martes, 20 de octubre de 2015

Wifredo Lam explica uno de sus emblemáticos cuadros

1 comentario:

  1. ¿Quiénes y qué somos?
    ¡Admirable pregunta!
    A fuerza de contemplar los árboles me he convertido
    en un árbol y mis largos pies
    de árbol han cavado en el suelo anchos
    sacos de veneno altas ciudades de osamentas
    a fuerza de pensar en el Congo
    me he convertido en un Congo rumoroso
    de bosques y de ríos
    donde el látigo restalla como un gran estandarte
    el estandarte del profeta
    donde el agua hace
    Iikuala-Iikuala
    donde el relámpago de la cólera lanza su hacha
    verdosa y domina a los jabalíes de la putrefacción
    en el hermoso lindero violento
    de las ventanas de la nariz
    Al final del amanecer el sol tosiquea
    y escupe sus pulmones
    Al final del amanecer
    un pequeño tren de arena
    un pequeño tren de muselina
    un pequeño tren de granos de maíz
    Al final del amanecer
    un gran galope de polen
    un gran galope de un pequeño tren de
    muchachuelas
    un gran galope de colibríes
    un gran galope de dagas para desfondar
    el pecho de la tierra
    aduaneros ángeles que montáis ante las puertas
    de la espuma la guardia de las prohibiciones
    yo declaro mis crímenes y que no hay nada que decir
    en mi defensa.
    Danzas. Idolos. Relapso. Yo también
    He asesinado a Dios con mi pereza
    mis palabras mis gestos mis canciones
    obscenas
    He llevado plumas de loro
    pieles de gato almizclero
    He agotado la paciencia de los misioneros
    insultado a los bienhechores de la humanidad.
    He desafiado a Tiro. He desafiado a Sidón,
    He adorado el Zambeze.
    jLa magnitud de mi perversidad me confunde!
    ¿Mas por qué manigua impenetrable
    ocultar todavía el vivo cero de mi mendicidad
    y por un prurito de nobleza aprendida
    no entonelar el brinco horrible de mi
    fealdad pahuína?
    vum rooh oh
    vum roohoh
    para encantar a las serpientes
    para conjurar a los muertos
    vum roohoh
    para obligar a la lluvia a contrariar
    a las marejadas altas
    vum rooh oh
    para impedir que gire la sombra
    vum rooh oh que mis cielos
    se abran
    -yo en un camino, niño, masticando
    una raíz de caña de azúcar
    -arrastrado hombre en un camino sangriento
    con una cuerda en torno al cuello
    -de pie en medio de un circo luminoso,
    y con mi frente negra ceñida por una corona
    de daturas
    vum rooh oh
    volar
    más alto que el estremecimiento más alto
    que las brujas hacia otras estrellas
    exaltación feroz de bosques y
    de montañas desarraigadas en la hora
    en que nadie piensa en ello
    las islas atadas para mil años
    vum rooh oh
    para que vuelva el tiempo de promisión
    y el pájaro que sabía mi nombre
    y la mujer que tenía mil nombres
    de fuente de sol de lágrimas
    y sus cabellos de jaramugo
    y sus pasos mis climas
    y sus ojos mis estaciones
    y los días sin daño
    y las noches sin ofensa
    y las estrellas de confidencia
    y el viento de connivencia
    ¿Pero quién voltea mi voz? ¿Quién desuella
    mi voz hundiéndome en la garganta
    mil ganchos de bambú? Mil
    estacas de erizo. Eres tú sucio pedazo
    de mundo. Sucio pedazo de amanecer.
    Eres tú sucio odio. Eres tú peso
    del insulto y cien años de latigazos.
    Eres tú cien años de mi paciencia,
    cien años de mis desvelos
    justamente para no morir.
    rooh oh
    cantarnos las flores venenosas
    que estallan en praderas furibundas;
    los cielos de amor cortados de embolia;
    las mañanas epilépticas; el blanco abrazo
    de las arenas abismales, los descensos
    de pecios en las noches fulminadas
    por olores fieros.

    ...

    mi negritud no es una piedra cuya sordera arremete
    contra el clamor del día
    mi negritud no es una mancha de agua muerta
    en el ojo muerto de la tierra
    mi negritud no es una torre ni una catedral
    se zambulle en la carne roja del suelo
    se zambulle en la carne ardiente del cielo
    agujerea el agobio opaco de su erguida paciencia.
    iEiá para el Kailcedrato real!
    Eiá para los que nunca han inventado nada
    para los que nunca han explorado nada
    para los que nunca han domado nada
    pero ellos se abandonan, sobrecogidos, a la esencia
    de todo
    ignorantes de las superficies pero embargados por el
    movimiento de todo
    despreocupados de domar, pero jugando el juego del
    mundo(...)
    Aimé Césaire- Retorno al país natal (fragmento)

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