VIVIMOS BAJO UNA LEY TECNOLÓGICA DE CARACTER TOTALITARIO
La existencia de una ley no escrita derivada del cambio tecnológico, que convierte en obligaciones lo que en un principio eran simples ofertas opcionales, fue denunciada ayer por el psicoanalista y psiquiatra británico Ronald Laing en una meditación realizada ante un público estudiantil madrileño. La conferencia de Laing, que estuvo apenas veinticuatro horas en Madrid, inauguró el ciclo de actividades culturales de la facultad de Derecho de la Complutense.
La serie de influencias sobre el ciclo vital, desde el nacimiento hasta la muerte, que se derivan del cambio tecnológico ha sido calificada por sociólogos franceses con la palabra biopolítica, señaló Laing, quien afirmó que la ley tecnológica se basa en que "lo que no está prohibido está permitido, y lo que no está permitido está prohibido", sin que exista una zona neutra de opciones ni prohibidas ni permitidas."El hecho del nacimiento", afirma Laing, "es ilustrativo de la monitorización total de los procesos vitales que se produce constantemente. Los niños ya no nacen: son extraídos de la madre por un procedimiento químico-quirúrgico que se parece tanto al nacimiento como la inseminación artificial a la relación sexual".
Esta situación se repite en la educación preuniversitaria, que en un principio era un privilegio ofrecido a los individuos de una sociedad, que se podía tomar o dejar. "Ahora tenemos asumido que debemos saber leer y escribir a una determinada edad", razona Laing, "y si no lo hacemos tendremos dificultades. Es una oferta que ya no se puede rechazar. La educación ha pasado de ser una promoción del potencial humano, como indica su sentido etimológico, a constituir un proceso en el que la inducción de la conducta, en un ambiente totalitario, es tan importante como el aprendizaje de determinada materia".
Escepticismo crítico
Laing afirma que no condena esta situación, sino que sólo la describe. "Los intelectuales debemos mantener un escepticismo crítico ante cualquier forma de poder, y este es el nuevo poder, que trasciende las distinciones sociales e interpenetra toda la estructura social".En su exposición ante los estudiantes, Laing amplió de forma didáctica su teoría con otros ejemplos. "Para mí, existen procesos que no son patológicos, como las inversiones de ritmo en la vigilia y el sueño, pero que la sociedad no acepta. Se pretende aplicar la misma ley para todos y no se acepta que alguien prefiera dormir de día y permanecer despierto de noche. Todo esto es muy extraño".
"Se nos monitoriza constantemente y no se aceptan diferencias hasta en cosas aparentemente sin importancia. A los niños les vigilan si hablan mucho o poco o no hablan, si se mueven demasiado o demasiado poco". Laing citó el caso de un niño hiperactivo al que su médico trató con medicamentos psicotropos sin que los padres pudieran rechazar el tratamiento. "No se castiga al niño, pero se le trata para adecuarle a la norma general".
La prevención como obligación
La ley tecnológica abarca también la muerte, que se produce cada vez más en hospitales, controlada y sin que nadie advierta al enfermo de su inminencia. En cuanto a la prevención sanitaria, Laing advierte en su desarrollo una nueva manifestación de este poder totalitario, difuso y sin rostro, que tiende a controlarlo todo."Un reciente informe del Colegio Británico de Médicos aconsejaba sobre la necesaria prevención de nacimientos de alto riesgo. El medio es que las mujeres se hagan examinar antes de quedar embarazadas para evitar el embarazo si así se lo aconsejan los médicos, o evitar quedarse embarazadas de un hombre determinado. En caso de embarazo de alto riesgo, el médico puede aconsejar el aborto. Poco a poco se va pasando de una oferta hecha por la sociedad -la posibilidad de evitar el embarazo o la posibilidad de abortar- a una imposición de la sociedad -debe evitar el embarazo o debe abortar-. Dentro de diez años la pregunta será: ¿tiene esta mujer permiso especial para no abortar?".
El tipo de poder a que se refiere Laing está sustituyendo, aunque no lo ha destruido totalmente todavía, al poder económico y social, al de la autoridad eclesial, al derivado de las distintas opciones políticas -capitalismo, socialismo-, al poder derivado de la edad y la experiencia.
"Es un poder que no respeta a las personas, ni a la edad, ni a la autoridad divina; no está basado en convicciones personales, sino que descansa en objetivos independientes de todos nosotros; es un poder basado en el pragmatismo, el relativismo, el oportunismo; es un nihilismo relativo".
A preguntas de los estudiantes, Laing rechazó la utilización de la violencia y la locura como respuesta a esta situación. Aunque no dio soluciones, señaló que "no estamos impotentes: existe una dialéctica con este poder, aunque no podamos mirar atrás, porque la situación es totalmente nueva. Es una ley que no se puede abolir, porque no está escrita".
Citó a Jesucristo: "Donde dos o más personas se reúnen en nombre mío, allí estaré yo", para significar que la única solución es la interrelación entre las personas para enfrentarse a este poder. Ante la extrañeza de alguno de los estudiantes por su utilización de términos religiosos, Laing afirmó que el peligro de la referencia a la religión está en la deformación que ha sufrido todo lo religioso desde su origen.
Ronald Laing ha sido uno de los principales promotores de todo un movimiento de condena de la psiquiatría tradicional, centrado en su labor en la Philadelphia Association, que ha presidido desde 1964 a 1981. Sus últimos trabajos estudian la evolución de la conciencia embrionaria y la experiencia del nacimiento como factor influyente en la vida posterior.
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Domingo, 20 de julio de 2008
R.D. Laing junto a su segunda esposa, Jutta.
R.D. Laing junto a su segunda esposa, Jutta.
El psiquiatra desquiciado
Tuvo 10 hijos con cuatro mujeres diferentes. Pero el psicoterapeuta de familia más reputado del siglo XX fue incapaz de mostrar por su propia saga la compasión que sentía por sus pacientes. Fue alcohólico, adúltero, maltratador, déspota… Por su culpa algunos de sus vástagos sufrieron serios desequilibrios mentales en la edad adulta. La vida y obra del polémico escocés R.D. Laing queda al descubierto en la biografía que le dedica su hijo Adrian. «r.d. laing. una vida» es un duro ajuste de cuentas que desvela capítulos desagradables de uno de los pioneros en tratar la esquizofrenia.
Adrian Laing, hijo de R.D. Laing y autor de su biografía.
Adrian Laing, hijo de R.D. Laing y autor de su biografía.
Una imagen del psiquiatra escocés, autor de 'El yo dividido' (1965) y pionero en lo que se dio en llamar 'antipsiquiatría'.
Una imagen del psiquiatra escocés, autor de 'El yo dividido' (1965) y pionero en lo que se dio en llamar 'antipsiquiatría'.
Por ELIZABETH DAY y GRAHAM KEELEY
Antes de hablar, Adrian Laing toma un sorbito calculado de su cappuccino. «Cuando alguien me pregunta qué ha significado para mí ser hijo de R.D. Laing, siempre respondo que una mierda pinchada en un palo», comenta echándose a reír. «No deja de resultar irónico que mi padre llegara a convertirse en un personaje famoso como psiquiatra de familia cuando, al mismo tiempo, no tenía nada que hacer con la suya propia», explica el vástago de este escocés, nacido en 1927 y fallecido en 1989, y que fue uno de los psicoterapeutas más influyentes del siglo XX.
Mientras Adrian charla en un modesto café del norte de Londres, cerca de su casa de Highgate, un puñado de personas se han congregado muchos kilómetros al sur, en Formentera, para llorar la muerte de Adam, el hermanastro de Adrian. Adam, hijo mayor del segundo matrimonio de R.D. Laing, fue descubierto en una tienda de campaña en una finca privada. En un primer momento apuntaban a que el hombre, de 41 años, había consumido drogas y que podía tratarse de una borrachera intencionadamente suicida como reacción a la ruptura de su relación, en este mismo año, con su novia Janina. El análisis post mortem concluyó que Adam, de complexión fuerte y aparentemente sano, había muerto de un ataque al corazón.
A pesar de su carácter extrovertido, Adam llevaba algún tiempo sin estar bien. «Creo que heredó esas tendencias depresivas de su padre», sostiene el psicoterapeuta Theodor Itten, que fue alumno de R.D. Laing y que con el tiempo se hizo muy amigo de la familia. El doctor Itten subraya que la ruptura del matrimonio de sus padres (la madre de Adam, Jutta, se separó de Laing en 198?) le afectó gravemente. «Con ?5 años era rebelde, incluso dejó de estudiar. Creo que Adam pasó una temporada muy triste. Trató de encontrar refugio en el tabaco, algunas veces también en las drogas y en el alcohol, como una especie de automedicación», revela.
Muchos de los amigos que Adam tenía en la isla de la que hizo su hogar no tenían ni idea de quién era su padre. «Nunca hablaba de él», afirma Héctor Puig, de 47 años, un manitas que se dedica a trabajos de carpintería. De haberlo sabido, se habrían quedado impresionados por la tremenda paradoja de que una de las más fecundas aportaciones de Ronald David Laing a la psiquiatría en los años 60 y 70 fuera que estableciera la conexión entre la angustia o la fatiga mental y una educación familiar disfuncional. Laing escribió en 1967 que «desde el momento del nacimiento [...] el recién nacido está sometido a estas fuerzas de violencia que llamamos amor, como antes lo estuvieron su madre y su padre. El interés principal de estas fuerzas es la destrucción de la mayor parte de sus potencialidades. En general, esta empresa se salda con éxito».
La teoría de Laing es que la locura podría entenderse como reacción a «la escisión del yo».
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