domingo, 29 de mayo de 2011

LA DANZA MACABRA DE "LA PIETÁ"


La danza macabra de 'La Pietà'

Jan Fabre expone en la Bienal de Venecia su escalofriante reinterpretación de la escultura de Miguel Ángel

Cultura | 29/05/2011 - 18:06h
Escalofriante reinterpretación de La Pietà de Miguel Ángel la que se ha aventurado a esculpir el multiartista belga Jan Fabre (Amberes, 1958), conocido por su afición a la entomología, la imaginería simbólica y los senderos de la muerte. Y también por su versatilidad con las artes visuales y escénicas: mientras presenta en Madrid la próxima semana su espectáculo Preparatio mortis, una alegoría sobre la espiritualidad y la preparación para la muerte, Fabre llevaaVenecia su última creación escultórica: la instalación Pietas, formada por cinco piezas que culminan con esta particular réplica del clásico renacentista, que será sin duda de las más comentadas de la 54.ª Bienal de Venecia que arranca el miércoles.

Fabre ha jugado a lo grande esculpiendo sobre mármol de Carrara –el mismo que usó Miguel Ángel– este Sueño compasivo en el que pone, sin complejos, su propio rostro al Cristo moribundo y el de una calavera a laVirgen María. ¿Provocación? ¿Irreverencia? Nada de eso: una invitación a la espiritualidad de la que nuestra sociedad adolece, dice el artista.

“Mi obra rinde homenaje al estadio post mórtem de la vida, en el que se vive un tiempo prestado”, explica, sentado en la terraza de la Nuova Scuola Grande di Santa Maria della Misericordia, abrasada por la tórrida tarde de primavera veneciana. “Por un lado, se trata de mi cuerpo el que yace esculpido, pero a la vez es alguien más. Y llevo traje porque simboliza el caminar hacia la muerte, como Paul McCartney en Abbey Road”.

En cuanto a lamuerte personificando a la Virgen, no pretende, asegura Fabre, herir sensibilidades: “Soy flamenco y por lo tanto católico. Me he formado bebiendo de la belleza de la pintura flamenca, y el rostro de calavera parte de esta tradición que entronca con la iconografía italiana, ¿recuerdan?” Cómo olvidarlo. El Bosco, Van Eyck, Van Dyck, las Danzas de la muerte. La muerte como parte del ciclo de la vida.

Fabre construye una alegoría con la que reinstaurar los valores de los símbolos de aquel arte del cristianismo. “Además, el rostro de calavera ilustra el deseo de toda madre de ocupar el lugar de su hijo en el sufrimiento y la muerte”, puntualiza.

Pero para entender su danza macabra (o la aceptación de la muerte para poder celebrar la vida), hay que recordar dos características de Fabre: en su adolescencia entró en coma en dos ocasiones –“las causas son asunto privado”–, y en una de ellas se mantuvo en ese estadio durante nueve días. La experiencia ha marcado el eje de su creación, que pivota sobre la metamorfosis. Por otra, es un artista que salvó de convertirse en un gángster dibujando en la academia de arte, prosiguió escribiendo (“para una novia actriz”), ideó performances (“para una novia bailarina”)y vive entregado al estudio del cuerpo humano, a la vez que tiene, desde niño, especial interés en la entomología: su bisabuelo, Jean Henri Fabre, le dejó doce tomos de Entomological Souvenirs.

“Los insectos son –explica– el radar de la clase humana, la memoria del planeta, no podríamos sobrevivir sin su conocimiento y memoria, mucho más profunda que la nuestra dado que han sobrevivido 40 millones de años”. Y ahí están, en sus obras.

Así, sobre el Fabre yacente de Sueño compasivo, con corbata y cinturón y un cerebro desprendiéndose de su mano (el verdadero quid de esta pieza), se posan mariposas, caracoles, gusanos y escarabajos, todos ellos con su significado. “El escarabajo es el símbolo del renacimiento, el puente entre la vida y la muerte”.

Las otras cuatro piezas, enormes cerebros sobre los que se erigen cruces, bonsáis o tortugas (el universo del paganismo, el catolicismo, la espiritualidad japonesa, la china o la india), completan un conjunto que combina ciencia, arte y espiritualidad. “Se ha demostrado por fin que la piedad se genera a través del cerebro. El científico italiano Giacomo Rizzolatti descubrió las neuronas espejo y el modo en que a través de ellas empatizamos e imitamos. De modo que la empatía, la compasión, la misericordia... proceden del pensamiento. El alma yace en el pensamiento”. Así defiende una moderna espiritualidad.

Lo cierto es que Fabre ha convertido esta escuela veneciana en un auténtico templo de meditación. Hay que calzar pantuflas para deslizarse con cuidado sobre una extensa plataforma de pulcro dorado: la espiritualidad bajo nuestros pies en lugar de sobre nuestras cabezas.

–¿Se ve a sí mismo oficiando de artista para la Iglesia contemporánea como Miguel Ángel con el clero del Renacimiento?

–Ya tengo un mosaico permanente en una iglesia de Bérgamo. Me lo propuso el cura.

La suya, en todo caso es una Pietà sin sufrimiento. “Este era el viejo estilo: ahora sabemos que cuando me ves sufrir lo comprendes a nivel mental y no sentimental, y cuando el cerebro se desprende de mi mano en la escultura es porque la racionalidad se va y la irracionalidad se abre a la imaginación”, matiza.

Su exposición quiere mostrar que la verdadera crisis actual es espiritual: “La ciencia –insiste– ha demostrado que tenemos que sentir en otro plano, porque el sentimiento es inteligencia. Pero rechazamos esta inteligencia, somos muy materialista, estamos obsesionados por el dinero”.

Para Fabre, el 90% de los artistas son cínicos, no se comprometen, se mantienen a salvo. Pero sólo siendo sincero y leal contigo mismo eres artista. Y recuerda al subversivo Miguel Ángel, un revolucionario que presentaba a Dios y al hombre de igual a igual y fue castigado por ello.

–A Lars von Trier se le fue la lengua en Cannes y lo acusaron de cínico. ¿Qué opina?

–Puedo entender la metáfora de Lars, es un gran artista. Y el artista es el último dictador de la sociedad occidental, porque decide: eso no, eso no, eso sí. Pero los franceses son estructuralistas y entraron en shock. Por otra parte, Hitler es la representación del diablo, pero como artista sólo puedo hacer todo este trabajo espiritual porque acepto el diablo. Un artista que haba sólo de bondades es un mal artista.
www.lavanguardia.com
0  comentarios

2 comentarios:

  1. En la calavera se trata de encontrar el enigma del OTRO,el niño pretende cavar un lugar en el otro,y,en este caso descifra e interpreta a la muerte,lo lleva a un goce materno que no está cubierto por el deseo.Se enfrenta a un deseo oscuro de la Madre.Se encuentra arrojado a un destino sin rumbo:errancia.Colete Soler lo llama falta de un "interés particularizado",que lleva al síndrme de hospitalismo.

    ResponderEliminar
  2. No se puede hablar de Le pouvoir… (4 horas y media) sin referirnos a C’est du théâtre comme il était à espérer et à prévoir. Dos estrenos en el plazo de dos años, de dos espectáculos que han quedado como los dos momentos, a
    comienzos de los ochenta, en que fue posible convertir en realidad el sueño escénico de un artista plástico reconvertido al mundo de la escena, el sueño de un joven talento, de un joven visionario que estaba llamado a revolucionar el concepto de teatro tal como se conocía hasta el momento. Ese joven era Jan Fabre, tenía 25 y 27
    años respectivamente y ninguno de sus colaboradores pasaba de 30.
    Después de ambos estrenos en Amberes y Venecia, respectivamente, vino París, ciudad que amplificó hasta el infinito el eco de esta provocación escénica. El ‘virus Fabre’ estaba en condiciones de infectar las programaciones y
    el imaginario del mundo escénico más inquieto y menos conformista.
    Ahora, Fabre, cuando las mayores óperas de mundo se disputan sus servicios, las grandes citas de artes plásticas —Bienal de Venecia, Documenta de Kassel, etc.— exponen sus instalaciones y goza de merecido reconocimiento,
    recupera ambas piezas, obras que han dado lugar a tesis doctorales, libros, videos, etc. y que han influido a infinidad de creadores de teatro y danza y, aunque el creador no se lo plantee, es el momento adecuado para realizar esta ‘operación rescate’. En estos tiempos en que la crisis devora a la escena internacional y algunos
    creadores se plantean dar un paso atrás en su apuesta artística como medio de supervivencia, nada mejor
    que recuperar un tónico teatral para recordar que no podemos ceder al recorte de nuestro imaginario al
    que al parecer estamos abocados.
    Así pues 4 horas y 30 minutos sin descanso, en las que todo ocurre en la repetición excesiva, en la radicalización de los actos (respirar, soplar), el pánico de los sentidos, el agotamiento de los cuerpos (para los intérpretes) y
    de la mirada (para el espectador).
    Más allá de la fatiga el hastío, el enfado epidérmico. En cerca de cinco horas tenemos tiempo de irritarnos, seducirnos, fascinarnos, escandalizarnos y volver a fascinarnos. Nos saldremos una vez, dos veces, tres
    veces pero siempre volveremos a la sala y al final, el recuerdo de esta propuesta excesiva lo barrerá todo y quedará grabada en nuestra memoria.
    Como la de Bob Wilson y Kantor la formación de Fabre es la de un artista plástico y como en ellos su inspiración hay que buscarla más en Duchamp que en Brecht. En efecto, Fabre no oculta sus filiaciones.
    En El poder de las locuras del teatro la relación de teatro y pintura es omnipresente. En el escenario, sobre el telón de fondo se proyectan cuadros de Miguel Ángel, Ingres, David, Fragonard, etc. Las pinturas evocan tanto el teatro como la vida real y evocan, en su mayor parte, acontecimientos heroicos o mitológicos. Estamos ante una
    ‘performance’ eminentemente histórica en la que Fabre nos desvela los principios del poder. La preparación física de los actores es puesta a prueba constantemente.
    La uniformidad de los movimientos y del vestuario se ha concebido para borrar todo signo de individualidad. Órdenes y sumisión dominan cada escena. Y es a través de esta violencia, o quizás gracias a ella, como llega a emerger el poder de un nuevo teatro.
    www.juntadeandalucia.es

    ResponderEliminar