NICOLAS POUSSIN ( FRANCÉS, 1594-1665)

Muy simbólica, esta imagen del invierno forma parte del ciclo de las Cuatro estaciones realizada por Poussin. Esta interpretación del diluvio es especialmente sombría: los hombres parecen no tener ninguna oportunidad de sobrevivir en su lucha contra una naturaleza desencadenada.
Para atenuar la fragilidad y la desesperación los ha representado de tamaño muy pequeño.

Poussin realizó las Cuatro estaciones de 1660 a 1664 para el duque de Richelieu.
El invierno o el diluvio.
 Autorretrato , Roma 1650 / El rapto de las Sabinas / Roma, hacia 1637-1638)
Una danza para la música del tiempo(1634-1636)

Comentarios

  1. ¿Quiénes eran las Sabinas?

    Fundada hacía poco tiempo y compuesta ante todo por soldados, Roma necesita mujeres para conformar un pueblo. Rómulo tiende una trampa una trampa a los Sabinos, sus vecinos; a partir de una señal, en el momento en que se realizaba la fiesta, cada Romano se lanza sobre una Sabina y la rapta. Poussin muestra que en ese momento todo se desencadena.
    Un siglo y medio más tarde, David representará el fin de la historia, cuando los Sabinos vengan a reclamar a sus mujeres , quienes entre tanto han sido madres de pequeños Romanos. Y son las Sabinas quienes pedirán la paz.
    (David, p 74)
    Estas obras se encuentran en el ala Richelieu, en la segunda planta.
    LOUVRE, Louvre de bolsillo

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  2. El Barroco francés, en su vertiente clasicista, tiene a su más importante maestro en Nicolas Poussin. Pintor y dibujante, cuya vida transcurrió casi íntegramente en Roma, es un mito nacional francés, representante máximo de la pujante concepción racionalista y normativa que nacía en su país, en sintonía con los nuevos tiempos de orden social y político del Absolutismo. Nació en Les Andelys, Normandía, en junio de 1594, en el seno de una modesta familia hidalga. Sus primeros dibujos llamaron la atención del pintor Quentin Varin quien, hacia 1610, había acudido a la localidad para trabajar en Notre-Dame-Le-Grand-Andely. De este pintor recibió sus primeras lecciones, pero el interés por la pintura, no bien visto por su familia, le llevó a fugarse en 1612, con dieciocho años, sin dinero ni contactos, a París. Allí trabajó como aprendiz en los talleres de Ferdinand Elle y Georges Lallemand, quienes le introdujeron en el estilo manierista de la llamada "segunda escuela de Fontainebleau" y en el aprecio por las obras del discípulo de Rafael, Giulio Romano. En cualquier caso, el legado manierista incluso en los primeros dibujos de Poussin es escaso, limitándose a la tendencia a representar figuras de esbeltas proporciones y contornos bellamente delimitados. Con todo, su gran influencia serán los grabados de obras de Rafael y, en particular, de obras clásicas romanas realizados por Giulio Romano, a cuyo estudio se dedicó de manera muy intensa, costumbre que ya no abandonaría en el resto de sus días. Esta afición al estilo rafaelesco le prepararía para poder integrarse en un futuro cercano en el entorno artístico de Roma, en que predominaban ya, apagada un tanto la revolución caravaggista, las formas del clasicismo renacido, sin ningún tipo de eco manierista. Pero una experiencia frustrada marcaría de forma decisiva el carácter del joven pintor. Acompañando a un amigo acaudalado, interrumpió sus estudios para marchar al Poitou a probar fortuna.
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  3. Cayó gravemente enfermo en 1625 y no se recuperó hasta 1629. Ante estas contrariedades, se refugió en la colonia francesa en Roma, de la que recibió una decisiva ayuda y que sería, hasta el final, su círculo preferido de amistades. Un cocinero, Jacques Dughet, lo acogió y cuidó hasta su restablecimiento. Con su hija mayor, Anne-Marie, casaría Poussin en 1630, con treinta y seis años ya, matrimonio feliz y duradero. Sin embargo, la falta de descendencia le llevó a adoptar como hijos a los hermanos de su esposa, de los cuales Gaspar Dughet aprendió el oficio de pintor con gran valía, en un estilo muy difícil de diferenciar del original del pintor normando, lo que ha creado no pocos problemas de atribución. En cualquier caso fue una época de gran producción: para el Cardenal Barberini pintó en 1628 La muerte de Germánico, cuadro que le proporcionó gran fama y le reportó, subida su cotización personal, nada menos que sesenta escudos. Desde este momento, su suerte cambiaría. El panorama romano, pasada la polémica sobre Caravaggio y el tenebrismo, estaba dominado por los discípulos de Carracci, entre los que destacaba el Domenichino, en cuyo taller estudió Poussin, los cuales proveían los encargos de los selectos círculos de intelectuales, entre los que se contaba Cassiano dal Pozzo. Este consejero del Cardenal Barberini había empleado a un grupo de artistas en realizar copias de antigüedades romanas para su "Museum Chartaceum", o "Museo de papel". Poussin, que necesitaba abrirse camino, se vinculó a este proyecto, aunque con escasa contribución. Con todo, la inserción en el grupo de estudiosos arqueólogos le abrió las puertas de una formidable biblioteca de grabados y reproducciones de originales romanos y le suscitó un interés definitivo por el arte clásico romano, de forma que a lo largo de su vida se convirtió en el mejor intérprete de la Antigüedad entre los pintores franceses. Por otra parte, una de las mayores influencias sobre Poussin fueron las Bacanales de Bellini y Tiziano. Con Gaspar Dughet se interesó por el paisaje, que exploraban en sus paseos por la Campaña romana junto a su compatriota Claudio de Lorena. Así, las obras de Poussin en este periodo absorben y muestran una serie de influencias variadas: el arte y la literatura clásicos, los colores cálidos del Renacimiento veneciano y la observación de la naturaleza y los efectos de la poderosa luz mediterránea sobre la vegetación. Todos ellos se muestran en obras como Los pastores de la Arcadia o Acis y Galatea. Estos lienzos, repletos de lenguaje alegórico y lirismo, se conocen como "poesie", género que, procedente del Renacimiento, había calado muy hondo en el pintor. El éxito de La muerte de Germánico le abrió las puertas de otros influyentes mecenas. La culminación de esta ascensión fue el encargo recibido para pintar El martirio de San Erasmo para San Pedro del Vaticano, en 1628. En él se muestra ya alejado de sus primeras influencias y se rastrea la de los caravaggistas. El lienzo no satisfizo y levantó críticas. En 1630 se frustró un encargo importante para San Luis de los Franceses y Poussin, decepcionado, renunció a convertirse en un gran pintor de iglesias y palacios. Su clientela será, desde ahora, la de la pujante burguesía intelectual, que apreciaba y entendía el arte, era más liberal en sus gustos y, dada su limitación de recursos y espacio, reclamaba obras más pequeñas. (...)

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  4. Poussin termina por aceptar y emprende el camino de París en 1640. Allí se le asigna una pensión, un alojamiento en las Tullerías y se le nombra "primer pintor ordinario del rey", honores que no satisfacen al nada ambicioso pintor normando; antes bien, le preocupan. Y sus temores se cumplen uno tras otro. Su trabajo consistiría en la decoración de una serie de paneles de la Gran Galería del Louvre en los que había de representarse el tema de los trabajos de Hércules. Apenas realizó unos cuantos bocetos a pluma. Pocos fueron los trabajos ajenos al proyecto: algunos cuadros para las capillas reales, ocho cartones para los Gobelinos, la serie de Los trabajos de Hércules y El triunfo de la Verdad y alguna obra menor. No gustaba de trabajar con prisa, ni aguantar los constantes y exigentes encargos de los cortesanos parisinos, tan distintos de los mecenas romanos. Pero lo que pudo con él de forma definitiva fueron las envidias e intrigas de Simon Vouet, que hasta la llegada de Poussin era el indiscutible pintor de corte, y del arquitecto Lemercier, protegido de Richelieu. Cansado de este ambiente, en diciembre de 1642 solicita permiso para ir a buscar a su mujer a Roma, permiso que le es concedido. No regresó más a Francia. A su vuelta a Roma comienza la última etapa, de plena madurez, en la que continúa con los trabajos para sus habituales mecenas y algunos nuevos, como Felipe IV de España o Fréart de Chantelou, primo del poderoso Noyers, con quien había trabado profunda amistad en su patria. Para él realizó una segunda serie de Los Sacramentos, que le ocupó desde 1644 hasta 1648, y que ejerció una gran influencia sobre los cuadros pintados durante estos intensos años. Respecto a la primera serie, estos lienzos presentan un mayor control racional y una mayor intensidad dramática, aunque expresada de forma menos retórica. En estos años su mayor preocupación es el estudio de los efectos de la luz sobre las figuras, situadas en un escenario convencional y neutro. Sin embargo, se muestra todavía muy clásico en su concepción del color, al que no asigna un papel definitorio en la pintura, en la que es mero "colorear", subordinado al tema y a su efecto en el espectador. De ahí la necesidad de un tema elevado, no costumbrista o naturalista. Se muestra, pues, precavido ante los incipientes intentos de liberar al color de las formas y elevarlo a la categoría de propiedad de la luz, gobernada por leyes físicas, concepto que desembocará de forma plena en los impresionistas. La evolución que experimenta Poussin en estos años se nota claramente en los paisajes, que adquirirán mayor importancia, hasta el punto de ser posteriormente considerado el fundador de la escuela paisajística francesa de los ss. XVIII y XIX. Si en los años veinte el paisaje era el contexto en que se desenvolvían los affetti, las pasiones de los dioses, ahora reflexiona sobre la armonía de la naturaleza, en la que se inserta el hombre. No incide en los aspectos atmosféricos del paisaje, como Claudio de Lorena, sino en el orden natural que una mente entrenada puede apreciar bajo su aparente encanto. Es, pues, una reflexión exigente y muy conceptual sobre el orden universal. Estas cuestiones aparecen en el Paisaje con el funeral de Foción, su complemento, el Paisaje con las cenizas de Foción, o en Orfeo y Eurídice. Del mismo modo que en el paisaje, se produce un importante cambio en la temática religiosa, en la que ahora predominan los temas de mayor complejidad psicológica o moral, como Eleazar y Rebeca, el Juicio de Salomón o Ester ante Asuero, frente a los temas épicos del Antiguo Testamento que predominan en su primera etapa romana. En ellos se refleja ese esfuerzo por hallar el orden, a través de la geometría, que llega a su cima en la Sagrada Familia de la Escalera. biografiasyvidas.jcyl.es

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  5. Esto sucede en el Paisaje con Diógenes o la serie de las Cuatro Estaciones, que realizó para el duque de Richelieu entre 1660 y 1664. Son años de continuas enfermedades, achaques y depresiones. El temblor de la mano es casi insoportable, lo que confiere a los cuadros un aspecto peculiar, como de inacabado, que los hace hoy muy modernos pero que en la época fue muy criticado. Entre 1655 y 1664 trabaja poco, pero produce obras sorprendentes como el Paisaje con Orión ciego buscando el sol, Paisaje con Hércules y Caco y, como culminación, el Apolo enamorado de Dafne, que dejó inacabado a su muerte. Son cuadros sombríos, reconcentrados, repletos de filosofía y pesimismo. Sus mejores amigos iban falleciendo y su arte quedaba solo en un mundo de modas cambiantes. Se encerró en sí mismo, su pensamiento se hizo más complejo aún. Reflexionaba continuamente sobre lo vano de los esfuerzos humanos. No pudiendo superar la pena que le causó la muerte de su esposa, falleció Poussin en noviembre de 1665, siendo enterrado en la iglesia de San Lorenzo en Lucina. Dejó su fortuna a sus parientes pobres de Normandía. Tras su muerte comenzaba su patronazgo sobre la Escuela francesa, generando incluso una corriente, el poussinismo, opuesto a la herencia barroca de Rubens. Este clasicismo emergería de nuevo con Jacques-Louis David a fines del XVIII; sus cualidades más formales y abstractas reaparecerían en Ingres, su gran admirador, e influirían en todo el Neoclasicismo europeo. Su presencia en el siglo XIX se produciría a través de su apreciación armónica de la naturaleza, que provocaría la admiración de Cézanne.

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  6. Este hombre es un prosista exquisito. Le comparan a menudo con Marcel Proust. Comparten ambos, en efecto, la sutileza lingüística y la enormidad de sus propuestas novelísticas. Se diferencian, sin embargo, en el punto de vista: allí donde el francés hurga en las sensaciones, el inglés disecciona el pensamiento y lo hace mediante unas frases tan rotundas, luminosas y certeras que lo primero que te viene a la cabeza, como una revelación, es que este hombre te está ayudando a pensar.

    Y, más que a pensar, a formalizar tu propio pensamiento, lo que viene a ser lo mismo (relación pensamiento-lenguaje). Así como en las frases perversamente subordinadas del glorioso francés Proust te puedes perder física y anímicamente, en las construcciones verbales de Powell nunca hallarás dificultad alguna: muy al contrario, casi sentirás cómo se aparean gozosamente las sinapsis de tu cerebro.

    ¿De qué trata su novela? No importa mucho, pero lo diré: de la juventud privilegiada inglesa (aristócratas, emprendedores, nuevos ricos…), de sus pequeñas y egoístas preocupaciones a lo largo del tiempo, entre los años 20 y los 70 del siglo XX. Es una obra literalmente monumental: consta de doce novelas agrupadas en cuatro volúmenes (subtitulados como las estaciones del año). Y pasemos a las citas, que no hay prisa pero son muy largas:

    Sus palabras, cuando llegaban al otro extremo de la mesa en los intervalos de relativo silencio, en labios de otro hombre menos inteligente que él, hubieran podido tomarse como reveladoras de unos procesos mentales de tan penosa banalidad –por su abismal aridez, en la que ni el humor, ni la imaginación ni, a decir verdad, cualquier forma de comprensión humana tenían la más mínima cabida- que incluso llegué a preguntarme si no estaría expresándose irónicamente o embromando a sus invitados con la interpretación del papel de un idiota en alguna improvisada comedia. Pero es que yo no sabía aún que la capacidad de los hombres interesados en el poder no se expresa necesariamente en la brillantez de su conversación.

    Era un local sórdido, aunque de alguna forma creaba ciertas expectativas sobre lo que pudiera haber en su interior. La fachada evocaba una de esas tiendas que se pintan, alineadas, en el telón de fondo de una farsa, y al aproximarme a la ventana iba casi dispuesto a ver aparecer al señor Deacon caracterizado de mago –máscara, traje con lentejuelas, varita mágica…-, que salía de pronto y hacía una pirueta en la acera, chocando de pronto, con desastrosas consecuencias, con quienes pasaban por allí en aquel instante.

    Solía yo imaginar la vida dividida en compartimentos separados, consistentes, por ejemplo, en abstracciones antitéticas como placer y dolor, amor y odio, amistad y enemistad (…) El tiempo habría de enseñarme lo ilusorio que era semejante punto de vista (…) Casi cada conocimiento adicional te ofrece un mundo suplementario con sus propios azares y sortilegios (…). De forma que, al final, la diversidad entre ellos, si acaso hay alguna, parece casi imperceptible salvo en unos pocos rasgos y brochazos externos (…) Hasta el amor y el odio, la amistad y la enemistad se tornan mucho menos definidos, y con frecuencia ofrecen signos de poseer características que, por decirlo suavemente, tienen mucho en común.

    El amanecer era pesado, tal vez anuncio de una tormenta en perspectiva. No había nadie por allí, aunque el rumor de algún que otro vehículo circulando por Park Lane rompía a intervalos el silencio unos pocos segundos, hasta que el sonido, lúgubre como el cuerno de un cazador resonando en el bosque, se apagaba rápidamente en lontananza. Esas primeras horas de la mañana traen consigo una sensación de apremio, una especie de amenaza ante las cosas que pueda deparar el día.



    librosmorrocotudos.com

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  7. La alegoría de las cuatro estaciones de Poussin Una danza para la música del Tiempo
    incluye el precepto de Poussin, los fundamentos del arte son rotundamente conceptuales: " Los hombres capaces deben trabajar con su intelecto, es decir deben concebir de antemano lo que desean hacer". Los pintores que se limitan a imitar se basan en el mero instinto, "como el de los animales". La obra citada incluye estos preceptos ; un concepto personificado del tiempo utioiza la más abstracta de las artes (la música) para generar movimientos corporales (danza)
    Al insistir en la importancia fundamental del concepto, Poussin se pone a la cabeza de dos siglos de arte académico europeo.
    Fuente:Michael Bird, 100 Ideas que cambiaron el ARTE, Blume

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