Michael Kohlhaas – Heinrich von Kleist
29 de septiembre de 2006 por Sr. Molina
Aunque uno lleva leyendo mucho tiempo, aún se sorprende cuando tiene en las manos libros como éste, escritos hace más de doscientos años, que retratan las pasiones humanas con una contemporaneidad tan sorprendente. Porque “Michael Kohlhaas” habla del orgullo, de la justicia, de la ira y de la necesidad de venganza, pero cualquier lector de hoy día podrá identificarse con esos sentimientos sin dificultad; en parte, porque son universales (obviamente), en parte, por la maestría de su autor, Heinrich von Kleist, uno de los exponentes de la literatura alemana del período romúntico (aunque su estilo no se acerca en absoluto a sus postulados).
En “Michael Kohlhaas” se narra la historia de un tratante de caballos que sufre el abuso de un potentado sajón cuando trata de atravesar sus dominios para vender sus animales en Dresde; el noble le arrebata sus caballos y le ridiculiza sin reparos, obligándole a solicitar unos documentos inexistentes para poder recuperarlos. Kohlhaas, rechazado por la administración sajona, y tras intentar por otros medios legales recuperar lo que es suyo, decide tomarse la justicia por su mano y enfrentarse al noble, Wenzel von Tronka, reuniendo un grupo de hombres descontentos con él y atacando su castillo. Esa escaramuza derivará en una pequeña guerra, con Tronka huyendo y Kohlhaas viendo incrementado su ejército, hasta que el Príncipe Elector de Sajonia toma cartas en el asunto e insta al tratante a rendirse, prometiéndole justicia. Por desgracia, Kohlhaas se somete de buen grado al mandatario con la esperanza de un desagravio formal, pero la justicia actuará con una firmeza desigual: al tratante se le devolverán sus caballos, sí, pero se le condenará a muerte por haber arrasado las posesiones de Tronka.
La historia es muy dramática, aparentemente, pero la narración no se detiene en melindres y pone un énfasis especial en la figura de Michael Kohlhaas: un hombre íntegro, pacífico, que confía en las leyes y en quienes las aplican, y que sufre una grave crisis de valores cuando descubre la impunidad que ampara a algunos. La guerra que emprende contra el noble Tronka no es otra cosa sino una rebelión contra la injusticia más evidente; una rebelión que casi triunfa, pero que se destruye ante la actuación inapelable e inicua de una autoridad superior. Y, sin embargo, la grandeza del protagonista se acentúa aún más al aceptar sin reparos la condena que se le impone, dado que comprende que su propia actuación es merecedora del castigo que él mismo solicita para otros.
Como decía antes, una historia de valores, de sentimientos, pero narrada con una crudeza insólita para la época en la que está escrita. Kleist no cede ante la posible sensiblería, sino que construye unos personajes firmes, quizá arquetípicos, pero con rasgos muy humanos. Lejos de la prosa rimbombante, la escritura del alemán es cercana, austera, directa y, en ocasiones, brutal. Un hallazgo, desde luego.
Y una última palabra para el traductor, Javier Orduña, que ha hecho un trabajo excelente volcando la obra a un castellano soberbio, por léxico, expresiones y giros: una delicia para cualquier lector.
En “Michael Kohlhaas” se narra la historia de un tratante de caballos que sufre el abuso de un potentado sajón cuando trata de atravesar sus dominios para vender sus animales en Dresde; el noble le arrebata sus caballos y le ridiculiza sin reparos, obligándole a solicitar unos documentos inexistentes para poder recuperarlos. Kohlhaas, rechazado por la administración sajona, y tras intentar por otros medios legales recuperar lo que es suyo, decide tomarse la justicia por su mano y enfrentarse al noble, Wenzel von Tronka, reuniendo un grupo de hombres descontentos con él y atacando su castillo. Esa escaramuza derivará en una pequeña guerra, con Tronka huyendo y Kohlhaas viendo incrementado su ejército, hasta que el Príncipe Elector de Sajonia toma cartas en el asunto e insta al tratante a rendirse, prometiéndole justicia. Por desgracia, Kohlhaas se somete de buen grado al mandatario con la esperanza de un desagravio formal, pero la justicia actuará con una firmeza desigual: al tratante se le devolverán sus caballos, sí, pero se le condenará a muerte por haber arrasado las posesiones de Tronka.
La historia es muy dramática, aparentemente, pero la narración no se detiene en melindres y pone un énfasis especial en la figura de Michael Kohlhaas: un hombre íntegro, pacífico, que confía en las leyes y en quienes las aplican, y que sufre una grave crisis de valores cuando descubre la impunidad que ampara a algunos. La guerra que emprende contra el noble Tronka no es otra cosa sino una rebelión contra la injusticia más evidente; una rebelión que casi triunfa, pero que se destruye ante la actuación inapelable e inicua de una autoridad superior. Y, sin embargo, la grandeza del protagonista se acentúa aún más al aceptar sin reparos la condena que se le impone, dado que comprende que su propia actuación es merecedora del castigo que él mismo solicita para otros.
Como decía antes, una historia de valores, de sentimientos, pero narrada con una crudeza insólita para la época en la que está escrita. Kleist no cede ante la posible sensiblería, sino que construye unos personajes firmes, quizá arquetípicos, pero con rasgos muy humanos. Lejos de la prosa rimbombante, la escritura del alemán es cercana, austera, directa y, en ocasiones, brutal. Un hallazgo, desde luego.
Y una última palabra para el traductor, Javier Orduña, que ha hecho un trabajo excelente volcando la obra a un castellano soberbio, por léxico, expresiones y giros: una delicia para cualquier lector.
Más de Heinrich von Kleist:
- El juicio de Dios
- www.solodelibros.es
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