AUGUSTE-DOMINIQUE INGRES-UNA INFLUENCIA LARGA SOSTENIDA
Una influencia larga y sostenida
Desnudas, sensuales, intensas, trazadas con una pulcritud de línea innegable, las mujeres del pintor han calado hondo en diferentes artistas de muy distintos estilos a lo largo de los siglos XIX y XX
Sólo con mirarlas queda claro lo difícil que resulta sustraerse a su fascinación. Desnudas, sensuales, intensas, trazadas con una pulcritud de línea innegable, las mujeres de Ingres, odaliscas y bañistas, de espaldas o volviendo apenas la cabeza desdeñosa hacia el espectador, han inaugurado una forma de manufacturar el deseo en Occidente que ha calado hondo en diferentes artistas de muy distintos estilos a lo largo de los siglos XIX y XX. De Ingres parte, entre otras propuestas, la pintura orientalista que en Francia cultivará Gérôme, cuyos mercados de esclavas no sólo se convierten en la excusa perfecta para exhibir bellas mujeres, sino que muestran la pasión por el dibujo que subraya cada línea del pintor de Montauban y sus desnudos, mucho más que meros ejercicios retóricos sobre el deseo en los ojos de quien mira. ¿Qué más da que los harenes sean sólo una fantasía más entre las fantasías masculinas de nuestra cultura? Lo que realmente cuenta es la forma en la cual Ingres inaugura un sueño reiterado más tarde por los que siguieron los pasos de sus anatomías prodigiosas. Lo esencial es la escrupulosa precisión de contornos de Ingres, uno de los más audaces dibujantes de historia de la pintura.
Tal vez por eso Degas, formado con artistas próximos a Ingres, vivió y pintó obsesionado por la lección del maestro, de quien heredaría el interés por el Renacimiento italiano. Es la precisión elegante de volúmenes exquisitos que regresa martilleante en los desnudos del impresionista francés. De hecho, su formación en el desnudo académico, considerado por esos años una de las disciplinas más complejas y más formativas, instruye la mano de Degas –también un dibujante excepcional- en un trazo riguroso que muestran sus modelos de espaldas, a menudo sorprendidas por el pintor en los momentos íntimos, una escenografía de cuerpos femeninos que vuelve a aparecer en las conocidas bailarinas.
No sería el único en mirar hacia Ingres. Otro estupendo dibujante, el propio Picasso, más allá de las posibles relaciones en su periodo de vuelta al clasicismo, se tropieza con El baño turco en el Salón de Otoño de 1905 y desde ese momento Ingres se convierte en referente constante para el malagueño. Viaja en varias ocasiones a Montauban y se dice incluso que en su estudio colgaba una reproducción de La gran Odalisca –tal vez inspiración para sus series del pintor y la modelo. No es ningún secreto la influencia que el conocido harén tiene en La señoritas de Avigon de 1907, donde las mujeres y el eunuco de la obra un año anterior, acaban por convertir el teatro de la mirada de Ingres en otro escenario: el de un burdel donde los desnudos tradicionales se trastocan y se fulminan
Quizás es la propia precisión en el dibujo lo que llamará la atención de Dalí. Si los retratos de Gala de espaldas -de 1945 y 1960- son un homenaje bastante literal a La bañista, la pintura temprana de la hermana Ana María bebe de idénticas fuentes y los Pensamientos del Ingres –convertido en una especie de presencia protectora al inicio de la carrera de Salvador Dalí- son citas obligadas en la muestra de las galerías Dalmau.
Luego estaría la lectura un poco irónica de Man Ray y su foto de 1924: un cuerpo femenino con turbante, de espaldas, convertido en un instrumento musical. Y la revisión feminista de Sylvia Sleight, quien en los años 70 del XX convertía a las cuerpos anónimos del harén neoclasicista en jóvenes descarados, listos para seducirnos desde su identidad desvelada, parte de un juego de subversiones que Ingres volvía a protagonizar
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Ingres, con un carácter fuerte que le llevaba a enemistades con otros artistas como Eugène Delacroix -"se odiaban", según Pomerède-, tuvo a lo largo de su carrera una "relación muy fuerte" con la corriente neoclásica, tras su paso por la escuela de Jacques-Louis David. "Para él, Rafael era Dios", matizó.Entre los primeros retratos oficiales de Ingres están los de Napoleón Bonaparte, La señora Riviére, La señora Aymón y el magnífico retrato psicológico de Napoleón I en su trono imperial. Según Pomarède, muy a su pesar, Ingres se convirtió en el retratista de moda. "Tiene encargos del poder siendo muy joven, lo que va a retrasar su viaje a Italia".Pese a que es reclamado una y otra vez para retratar a la adinerada burguesía parisina, lo que él persigue continuamente es la pintura histórica, los mitos y el exotismo de Oriente. Algunas de sus obras maestras están relacionadas con estos temas, como el cuadro Edipo y la esfinge, que significa la renovación del estilo antiguo en cuanto al modelo tradicional del desnudo masculino.Una de sus piezas más conocidas, La gran odalisca (que ha salido muy pocas veces del Louvre), representa su interés por renovar el desnudo para lo que utiliza el recurso de las mujeres cautivas, por las que siente fascinación. Atadas de pies y/o manos, con la piel marmórea y posturas poco ortodoxas, el pintor aborda en sus cuadros una nueva concepción de la representación del cuerpo humano. "Los grandes desnudos de Ingres son obras musicales", señala el comisario francés. Muchas de las críticas que recibió tuvieron que ver, de hecho, con su apuesta por renovar los desnudos, en especial el femenino. "Sentía un deseo de renovar el género, inventando otras posturas y con una nueva concepción del cuerpo humano, más basado en la luz y el movimiento", señaló Pomarède.El segundo gran interés del artista son los poemas neorrománticos que leía Bonaparte. Ingres entiende el interés de este tema y pinta un gran cuadro: El sueño de Ossian, del museo de Ingres en la localidad francesa de Montauban. Precisamente, de la colaboración con este museo en la exposición ha surgido un nuevo proyecto que tendrá lugar el próximo 4 de diciembre, con la presentación en Montauban de una selección de 11 obras de sus colecciones para mostrar un recorrido por el retrato en España (del Greco a Sorolla).
De su estancia en Italia, Ingres deja como testigos las obras incardinadas en la tendencia troubadour, obras de tamaño más pequeño y cierto regusto de escuela holandesa y melancolía por el pasado, que reflejan escenas ambientadas en las cortes europeas de la Edad Media.En vista de que la pintura histórica nunca colmaría sus aspiraciones, a su regreso de Italia Ingres se dedica a profundizar en el retrato, contrastando la sobriedad de los masculinos con el afán decorativo y meticuloso de los femeninos. Cultivó todos los géneros, también la pintura religiosa, donde su amor por Rafael se hace aún más patente. Juana de Arco en la coronación de Carlos VII en la catedral de Reims, La Virgen adorando la Sagrada Forma, Jesús entre los doctores... Dan una idea del gusto del artista por la monumentalidad arquitectónica.En el mismo plano creativo que los desnudos suntuosos de su última época está El baño turco, inspirado por un relato dieciochesco, en el que describe cómo unas mujeres se acicalan para la boda de una de ellas. "Le interesa crear un ritmo pictórico dentro del cuadro que tiene una parte musical. Es la destrucción y reconstrucción de la forma", señalan.www.elmundo.es
Su relación con España
ResponderEliminarCarlos González Navarro, comisario de la exposición,señaló en la presentación que "Ingres se expresó en términos vehementes al calificar la relación de la pintura española como un 'amor monstruoso'". Para el francés, su modelo a seguir fue siempre Rafael y frente a eso aparentó cierto desdén hacia Velázquez o Murillo, "que no es cierto. En su corazón había un lugar para Velázquez". "En su correspondencia con sus amigos españoles había un lugar para la pintura española", asegura González Navarro, que señala como origen de ese interés a los artistas españoles que conoce en el taller de Jean-Louis David. "José Álvarez Cubero y José de Madrazo", entre otros. "El grupo tendrá la oportunidad de reencontrarse en la Roma napoleónica mientras que Ingres tiene que atender a algunos de los encargos más importantes de su carrera, participará en la decoración del palazzo de Napoleón", añade, señala también que "el papel fundamental de Madrazo en la pintura española del siglo XIX significa que los alumnos de este aprenden los códigos estéticos de Ingres. Picasso, por ejemplo, su relación de admiración con Ingres es uno de los mayores acicates para el desarrollo de la pintura contemporánea".Esther Navarro en www.elmundo.es
Man Ray
ResponderEliminarEL violín de Ingres (1924)
Man Ray
n. 1890 en Filadelfia, f. 1976 en París
Papel gelatinado de plata, retocado con lápiz y tinta china, 31 x 24,7 cm.
París Musée National d'Art Moderne, Centre Pompidou
Man Ray fue uno de los fundadores del dadaísmo en Estados Unidos y se unió a los surrealistas en París, a donde llegó en el verano de 1921. Primero se dedicó como fotógrafo a inmortalizar a sus colegas y amigos en retratos a los que sus efectos de luz especiales dotaban de una atmósfera mágica. Por mediación de Jean Cocteau se convirtió en el fotógrafo oficial de las personalidades intelectuales y artísticas más destacadas. Retrató, entre otros, a Gertrude Stein, Constantin Brancusi y Marcel Proust. A raíz de su traslado a la Rué Campagne-Premiére, donde también residía su colega Eugéne Atget, Man Ray descubrió una especie de fotografía ready made, procedimiento de producción de imágenes de la realidad a través de los mismos objetos, sin intervención del artista e incluso sin cámara. Man Ray expuso por primera vez sus rayografías, consistentes en impresiones de un objeto sobre un papel fotosensible, en la primavera de 1922.
La rayografía con su objeto -éste sólo dejaba su impresión-se limitaba a ser un efecto de la propia luz. Aparentemente era una obra casual que se creaba a sí misma. Era una imagen de la inversión y del extrañamiento, concepto que respondía de una manera ideal a la ideología surrealista. Así, entre las primeras publicaciones de ese nuevo procedimiento fotográfico estaba una carpeta con doce rayo-gramas de Man Ray que acompañaban el texto de Tristán Izara Les champs délideux (Campos deliciosos).
Por el contrario, el efecto de extrañamiento de otras fotografías de Man Ray tenía su origen en el juego recíproco entre la imagen y el título. El enigma de Isidore Ducasse es la fotografía de un objeto envuelto y atado, mientras que el título de El violín de Ingres (Le violón d'lngres) hace referencia a las dos aberturas que Man Ray dibujó en la toma de un desnudo femenino de espaldas. Man Ray da a las formas redondas de la joven el sentido del cuerpo sonoro de un instrumento, alumbrando al mismo tiempo toda una cadena de asociaciones condicionada, y no en último término precisamente, por el título de la obra.
Es inevitable pensar en la importancia de los instrumentos de cuerda para los cubistas, quienes en sus naturalezas muertas incluían mandolinas, violines y guitarras. No obstante, en estos estudios analíticos del espacio, los instrumentos eran simplemente material muerto, sin ningún efecto sensual, en tanto que Man Ray dota a su fotografía de una especial capacidad erótica, como lo subraya la referencia al pintor clasicista Jean Auguste Dominique Ingres, cuyo famoso desnudo de espaldas Baño turco irradia sensualidad precisamente por la absurda precisión de su perfil. En su fotografía, Man Ray recoge a través del turbante de la modelo el ambiente oriental pretendido por Ingres, aunque ironiza sobre la excesivamente fría atmósfera erótica de sus escenas orientales. El título de El violín de Ingres evoca la larga tradición de la ejecución musical como alegoría del juego amoroso, aunque desde la perspectiva de Man Ray el instrumento está en este caso directamente a disposición del solist
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