VORTICISMO

Vorticismo

Movimiento artístico de vanguardia originado justo antes de la I Guerra Mundial en Gran Bretaña.

La figura central del movimiento es Wyndham Lewis que edita su revista Blast y más tarde afirma: el vorticismo fue (...) lo que yo personalmente hice y dije en un determinado período. Los vorticistas están claramente influidos por el cubismo y por el futurismo; ejemplo de ello son las pinturas geométricas de Lewis y de Bonberg, en las cuales predomina la marca del cubismo y de Cézanne frente al futurismo. El nombre del movimiento es acuñado por el poeta Ezra Pound, posiblemente en referencia a la afirmación de Boccioni de que toda obra de arte debía originarse en un estado de vorágine (vortex) emocional. El manifiesto del movimiento se publica en el número uno de Blast un año antes de su primera exposición en Inglaterra (Dore Galery, Londres, 1915), y la primera exposición en el exterior se lleva a cabo en el Penguin Club de Nueva York en 1917, el mismo año de la disolución del movimiento. Sin embargo, aunque de corta vida, tuvo gran importancia por tratarse del primer movimiento organizado hacia la abstracción en el arte inglés y posteriormente ejerce una influencia considerable en el desarrollo del arte moderno británico.
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    Wyndham Lewis, diseñador del vorticismo
    Wyndham Lewis (1882-1957)

    Fundación Juan March. Castelló, 77. Madrid. Hasta el 16 de mayo.

    La exposición, primera retrospectiva en nuestro país del artista inglés, reivindica la singularidad y la grandeza de uno de los grandes personajes del siglo XX


    ROCÍO DE LA VILLA | 05/03/2010 | Edición impresa

    La masa, 1915

    Esta primera y gran retrospectiva en España de Wyndham Lewis (1882-1957) es todo un acontecimiento porque nos permite conocer la trayectoria completa de un artista del que tan sólo se había visto aquí alguna imagen de la Primera Guerra Mundial. Con 150 obras y más de 60 publicaciones, se despliegan las múltiples facetas del editor de la revista Blast (1914), auténtico icono entre las publicaciones de las vanguardias históricas, manifiesto del vorticismo (1914-1917) y desde la que podemos acceder a la producción del resto de sus correligionarios: Wadsworth, Etchells, Epstein, W. Roberts y Gaudier Brzeska. Aunque, como se defiende en esta exposición, tal vez Wyndham Lewis fuera el alma de este efímero ismo que, partiendo de la proclama de imponer la energía de un mundo nuevo, rivalizó con el futurismo italiano y se proclamó como la respuesta británica a la revolución plástica propuesta por Cézanne, asumida hasta sus últimas consecuencias por el cubismo en Francia y la abstracción germinada en el movimiento alemán Der Blaue Reiter, al amparo de la teoría musical del ruso Kandinsky. Pléyade de movimientos por cuya propensión a la violencia formal se propone agrupar hoy bajo la denominación de vanguardias apocalípticas, por su anticipación de la Primera Guerra Mundial.

    La simplicidad de la esfera
    De hecho, las telas de la primera etapa de Lewis oscilan entre la abstracción constructivista y la reducción figurativa a la simplicidad geométrica de la esfera (vórtice); aunque en su versátil trayectoria posterior se insinúe una y otra vez el legado primordial de Cezanne, también en su paleta sombría, a la que se ha adecuado el severo montaje de esta exposición. Son magníficos los grandes cuadros constructivistas el Taller y, en especial, La masa (The Crowd, 1915) (versión abstracta de la Metrópolis enloquecida de Grosz) y ya, definitorios de su propio estilo lineal, las pregnantes postales de la Gran Guerra. Pues Wyndham Lewis, pintor y escritor, halla su terreno para la expresión plástica en la proximidad a los géneros de la caligrafía y del boceto escenográfico. Tras la contienda, se redobla la línea, más orgánica y flexible, en una suerte de nueva claridad, limpia y hedonista, con dibujos de desnudos femeninos y una serie excepcional de mujeres lectoras, intelectuales e independientes.

    Sin embargo, el moralismo escudriñador del pensador Lewis, cuya formación intelectual está modelada por el pesimismo de Schopenhauer y el individualismo nietzscheano, le conducirá a una etapa en la que se autorretrata como El Enemigo, con amarillos y verdes que -como en Van Gogh- extreman la ansiedad rayando la locura y que anticipan el lustro negro (1926-1931) de Lewis, cuando el artista se aleja de la pintura (“una actividad más saludable que la escritura”) para entregarse a una febril etapa de publicaciones polémicas -entre las que se halla un ensayo sobre Hitler como “hombre de paz” y la defensa del fascismo golpista en España- y que, pese a su ulterior cambio ideológico, lastrarán su prestigio de por vida, que termina casi en la pobredumbre, y prácticamente hasta la actualidad, convirtiéndole en el “caso Lewis”.
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