lunes, 26 de septiembre de 2011

AUTORRETRATOS,DIBUJOS Y PINTURAS

Autorretratos, Dibujos y Pinturas de Baudelaire
Autorretrato
Autorretrato bajo los efectos del haschisch
Autorretrato
Autorretrato
Autorretrato
Autorretrato en pluma
Autorretrato
Autorretrato en pluma
Autorretrato
Autorretrato
Autorretrato
Autorretrato
Dibujo de Baudelaire
Dibujo de Baudelaire de la inspiratriz
del poema Berta
Dibujo de Baudelaire en Pluma
Dibujo de Baudelaire en Pluma
Dibujo de Baudelaire
Dibujo de Baudelaire sobre su obra
"LA FANFARLO"
Janne
Retrato a pluma de Janne Duval por Baudelaire hecho de memoria
Jeanne Duval por Baudelaire 
Jeanne Duval por Baudelaire
Asselineau
Retrato de Asselineau
por Baudelaire-pluma
Manuscritos
manuscrito
Manuscrito de LOS SIETE VIEJOS
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Manuscrito de El Vampiro
FIRMA DE CHARLES
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2 comentarios:

  1. La Fanfarlo

    De La Fanfarlo
    Por Charles Baudelaire
    Traducción de Nydia Lamarque 1º edición, 1961, México, Editorial Aguilar.

    (...) Nos hemos dedicado de tal manera a sofisticar nuestro corazón, hemos abusado tanto del microscopio para estudiar las repugnantes excrecencias y las vergonzosas verrugas de que está cubierto, y que agrandamos a voluntad, que es imposible que hablemos la lengua de los demás hombres. Ellos viven para vivir, y nosotros, ay de mí, vivimos para saber. En eso reside todo el misterio. La edad cambia sólo la voz, y hace caer solamente los dientes y los cabellos; nosotros hemos alterado el acento de la naturaleza, hemos extirpado uno a uno los virginales pudores que erizaban nuestro fuero íntimo de hombres decentes. Hemos hecho psicología, como los locos, que aumentan su locura esforzándose por comprenderla. Los años sólo invalidan los miembros, y nosotros hemos deformado las pasiones. Desdichados, tres veces desdichados los padres achacosos que nos hicieron raquíticos y sin suerte, ¡predestinados como estamos a no engendrar más que hijos muertos!
    —¡Más Cornejas! —contestó ella—; ¡vamos, deme el brazo y admiremos esas pobres flores a quienes hace tan felices la primavera!
    En vez de admirar las flores, Samuel Cramer, que había caído en trance de elocuencia, comenzó a poner en prosa y a declamar algunas malas estrofas compuestas en su primer estilo. La dama lo dejaba hacer.
    —¡Qué diferencia y cuán poco subsiste del mismo hombre, excepto el recuerdo! Pero el recuerdo no es más que un nuevo sufrimiento. ¡Hermoso tiempo aquel en que la mañana no despertaba jamás nuestras rodillas entumecidas o quebrantadas por la fatiga de los sueños, en que nuestros ojos claros reían a la naturaleza entera, en que nuestra alma no razonaba sino que vivía y gozaba; en que nuestros suspiros se exhalaban dulcemente, sin ruido y sin orgullo! ¡Cuántas veces, en los ocios de la imaginación, he vuelto a ver alguna de esas hermosas veladas otoñales, en las que las jóvenes almas hacen progresos comparables a los de esos árboles que crecen varios codos con la velocidad del rayo! Entonces veo, siento, entiendo; la luna despierta las grandes mariposas; el viento cálido abre las damas-de-noche y se adormece el agua de los vastos estanques. Oiga usted con el alma los valses súbitos de un piano misterioso. Los perfumes de la tormenta entran por las ventanas; es la hora en que los jardines están llenos de vestiduras rosadas y blancas que no temen mojarse. ¡Los matorrales complacientes enganchan las fugitivas faldas, los cabellos castaños y los bucles rubios se mezclan en torbellino! ¿Se acuerda usted aún, señora, de los enormes almiares de heno, por los que se bajaba tan rápidamente, de la vieja nodriza, tan lenta para perseguirla, y de la campana tan pronta a llamarla bajo la mirada de su tía, en el gran comedor?
    La señora de Cosmelly interrumpió a Samuel con un suspiro, quiso abrir la boca, para rogarle sin duda que se detuviera, pero él había retomado ya la palabra.
    —Lo más desolador —dijo— es que todo amor tiene siempre mal fin, tanto más malo, cuanto más divino, más alado fuera en sus comienzos. No hay sueño, por ideal que sea, al que no se vuelva a encontrar con un rorro glotón colgado del pecho; no hay retiro, no hay casita tan deliciosa o ignorada como para que no venga a abatirla el azadón. Y por lo menos esta destrucción es sólo material: pero hay otra, más implacable y más secreta, que ataca las cosas invisibles. Figúrese usted que en el momento en que se apoya en el ser de su elección para decirle: "¡Volemos juntos a buscar el fondo del cielo!", una voz implacable y seria se insinúe en su oído para decirle que nuestras pasiones son mendaces, que nuestra miopía nos hace ver hermosos los rostros y nuestra ignorancia bellas las almas, y que llega fatalmente un día en que, para la mirada más clarividente, el ídolo no es ya más que un objeto, no de odio, ¡sino de desprecio y de estupor!
    . (...) Es la única novela de Charles Baudelaire.

    lamaquinadeltiempo.com.ar

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  2. Puedes despreciar los ojos más célebres,
    ¡Bellos ojos de mi niña, por donde se filtra y huye
    Yo no se qué de bueno, de suave como la noche!
    ¡Bellos ojos, volcad sobre mí vuestras deliciosas tinieblas!

    ¡Grandes ojos de mi niña, arcanos adorados,
    Os parecéis mucho a esas grutas mágicas
    Donde, detrás del montón de sombras letárgicas,
    Centellean vagamente tesoros ignorados!

    ¡Mi niña tiene ojos oscuros, profundos y enormes,
    Como tú, Noche inmensa, iluminados como tú!
    Los fuegos son estos pensamientos de Amor, mezclados de Fe,
    Que chispean en el fondo, voluptuosos o castos.
    es.wikisource.org "Los ojos de Berta"

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