Clip de "El Botón de Nácar" de Patricio Guzmán

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  1. BERLIN.- El destacado cineasta chileno Patricio Guzmán, que cosechó aplausos en la Berlinale con el documental "El botón de nácar", dijo ante la prensa reunida en la capital alemana que la visión positiva que se tiene de Chile en el exterior "es un mito".

    "Por supuesto, es un país más civilizado que Bolivia, que Perú y probablemente que muchos países centroamericanos", dijo el realizador chileno, quien agregó que "Santiago parece una ciudad norteamericana en algunos barrios".

    Sin embargo, "hay una desigualdad social enorme, la educación es mala, los hospitales funcionan mal. Eso hay que decirlo en Chile, para poder superar el golpe de Estado: Es un país ideologizado", afirmó.

    El Festival Internacional de Cine de Berlín estrenó el domingo pasado "El botón de nácar", cinta en que Guzmán vuelve a los tiempos de la dictadura, para denunciar la matanza de indígenas y otros crímenes.

    El filme figura entre los 19 que compiten por el Oso de Oro que se entregará el sábado, y desde ya está entre los mejor calificados en el puntaje cotidiano de la revista de cine "Screen".

    El documental muestra espectaculares paisajes de la Patagonia chilena, fotos de archivo de la Nasa y de los primeros pobladores del lugar tomadas hace un siglo por un misionero austríaco, además de testimonios actuales.

    Pero no sólo de cine y de su nueva creación habló Guzmán. De acuerdo con las solicitudes de la prensa acreditada, el cineasta dedicó buena parte de su encuentro con los periodistas a hablar del golpe de Estado de 1973, sobre el cual dijo que sus consecuencias negativas seguirán sintiéndose dentro de un siglo.

    Según el chileno, autor de la afamada trilogía documental "La batalla de Chile", en el país "hay una transición que no se ha terminado, no hay libertad de prensa, ni libertad de imágenes, no hay derecho a huelga, los salarios son precarios, no hay central única de trabajadores, es un país lleno de transnacionales que no pagan los impuestos suficientes", enumeró, para finalizar con una contundente sentencia: "Chile es un mito".

    Guzmán, radicado en Francia, cuestionó además que "en Chile no se hable del pasado", y que "las fuerzas armadas chilenas nunca han confesado los crímenes que han cometido: Hay un pacto de silencio. En el lanzamiento de cuerpos al mar participaron cientos de civiles que tampoco han sido juzgados".

    "El tipo de tragedia como el golpe de Estado que hubo en Chile dura cien años", asegura. "Poco a poco, las cosas se van a restablecer, pero muy lentamente. Poco a poco la memoria va a ir saliendo. Mis películas deberían estar en las escuelas, pero dicen 'Ah no, Guzmán es de izquierda, él adoctrina a la gente, ¡fuera!' ".

    Sobre esta relación aparentemente friccionada que percibe con el país, agregó que " 'La Batalla de Chile', cuando yo muera y pasen 20 años, va a ser un éxito en chile, mientras tanto no".

    A pesar de ello, Patricio Guzmán se autodefine como "muy optimista", aunque lamenta que "el tiempo es un elemento que pasa lentamente".

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  2. ANDRÉ BAZIN (Angers, 1918; Bry-sur-Marne, 1958 Francia)
    «Si el cine ha nacido ha sido por la convergencia de su obsesión, es decir, un mito: el del cine total»
    André Bazin

    «Un artículo negativo escrito por Bazin describe mejor una película que un artículo elogioso escrito por uno de nosotros»
    François Truffaut

    SI existe un nombre al que identificamos inmediatamente con la crítica y el análisis cinematográfico éste sería quizás el de André Bazin. Sus escritos siguen conservando una frescura asombrosa después de casi cinco décadas. Era un teórico elegante, honesto, de precoz madurez intelectual y con una visión crítica profunda y apasionada. Amable y flexible en sus argumentaciones y profundamente humano en su trato. Desempeñó su labor teórica durante quince años hasta su prematura muerte en 1958.
    Definido como "el mejor crítico francés de la posguerra" por George Sadoul, en Bazin nada era forzado, ni vehemente, sino reflexivo, incluso, a veces, cauto en sus apreciaciones y humilde en su devoción por el cine.
    Desde sus primeros escritos, Bazin se empeñará en realizar una "crítica cinematográfica en relieve", es decir, una crítica que profundice en la esencia misma del cine. «Bazin —escribía Truffaut— no ha sido el único en analizar el valor de la imagen, su naturaleza. No obstante, tengo la impresión de que fue el único en preguntarse realmente sobre la función de la crítica» (1).
    Así, dejando de lado la superficialidad que generalizaba a la crítica de su época, Bazin entiende que debe darse al público algo más, se ha de atender al proceso técnico, y que el espectador cinematográfico se interese por la luz, los decorados, el montaje, la música, el guión... tanto como en las circunstancias históricas en las que se desarrolla cada etapa de la historia del cine. Esto es lo que realmente llevará al espectador a entender el cine.
    Y es que para Bazin, el cine camina estrechamente vinculado al desarrollo tecnológico y a las circunstancias sociales, políticas, en fin, a las circunstancias propias de cada periodo histórico. El cine nace y se transforma (del cine mudo al sonoro, del blanco y negro al color) debido a la influencia del entorno. Y así, en contra de los estudiosos que defienden que la única forma de cine puro es el cine mudo, Bazin entendía que, al contrario, el sonido viene a completar al cine mudo, en lo que será su evolución natural.
    Defensor de un lenguaje propio del cine y del cine como lenguaje. No dudaba en afirmar: «El cine es un lenguaje». Y será este lenguaje, más que cualquier convención social, la que determinará lo que se entiende por el "cine clásico".
    Para Bazin el mito que dirige la invención del cine es el del "realismo integral", es decir la recreación del mundo a su imagen, una técnica de reproducción de la realidad como lo fueron antes la fotografía o el fonógrafo. «Una imagen —dirá Bazin— sobre la que no pesaría la hipoteca de la libertad de interpretación del artista ni la irreversibilidad del tiempo. Un arte total, lo que llamará "el mito del cine total"» (...)
    www.miradas.net

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  3. Bazin exaltaba el cine, bueno o malo, del que siempre tenía la posibilidad de reflexionar y extraer conclusiones. A este respecto, J. Francisco Aranda, en su magnífico libro Luis Buñuel. Biografía crítica, recogía la siguiente reflexión de Man Ray: «Los peores films que haya podido ver, aquellos que me hacen dormir profundamente, contienen siempre cinco minutos maravillosos, y los mejores, los más celebrados, cuentan solamente con cinco minutos que valgan la pena: o sea, que tanto en los buenos como en los malos films, y por encima y a pesar de las buenas intenciones de sus realizadores, la poesía cinematográfica pugna por salir a la superficie y manifestarse» (3). Esto es justo lo que Bazin pensaba sobre las películas. Con un riguroso y profundo análisis sobre la imagen, Bazin, por ejemplo, comprende a través de la obra de Hitchcock, que guión y dirección son indisociables, agradece que Ciudadano Kane recupere definitivamente el camino hacia el realismo a través de su deslumbrante puesta en escena. Pone la atención en los secretos escondidos en el film de Rossellini, Paisà, la maestría de De Sica en cada plano de El ladrón de bicicletas y el estilo único de Renoir en su película, La regla del juego.
    Como recordará Truffaut, las películas que más influyeron en Bazin fueron, Le jour se lève de Marcel Carné, Monsieur Verdoux de Chaplin, La regla del juego de Renoir y la película de Welles, Ciudadano Kane.
    En 1952, Bazin funda junto al crítico y realizador Jacques Doniol-Valcroze (1920-1989) y a un grupo de jóvenes críticos la mítica revista Cahiers du cinéma que continuaba la labor de la desaparecida La revue du cinéma.
    Durante la década de los cincuenta, la revista marcó sus pautas en materia de crítica y análisis cinematográfico y consolidó la enorme importancia e influencia que llegará a tener. Bazin se mantendrá ligado a ella hasta el año de su muerte. Cahiers se caracterizaba por su interés en el cine italiano y el neorrealismo y recuperó para el espectador el, por entonces algo denostado por los demás sectores de la crítica, cine norteamericano. Así, devuelven el lugar que les correspondía a las películas de Hitchcock, Lang, Fuller y sobre todo exaltan la obra del cineasta Nicholas Ray.
    En sus páginas se formaron algunos de los cineastas más importantes de las décadas de los cincuenta y sesenta como Truffaut, Godard, Rivette, Chabrol, Rohmer... aquellos jóvenes críticos, seguidores y discípulos de Bazin, unos pocos años después formarán lo que se denominará Nouvelle Vague, la nueva ola (4). Con ellos dará comienzo uno de los periodos más interesantes y personales de la cinematografía gala.
    Estos cineastas no han dudado en expresar lo mucho que Bazin influyó en ellos. Y es que desde las páginas de Cahiers, Bazin reflexionó sobre todos los aspectos del cine, formulando sus ya conocidas teorías sobre la imagen.
    No sólo era el alma de Cahiers donde desarrolla una intensa actividad como crítico, sino que también publica entre 1958 y 1962 cuatro volúmenes de su más famoso libro, ¿Qué es el cine? Probablemente sea uno de los libros más traducidos y reeditados en el mundo sobre cine. También escribe libros monográficos sobre Orson Welles, Vittorio de Sica y Jean Renoir, tres de sus más admirados directores.
    En 1959, un año después de su muerte, François Truffaut dedica a André Bazin su película Los cuatrocientos golpes.
    Bazin amaba al cine por el cine, admiraba a Stroheim, a Welles y a Flaherty, le gustaba el western y la comedia americana y sobre todo admiraba a su gran amigo Jean Renoir. Fue también amigo de alguno de los realizadores más importantes de su época; Welles, Rossellini, Truffaut, Cocteau y Fellini.
    Truffaut finaliza el prefacio del libro de Dudley Andrew con estas palabras: «Añoramos a Bazin». Nosotros, los cinéfilos sin remedio, los amantes de la imagen, añoramos hoy día a críticos como André Bazin. Porque Bazin, desde su inmensa sensibilidad, manifestaba que el cine era el arte propio del amor.

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