Joel Peter Witkin, el artista contemporáneo que evoca su obra desde lo m...

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  1. Después de mucho tiempo, el fotógrafo norteamericano Joel-Peter Witkin revisitará el tópico del memento mori y de las vanitas, elaborando la obra fotográfica Ars moriendi, en donde una hermosa mujer desnuda y recostada sobre un género oscuro lleva enguantadas las manos y en ellas sostiene un espejo boca abajo (¿símbolo de la evanescencia de la belleza?) y una pluma, símbolo de la escritura, del saber en las vanitas. Siete decapitadas cabezas (capiteles, siete pecados capitales) de seres humanos con distinto grado de putrefacción acechan, amenazan la belleza impávida de la mujer, que seductoramente mira al espectador. En la Vanitas de Witkin la muerte entra a escena mismamente poniendo en escena lo atroz. La calavera como objeto simbólico deviene en cabeza decapitada de un sujeto particular. Rasgos y señas de quien fue permanecen adheridos a la calavera a través de sus carnes. El ojo sin brillo, aun mira sorprendido. La boca guarda una vaga sonrisa, o peor aún, una mueca de dolor. Girones de carne penden aun de las cabezas las cuales se reparten caprichosamente alrededor de la bella mujer. La alegoría de la vanitas se viene de bruces y emerge la fotografía con toda la brutalidad del testimonio poniendo a la vista el “horror” de la muerte, abriendo a la contemplación, a su vez, el sufrimiento que carga el cadáver en cuanto a historia.

    No solo diferentes niveles de descomposición confluyen en la imagen sino que también el desgarro y el desmembramiento participan del espectáculo propuesto por Witkin.

    Señala a su vez Bataille que la muerte es la “violencia significada”, esto es, “por un lado el horror que nos aleja, vinculado al apego que inspira la vida; por otro un elemento solemne, al mismo tiempo que aterrador, nos fascina e introduce un trastorno soberano”. Y más adelante, precisa que el muerto es un peligro para los que lo sobreviven, y que más que poner el cadáver a resguardo, nosotros somos los que procuramos resguardarnos de él: “A menudo la idea de ‘contagio’ se vincula a la descomposición del cadáver, en el que se ve una fuerza temible, agresiva”.



    Joel-Peter Witkin, Story from a book. Cortesía: Galería Baudoin Lebon



    Virginia De la Cruz Licher, en su ensayo Más allá de la propia muerte. En torno al retrato fotográfico fúnebre, dice que “existen dos maneras de representar a un muerto: una que mostraría el cuerpo de forma improvisada debido a lo inesperado de su fallecimiento (es el caso de imágenes de guerra), y otra que lo presentaría de forma preparada estableciendo así una serie de rituales” . Postula también De la Cruz que ante la evidencia del cadáver habría surgido la teoría del alma y la creencia en la inmortalidad, creencias a última hora que procuraban aplacar el miedo que producía la muerte. El rito, por tanto, es una “escenificación”, y fue ésta la razón del nacimiento del “rito funerario”. El rito procuraba exorcizar los miedos a todo lo desconocido que contiene la muerte. Diferentes etapas eran necesarias para salvar y ayudar el alma a liberarse. Así también, y en paralelo al difunto, los ritos funerarios debían ir en apoyo de los vivos más cercanos, los que experimentan una muerte en vida. El rito en lo esencial se nutre del símbolo, para darle un sentido de trascendencia a la muerte y en este ámbito la fotografía ejercería su rol taxidermista, desplegando una ritualidad paralela a la del “rito fúnebre”.

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    www.artishock.cl

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