PASTELA CARLOS ALONSO POR RODRIGO CAÑETE

Comentarios

  1. ¡ FELIZ CUMPLEAÑOS!

    La Pastela es muy buena, excelente. Aprendo mucho. Gracias!

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  2. Para no perder el rumbo, será "Puro Lino". Dependencia de su deseo respecto del deseo de un OTRO quien le otorga un nombre de artista como propio.
    Utiliza el pincel caligráfico ante lo que no engaña, como coartada fálica ante la imagen especular de su maestro ante el cual se deshace toda la trama de la que es cautivo: militancia, política, intereses comerciales, entre el pop y el expresionismo algo de play boy, o turista y este punto de sacerdote-artista; por el cual espera el: "Tú eres el que me seguirás". Está cautivo de la pulsión escópica ante quien se presenta como "the eye and the I" en un dar a ver, mirada vertical que inspirará sus retratos de ancianos y su identidad artística.
    Recorrerá a Bacon Dubuffet, Van Gogh, Velázquez, Spilimbergo, sin dejar de ser :CARLOS ALONSO.

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  3. (...)La historia abierta de Alonso está, hasta ahora, indisolublemente entramada con los sucesos que fueron atravesando la historia de nuestra sociedad y ello atraviesa, también, impregna, su arte. Conjuga, al mismo tiempo, las letras con las imágenes pues ilustró textos de todos los tiempos y paradigmáticos como “La Divina Comedia”, “El Quijote”, “Martín Fierro” y “El matadero”.

    Ya en 1953 se dice de él: “Alonso penetra en la órbita del arte con los sentidos alerta. Es decir, en la plenitud de todas sus posibilidades”. Y sus posibilidades serán muchas, pero mayormente marcadas por un halo de tragedia.

    En 1956, de su segundo matrimonio, nace su hija Paloma. La carrera del pintor se extiende internacionalmente, desborda las fronteras como ocurre también con las fronteras de las escenas de Alonso en muchos casos.
    David Viñas, su coetáneo, comentará “La pintura de Alonso nos intranquiliza... A partir de un juego permanente de contrastes, los perfiles más nítidos se van arrancando de una serie de masas sombrías y la tensión dramática se plantea... los personajes surgen embardurnados como sometidos; en los ademanes en que se alzan, sus perfiles se recortan definiéndose, humanizándose. Por eso cuando los hombres de Alonso se ponen de pie,... alcanzan su mayor dimensión humana”.

    1976 es un año decisivo y decisorio en la historia de este artista: es el año de su exilio que convoca en él estas palabras: “...A pesar de que uno salva la vida, queda, digamos, sin patria, sin elementos, sin sus fuentes. Yo recuerdo que quedé tan desconectado de la realidad que empecé a pintar en ese momento cosas de museos, a revisar la historia a través de los pintores porque me quedé sin raíz”.

    Pero las raíces humanas de Carlos Alonso todavía tenían un arraigo que es arrancado de cuajo, sin piedad, sin consideración alguna por esa condición humana: en 1977 su primogénita, Paloma, desaparece a merced de “Manos anónimas”. A partir de allí, se abre para Alonso la reedición del infierno con el cual él había querido atraverse a través de la sublimación. Paloma abre la incógnita de un destino que de tan abierto se cierra sobre sí mismo, pasa a ser una “N.N”. El infierno del anonimato cierra su joven historia. Para Paloma y para su padre no hay, no existirá el resguardo humanizador, en tanto simbólico, de una inscripción tumbal.





    “Manos anónimas”. Testimonio de lo más siniestro que, siguiendo las palabras mismas de Alonso, se tienen que confrontar, algunas veces, algunos humanos: la muerte de un hijo. “Manos anónimas”, “... pertenecen a una parte de la propia historia a la cual uno no puede renunciar, porque hay cosas... que afectan para siempre. Si uno pierde un hijo (eso) te marca definitivamente.

    Pero para Alonso, siguiendo sus decires “Dibujar es romper el miedo y el silencio”.Como dijimos a Mahler no le alcanzaron las palabras: hizo música. A Alonso no le alcanzaron las palabras como lo dice en la última cita que hemos hecho de él: apela al dibujo y a la forma. La muerte de un hijo es ese Real que se enuncia: imposible de simbolizar.

    Dos seres de múltiples destierros: Mahler hizo apostasía de su judeidad para alcanzar un podio más alto; Alonso, como él mismo expresara, debió desengarzarse de sus raíces y vagó sin rumbos hasta atreverse con los infiernos.

    En ambos hizo peso lo ob-sceno de la muerte que, como sabemos, carece de representación, al menos de representaciones de palabras.

    ¿Qué decir ante la muerte prematura de un hijo, ante el peso de lo siniestro que hunde al ser en la nada de palabras?

    Nada más que decir el silencio, ese silencio majestuoso que hará quizás que el ángel muerto parta con nuestros deseos prietos en sus pequeñas manos porque ya nunca jamás verán la luz.

    Es de una vez y para siempre “... la creciente oscuridad...” que ensombrecerá por la imposibilidad de la humana trascendencia, al objeto-ser que se impone en su inmanencia.

    Un hijo muerto no deja de no estar en su eterno retorno en la vida de sus padres.



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