EL ALFABETO DE LAS REVELACIONES, RENÉ MAGRITTE

Magritte, El alfabeto de las revelaciones

Comentarios

  1. Un gran marco de madera dividido en dos tableros; a la derecha las formas simples, perfectamente reconocibles, una pipa, una llave, una hoja,un vaso; ahora bien, debajo del tablero la figuración de un desgarrón muestra que las formas no son nada más que recortes en una hoja de papel sin espesor; en el otro tablero, una suerte de cordel enredado e inextricable no forma reconocible alguna ( salvo quizás, y aún así muy dudoso: LA, LE). No hay masa, no hay nombre, forma sin volumen, recorte vacío, tal es el objeto: el objeto que había desaparecido del cuadro precedente,
    No hay que equivocarse dice Foucault los signos lingúisticos, que parecían excluidos, que rondaban a lo lejos en torno de la imagen y que lo arbitrario del título parecía haber desestimado para siempre, se acercaron subrepticiamente; introdujeron en la solidez de la imagen, en su meticulosa semejanza . un desorden-un orden que solo pertenece a ellos. Hicieron huir al objeto, que revela así su delgadez de película. No recuerda algo a los modernos emoticones? Toda una vida para entender a Magritte

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  2. Breve carta a Michel Foucault (por R. Magritte)

    Estimado amigo:
    Espero que le complazca considerar estas pocas meditaciones a propósito de la lectura que hago de su libro Las palabras y las cosas…
    Las palabras ‘semejanza’ y ‘similitud’ le permiten sugerir con vigor la presencia absolutamente extraña del mundo y de nosotros mismos. Sin embargo, creo que estas dos palabras apenas están diferenciadas y los diccionarios apenas ilustran lo que las distingue.
    Me parece que, por ejemplo, los guisantes entre sí tienen relaciones de similitud, a la vez visibles (su color, su forma, su dimensión) e invisibles (su naturaleza, su sabor, su peso). Lo mismo ocurre con lo falso y lo auténtico, etc. Las «cosas» no tienen entre sí semejanzas; tienen o no similitudes.
    Ser semejante no pertenece más que al pensamiento. Se asemeja en tanto que ve, oye o conoce; se convierte en lo que el mundo le ofrece.
    Es invisible, del mismo modo que el placer o la pena. Pero la pintura introduce una dificultad: existe el pensamiento que ve y que puede ser descrito visiblemente. Las Meninas son la imagen visible del pensamiento invisible de Velázquez. ¿Sería, por tanto, lo invisible a veces visible? A condición de que el pensamiento esté constituido exclusivamente de figuras visibles.
    A este respecto, resulta evidente que una imagen pintada que es intangible por naturaleza no oculta nada, mientras que lo visible tangible oculta indefectiblemente otro visible, si creemos en nuestra experiencia.
    Desde hace algún tiempo se ha concedido una curiosa primacía a «lo invisible» debido a una literatura confusa, cuyo interés desaparece si tenemos en cuenta que lo visible puede ser ocultado, pero que lo que es invisible no oculta nada: puede ser conocido o ignorado, nada más. No hay por qué conceder más importancia a lo invisible que a lo visible, y a la inversa.
    Lo que no «carece» de importancia es el misterio evocado de hecho por lo visible y lo invisible, y que puede ser evocado en teoría por el pensamiento que une las «cosas» en el orden que evoca el misterio.
    Me permito proponer a su atención las reproducciones de los cuadros adjuntos, que he pintado sin preocuparme por una búsqueda original de pintar. Cordialmente,
    René Magritte

    www.edder.org-Javier Edder

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