HERMANN NITSCH - ACCIONISMO VIENÉS-CENSURADO EN MEXICO



Pinturas coloreadas
CIUDAD DE MÉXICO, 24 de febrero.- Un arte con miras directas a configurar la realidad –principalmente áreas pre-formadas de realidad– debería proceder de una pintura que considere al color como sustancia en sí misma, como una pasta a ser untada y embadurnada, como un fluido a ser chorreado y vertido. El rango de color no es importante. Fui displicente con la diversidad de colores en favor del rojo, el color que señala carne y sangre. El color de la carne, de la pasión, del exceso dionisiaco y de la cruz fue lanzado con gran fuerza sobre la superficie pictórica. El extático proceso pictórico devino en una orgiástica, analíticamente criada, lo que intensificó un exceso sadomasoquista de base. Los territorios interiores de la sique, así como los del cuerpo, fueron expuestos. Carne y sangre, los empapados intestinos y mesenterios se hicieron visibles, devinieron en un medio compositivo que sobrepasó al color, llegando más allá del cuadro pictórico. Mis últimas pinturas no resuenan desde la tragedia del exceso exclusivamente. Hubo una renuncia a la sola concentración del rojo (sangre), que sublimó en el uso de todos los colores del espectro. Los colores de la felicidad, de la exultación, del festín, del éxtasis, de la exuberancia, de la agitada resurrección, colores de visiones cósmicas y soles extranjeros, luz violeta-blanca de flamas y flashes de una ardiente y fundida galaxia son los que determinan mi pintura. El halo de la sonrisa resurrecta en frente de la noche cósmica. Los colores de la madurez, del otoño, de la abundancia, son los que se verterán. Los ojos deberán ser capaces de probar vino fermentado desde el color. Siempre he sentido que mi teatro es un ritual y un culto para la vida, así también las pinturas asociadas a mi teatro. El pintor –el celebrante– utiliza una vestimenta ritual. La túnica de pintura mancillada y manchada es un sismógrafo de la pasión y del renacer de todo lo que es creado. Los jeroglíficos de la coincidencia se muestran espontáneamente en la túnica, sin que el pintor conscientemente eche una mano. Con fines purgatorios la pintura se lava en la túnica. Es el descenso al exceso del sacrificio, a la tumba, a la noche de la muerte, al universo, a la nada que se imprime con la humedad de la sangre. La pasión, la kénosis y la “sangre sudada” del pintor se inscriben en la túnica. Colores lúcidos y brillantes del arcoíris, de la resurrección y del eterno y recurrente génesis de grandes expansiones, son igualmente esparcidos en la tela blanca de algodón. El acomodo y la interrelación de los colores en el sentido de la forma tiene mucho que ver con preparar un inmaculado, puro y concentrado alimento
–litúrgico–, parecido al sacramento. Una compresión y metamorfosis de la realidad emerge, comparable a la transubstanciación. Nuevas conexiones acumulativas, así como una nueva y superior sustancia de lo real llegan. El pan y el vino devienen –para el creyente cristiano– en la carne y la sangre de Dios mediante la transubstanciación, cuota que al ser bebida imparte una creativa y perpetua participación del todo, así como una recurrencia en la vitalidad eterna del ser. La compresión, el cambio del mundo iniciado por la forma, nos arroja hacia el ser y hacia el agarre del todo. Los cinco sentidos entrenados por la Gesamtkunstwerk1 se activan sinestésicamente mediante la pintura, y nos colocan en un estado de vida intensa. En el Teatro de Orgías y Misterios2 factores tanto del olfato y el gusto, colores tonales, colores visualmente perceptibles y cosas tácticas confrontan a los participantes. Los colores, las temperaturas del color de las pinturas conllevan sus conexiones sinestésicas consigo. El color debe ser susceptible a probarse, olerse, tocarse y transmitirse como un zumbido sonoro. Lo háptico continúa siendo esencial. La pasta de color es embarrada en la tela como manteca sobre pan. El limo de color se engrasa en la pintura, el espeso fluido de color mana y salpica en la imagen. El ojo y la mano sienten un espectro de texturas. Asimilar las esencias demanda los cinco sentidos, lo que a fin de cuentas culmina en degustación. Entender una imagen debería conducir a las profundidades de la degustación. El color constreñido por la forma es saboreado con la paleta del ojo, como el consagrado pan sin levadura y el consagrado vino, como la carne y sangre de Dios, que operan en nosotros como la sustancia esencial del universo perpetuando al ser. Incorporar, comer y beber, encender el metabolismo –el registro de los valores de gusto– es el componente principal del Teatro de Orgías y Misterios.

El color como el centro de la pintura
La noche, la más grandiosa ausencia posible de luz, nos guía de regreso a la oscuridad del útero –hacia el estado vegetativo del útero, el que difícilmente conoce la experiencia sensible del ojo– e incluso más profundo, nos guía a la no-existencia de nuestros cinco sentidos, hacia lo no nacido, y a lo todavía no procreado, al nirvana, a la nada, al no ser. El iridiscente fenómeno de la creación entera está perdido en el vacío.
Reversando esta perspectiva vemos al ser surgiendo de la nada, trayendo las fuerzas de la naturaleza al frente, soles, sistemas solares, mundos. Los soles devienen en seres, los átomos se parten, calor, la luz irradia. La vida es homologada. Nuestros sentidos evolucionan y experimentan al mundo. Nuestros sentidos del olfato, gusto, tacto y oído se desarrollan. Los colores afectan nuestro cerebro, morado, rojo sangre, rojo signante, violeta, rojo tulipán, rojo vino. Violetas y ciclámenes emiten su liliáceo-magenta. Las rosas exhalan rojo, anaranjado y amarillo, y luego el color blanco, el color de la luz. Los botones de las azucenas, lilas y árboles frutales también son blancos.
Los colores son registrados por los órganos perceptuales de los insectos. Los colores tientan a los insectos hacia lo dulce de la vida, trayendo reproducción y crecimiento. Los colores son la más sutil manifestación de todo lo que existe. Los colores aparecen cuando el devenir y la vida están en el trabajo, cuando todo es sobre la continua resurrección de aquello que existe. Vislumbro la expresión facial del redentor resucitado en el altar de Isenheim, destellando amarillo, un brillante amarillo-sol, una lustre sonrisa blanquecina, rodeada por un halo de luz y color. Este Cristo sonriente se revela a sí mismo en frente de la noche del cosmos decorado con incontables soles. Obteniendo conciencia del cosmos eterno ocurriendo eterna e infinitamente. La expresión facial de Dios irradia una luz cegadora, una sagrada luz.
El color puede abstraerse mediante la disección de la luz en tonos cromáticos. El tono rojo, el amarillo, el naranja, el blanco, etcétera, puede existir solitario en nuestros pensamientos, sin necesidad de retenerse en sustratos materiales. El arte nos permite jugar con colores, a festivamente acomodar colores en una superficie. Los colores aplicados en la superficie en el sentido de una forma es lo que llaman pintura.
Al inicio intenté embarcar por un camino distinto. Casi al final del siglo XIX un marcador de falsas ideas fueron dejadas atrás. Inspirado por Friedrich Nietzsche, la vida como tal fue afirmada. Sigmund Freud nos enseñó que la sexualidad es algo natural, y que es importante no reprimirla. El sicoanálisis arrojó luz a que nuestra percepción sensorial es considerablemente más rica que la sociedad, a lo que las nociones heredadas de culpa, religión y civilización permiten.  Lo “sucio”, lo “impuro”, toda percepción sensorial y los sentimientos atados a lo erótico, a olores intensos, a las experiencias del cazador, del carnicero, al fisiólogo, a todo lo que lidia con las sustancias del cuerpo, heces, órganos internos, carne cruda, intestinos, secreciones y sobre todo sangre, se hicieron tabú. Todas las sustancias, todo lo que es baboso y mucoso, asociado de inmediato con las funciones sexuales del cuerpo, todos estos campos de realidad que fundamentalmente demandan profundidad, intensidad y registros sensoriales, fueron extensivamente reprimidos.
He contribuido a desarrollar una pintura que explora todos estos campos reprimidos, conectada a las experiencias del sicoanálisis. El color tonal no era el punto principal, más bien la sustancia del color devenía en la preocupación esencial, junto con la fluidez y la pastosidad. En mis pinturas de acción a colores (sustancias), los fluidos se embarraban, chorreaban y vertían. Una extática pintura dionisiaca se desarrolló. Las posibilidades de registro y perceptuales expulsaron la represión, experimentando lo excesivo, secretamente hecho como por un sismógrafo, vuelto perceptible, emergiendo a la conciencia a través del arte. La abreacción que hace manar a la consciencia fue instigada. Mi pintura de acción es de gestos extremos y la actuación física es esencial. La característica procesual de esta pintura tiene una orientación teatral dramática. Lo que pasa en el tiempo es importante, y la aproximación seguida en el Teatro de Orgías y Misterios es presente. De hecho, el performance de mi Teatro de Orgías y Misterios devino de la pintura de acción. Mi pintura de acción es la gramática visual de mi teatro performático en la superficie (pictórica). La acción deja la superficie (pictórica), entra en el espacio y los eventos reales que ocurren son escenificados. La pintura de acción es un ritual básico del Teatro de Orgías y Misterios. Por treinta años empleé el rojo porque es el color más intenso y una ejemplificación extrema de la fluidez que debía ser demostrada, mientras la analogía a la sangre era obvia.
La pintura de acción fue y es para mí una externalización del asesinato –abreacción–, matanza, cacería y guerra –sangre salpicada y dispersa–, cercana al autosacrificio en la cruz, al autoabandono gravitando hacia el desmembramiento extático del dios Dionisio, hacia una externalización total, y al descenso hacia el terreno del mito, de extremas situaciones arquetípicas.
Reduje mi pintura a una definitiva uniformidad monocromática sugestiva. Le di a la sustancia del color el único color posible para mí, el color de la sangre, rojo. Para el performance “teatral”, devenido de mi pintura, recurrí a la sangre. Mi teatro es un teatro visual y la pintura una escenificación de eventos que realmente sucedieron, en la que el color se vuelve sangre y carne. Un leitmotiv fundamental de mi teatro performático es el destripamiento de un cordero despellejado, crucificado de cabeza. Entiendo esta parte de la acción como una extensión del acto pictórico. El actor –el pintor– escudriña con ambas manos, hasta el codo, en las entrañas inundadas de plasma. Agua caliente y sangre se esparcen en una sábana blanca. Las vísceras que comprimo y moldeo son para mí colores pastosos que aplico a la pintura. La sangre se esparce como pintura roja. La pintura de acción se vuelve el verdadero suceso extático y escala a un festival de existencia en el Teatro de Orgías y Misterios.
Desde mediados de los sesenta empleé en mis pinturas de acción colores que, a pesar de ser extremadamente luminosos eran suficientemente materiales y podían ser vertidos y salpicados. Al mismo tiempo quería integrar color puro –casi sin sustancia– al Teatro de Orgías y Misterios a través de proyecciones. Todos los colores del espectro habían de ser proyectados en el performance de la acción, en una superficie gigante, sucediendo en conjunto con varios sonidos, olores y sabores. En ese tiempo escribí un corto manifiesto.
CARNE__________+___________(luz) COLOR
carne_____________________________> color

carne
anal, lucha sadomasoquista con carne
–acciones de destripamiento y desmembramiento–
elementales amorfos luchando con el color
tal como es, por el momento no abstracto,
sólo resalta la sensual lucha elemental

color
disección sublime de los valores de luz y color
de la carne, abstracción de los valores de color
hacia una escala cromática de la carne-arcoíris
de luz, arco de luz, esencia del anillo de luz
del anillo de color del luminoso Matthias Grünewald

El sadomasoquista, el excesivo paso al acto se sublima en el curso de la obra en un agarre de color.
Mi preocupación fue yuxtaponer la coloración atada a la materia, por ejemplo el color rojo atado a la materia de la carne y la sangre, con una abstracta, casi inmaterial coloración. La sustancialidad del color iba a ser sublimada en una proyección de color espectral.
Por otro lado, había apreciado por largo tiempo la idea de introducir color en mi pintura de acción, o bien todos los matices existentes. Con anterioridad, el rojo oscuro de las primeras pinturas había sido reemplazado en las siguientes por un rojo brillante y luminoso. Desde ellas mi preocupación también recaía en el tono del color.
En 1989 satisfice mi tan anhelado deseo. Empleé todos los colores existentes en mi pintura de acción, incluyendo el negro. El descenso al acto sacrificial, al exceso arquetípico, a la muerte, tenía que transfigurarse, sublimarse. El sufrimiento, estado máximo, debía llevarse a cabo cromáticamente, a través del color. La agitación de los gatillos rojos tenía que intensificarse.
El regreso de la conciencia ascendente, desde las profundidades, es decorado por el color. Sadomasoquismo. El excesivo paso al acto sublima, en el curso del performance, en una entrañable comprensión del color. El retorno desde el inconsciente, desde el estado vegetativo del sueño y la muerte traen al frente la lúcida conciencia del renacer, la resurrección. El espectro de color aparece.
Al celebrar el color como sustancia material lo armónico emerge, nuevamente, ahora, y ha entrado espontáneamente en el desarrollo y, por sobre todo, en el proceso de trabajo.
Ultimadamente, el color es acerca de la más aguda consciencia y alerta, de la más intensa existencia. A menudo soñamos en color. El color es el ser, movimiento, luz.
El color es la más gloriosa abundancia, exuberante en su naturaleza, es lo más interior, el más profundo ser y el más grandioso instante de continuos génesis y renovaciones, perpetuo nacimiento y resurrección. El color es el opuesto a la noche de la nada. El color es el glorioso, radiante y sonriente evento del ser. Todos nuestros sentidos perciben color. Es el ser a través de los ojos saboreantes.

El desarrollo de mi pintura
El color fue una de mis principales preocupaciones muy al inicio. La pintura es una cuestión de color. Desde el resplandor en los grandes maestros, sobre todo en los colores del Greco y Rembrandt, así como los brillantes, casi como rayos de sol, colores de los impresionistas, hasta el de las obras del presente, me han todos cautivado. En música el color es expresado a través de la armonía. Un arte de sonoro color emergió en la polifonía desde temprana edad, vía Bach, vía el cromático Tristán y el tórrido sonido de la escuela de Schönberg hasta el presente.
Mis pinturas más tempranas incorporan colores de todo el rango en la escala. Sin embargo, el color adquirió una nueva tarea cuando mi pintura se desenvolvió como pintura de acción, y fue entonces absuelta de las múltiples tonalidades, usada como sustancia, deviniendo sangre y limo, el color de la carne. Sangre e intestinos se volvieron constitutivos. El rojo devino la llave, la nota dominante. Un arcaico monocromo emergió. Todo se ajustó al color del éxtasis, al ofrecimiento sacrificial para ser inmolado, a la pasión, a la sangre, a la carne. El color al que atañe la sangre y la carne de Dios era celebrado constantemente.
Conforme el rojo se consagra en vino se vuelve ebrio como la sangre de Dios. Sustancias usadas como sustento, con un metabolismo bebible, fueron y son empleadas en mis pinturas de acción. El color de la agresión, de la muerte, del exceso es al mismo tiempo el color de la vida en su grado más intenso. La sangre es sangre de vida. Las profundidades de la muerte se enfrentan a la semilla del renacer.
Mucho de mi trabajo es consciente. El rompimiento de las normas, el exhibicionismo casi de víctima que transita por debajo de los campos de la vergüenza hacia el dominio privado de tabús, hacia el supra-personal eros dionisiaco del mundo, hacia los oscuros y caóticos terrenos de fuerzas primordiales, fue a menudo acometido. Un gran pacto de luz fue llevado a la consciencia. Mi preocupación es ahora analizar esta luz. La carne y la sangre no sólo pueden ser absorbidas mediante el comer, también pueden ser experimentadas a través de la luz.
Las apariciones del color, las múltiples apariciones de la luz coloreada y los colores de resurrección se han vuelto importantes para mi. A pesar del trágico y del excesivo vital-afirmativo tema básico de mi trabajo, este nuevo giro ha traído un regocijo sin precedente. Mis pinturas existen para emitir un nuevo estímulo. Los colores de todas las flores, de todos los cósmicos abismos de luz existen para ser escenificados en una festividad jubilosa. Había sido un deseo muy apreciado el de reintroducir el espectro de color en mi pintura, en su totalidad. En el verano de 1989 cumplí este deseo. Por primera vez en 30 años pinté de nuevo con diferentes colores. Estoy trabajando en el final del idílico ciclo de mi gesamtkunstwerk. La riqueza de sensaciones capturadas por nuestros sentidos del gusto, olfato, tacto y oído se extienden en un compromiso incondicional con los colores de luz.
Textos tomados de Hermann Nitsch. Die Farblehre des O. M.
Theaters. Traducción Isaac Olvera.
www.excelsior.com.mx

Comentarios

  1. Anhelo (Sehnsucht Ich)
    27.09.2013 - 12.01.2014, Museo Essl
    La representación de la persona es uno de los principales temas en las artes visuales. Esta exposición trata sobre las diversas estrategias artísticas para comprender o cuestionar la existencia humana y a uno mismo.

    ¿Qué nos constituye como personas? ¿Cómo puede una imagen reflejar a la persona en sí misma y a su mundo? ¿Qué nos dice sobre el artista?
    Las imágenes de personas abarcan desde escenas de niños y jóvenes a través de autorretratos y pinturas de gente en el marco de la tensión de la sociedad, hasta reflexiones sobre el cuerpo y la psique, sobre la fugacidad y la solución de la figura.
    En esta exposición pueden contemplarse pinturas de artistas austriacos e internacionales, complementadas por obras escultóricas. Cabe destacar los tapices gobelinos de gran formato del pintor y fotógrafo fotorrealista americano Chuck Close, expuestos al público por vez primera.

    Artistas en la exposición:
    Siegfried Anzinger, Christian Ludwig Attersee, Teodora Axente, Asad Azi, Stephan Balkenhol, Herbert Boeckl, Arik Brauer, Piot Brehmer, Günter Brus, Francesco Clemente, Arnold Clementschitsch, Chuck Close, Biljana Djurdjević, Fang Lijun, Judy Fox, Adolf Frohner, Mira Gáberová, Mona Hakimi-Schüler, Gottfried Helnwein, Michael Horsky, Alfred Hrdlicka, Jörg Immendorff, Martha Jungwirth, Johanna Kandl, Martin Kippenberger, Elke Krystufek, Maria Lassnig, Marie Luise Lebschik, Rosa Loy, Markus Lüpertz, Marcin Maciejowski, Jonathan Meese, Jürgen Messensee, Virgilius Moldovan, Muntean/Rosenblum, Zoran Mušič, Hermann Nitsch, Oswald Oberhuber, Sergius Pauser, Katrin Plavčak, Arnulf Rainer, Neo Rauch, Daniel Richter, Franz Ringel, Martin Schnur, Peter Sengl, Antoni Tàpies, Oswald Tschirtner, Andreas Urteil, Wang Dajun, Reimo Wukounig, Yang Shaobin, Yue Minjun, Herwig Zens.

    Comisario de la exposición: Günther Oberhollenzer

    Como siempre, el Essl Museum pone a disposición un autobús gratuito, que sale de la plaza Albertina en dirección al museo a las 10h, 12h, 14h y 16h, y que regresa desde el museo a las 11h, 13h, 15h y 18h, de martes a domingo











    Galeria fotográfica
    Farewell to I'm too sad to tell you. Elke Krystufek, 2005
    Farewell to I'm too sad to tell you. Elke Krystufek, 2005
    © Sammlung Essl Privatstiftung / Mischa Nawrata, Wien
    Farewell to I'm too sad to tell you. Elke Krystufek, 2005 Dalia-Faltenwurfkleid. Marie-Luise Lebschik, 1998 (Detalle) Gold Head Installation. Fang Lijun, 2002 Schüttbild mit Malhemd, Aus dem Auferstehungszyklus II. Hermann Nitsch, 2002 Simulacrum / Imitation. Teodora Axente, 2010 31.12.2003. Fang Lijun, 2003
    museoviena.com

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