Museo del Barro - Asunción, Paraguay


¿Qué fue lo que descubrió en las expresiones artísticas de estos grupos que lo llevó a fundar el Museo de Arte Indígena?

Una cuestión extraña porque es ver una belleza muy fuerte e intensa. Estos señores trabajan la belleza y no quedan en el puro arrobamiento de ésta porque la conducen a un replanteamiento de verdad y a una fundamentación de situaciones, y eso es exactamente lo que nosotros conocemos como arte. Hoy, lo que el arte quiere es poner en forma ese flujo corrido que es la imagen -una imagen alegórica, un poco melancólica desde el punto de vista del arte erudito, un objeto esquivo que se va resbalando siempre de su propia imagen- sin que eso signifique una renuncia a su condicionamiento social. Eso pasa en el arte indígena porque se dan esos dos momentos. Ellos tienen un mundo de imágenes muy fuertes, pero ese mundo de imágenes remite a otra cosa, y eso es lo que quiere hacer el arte contemporáneo hoy: ver cómo puede acceder a lo real sin renunciar a ese momento de formas. Es un problema serio como problemática contemporánea y, en ese sentido, es lo que a mí me interesa trabajar.

A nivel social, ¿le ha costado que las personas entiendan el arte indígena y el arte popular como tal?

A nivel social hay una cuestión en que la gente casi se acostumbró a ver. Es que lo que hace el Museo es reflejar una situación que ocurre en Paraguay. Es casi ponerle nombre a una cosa que uno está viendo porque lo popular está muy presente e incluso lo indígena, aunque no tenga una presencia inmediata, se ve mucho en vitrina, en exposiciones, en casas en que venden sus cosas. Además, los indígenas circulan y la gente viaja al Chaco, entonces, hay un contacto porque lo indígena no es un mundo muy separado. No es una presencia cotidiana diaria porque siempre tiene una extrañeza, pero no es una cosa radicalmente chocante en términos de imagen. Es poco distante pero no muy distinta. Está ahí. Entonces, comenzar a nombrar eso como arte es casi poner un nombre y al ver las piezas uno sabe que es arte. Nosotros no hicimos un reporte etnográfico o antropológico de las piezas, sino que nuestra mirada fue recalcada justamente en lo estético.

"Todo está espectacularizado"

Durante su carrera, Ticio Escobar ha recibido varias distinciones, entre las que se encuentran condecoraciones, nombramientos, becas y premios. Entre estos últimos cabe destacar el Premio Mejor Crítico de Arte por la Asociación Internacional de Críticos de Arte, AICA; el Premio Príncipe Claus de Holanda por sus investigaciones, corpus teórico y ensayos sobre Arte Indígena; el Premio Sudamérica concedido por el Centro de Estudios Históricos, Antropológicos y Sociales de Buenos Aires y el Premio Bartolomé de las Casas, recibido en 2004 y otorgado por su apoyo a la cultura de los pueblos indígenas.

Además de ello, es autor de textos tales como "Una interpretación de las artes visuales en el Paraguay", "El mito del arte y el mito del pueblo", "Misión: etnocidio", "La belleza de los otros. Arte indígena del Paraguay", "Sobre cultura y Mercosur", "El arte en los tiempos globales", "La maldición de Nemur. Acerca del arte, el mito y el ritual de los indígenas ishir del Gran Chaco Paraguayo" y "El arte fuera de sí", y ha sido invitado en varias oportunidades a nuestro país para realizar charlas o conferencias, como la acontecida esta tarde, en el marco de la inauguración del año académico de la Facultad de Artes.

"El mito del arte y el mito del pueblo" es el primero de sus libros publicado por una editorial chilena, Ediciones Metales Pesados. De esta forma, el libro será presentado el jueves 24 de abril, a las 19:00 horas en el Museo de Arte Popular Americano, y será comentado por Nelly Richard, crítica y ensayista. "Metales Pesados es gente muy seria que, evidentemente, tiene un compromiso con la cuestión cultural, pero ellos son editores que funcionan también dentro de la lógica de mercado y por más que fuese una cosa interesante sino tuviere algún vínculo o alguna resonancia en clave de inserción de mercado, tampoco lo harían", señala Ticio Escobar sobre esta nueva edición.

En el libro, usted menciona que el arte popular tiene una necesidad de cambio, ¿hacia dónde apuntaría ese cambio?

No sé si tiene que ir cambiando, pero va cambiando y hay que asumir eso porque si el arte es siempre un litigio con su propio tiempo. Ha medida que cambie ese tiempo, tiene que cambiar su posición o queda cosificado y se convierte en fetiche. El arte cambia de acuerdo a cualquier forma de arte, de acuerdo a las preguntas, a las respuestas, a los forcejeos que va haciendo con su tiempo. También tiene que ver con las expresiones de las situaciones que tienen las etnias: una cosa eran los grupos dueños de sus territorios, su poder y su dominio, que eran como grandes señores y fuertes guerreros, y otra cosa son grupos que están como miserables y que aún así tienen una vocación de belleza y de forma muy fuerte. Evidentemente sus condicionamientos son distintos y las formas que producen son diferentes, pero son otras formas de arte también.

¿Podemos hablar entonces de arte indígena contemporáneo?

Totalmente.

¿Y qué lo caracterizaría?

Su vigencia, su actualidad, su producción y su vínculo con su comunidad. Eso se traduce en una convicción de formas. En un sentido muy amplio, todo es arte contemporáneo, de su propio tiempo, pero contemporáneo también quiere decir estar peleado con su tiempo, ser anacrónico también, cosa que no acepta el arte moderno. Heidegger lo dice claramente, es un arte que no es sumiso a su tiempo, por eso el arte también es anticipador y por eso también va para atrás, para adelante o a cualquier lado. No es un arte que acepta desesperado por su propia actualidad. Yo creo que toda forma de arte tiene una vocación y una actualidad.

¿Y cómo se resguardan, por ejemplo, los ritos característicos de los pueblos originarios?

Se resguardan como pueden. Dos días antes de venirme tomé unas fotos de un ritual que se hizo en un suburbio de Asunción; rituales que son reformulados, cambiados. En muchos casos, como en los pueblos andinos, se da una turistización de eso y se convierten en espectáculos. Pero hay formas para que dentro de ese mismo espectáculo puedan negociar con esa espectacularización, porque la sociedad del espectáculo trata de convertir absolutamente todo en eso y hay que ver cómo se puede seguir blandiendo una verdad si todo está espectacularizado. Lo mismo pasa con el arte contemporáneo. ¿Hasta qué punto una gran bienal es un show mediático o tiene cosas más o menos genuinas?, ¿hasta qué punto no es un artificio y necesidad de negociar con el mercado sus cuotas de instalación? Todo el arte tiene ese problema, no solamente el arte contemporáneo, y lucha como puede. La propia modernización del arte moderno o, lo que es peor, su globalización, es un desafío diario para el artista que no puede estar ni afuera ni adentro y tiene que encontrar cómo equilibrar esos límites tan precarios.

¿Por qué aceptó publicar este libro en Chile?

A mí me interesan muchísimo cuestiones populares que hay en Chile. Lo poco que vi de los mapuches me trastornó y comenzamos a hacer una modestísima colección con un pequeño lote de joyas mapuches. Yo creo que Chile tiene una preocupación y una obsesión muy fuerte por este tema que, aparentemente no se ve, pero entre los círculos culturales hay algo que va más allá de la palabra conciencia, hay una necesidad de mirar esto. Yo hace tiempo que vengo dando charlas en Santiago y he notado que les interesa muchísimo ese tema. Quizá porque en el arte indígena uno ve casi en estado puro una otredad que le interesa mucho al pensamiento contemporáneo. Suena provocativo hablar de contemporaneidad a lo indígena, pero lo contemporáneo es un poco una paradoja, una supuesta actualización con su tiempo con el cual se mantiene siempre en desajuste. En ese sentido, Shakespeare ya lo decía: "el tiempo está fuera de engranaje". Y el arte crea un dislocamiento con respecto a su propia contemporaneidad. Es contemporáneo en el sentido de que se ubica ante preguntas que la hace su tiempo pero, a su vez, le contesta con otras cuestiones que rebasan ese horizonte de preguntas. Pero el arte tiene que ser eso, por lo menos lo que nosotros entendemos como arte.

Texto y fotografías: Isis Díaz L./ Periodista Facultad de Artes
artes.uchile.cl

Comentarios

  1. "el utopismo revolucionario del deseo de fusión arte/vida, manifestado por las vanguardias, se consuma hoy banalmente en la espectacularización de lo cotidiano que publicitan las sociedades de la imagen, sin ya esperar la transgresión artística que libere alguna fuerza de emancipación artística."
    Este párrafo de Nelly Richard es parte del prólogo a "El arte fuera de sí" de Ticio Escobar, título que coincide con el de la introducción a "La sociedad sin relato" de García Canclini. Ambos reflexionan sobre el retiro de un sentido autónomo en el arte contemporáneo.
    El arte fuera de sí vendría a nombrar un momento de la historia del arte para el que las nociones de autonomía y de especificidad no serían suficientes-aun cuando sean pertinente-para describir el paisaje estético contemporáneo.en :
    Florencia Garramuño, Mundos en común- Ensayos sobre la inespecificidad en el arte, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2015

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