Quevedo 1580- 1645 AGUJA PARA NAVEGAR CULTOS La aguja de navegar cultos con la receta para hacer soledades en un día de 1631. Satírica embestida contra los poetas que usan el lenguaje Gongoriano o culterano. Quien quisiera ser culto en un solo día La jeri aprenderá gonza siguiente: fulgores arrogar jóven presidente candor construye métrica armónica; por mucho, si no purpuracía neutralidad conculco;erige mente, pulso,estento,librar adolescente, señas, traslada, pira frustra arpía; cede, impide cisura petulante palestra, libia, meta, argento alterna, si bien disuelve émulo canoro. Use mucho de líquido y de errante, su poco de nocturno y de caverna, anden listos livor, adunco y poro, Que ya toda Castills, con solo esta cartilla se abrasa de poetas babilosos, escribiendo sonetos con fusiones; y en la Mancha, pastores y gañasos, atestadas de ajos las barrigas, hacen ya cultedades como migas. Quiero quedar bien con Quevedo. Puede darse cuenta ¡
Jokhang: la Meca del budismo tibetano(...)
ResponderEliminarPero el lugar de Lhasa que rezuma más espiritualidad es, sin duda, el templo de Jokhang, situado frente a la populosa plaza de Barkhor, a espaldas del dédalo de callejuelas donde actualmente se encuentra el barrio tibetano de una ciudad “colonizada” por ciudadanos chinos de la mayoritaria etnia han. Construido a mediados del siglo VII, el corazón espiritual del Tíbet fue saqueado durante la revolución cultural. Los dos cervatillos dorados que custodian la Rueda de la Ley coronando el techo del edificio religioso transportan al viajero a tiempos pasados de una cultura, la tibetana, que ha sobrevivido, pese a los embates del gigante chino, en un ambiente tan hostil como bello: a la sombra de las montañas más altas del planeta.
Haciendo girar sus molinillos de oración con un rosario de cuentas en la otra mano, recitando sin cesar el universal mantra budista (“aum mani padme hum”)
Los peregrinos recorren el kora, el circuito de peregrinación que rodea los principales centros espirituales del Tíbet, con arrebatada fe en sus dioses. Haciendo girar sus molinillos de oración con un rosario de cuentas en la otra mano, recitando sin cesar el universal mantra budista (“aum mani padme hum”), postrándose en el suelo cada pocos pasos los más devotos, llegan de todos los puntos del Tíbet para cumplir con su peregrinación, como los musulmanes en la Meca o los católicos en la tumba del apóstol Santiago. Pero, paradójicamente, este remanso de religiosidad es, también, el epicentro comercial de Lhasa. Todo el recorrido (que debe realizarse siempre de izquierda a derecha) está repleto, a uno y otro lado, de tiendas y chiringuitos de souvenirs regentados en su mayoría por ciudadanos chinos que han ido desplazando a los tibetanos autóctonos. Pero si el viajero es capaz de abstraerse de las voces de los comerciantes y las súplicas de los niños, y consigue asomarse a su interior, la experiencia es realmente enriquecedora.www.viajesalpasado.com