JEAN DOMINIQUE INGRES / PABLO PICASSO / EL BAÑO TURCO/ MODIGLIANI


Amedeo Modigliani- La gran Odalisca

Olga en un sillón, 1917

Comentarios

  1. (...)El destino de un retratista

    Mejor que reinventar una antigüedad pictórica imaginaria era tomar como guía a un pintor de gran porte con el que identificarse. Y de hecho, para Ingres y quienes vinieron, supuso también la posibilidad de recibir otras influencias directamente pictóricas que darían en lo que se llamó eclecticismo, por aquellas fechas ya dominante en Inglaterra. Tal vez por ello la Academia nunca trató muy bien a Ingres. No tanto porque fuera un revolucionario, sino casi por lo contrario, por gótico y por expoliar la pintura antigua. Ha de explicarse aquí cómo la imagen independiente y rebelde que ha llegado a la posteridad de Ingres fue confeccionada en gran medida por él mismo, mediante una hábil manipulación de los emergentes medios de masas (periódicos). O al menos así se deduce de la detallada monografía Ingres and his critics (2005) escrita por Andrew C. Shelton, quien escribe en el catálogo un texto sobre El destino de un retratista: nuevos retratos, que resulta bastante menos enjundioso. Por otra parte ya en su época se esquematizaba mucho una situación donde Delacroix era el heraldo de lo nuevo, el Romanticismo e Ingres representaba lo antiguo, el Clasicismo. El enfrentamiento, que existía y con muy malos modos, no era tan neto ni claro.

    Muy a su pesar, aunque resolviéndolos con gran competencia, Ingres vivió de los retratos. Aquí, algo muy interesante es el cambio de los sujetos. Monsieur Philibert Rivière, Jacques Marquet de Montbreton de Norvins, Edme Bochet, la Señora de Senones o la Señora Mercotte de Sainte Marie -entre otros muchos- ya no eran grandes nobles o arzobispos, sino los nuevos dirigentes sociales o sus amigos intelectuales. Que aplique a algunas de sus retratadas la plantilla de Rafael en La Donna Velata (1515-1516) debía ser normal en aquel ambiente, hoy resulta de una inadecuación curiosa. Si hablamos de retratos y de influencias, otra que le echó en cara la Academia es la del flamenco van Eyck (Juan de Brujas, entonces). En realidad, el trabajo de Ingres era más amable que el hiper-realismo anatómico de van Eyck. Aquí los retratados nunca tienen verrugas.

    Exposición de Ingres en el Museo del Prado
    Exposición de Ingres en el Museo del Prado
    Seguramente por ello sus retratos dan la impresión de extraordinariamente fieles y según testimonios coetáneos lo eran. Pero no estamos ante la crudeza clínica de Velázquez, de van Dyck o del mismo van Eyck. Lo que vemos muy claramente no es al sujeto, sino la idea del artista sobre su retratado. Suele suceder, pero en Ingres es muy descarado. Esto no les quita valor, su estándar medio es muy alto y alguno como el de Louis-François Bertine (1832) está sin duda entre los grandes retratos del siglo. Por así decir, da la impresión de que si entonces hubiera existido un equivalente a Photoshop, Ingres lo habría utilizado. Con criterio, pero con profusión.

    Excepto en ocasiones contadas, Ingres había sido un pintor pudoroso para los usos neoclásicos y luego románticos. Con apenas el antecedente juvenil y muy neoclasicista (aunque demasiado poco para la Academia) La Baigneuse Valpinçon (1808) o su Odalisca seis años más tarde, Ingres realizo hacia finales de su carrera unos cuadros que dieron que hablar por separarse de cualquier criterio temático neoclasicista. En Odalisca y esclava de 1842, que era un trasunto de Tiziano y su Baño turco (1862) está todo muy bien pintado. El motivo es obviamente muy sensual, pero hay algo que falla. Las Leda y Dánae de Ticiano o la Venus del Espejo de Velázquez, la Muerte de Sardanápalo (1827) de Delacroix o incluso lo picaresco de su odiado Rococó, resultan bastante más carnales, en diversos sentidos. Es posible que la sensualidad deba traspasar las líneas. Que para Ingres lo eran casi todo.
    (...).eldiario.es

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  2. Pero aunque el periodo ingresco de Picasso termine a medados de los años veinte, la influencia perdura. El característico juego de curvas y ritmos de las obras de Ingres, están presentes en cuadros como Retrato de Marie-Thérèse Walter (1932) e incluso en Femme à l'oreiller, de 1969. Picasso también realizó obras con motivo del centenario de la muerte de Ingres en 1967, emulando la serie que éste realizó sobre La Fornarina de su admirado Rafael.

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