jueves, 19 de marzo de 2015

El Bardo (Tunisia) Mosaics Museum



Cómo es el Museo del Bardo, blanco del sangriento ataque en Túnez

El escenario del atentado terrorista es uno de los mayores museos del Mediterráneo, con colecciones que atraviesan distintas culturas y épocas históricas. Al menos 19 turistas fueron asesinados

El Museo del Bardo de Túnez, donde al menos 19 personas murieron el miércoles en un ataque, alberga una colección excepcional de mosaicos en un edificio cercano al Parlamento.
La riqueza de sus colecciones, que abarcan la prehistoria y las épocas fenicia, púnica, númida, romana, cristiana y árabe-islámica, es única.
El museo duplicó en 2012 su superficie de exposición para alcanzar los 23.000 metros cuadrados y reorganizó su presentación.
Entre las obras maestras, El triunfo de Neptuno, de 13 metros por 8 metros del siglo II, es el mayor mosaico vertical del mundo.
Otra pieza clave es la colección de mosaicos titulada La alcoba de Virgilio, que representa al poeta autor de la Eneide rodeado de musas.
Instalado en un palacio de la época del Imperio Otomano, el museo acoge a centenares de miles de visitantes cada año y registró su mayor número en 2005, con 600.000 personas. En 2011, año de la rebelión de la Primavera Árabe, sólo lo visitaron 100.000.
El turismo, sector clave de la economía tunecina, quedó muy afectado por las crisis políticas y el surgimiento del movimiento yihadista tras la revolución que derrocó al presidente Zine el Abidin Ben Alí en enero de 2011.
En 2014, los ingresos turísticos registraron un leve crecimiento. El número de turistas bajó, sin embargo, ese año, de 3,2%, hasta 6,07 millones, frente a 6,27 millones en 2013.
Al menos 19 personas han muerto en el ataque al Museo Nacional Bardo en Túnez este miércoles. El lugar estaba repleto de turistas cuando la guardia de seguridad de la Asamblea Nacional, vecina al museo, se percató de que se acercaba un grupo de uniformados que no portaban armas reglamentarias. Tras pedirles que se detuvieran, se desató un tiroteo.
Los asaltantes huyeron, entonces, del edificio legislativo y se refugiaron en el museo, adonde llegaron armados con granadas y disparando rifles Kalashnikov, según los reportes de medios locales.

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AFP www.infobae.com
Mosaico con el poeta latino Virgilio junto a Clío, musa de la Historia, y Melpómene, musa de laTragedia. Museo del Bardo, Túnez; hallado en Susa.Siglo III d. C.
  • Las Bucólicas
  • La Eneida
  • Las Geórgicas
  • Un conjunto de obras menores conocido, desde que Escalígero le dio ese nombre en su edición de 1573, como Appendix Vergiliana, atribuida a Virgilio en la Antigüedad, pero de cuya autenticidad dudan bastantes especialistas modernos, en la que se recogen poemas como CulexDiraeAetnaCirisCataleptonCataleptumMoretumCopaElegiae in Maecentatem
  • En el Culex ("Mosquito"), este alerta en un sueño al pastor que lo mató de que al picarlo le salvó la vida, y por eso el mosquito se ve honrado con una tumba por el pastor.
  • Las Dirae o "Maldiciones" son pronunciadas por el amante de una tierra que ha debido abandonar (arrebatada por unos veteranos del ejército romano); su enamorada Lydia se es honrada por un poema de amor que lleva su nombre y un elogio del campo donde ella vivía.es.wikipedia.org

3 comentarios:

  1. Jacques Alain Miller y Eric Laurent definieron la época como la de “El Otro que no existe” y que evoca de algún modo el “Dios ha muerto” de Nietzsche. Si el Otro no existe y si “Dios ha muerto”, entonces todo está permitido y lo que queda es el goce irrestricto, sin condicionamientos, el cumplimiento del mandato de la hora. Pero ese hedonismo e individualismo no implica que haya hoy menos constricciones morales y menos sentimientos de culpabilidad. Antes la culpa del sujeto era por gozar, mientras que ahora es por no gozar lo suficiente. Todo goce es poco, siempre se puede ir un poco más en un frenesí que no encuentra sus límites ni puntos de detención y que anula el placer. El superyó siempre se las arregla para aparecer por un lado o por otro y poner de rodillas al sujeto. Las violencias actuales no dejan de estar referidas con esa falta de sentido y aparecen en relación al goce sin medidas. Los actuales “linchamientos” a los ladrones y “motochorros” están motivados menos por una necesidad de justicia y reparación de un daño que por el aburrimiento y el todo vale de la época, por la posibilidad que ofrecen para desplegar la propia agresividad en el otro. La difusión de los hechos violentos por parte de los medios de prensa va en esa misma dirección donde se anulan los límites y todo se ofrece como posible. La extrema difusión de los acontecimientos violentos, también son una forma de incitación a la violencia.www.psicologossalta.com.ar

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  2. Texto de Antonio Gutiérrez

    La violencia no deja de ser inherente a la condición humana. Freud sitúa un asesinato en el origen de la humanidad: el asesinato del padre de la horda primitiva por parte de los hijos y la posterior veneración del tótem y la ceremonia sacrificial, es decir, la reconciliación con el padre por la instalación de la culpa (por haberlo asesinado) y el advenimiento de la obediencia retrospectiva. Los hijos de la horda comienzan, por sentimientos de culpabilidad, a obedecer al padre después de muerto.

    La psicoanalista argentina Silvia Ons, en su libro Violencias refiere que el filósofo Gianni Vátimo, inspirado en la obra de René Girard La violencia y lo sagrado, sostiene que las sociedades primitivas lograban mantener la concordia y resolver el problema de la violencia, que amenazaba con desintegrar los lazos del grupo, a través del “chivo expiatorio” hacia donde se direccionaba y proyectaba esa violencia. Luego, la víctima propiciatoria, dice Silvia Ons, era investida con atributos sagrados y convertida en objeto de culto y también de sacrificio por haber frenado la guerra de todos contra todos. Dice Silvia Ons que si al final de Tótem y Tabú Freud evoca la cita de Goethe: “en inicio era la acción”, es porque toda esa obra muestra que en el origen está la violencia y que la religión se monta sobre la conciencia de culpabilidad y el remordimiento. “El lazo entre lo sagrado y lo violento ya lo había establecido Freud”.

    La tesis de la violencia y del odio como iniciales, ya había sido formulada en el pensamiento de Thomas Hobbes a través de su célebre frase:”el hombre lobo del hombre”. En su Leviatán, de 1651, dirá que “en su estado natural todos los hombres tienen el deseo y la voluntad de causar daño” y que es el “contrato social”, el acuerdo civilizatorio, lo que viene a evitar la ley de la selva, la ley del más fuerte. Freud, al igual que Hobbes, sostiene que el odio y la violencia son anteriores y constitutivas y ve en el sujeto humano una disposición a dañar, someter, humillar, doblegar, esclavizar, etc. a los otros, pero a diferencia de Hobbes, no cree que el “contrato social” y la civilización vengan a desterrar la violencia del acontecer humano. La ley simbólica no comporta, para el psicoanálisis, sólo la vertiente mediadora y pacificadora de la palabra, sino también la faz perturbadora y disgregante de la estructura del lenguaje, una violencia concomitante al imperativo moral y al superyó como su expresión más acabada. Freud no necesita localizar la violencia en una categoría social determinada que redima la culpa, sino que la violencia, o mejor dicho la agresividad, es inherente a la constitución subjetiva y a la conformación yoica. Además, para Jacques Lacan el imperativo categórico de Kant, la obediencia irrestricta a la ley moral, no propende al bien del sujeto, sino que, como consecuencia de la culpa, se edifica en contra de su bienestar y comporta un goce y la pulsión de muerte. Si hay algo antipático para la cultura y para los amos, es la teorización freudiana del más allá del principio del placer, el superyó, la pulsión de muerte, la repetición, la división del sujeto contra sí mismo.www.psicologossalta.com.ar

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  3. Libro VII La Eneida

    LIBRO VII

    Tú también a nuestros litorales, oh nodriza de Eneas,

    fama diste inmortal con tu muerte, Cayeta;

    y aún hoy conservan tus honras el lugar y los huesos tu nombre

    en Hesperia la grande -si gloria es eso- señala.

    El piadoso Eneas, celebradas debidamente las exequias,

    levantando el terraplén del túmulo, luego que callaron

    los mares profundos, abre camino a sus velas y el puerto abandona.

    Brisas lo llevan soplando hacia la noche y no oculta el rumbo

    una luna brillante, esplende el mar a la luz temblorosa.

    Pasan rozando las cercanas costas de la tierra de Circe,

    donde la exhuberante hija del Sol recónditos bosques

    hace que resuenen de su canto continuo, y a las luces de la noche

    en moradas soberbias quema el cedro oloroso

    mientras recorre las delicadas telas con afilado peine.

    Se escuchan allí los gemidos y la furia de los leones

    que cadenas rechazan y rugen bien entrada la noche;

    y los cerdos erizados de púas y los osos enfurecidos

    en sus jaulas y el aullido de las sombras de lobos enormes:

    a todos de su aspecto humano la diosa cruel con poderosas hierbas

    los había cambiado, Circe, en rostro y cuerpos de fieras.

    Para que maravilla semejante no sufrieran los piadosos troyanos

    si entraban en el puerto, ni padecieran un litoral cruel,

    Neptuno llenó sus velas de vientos favorables,

    propició su huida y los lanzó más allá de hiervientes escollos.

    Y ya enrojecía con sus rayos el mar y desde el alto éter

    la Aurora brillaba de azafrán en su biga de rosas,

    cuando se posaron los vientos y se detuvo de repente todo

    soplo y se esfuerzan los remos en el tardo mármol.

    Y ve entonces Eneas un enorme bosque

    desde el mar. Aquí el Tiber de amena corriente

    y rápidas crestas y rubio de la mucha arena

    irrumpe en el mar. Alrededor y en lo alto frecuentan

    aves diversas sus orillas y el curso del río

    sabemos; Pico fue el padre de Fauno y a ti, Saturno,

    por padre te tiene éste: eres tú el origen remoto de esta sangre.

    No tenía hijo Latino por sino de los dioses ni le quedaba

    de varones prole alguna, que había perdido en el surgir de la primera juventud.

    Sola guardaba su casa y posesiones tan grandes una hija,

    madura ya para varón, ya con los años de casar cumplidos.

    Muchos la pretendían del gran Lacio y de Ausonia

    entera; la pretendía el más bello que todos los otros,

    Turno, poderoso de abuelo y bisabuelo, a quien la regia esposa

    animaba con ansia sorprendente a unírsele por yerno;

    mas portentos divinos lo impiden con terrores diversos.

    Había un laurel en medio de la casa, en lo más hondo,

    de sagrado follaje y cuidado con reverencia durante muchos años,

    que, se decía, el padre Latino en persona encontró y consagró

    a Febo, al fundar de la ciudad los cimientos,

    y que por él puso de nombre laurentes a los colonos.

    De aquél en lo más alto una nube de abejas

    (asombra contarlo) se instaló, llevadas por el aire

    transparente con intenso zumbido y se colgó con las patas trabadas

    un repentino enjambre de la rama frondosa.




    (...) Poema latino que Virgilio escribió para glorificar a Roma

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