POLICASTRO-REALISMO SOCIAL EN ARGENTINA
Al preguntársele sobre su biografía respondió: "Es una historia triste como la de todos los pobres". Enrique Policastro, desde pequeño tuvo que ayudar económicamente a su familia al quedar huérfano de padre. Fue un pintor autodidacta. Observando al pintor español Vila y Prades hizo sus primeros ensayos de color; en realidad su único maestro fue el museo, en muda contemplación aprendió a pintar conforme a su propio temperamento. Su historia artística comienza verdaderamente en 1925 con tres obras, "La Obrerita", "Doña Carmen del Parque Patricio" y "Las traperas", al Salón Nacional de Bellas Artes.
En la misma dirección de solidaridad con las clases populares se constituyó el movimiento de Boedo, que congregaba a artistas y escritores alrededor de la revista "Los Pensadores". Pero el grupo de Boedo sacrificaría los valores plásticos de la pintura a su contenido ideológico, por lo cual se minimizó lo que era escencialmente pictórico. No obstante, dejó su semilla y la bandera de la pintura social fue enarbolada por una nueva agrupación que también intentó el acercamiento al pueblo. Las figuras más prominentes dentro de esta línea fueron Antonio Berni, Lino Spilinbergo, Juan Carlos Castagnino, Demetrio Urruchua y Raquel Forner. Las características del nuevo realismo social eran: dibujo objetivo capaz de acentuar los efectos que concurren al fin de la denuncia social, modelado imitativo y resonancias oscuras y hasta dramáticas del color, elección de temas que reflejan algún aspecto triste o doloroso de la realidad.
Policastro se destacaba en el grupo por una personalidad bien definida, por su propia cosmovisión y manera de encarar la pintura. Posteriormente formó un cuarteto con Berni, Castagnino y Urruchua en exposiciones y publicaciones. Los unían las mismas ideas y convicciones: el antifascismo y antifranquisco, además de la simpatía por los movimientos revolucionarios latinoamericanos. Sin embargo, sería erróneo creer que Policastro sometió su arte a la ideología. En efecto, la pintura y el arte estuvieron para él en primer lugar.
Suburbio
ResponderEliminarEnrique Policastro, hijo de obreros, de formación autodidacta (1), consolidó en los años cuarenta un lenguaje propio constituido por una paleta sobria, visualmente despojada, definida por un pesado empaste y una iconografía de figuras tortuosas, empobrecidos paisajes rurales y suburbanos. Como sostuvo Alberto Collazo, Policastro puede ser comprendido desde la categoría de un realismo entendido, a la vez, como síntesis expresiva e intencionalidad dramática (2).
Aunque pueda parecer exagerado el juicio de “toda la pintura de Policastro constituye el mejor alegato por la reforma agraria” (3) no es errado tenerlo presente cuando observamos su obra: no hay un doloroso anecdotario costumbrista sino un programa político en esos paisajes de ranchos, en las figuras esquemáticas, en el contraste entre los fondos de cielos y la materia densa de los primeros planos, lograda mediante la aplicación de capas pictóricas, raspadas con espátula y nueva suma de materia (4). Es un artista de los realismos, acorde con los ideales comunistas y el pensamiento de naciones oprimidas como identidad americana.
El título de la pintura, Suburbio, indica que probablemente se represente la situación de miseria del Bajo Flores –espacio que luego recorrió Antonio Berni con Juanito Laguna–. Estas obras señalan la opción de los migrantes rurales bajo el capitalismo industrial que no han tenido la suerte de la proletarización: el infortunio de la miseria. Representa el rancho de la zona de basurales y las dos figuras, madre e hija, como huellas en el centro desplazado de la tela. Con certeza Policastro las ubica en la mitad inferior de la composición. El horizonte, entonces, es lejano como el futuro.
Roberto Amigo www.bellasartes.gob.com.ar