BLAS DE OTERO-GRANDES VOCES DE LA POESÍA SOCIAL ESPAÑOLA
Blas de Otero
Blas de Otero fue una de las voces más destacadas de la poesía social española de los años cincuenta; nació en Bilbao el 15 de marzo de 1916 y falleció en Madrid el 29 de junio de 1979. Su infancia fue muy dura: encontraba en su familia el refugio que compensaba sus duras experiencias en el colegio; pero tras la quiebra económica, y la muerte de su hermano y su padre, llegó la introversión, el pesimismo y la obsesión por la muerte. Estudió Derecho, primero de forma presencial, y luego preparándose por su cuenta, a causa de verse forzado a ayudar a su familia. Esa época intensificó sus lazos con la religión, que le brindó parte de la estabilidad que necesitaba para sobrellevar sus problemas. También se apoyó en la amistad y el arte; fue cofundador de varios grupos poéticos, entre los que resalta Nuestralia.
Su poesía pasó por varias etapas, que abarcaron desde la religiosidad hasta el descubrimiento de la importancia de la sociedad; el poema "Pido la paz y la palabra" es una clara muestra de esta última faceta. Publicó más de una decena de poemarios, y sus obras han aparecido en recopilaciones y antologías; destacan "Cántico espiritual", "Ancia" y "Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia".
Su poesía pasó por varias etapas, que abarcaron desde la religiosidad hasta el descubrimiento de la importancia de la sociedad; el poema "Pido la paz y la palabra" es una clara muestra de esta última faceta. Publicó más de una decena de poemarios, y sus obras han aparecido en recopilaciones y antologías; destacan "Cántico espiritual", "Ancia" y "Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia".
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ResponderEliminarImaginé mi horror por un momento
que Dios, el solo vivo, no existiera,
o que, existiendo, sólo consistiera
en tierra, en agua, en fuego, en sombra, en viento.
Y que la muerte, oh estremecimiento,
fuese el hueco sin luz de una escalera,
un colosal vacío que se hundiera
en un silencio desolado, liento.
Entonces ¿para qué vivir, oh hijos
de madre, a qué vidrieras, crucifijos
y todo lo demás? Basta la muerte.
Basta. Termina, oh Dios, de maltratarnos.
O si no, déjanos precipitarnos
sobre Ti ronco río que revierte.
Ver métrica de este poema
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