viernes, 16 de diciembre de 2016

Takara: caligrafía japonesa - por el Museo de Arte Oriental, en el Palais

1 comentario:

  1. "Quisiera dar testimonio de lo que se produce por un hecho ya señalado: a saber el de una lengua, el japonés, en tanto la escritura la trabaja.
    Lo importante de que en la lengua japonesa esté incluido un efecto de escritura, es que éste permanezca adherido a la escritura y que lo que es portador del efecto de escritura sea una escritura especializada en el hecho de que en japonés pueda leerse con dos pronunciaciones diferentes: en on‑yomi su pronunciación en carácter, el carácter se pronuncia como tal diferentemente, en kun‑yomi la forma en que se dice en japonés lo que éste quiere decir.
    Sería cómico ver designar allí, pretextando que el carácter es letra, los restos del significante corriendo en los ríos del significado. “... Es la letra como tal quien presta apoyo al significante según su ley de metáfora...” Por otra parte la toma del discurso en el filete del semblante.
    Sin embargo ésta es promovida desde allí como referente, tan esencial como toda cosa, y esto cambia el estatuto del sujeto. Que se apoye sobre un cielo constelado, y no sólo sobre el rasgo unario para su identificación fun­damental, explica que sólo pueda apoyarse sobre el Tú, es decir, bajo todas las formas gramaticales cuyo mínimo enunciado se modifica por las relacio­nes de cortesía que éste implica en su significado.
    *
    La verdad refuerza la estructura de ficción que denoto allí por el hecho de que esta ficción esté sometida a las leyes de la cortesía.
    Singularmente esto parece tener como resultado que no haya que proteger allí nada reprimido, ya que lo reprimido mismo acierta a alojarse en la referencia a la letra.
    En otros términos, el sujeto está dividido como en todas partes por el lenguaje, pero uno de sus registros puede satisfacerse con la referencia a la escritura y el otro de la palabra.
    Sin duda es lo que ha dado a Roland Barthes ese sentimiento embriagado de que con todas sus maneras el sujeto japonés no recubre nada. Este titula su ensayo "El imperio de los signos" (L’empire des signes), queriendo decir: imperio de los semblantes.
    Me han dicho que el japonés la encuentra mala, ya que nada más diferente del vacío cavado por la escritura que el semblante. El primero es pliegue siempre puesto a acoger el goce, o al menos a invocarlo por medio de su artificio.
    Según nuestras costumbres, nada comunica menos de sí que un sujeto, tal que al fin de cuentas no oculta nada. Sólo hay que manipularlos: ustedes son sólo un elemento entre otros del ceremonial en que el sujeto se compone justamente por poder descomponerse. El bunraku, teatro de marionetas, deja ver la estructura absolutamente corriente de esto para aquéllos a quienes ésta dicta sus costumbres mismas.
    Del mismo modo, como en el bunraku, todo lo que se dice podría ser leído por un recitador. Es lo que ha debido consolar a Barthes. Japón es el lugar donde es de lo más natural sostenerse como un o una intérprete, justamente porque no necesita interpretación.
    Es la perpetua traducción hecha lenguaje.
    Lo que me gusta, es que la única comunicación que haya tenido allí (fuera de los europeos con los cuales sé manejar nuestro malentendido cultural), es también la única que allí como en cualquier lado puede ser comunicación, por no ser diálogo: a saber, la comunicación científica.Lacan, Lituraterre, en este blog el 20 de junio de 2011.
    El ideograma oriental para Lacan, es una escritura que resulta vinculada al gesto singualr del ejercicio caligráfico, en el cual, precisamente, "la singularidad de la mano destruye lo universal".Para Miller, constituye el centro de la estética de la letra.
    La poética pictórica de Antoni Tápies, con su obra el símbolo de la cruz: la presencia de esta cruz se configura como central. Tiene que ver con mi apellido. La T. de Tápies transformado en una cruz. El yo del autor desaparece reducido a la cruz de la letra.

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