REPASO DEL ARTE ACTUAL POR WILL GOMPERTZ, DIRECTOR DE ARTE DE LA BBC


«Cada generación tiene los artistas que se merece: la nuestra, a Koons y Hirst»

Día 12/03/2013 - 11.04h

Día 12/03/2013 - 11.04h
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Will Gompertz, director de Arte de la BBC, da un buen repaso al arte actual en «¿Qué estás mirando? 150 años de arte moderno en un abrir y cerrar de ojos»

Es tan provocador, irreverente, irónico, divertido y políticamente incorrecto como muchos de los artistas de los que habla. Will Gompertz da un buen repaso (en todos los sentidos) al arte moderno y contemporáneo -plagado de anécdotas- en «¿Qué estás mirando? 150 años de arte moderno en un abrir y cerrar de ojos» (Taurus). Director de Arte de la BBC, trabajó durante siete años en la Tate Gallery y ha colaborado en diarios como «The Times» y«The Guardian». Su visión del mundo del arte es muy inteligente, salpimentada con buenas dosis de humor. Desacraliza la Historia del Arte: en ella tienen cabida Beyoncé, Madonna, los Simpsons, Factor X, las Spice Girls, Björk, Tim Burton, los Monty Python... El«Cuadrado negro» de Malevich, dice, ha influido en el look de Tom Ford, los productos Bang & Olufsen...
-¿Cómo convencer a los escépticos de que un cuadro negro, un tiburón en formol, una calavera con diamantes, una cama deshecha, un urinario... es arte y no una farsa, una broma pesada, una tomadura de pelo, una estafa?
-Creo que lo que hay que hacer es convencer a la gente de que estas obras al menos merecen consideración. Hay que darle a la gente la información que necesita para tomar una decisión informada. Si les gusta o no, es una decisión personal. Nadie debiera decirle a alguien lo que le debe gustar y lo que no. Hay que luchar contra la ignorancia.
-Pero hay quienes creen que en el arte actual hay mucha farsa y engaño, como en el cuento del rey desnudo de Andersen...
-Es un cuento que se aplica perfectamente al arte contemporáneo. Hay mucho arte que es basura. No hay que olvidarlo. Pero también hay muchos libros malos, música mala, películas malas...
-Si Nicholas Serota, presidente de la Tate, confiesa que a veces le resulta difícil saber si una obra es buena o no, ¿cómo podemos saberlo el resto de los mortales?
-Ocurre como con el fútbol. Si conoces las reglas, podrás disfrutar del partido. Si conoces las normas del arte moderno, las referencias, lo que intenta decir el artista, cualquiera puede disfrutar de él, tener una opinión. No es tan complicado.
-El arte abstracto, conceptual, minimalista parece que necesita un manual de instrucciones para su comprensión. Resulta tan difícil como montar un mueble de Ikea. Es casi un acto de fe, ¿no?
-Sí, absolutamente. Es una de las cosas que más le cuesta a la gente, sobre todo cuando hablamos de arte abstracto. Tienes que creer que un cuadrado negro con un fondo blanco es más que pintura negra sobre un lienzo blanco. Y eso necesita fe, creer. Cualquier artista es un individuo que trata de comunicarse con otro individuo. Cuanto más comprendes el lenguaje de ese artista, más fructífera será la comunicación. Pero con el arte abstracto no hay objetos que puedas reconocer. A Rothko le preguntaban por qué hacía sus obras: «Si estás triste y estás solo, cuando mires mi trabajo sabrás que no eres el único», decía.
-Usted ha acuñado el término «artentretenimiento» para referirse al arte actual. Vemos largas colas en el MoMA para sentarse en una silla junto a Marina Abramovic, en la Tate Modern para tirarse desde un tobogán... Parecen parques temáticos, como visitar Disneylandia o ir a un concierto de Lady Gaga.
-Se puede hablar de los museos como una atracción para los visitantes. Pero, al contrario que cuando vas a Disneylandia o al Museo de Cera de Madame Tussauds, el entretenimiento que encuentras en un museo de arte va dirigido al intelecto. Es diversión para la mente.
-¿No le sorprendieron las colas para sentarse frente a Abramovic?
-Parecía ridículo hacer una retrospectiva de performances, porque es el arte del momento, no lo puedes recrear. Pero lo que fue tan brillante de ese evento fue que Abramovic creó una obra nueva: «La artista está presente». Había una mesa y una silla. Fue una de las exposiciones más exitosas de Nueva York, comparable a las muestras de Pollock y Picasso. Era extraordinario. En un mundo en el que todo se ha convertido en un bien de consumo, incluso el arte, te podías apropiar de ese espacio de aire que había entre Abramovic y la persona que había frente a ella. Ese era el arte. Si no estabas ahí, no sentías el arte. Es una obra fantástica.
-Usted compara el mercado del arte con el inmobiliario. Dice que los artistas actuales son grandes empresarios, que si una palabra define al arte contemporáneo sería «empresarialismo». Para usted Hirst, Koons, Murakami... son marcas como Nike o Coca-Cola.
-Hay artistas que siempre se han comportado de esa manera. Rubens, por ejemplo, viajaba por Europa vendiendo sus obras a las Casas Reales. Mientras tanto, en su estudio tenía multitud de artistas trabajando para él. Es como la primera fábrica, mucho antes de la Factory de Warhol. Ha habido artistas que han sido muy buenos a la hora de comerciar. Ahora es distinta la escala. El arte se ha convertido en un bien de consumo. Mucha gente compra arte, no por razones estéticas, sino como inversión, porque es una inversión segura. Se dice que cada generación tiene los artistas que se merece, y nosotros nos merecemos a Koons, Hirst... Porque ellos trabajan y están relacionados con el capitalismo y la avaricia, hablan de los mercados...
-¿Y esto es lo que lleva a la falta de compromiso, de activismo en el arte contemporáneo?
-Creo que los últimos cinco o seis años han sido extraordinarios. ¿Qué está pasando hoy por ejemplo en España? No hay un «Guernica» que exprese el enfado de lo que se ha vivido en estos años. Toda la stuación ha venido provocada por los banqueros e inversores, avariciosos y codiciosos. Y son ellos mismos los que están comprando el arte.
-Pero hoy ningún artista está haciendo un «Guernica»...
-Quizá haya algunos. Ai Weiwei, por ejemplo. Es extraordinario, porque está asumiendo un imperio. Y lo está haciendo a través del arte. También está Francis Alÿs, que está trabajando en México y trata temas de globalización, de la vida urbana del siglo XXI. Pero es sorprendendente que haya tan pocos.
-Dos de las obras más influyentes de la Historia del Arte son un urinario («Fuente», de Duchamp) y cinco prostitutas («Las señoritas de Aviñón», de Picasso)... ¡Vaya currículum para el arte del siglo XX!
-Todo empieza con un ensayo de Baudelaire, «El pintor de la vida moderna», en el que reta a los artistas a que observen la vida. «Pintemos el mundo moderno», les dice. El artista que primero respondió fue Manet. Reta y se enfrenta a la Academia. Desde entonces los artistas han querido acabar con las barreras que había entre el arte y la vida para acercar lo elevado y lo más bajo. La obra que mejor resume esto es la «Olimpia» de Manet. Es un homenaje a la «Venus» de Tiziano. Pero está pintando a una prostituta. Hacer que el mundo normal sea arte elevado es la historia del arte moderno. No habría prostitutas en las «Señoritas de Aviñón» de Picasso, si no hubiésemos tenido a Manet, y no hubiéramos tenido la «Olimpia» de Manet sin la «Venus» de Tiziano. Todo es un eslabón de la cadena.
-Cuando alguien dice ante un cuadro abstracto: «Mi hijo lo haría mejor». ¿Qué le respondería?
-Si vas al Thyssen y contemplas un De Kooning de su colección advertirás brochazos de distintos colores. La primera impresión es que es un lío. Pero si lo miras con detenimiento es una obra maestra de forma y de color. Es como una poesía visual: tiene equilibrio, tensión, es coherente y además bella. No solo un niño de 5 años no lo podría hacer, sino que casi ninguna otra persona podría hacerlo. Pero si cogemos a Malevich y su cuadrado negro, eso sí que un niño de 5 años lo podría hacer. Pero no lo ha hecho, lo hizo Malevich. Es un tema importante en el arte moderno: habla de ideas nuevas. Malevich introduce una nueva idea, que llevó al constructivismo, a la Bauhaus y hasta al diseño del iPhone.
-¿Hay una receta o fórmula mágica para que una pieza llegue a costar millones de dólares?
-Todos sabemos que a Van Gogh le ignoraron, y a Gauguin, y a Pollock... ¿Qué se necesita para que a un artista se le valore? Normalmente alguien que le defienda o le dé voz. Alguien que sea respetado, tenga poder y conexiones. Picasso tuvo a Kahnweiler, Pollock a Peggy Guggenheim... Es como un escritor sin editor o un director de cine sin un estudio. Es casi imposible que un artista tenga éxito por sí solo. Tiene que colaborar con un coleccionista, con un marchante, con un museo...
-Hirst sin Gagosian no sería Hirst...
-No lo sería sin Saatchi. Era el genio que estaba detrás, el que le dio el dinero para hacer su tiburón en formol.
-¿Que una pieza esté en un museo es lo que la convierte en una obra de arte? Por ejemplo, el Papa alcanzado por un meteorito, de Cattelan.
-Si estuviese en otro lugar que no fuera un museo seguiría siendo una obra de arte, pero perdería su poder. Esto nos lleva al urinario de Duchamp. Él retaba la idea de que el arte tenía que ser bello y lo tenía que hacer una persona. Además, cuestiona que el arte debe estar hecho con unos materiales específicos. Duchamp lo que dice es que el arte puede hacerse con cualquier cosa, que lo que importa es la idea. Sea cual sea, el artista elige el mejor medio para comunicar la idea. Cogió el urinario, cambió el contexto de ese objeto, lo llevó a un museo o un centro de arte y pidió que se considerara una obra de arte. Si lo pones en tu salón se va la idea, se va el arte. El arte no está en el objeto, está en la idea. Lo mismo ocurre con Cattelan.
-¿No cree que el mundo del arte se toma demasiado en serio el arte?
-¡Sí! Demasiado en serio. No permite que el arte sea lo divertido que podría ser. ¿Duchamp se lo tomaba en serio? No. Por eso le pintó bigote y barba a la Gioconda. Quería decir: ¡Relajaos! Lo mismo ocurre con Hirst. Es muy divertido. Nadie debería tomar su trabajo tan en serio como se toma. Hay obras como las de Rothko que tratan de hacer introspección. Pero un Kandinsky es una sinfonía, una elegía de la vida. Habría que disfrutar de ello.
-También critica que los críticos de arte sean tan pedantes...
-La manera en que la gente escribe sobre arte es demasiado académica. No toda obra de arte necesita una tesis sobre ella. Hay que arrojar luz, pero se puede hacer de manera divertida.
-¿Los coleccionistas son conscientes de que a veces están pagando millones de dólares por obras que se están riendo de ellos?
-Les da igual. Muchos creen que serán ellos los que rían los últimos cuando ganen dinero por esa obra. Alguien le dijo un día a Hirst que habían vendido una de sus obras por un millón de libras. Él le respondió que seguramente quien la haya comprado la revendería por 5 millones.
-¿Vale todo en arte?
-No. Me preocupa mucho el hecho de que los museos solo muestren el arte que ellos dicen que es fantástico, sin ningún tipo de crítica. Me preocupa que en el mundo del arte se haya establecido un dogma liberal, donde gente con otras voces no sea escuchada. No hay suficiente debate sobre lo que es bueno o malo. El marketing y el dinero han cogido las riendas del arte. Los museos, los coleccionistas, los artistas y los marchantes... todos trabajan al unísono en un engranaje para mantener la fama y los precios de los artistas. Y eso impide saber el valor real de ciertas obras de arte.

Lo que dice de los artistas...

Comentarios

  1. Nuestra versión libre del cuento dice así:
    Hasta la misma persona de un rey, llegaron dos charlatanes que se decían así mismos sastres o tejedores. Afirmaban que eran capaces de elaborar las mejores telas, los mejores vestidos y las mejores capas que ojos humanos pudieran haber visto, sólo exigían que se les entregase el dinero necesario para comprar las telas, los bordados, los hilos de oro y todo lo necesario para su confección.

    Ahora bien dejaban bien entendido que tales obras tendría la especial cualidad de ser invisible para cualquier tonto o incapaz, y solo las personas inteligentes serían capaces de ver la prenda.

    El rey quedó fascinado ante tan maravillosa cualidad y otorgó a los charlatanes todo aquello que estos solicitaban. Dinero, joyas, telas, bordados e hilos de oro.
    Encerrados en una habitación bajo llave, simulaban trabajar en confeccionar ricas telas con las que hacer un traje para el rey, y que este pudiera lucirlo en las fiestas que se acercaban.

    Curioso el rey de saber como iba su vestimenta, envió a dos de sus criados a comprobar como iban los trabajos. Pero cual fue la sorpresa de éstos cuando a pesar de ver como los picaros hacían como que trabajaban y se afanaban en su quehacer, estos no podían ver el traje ni las telas.
    Obviamente supusieron ambos que no lo podían ver porque realmente aquellas personas eran tontas o incapaces y avergonzados de ello, ni el uno ni el otro comentaron nada al respecto.
    Cuando fueron a dar explicaciones al rey se deshicieron en loas y parabienes para con el trabajo de los picaros.

    Llegado el momento en que el vestido estuvo terminado, el rey fue a probárselo, pero al igual que sus criados no conseguía verlo.
    Temiendo ser tenido por tonto o incapaz, cayó en el mismo error en que ya habían caído sus criados, y a pesar de no ver vestido alguno, hizo todos los movimientos, como si se probase el vestido, alabando su delicadeza y belleza.
    Por su parte, los cortesanos que acompañaban al rey, presa de la misma alucinación también se deshicieron en alabanzas para con el vestido, a pesar de que ninguno de ellos era capaz de verlo. Es que conocedores de sólo serían capaces de verlo las personas inteligentes, y como nadie quería reconocer tamaña afrenta, todos callaron, y todos afirmaron la belleza de la prenda, desde el rey hasta el último de los criados.

    Llegado el día de la fiesta, la intriga ya estaba esparcida entre toda la población.
    El rey se vistió con el supuesto vestido y montado en su caballo salió en procesión por las calles de la villa. La gente también conocedora de la rara cualidad que tenía el vestido callaba y veía pasar a su rey; hasta que un niño de corta edad, dijo en voz alta y clara \"¡pero si va desnudo!\".

    El grito pareció remover las conciencias de todos. Primero con murmullos y luego a los gritos, todos empezaron a chismorrear \"el rey va desnudo\", \"el rey va desnudo\".
    Los cortesanos del rey y el mismo rey se dieron cuenta del engaño y es que realmente el rey iba desnudo.

    Cuando fueron a buscar a los picaros al castillo, estos habían desaparecido con todo el dinero, joyas, oro, plata y sedas que les habían entregado para confeccionar el vestido del rey. El engaño había surtido efecto y el rey desfiló desnudo.

    Esta metáfora se usa, por un lado para señalar la inocencia de los niños que aunque no resulte adecuado, conveniente u oportuno, siempre dicen la verdad. La otra sirve para referirse a cualquier verdad obvia negada por la mayoría, a pesar de la evidencia.www.perspectivasur.com

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  2. Insertado en el romanticismo, Baudelaire cree en la idea de las correspondencias: el universo es un libro de pilares vivientes en el que oye un acorde, así sea débilmente. Ese neoplatonismo es uno de los lados de la tradición hermética que llega hasta el surrealismo y que Octavio Paz señala con agudeza en varios momentos de su fundamental ensayo Los hijos del limo (1974), y también en “Baudelaire como crítico de arte” (una ausencia en el estudio y en la bibliografía de esta obra, así como De Baudelaire al surrealismo (1933) de Marcel Raymond, que, por cierto, tiene que ver con el citado libro de Paz). Llegamos a la modernidad. ¿Qué es? Hugo Friedrich pensó que la modernidad de Baudelaire implicaba una renuncia a toda tradición (Paz habla de la “tradición de la ruptura” que engendra en cada acto su tradición). Y Robert Jauss hace hincapié en la novedad como el valor central del nuevo arte: la belleza transitoria frente a la eterna, exaltada por el clasicismo. Lo nuevo es, a un tiempo, bizarro, extraño, inquietante.

    Vayamos a Baudelaire mismo: de manera clara acentúa, en la reivindicación del arte nuevo, el tiempo presente. Lo bello posee una composición doble: “lo eterno e invariable” y “un elemento relativo y circunstancial”. Este último es imprescindible para apreciar al primero. Esta dualidad, nos aclara, corresponde a “la dualidad del hombre”. El dualismo que se resuelve en el arte implica una noción abstracta, espiritual, y otra concreta, corporal, forjada en lo efímero, en lo contingente, pero que sin duda el arte logra trascender al tiempo que se garantiza su vitalidad. La novedad de la que hablaba Jauss es la señal del presente sin el cual el arte tiende a la abstracción. “Uno no tiene derecho –afirma el poeta– a despreciar o prescindir de ese elemento transitorio […] Suprimiéndolo se cae inevitablemente en el vacío de una belleza abstracta e indefinible”. Más: “Casi toda nuestra originalidad se debe a la marca que el tiempo deja en nuestra sensaciones”. Quien ha desarrollado, a comienzos del siglo XX, esta idea con profundidad filosófica ha sido Antonio Machado a través de sus heterónimos Abel Martín y Juan de Mairena, pero es una relación que hasta ahora, que yo sepa, no ha sido estudiada. Machado habló no tanto de la sensación del tiempo (para apartarse del simbolismo) como de la intuición del mismo, sin la cual las imágenes y metáforas serían un trasiego de abstracciones. Volver a Baudelaire es volver a nuestros orígenes, es hacer del gran poeta y tantas veces crítico lúcido, nuestro presente. ~
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  3. Entre 1859 y 1860 y publicado en 1863, el motivo –¿quizás el pretexto?– fue su amistad con el pintor Constantin Guys (1802-1892), cuyas obras y procedimientos nos son descritos en varios de los capítulos. La hipótesis de los editores es que el error de Baudelaire estuvo al elegir a un pintor e ilustrador espontáneo que en realidad era un artista mediocre. No pensó, por ejemplo, en Manet. Pero la importancia de estos textos radica en lo que desvelan por ellos mismos, y que se halla de manera destacada en los apartados “El artista, hombre de mundo, hombre de la muchedumbre y niño”, “El dandy” y, de manera central, “La modernidad”. Sin duda lo que expresa en “La mujer” nos permite conocer mejor la misoginia de Baudelaire, émula de su maestro (en esto y en política) Joseph de Maistre, pero no deja de ser un aspecto que tiende hacia la biografía y no hacia el espíritu del tiempo que se inauguraba. Los editores se hacen eco de la opinión de que Baudelaire no es el padre de la crítica moderna sino el hombre de profundas intuiciones, de estilo apodíctico y apasionado, alguien que no desarrolla las ideas sino que las va dejando sobre el texto en una acumulación impresionista. Pero si no fue un Sainte-Beuve, creo que fue algo más valioso: un escritor.

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  4. En el arte moderno y contemporáneo, llegar a la etapa o, más bien al estado de divertirse, se me ocurre que debe requerir de algún tiempo. En mi caso el poder de concentración y de pensamiento que me exige la contemplación de una obra, más bien me deja en estado de agotamiento. Recorro la muestras, no precisamente a "velocidad crucero" como suele decirse, sino a detenerme, y luego tratar de leer (no, precisamente la crítica, a veces, no la entiendo)sino tratar de hacer relaciones por mí misma, enterarme de la vida del artista; leyendo este reportaje, sospecho, que no estoy segura de que pueda llegar a divertirme. Sí, ante Rothko, uno sospecha de que ahí, hay algo del orden del sufrimiento, de la nostalgia, de la disconformidad y uno sospecha la vinculación entre arte y ética. Su pintura es un claroscuro. Con Damien Hirst y también con Tracey Emin, me produjeron admiración sus estudios de arte, la dedicación, la formación, y aprendí a ver el lado humano. Confieso, que no pienso en términos de mercado, ni cotizaciones. Me resultaría imposible. A posteriori, me entero de sus cotizaciones y siempre me sorprenden. Me quedo pensando, si llegaré a divertirme...así, lo espero.

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