Lo que los mosaicos romanos revelan sobre el arte antiguo Mosaico de Bailarines Báquicos, Hatay, Turquía. Tiempo estimado de lectura: 6 minutos • Última actualización: 02.20.19 Los mosaicos romanos se componen de imágenes geométricas y de figuras creadas por arreglos de pequeñas piezas de piedra y vidrio. Las formas más tempranas de mosaicos grecorromanos fueron concebidas en Grecia a fines del siglo V aC Aunque los griegos refinaron el arte de los mosaicos figurativos incrustando guijarros en el mortero, los romanos ampliaron esta técnica establecida, usando teselas, cubos de piedra, cerámica, o vidrio: para formar diseños intrincados y coloridos. Hoy en día, estas obras ofrecen una imagen vívida de la antigua vida romana; un vistazo a las actividades cotidianas de una antigua civilización que incluyó concursos de gladiadores, deportes y agricultura, al mismo tiempo que sirve como documentación de artículos cotidianos como comida, ropa, herramientas y arm
Esta pintura, junto a Júpiter e Ío, El rapto de Ganímedes y la Dánae de la Galería Borghese de Roma, formaba un ciclo de cuatro telas ejecutado por Correggio a partir de 1530, bajo el título de «Los amores de Júpiter». Fue encargado por Federico II Gonzaga para decorar la Sala de Ovidio en el Palazzo Te de Mantua; no obstante, regaló las cuatro obras al emperador Carlos V y en consecuencia, el ciclo se envió a España y fue dispersado después. Esta obra en concreto, junto con Ganímedes, fue regalada por Felipe III al emperador Rodolfo II en 1604.
ResponderEliminarLeda era, según la mitología griega, hija de Testio y esposa de Tindáreo de Esparta, a la que Zeus violó adoptando la forma de un cisne. El cuadro representa el momento de la unión carnal entre Leda y el cisne, pero sin resultar en ningún momento obscena.
Es un tema clásico en el arte, que ya antes había sido tratado por otros autores como Leonardo (Leda y el cisne) y por Miguel Ángel, conservándose las obras de estos artistas del Alto Renacimiento sólo por copias.
Correggio da un tratamiento manierista al tema, añadiendo un paisaje boscoso tratado con un fino esfumado. Aparecen en esta ambientación ninfas bañándose a la parte derecha del cuadro y, a la izquierda, Cupido tocando la lira y angelotes.1
La composición, aparentemente improvisada, es sin embargo muy estudiada. La figura de Leda adopta una torsión típicamente manierista. Su figura se ve acentuada por encontrarse delante de un árbol, quedando éste ligeramente desplazado hacia la izquierda. Hay un grupo central de árboles y, en torno a ellos, las figuras secundarias formando un círculo. De esta manera se lleva la mirada a las profundidades del paisaje.1
Cuando pertenecía a la colección de Felipe II de Orleans, el cuadro fue atacado con un cuchillo por su hijo, Luis I, que lo encontraba demasiado licencioso y lascivo, arruinando irremisiblemente la cabeza de Leda, siendo la que se contempla hoy en día un repinte posterior. Por ello es interesante una copia del cuadro, anterior a dichos daños, realizada por Eugenio Cajés y que se conserva en España en el Museo del Prado (número de catálogo P0120).
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