias entre ambos ámbitos de poder, haciendo especial énfasis en los trabajos civiles frente a los religiosos normalmente mejor conocidos, en una de las muchas aportaciones de esta estupenda muestra.
En cualquier caso, lo que le proyecto pone de manifiesto es la supervivencia de las culturas en un mundo que se ha tratado de presentar con frecuencia, al menos desde este lado del mar, completamente europeizado después de la llegada de los españoles. La negociación a la cual apela Katzew, igual que ocurre con los textos de Gruzinski, deja claro que ninguna colonización, por muy feroz que sea, consigue erradicar por completo la cultura anterior y, más importante aún, incluso a pesar de la lógica colonial, toda cultura se contamina siempre de la cultura de origen.blog.elpais.com
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Ninguna colonización, consigue erradicar por completo la cultura anterior. Pienso lo mismo; en este blog se han citado diversas culturas prehispánicas, como la cultura Chavín en Perú, y otras diversas culturas de allí; Perú es sorprendente, en un exagerado impulso me llevó a pensar que podrían ser culturas que influyeron sobre las culturas de Egipto y de Grecia. O, que se realizó un intercambio paralelo, lo mismo las culturas de Guatemala, Honduras y México.Estas menciones constituyen un esfuerzo por encontrar hipótesis que puedan establecer relaciones con realidades que forman parte del contexto cultural,y quizá puedan ser analizadas desde la teoría antropológica.
ResponderEliminarSi consideramos así el arte, llegaremos a descubrir el verdadero valor de lo que llamamos arte etnográfico. El arte etnográfico sería, el arte de sociedades primitivas o ágrafas.
En América se considera que el arte del tejido, con sus diseños en líneas paralelas, las convenciones surgidas de la propia técnica del tejido han podido influir en las convencionalidades del arte del diseño,por ejemplo, y también en el diseño de las cerámicas. Se considera un siglo de diferencia entre el tejido y la cerámica.El arqueólogo norteamericano John H. Rowe, realiza notables interpretaciones linguísticas del arte prehispánico.
No, por ser exagerado y sin fundamento mis comentarios el surgimiento de la hipótesis de situar la Historia del Arte Prehispánico
continúo el comentario anterior inconcluso. Digo, situar la hipótesis del Arte Prehispánico en el marco de la Antropología, y no partiendo de presupuestos tradicionales de la historia del arte, ni como rama de las humanidades, mucho menos como profesión, constituye una realidad que forma parte del contexto cultura.
ResponderEliminarEl geometrismo que se observa en los tejidos y la cestería prehispánica, son el entrecruzamiento de hilos de colores o de fibras de cualquier otro orígen,constituyen un elemento etnográfico folklórico con dibujos abstractos, provienen de los cestos de los indios de Río Negro y Atabapo( Brasil, Venezuela). Obviamente, que el geometrismo contemporáneo, que tiene mucho de geometrismo científico y que llega a ser el resultado de la programación en computadoras,dista en los métodos y materiales pero reflejan una traza originaria, que los antecede. Son sólo algunos ejemplos.
Fuente:José Alcina Franch, Arte y Antropología- Alianza Editorial- Madrid, 1982, 1998, 2004