PASEO POR LA BIENAL DE VENECIA
Acabó al fin la huelga de vaporettos, pero llegó la lluvia a Venecia. El caso es complicarnos la existencia a los miles de periodistas que cubrimos este año la bienal. Por si ya no fuera de por sí engorroso ir de un pabellón a otro, del Arsenale a los Giardini, de la bienal a los eventos colaterales repartidos por toda la ciudad, con millones de folletos metidos en infinidad de bolsas que vamos echándonos al hombro. Por si se animan a visitar la bienal —abre sus puertas este sábado y las mantendrá abiertas hasta finales de noviemb—e-, les proponemos diez visitas que no deben perderse.
1.El pabellón de Italia. El país anfitrión ha echado el resto este año con motivo de la celebración del 150 aniversario de la unificación italiana. Benedetta Tagliabue ha diseñado un espacio que semeja el taller de un artista, o el tesoro de un coleccionista, con obras diseminadas por todos los rincones. Muchas de ellas ni siquiera se exponen: esperan en cajas el momento de ver la luz. Es posible, dicen los organizadores, que en un futuro se exhiban en unas barcas fuera del Arsenale. La inclusión del Museo de la Mafia en la parte superior del pabellón hace pensar que Italia ha asumido ya la mafia como parte ineludible de su propia historia.
2.Tintoretto, maestro de la modernidad. Aunque basta con darse un paseo por las iglesias y museos de toda Venecia para descubrir la febril creación del genio veneciano, este año la exposición internacional cuenta con Tintoretto como invitado de excepción. Tres de sus obras maestras («La Última Cena», «El robo del cuerpo de San Marcos» y «La creación de los animales») cuelgan en las paredes de una sala dedicada por entero a él. Y hay que decir que resulta más moderno que muchos de los artistas contemporáneos con los que se mide.
3.Urs Fischer. Este artista está que se sale. Hace pocas semanas se subastó en Nueva York una de sus esculturas monumentales (un gran oso amarillo bajo una lámpara) por varios millones de dólares. A la bienal ha venido con una instalación impresionante hecha completamente en cera. No tiene título, pero en ella vemos a un turista que admira con las gafas subidas hasta la frente una gran escultura clásica compuesta de tres figuras. Y a su lado, un sillón vacío. Las tres piezas portan en su interior una o varias velas que las van derritiendo con el paso del tiempo. No sabemos en realidad qué nos quiere decir el artista, pero intuimos su irónica reflexión sobre el visitante moderno de los museos.
4. Muy cerca de esta pieza, también en el Arsenale, un espacio con una arquitectura poderosísima de la Bienal, visitamos otra de las obras estrella de este año: es una instalación de James Turrell, el mago de la luz en el arte contemporáneo. Hoy las colas para verla eran de vértigo.
5.Y seguimos en el Arsenale. Pero en este caso la propuesta es cinematográfica. En una gran sala con grandes y cómodos sofás (que por cierto siempre están llenos) se proyecta la película «The Clock», del norteamericano Christian Marclay. Realizada con fragmentos de filmes clásicos, tiene una duración de 24 horas. Y tiene la curiosidad de que cada vez que se enfoca un reloj en la película (y son muchas) es la hora exacta que tienen nuestros relojes.
6.Pabellón de Estados Unidos. Habitualmente, este país se ha destacado por traer a Venecia grandes nombres del arte norteamericano, pero sin arriesgar demasiado en sus propuestas. No es el caso de este año. Los puertorriqueños Jennifer Allora y Guillermo Calzadilla son la gran atracción de la bienal, con performances muy atractivas y sugerentes. El ya archifamoso tanque movido por un atleta que corre sobre él es ya la imagen de este año, lo mismo que en 2009 fue el hombre muerto sobre la piscina. Entre los atletas que participan en la performance, el medalla de oro olímpico de decatlon Dan O’Brien. El proyecto «Gloria» reflexiona sobre temas como la competición, el nacionalismo, el militarismo...
7. Cattelan y los pájaros. Mauricio Cattelan es uno de los chicos malos del arte contemporáneo. Sus caballos disecados colgados del techo, el meteorito que alcanza al Papa... Este año está presente en distintas salas del pabellón internacional con múltiples pájaros que nos acechan desde lo alto de las salas, como si de la mítica película de Hitchcock se tratara.
8. Boltanski y la suerte. El maestro francés no está en su mejor momento, pero es cierto que quien tuvo, retuvo. «Chance» (Suerte) no será seguramente el mejor trabajo de su prolífica carrera, pero es interesante ver cómo sigue abordando los temas del azar, de lo aleatorio, que tanto le interesan. Lo más espectacular de su propuesta para el pabellón francés es el complejo armazón de andamios sobre el que pasan disparados, cual periódicos recién paridos en una rotativa, fotos de niños.
9. Nelson vs Hirschhorn. Dicen que tiene muchas papeletas para llevarse el León de Oro al mejor pabellón de esta bienal Mike Nelson con «I, Imposto». Su propuesta es espectacular: lleva tres meses trabajando en el pabellón británico, que lo ha dejado irreconocible: una sucesión de estancias desoladas y estrechos pasillos. Más complicado es descifrar su tesis. En el pabellón suizo, Hirschhorn es más cañero y su crítica a la sociedad actual es patente en un espacio abigarrado donde los embalajes y las fotos de guerra conviven con piedras preciosas, barbies y revistas del corazón. Como la sociedad misma, vamos...
10. Y no podemos dejar de recomendar el pabellón español y la propuesta que ha llevado a cabo Dora García. Por aquello de hacer patria sobre todo... aunque ella diga que es un pabellón desterritorializado. Se trata de un proyecto muy conceptual: performances, debates, diálogos... La mayoría de las acciones son en inglés —también los texto—- y en italiano. En una bienal donde muchos países han decidido pasar a la acción, nosotros nos quedamos en la teoría...
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