martes, 27 de diciembre de 2016

JEAN PIERRE LÉON PALLIÉRE, IDILIO CRIOLLO

Idilio criollo

Nacido en Río de Janeiro y perteneciente a una familia de artistas franceses, Jean Pierre Léon Pallière Grandjean Ferreira viajó a los siete años a París, donde inició su formación artística hasta regresar a Sudamérica en 1848. Después de un breve paso por Buenos Aires, se instaló en su ciudad natal y acudió a la Academia de Bellas Artes, donde obtuvo una beca para completar su educación en Europa. En 1850 ingresó en la Academia de Francia en Roma, y en los años sucesivos alternó cortas estancias en París con recorridos por Italia y viajes por España y Marruecos.
Pallière residió en Buenos Aires de fines de 1855 a 1866, año en que regresó a Francia definitivamente. Observador agudo de un país en formación, parece haber encontrado en la vertiente del costumbrismo una respuesta al desafío de representar visualmente las notas peculiares de la pampa, escenario favorito de sus obras. En varias litografías del Álbum Pallière la mostró como una línea horizontal que parte la lámina en dos, un molde compositivo que se repite con escasas variantes: por debajo se ubica la escena, por encima una amplia porción de cielo. La horizontalidad del planteo apenas se rompe con un rancho a la sombra de un ombú en la lejanía, o el tronco y la floración de un maguey, que se recortan contra el cielo.
Pallière puso en juego otros recursos para plasmar en imágenes la dilatada llanura. La pampa es el escenario de su cuadro más importante, conocido como Idilio criollo –se le han dado también los nombres de Gaucho enamorado y Coloquio amoroso– del que existe una versión litografiada con los versos de Ricardo Gutiérrez, No te vayas, luz nacida... El asunto principal de la obra, la declaración de amor del gaucho a una joven en el exterior de un rancho, fue llevado a la tela por medio de la combinación de diferentes elementos que Pallière recogía en sus viajes por el interior del país y sus excursiones por la campaña bonaerense. No sorprende por ello que, como notó Payró, el gaucho, el rancho y otros detalles del óleo se presenten con pocas variaciones en otras pinturas y en litografías, ya que provienen del “archivo documental de dibujos y acuarelas relativamente reducido” que manejó el pintor (1).
La sociabilidad rural y las relaciones amorosas ejercieron fuerte atracción en Pallière, que las destacó como rasgos curiosos de la vida en la planicie, tanto en su Diario como en las imágenes que produjo durante su estancia argentina (2). En efecto, las referencias reiteradas al modo desenfadado y carente de culpas de relacionarse que mostraban las parejas, y sobre todo su felicidad, evidencian una mirada que, atravesada por modelos literarios, construye una versión idealizada de la vida en el campo.
Es así que esta y otras obras de Pallière parecen descansar en una particular relación entre narración y paisaje. En Idilio…, aquello que pertenece a la esfera del relato –la intimidad aún no consumada de la pareja, que se expresa en el espacio entre los dos cuerpos–, funciona como eje central de la pintura y concentra la atención del espectador. Pero la franja de tierra en el primer plano, ocupada por animales domésticos y diversos objetos, lleva la vista hacia la izquierda, hacia esa porción de paisaje en la forma de un horizonte plano sobre el que se recorta un caballo enmarcado perfectamente entre los dos soportes de la galería del rancho. La pequeña historia de amor espontáneo y rústico adquiere sentido en referencia a la simplicidad del sitio en el que se desarrolla. Los momentos de ocio de gauchos y paisanos y su trabajoso tránsito por la llanura, que son motivo de otras pinturas y grabados, resultan acontecimientos ligados a la geografía de la pampa. La línea del horizonte une sucesos, personajes y entorno dando visibilidad al tópico de los hábitos rurales al aire libre. El artista representa la pampa como un elemento solo en apariencia adjetivo, un fragmento que en forma metonímica basta para evocar la inmensidad de la llanura.
El balance entre narración y paisaje funciona de manera similar en Camino al reñidero, de composición algo más dinámica y ejecución más suelta que el Idilio. El título de la colorida pintura alude a la riña de gallos, entretenimiento popular en toda América Latina. Pallière elige evitar la representación de la riña propiamente dicha –que sí incluyó en una lámina del Álbum– para mostrar un compendio de personajes pintorescos que llegan al “reñidero”. El pintor quiebra la monotonía pampeana con la copa de un ombú, y ubica el grupo principal en una curva del camino que atraviesa la parte inferior del cuadro, pero la línea de horizonte permanece como el principal elemento organizador del mismo, partiendo en dos la imagen e invitando al espectador a perderse en esa otra inmensidad, la del cielo.
La historiografía del arte argentino ha insistido en señalar el eclecticismo estilístico de Pallière, aspecto que en algunos autores cae bajo una valoración negativa. En su minucioso estudio, Payró sentenció que el cuadro “tiene netos valores artísticos, pero interesará principalmente desde el punto de vista documental”, aunque señaló el carácter más “verosímil” que verdadero de la obra de Pallière (3).
El Idilio… muestra la rigurosa geometría que domina la composición de muchas de las obras del artista, y que es propia de su formación académica, mientras que la factura revela en algunas partes el influjo romántico, acorde además con el tema principal del cuadro. Esta combinación puede explicar la recepción positiva que tuvieron en su época las imágenes de Pallière. En ellas, según la prensa porteña, las extensiones de la pampa adquirían “majestad”, la vegetación cerrada del Chaco resultaba “magnificente”, y las costumbres de los gauchos, lejos de aparecer rústicas, quedaban imbuidas de “poesía” (4). Las obras del artista viajero brindaban así una imagen ordenada de la sorprendente variedad y la inquietante desmesura de la geografía argentina, y también de la vida de sus habitantes, bajo un signo de equilibrio y belleza. Una persuasiva versión del país destinada a perdurar, a juzgar por la fortuna crítica posterior citada por Payró, que destacó a Pallière como el documentalista fiel de las costumbres del pasado.Marta Penhos
www.bellasartes.gob.ar

1 comentario:

  1. "La naturaleza se presenta bajo el triple signo de la evidencia, del misterio y de la belleza". Marc Augé
    La pampa es plana como lo es el horizonte; me pregunto, si este paisaje no ha determinado nuestra forma de comportarnos, es doloroso decirlo, pero así como el horizonte, homogéneo, todo igual. El que se aparte de estas reglas, algo le pasa. El musgo en la puerta para celebrar la Navidad y la celebración toda, debe ser homogénea. Con familiares o con amigos. Nadie en soledad. Conforma hábitos también el paisaje rural, al aire libre. Si uno no está bien, si está atravesando una situación difícil, debe salir y todos igual. El que se queda, hay que buscarlo para que tome aire.
    Desde esta perspectiva, el etnólogo hace a menudo una experiencia particular y casi contradictoria: la del lugar y la de aquello que excede, subyace o no a, o transgrede su orden aparente. El lugar, es un espacio sobre el cual es relativamente fácil leer la estructura social; en numerosos grupos humanos existen reglas de residencia que prescriben a cada uno donde debe habitar en función de su filiación, su edad, y su sexo. La residencia inscribe la vida individual en el espacio público y en la dimensión histórica de la filiación y de la alianza. Aunque , suponen siempre otra dimensión ( un anverso, un doble o una "otra parte"que prolonga el espacio físico de la naturaleza.
    Conozco algunas expresiones de extranjeros que han llegado aquí y perciben un "vacío". Personalmente, estoy pensando en mi abuelo que llegó con 20 años, acompañado de tres amigos, vivían con los montes Apeninos enfrente, y el mar Adríático, como marco. Qué habrá resultado la pampa para ellos un "vacío". Nunca procedieron con un horizonte plano, todo o contrario. Respetaron la otredad pero en la diferencia siempre. La pampa no nos hizo iguales, ni en las festividades ni tampoco en las creencias.
    Referencia: Marc Augé, El Antropólogo y el mundo global, Buenos Aires, Siglo veintiuno Editores, 2014- Publicación del diario La Nación. www.lanacion.com.ar

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