lunes, 17 de octubre de 2016

El nuevo Museo Egipcio de Turín (Italia)/ AKENATÓN-DOCUMENTAL DE LA BBC EN ESPAÑOL

4 comentarios:

  1. Museo Egipcio de Turín

    Museo Egipcio de Turín.
    El Museo Egipcio de Turín (en italiano, Museo delle Antichità Egizie, en español: Museo de las Antigüedades Egipcias) está situado en la ciudad de Turín, Italia, en el Palazzo dell'Accademia delle Scienze, un edificio de estilo barroco, proyectado por el arquitecto italiano Guarino Guarini, en 1678, para colegio de los nobles. Es uno de los museos más antiguos, y el segundo en importancia por su colección de antigüedades egipcias después del Museo Egipcio de El Cairo.
    Índice [ocultar]
    1 Orígenes: Vitalino Donati
    2 La colección de Bernardino Drovetti
    2.1 Fondos del museo
    3 Literatura
    4 Enlaces externos
    Orígenes: Vitalino Donati[editar]
    En 1760 Vitalino Donati, profesor de Botánica de la Universidad de Turín, viaja a Egipto por orden de Carlos Manuel III de Cerdeña. Una vez en el país se desplaza por el Nilo más allá de Asuán con el objetivo de recoger especímenes de la flora y fauna además de antigüedades como momias y manuscritos. En este viaje conseguirá tres estatuas: de Sejmet, de Ramsés II y otra la de la reina Tiy, esposa de Amenhotep III. Cuando Donati regresó a Italia trajo más de 300 objetos que fueron las primeras piezas del Museo d’Antichitá, más tarde conocido como el Museo Egipcio de Turín.
    La colección de Bernardino Drovetti[editar]
    La mayor adquisición se produjo en 1824 con la compra de la primera colección de antigüedades egipcias al explorador y diplomático italiano Bernardino Drovetti, quien laboraba en aquella época como cónsul francés en Egipto. Esta fue comprada por el rey Carlos Félix de Saboya, por la suma de 400.000 liras piamontesas, y constaba de más de mil piezas, compuesta por unas cien grandes estatuas, estelas, sarcófagos con momias, papiros, y múltiples objetos funerarios. En la colección destacan las colosales estatuas de Amenofis I, un Ramsés II sedente, la estatua de Tutmosis II y el Canon Real de Turín.
    Ernesto Schiaparelli fue nombrado director del museo, en 1894, incrementando los fondos mediante compras y campañas de excavación en Heliópolis, Guiza, Asiut, Hermópolis, el Valle de las Reinas (la tumba de Nefertari), Deir el-Medina y Gebelein.
    Jean-François Champollion visitó este museo para estudiar su importante colección de papiros, los cuales le ayudaron a dar los primeros pasos en el desciframiento de la escritura jeroglífica.

    Papiro de Turín (1879 - 1899 - 1969).

    Papiro de Turín (1879 - 1899 - 1969):
    el mapa geológico-topográfico más antiguo conocido.
    Fondos del museo[editar]
    Estatuas:
    La estatua sedente de la princesa Redit (dinastía III)
    La estatua de Amenhotep I (dinastía XVIII).
    Estatuilla en madera de Ahmose-Nefertari.
    Las estatuas de Thutmose I y Thutmose III.
    Las estatuas de Horemheb y Mutnedymet.
    La estatua sedente de Ramsés II (dinastía XIX)
    La estatua colosal de Sethy II (5,16 m)
    Sarcófagos:
    Sarcófago de Duaenra (hijo de Keops)
    Elementos funerarios:
    Capilla de la tumba de Maya (dinastía XVIII)
    Maquetas de las tumbas de Minhotep y Upuautemhat
    Máscaras de yeso pintado de la época greco-romana
    Múltiples objetos de la vida cotidiana.
    Vasijas de época predinástica, Naqada I, y Naqada II, del Imperio Antiguo, Imperio Medio e Imperio Nuevo.
    Papiros:
    El Canon Real de Turín (dinastía XIX)
    Wolfgang Kosack: Schenute von Atripe De judicio finale. Papyruskodex 63000.IV im Museo Egizio di Torino. Einleitung, Textbearbeitung und Übersetzung herausgegeben von Wolfgang Kosack. Berlin 2013, Verlag Brunner Christoph, ISBN 978-3-9524018-5-9
    es.wikipedia.org

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  2. Freud y el monoteísmo

    Por Andrés Ibáñez
    En El Cultural de ABC


    [...] Uno de los más conmovedores [entre los Freud posibles] es el anciano psiquiatra que, en medio de una Europa que se derrumba, dedica todos los esfuerzos de un intelecto cansado, pero todavía brillante, a una remota investigación centrada en el antiguo Egipto.

    Ser judío en Viena no era un trabajo fácil en 1938, año en que aparecerá el librito Moisés y el monoteísmo que comentamos en este artículo y que será, como el lector sabe bien, la última obra importante publicada por Freud. Los primeros capítulos del libro habían aparecido publicados en forma de ensayo independiente en la revista Imago tan sólo un año antes. En esta primera entrega, Freud ya había presentado la tesis principal de la obra: a saber, que Moisés, el fundador de la religión judía y supuesto autor de los primeros libros de la Biblia, no había sido un judío, sino un egipcio. En la idea de Freud, Moisés habría sido un egipcio de noble cuna que logró difundir entre los judíos la religión de Akenatón, aquel faraón que creó el primer culto monoteísta de que se tiene noticia, y cuyo reinado se vería brutalmente interrumpido por una revuelta de partidarios del antiguo politeísmo. Así, el verdadero origen del monoteísmo no estaría en Yahvé, el dios de los volcanes, sino en Atón, el dios del sol.

    En 1938 Freud se encuentra en Viena bajo la protección de la iglesia católica, razón por la cual lleva adelante la composición de su libro casi en secreto y sin esperanzas de verla nunca publicada, ya que imagina que la iglesia no verá con buenos ojos a alguien que afirma que la religión cristiana tiene su origen histórico en el mono- teísmo egipcio y no en una verdad revelada al «pueblo elegido» directamente por un Dios intemporal. En ese momento, las tropas de Hitler invaden Austria, Freud se ve obligado a huir a Londres y una vez allí se encuentra en libertad para escribir y publicar lo que le parezca. Pero está ya demasiado viejo y cansado. La muerte le alcanza el 23 de septiembre de 1939, sólo un par de semanas después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

    Creo que sería difícil encontrar una obra de pensamiento de un autor importante que desarrolle ideas más peregrinas o más traídas por los pelos que Moisés y el monoteísmo. Los argumentos de Freud para sostener su tesis son tan débiles que él mismo, en un magnífico ejercicio de retórica, nos muestra con todo detalle sus puntos flacos. Primero «Moisés» es seguramente un nombre de origen egipcio, pero esto, el propio Freud admite, no es ninguna prueba. Segundo, la historia del niño puesto en una cesta y arrojado al río no es más que un episodio de la historia del héroe salvador y tiene un claro carácter mítico. Pero en todos los mitos que conocemos, el niño confiado al río es hijo de padres nobles y los que le recogen de las aguas son gentes humildes que le cuidan sin conocer su origen áulico. Freud intenta explicar por qué en este caso el mito se cuenta al revés y comienza ya a entrar en un terrible embrollo. Tercero, a través de una serie de «deducciones» e «inducciones» de lo más pintoresco, Freud reconstruye toda una vida y circunstancias de su hipotético Moisés y lo pone en relación con la religión monoteísta de Akenatón. Pero hay un problema: la revolución religiosa de Akenatón tuvo lugar unos cien años antes de la supuesta fecha del éxodo. Freud supone, por supuesto, que tales fechas pueden ser erróneas. Cuarto: la clave para poner en relación el culto a Atón con el culto a Yahvé habría de centrarse, en primer lugar, en una comparación de ambas religiones pero tal comparación es imposible porque, primero, del culto a Atón no se sabe prácticamente nada debido a la feroz reacción politeísta de los seguidores de Amón, y segundo, porque la religión judía, tal como la conocemos, fue fijada por los sacerdotes en el tiempo del exilio, unos ochocientos años después del reinado de Akenatón. ¿Cuáles son, pues, las pruebas aportadas por Freud en apoyo de su tesis? Prácticamente ninguna. (...)www.mercaba.org

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  3. Domingo, 24 de diciembre de 2000 - Número 271
    CONOCER | LO QUE DICEN QUE OCULTA LA BIBLIA

    HALLAZGO. Ni Abraham era el patriarca bíblico que nos cuenta el Antiguo Testamento, ni Moisés un descendiente de la tribu de Leví. El primero era, en realidad, el faraón Akenaton, y Moisés, uno de los generales del imperio egipcio, asegura un reciente estudio.

    Abraham fue, en realidad, Akenaton

    JOSÉ MANUEL VIDAL

    Moisés, encarnado por Charlton Heston, general del faraón. Abraham, el padre de los creyentes y la piedra angular de las tres grandes religiones monoteístas, no era el patriarca bíblico, sino el faraón Akenaton. Y Moisés no era, como cuenta la Biblia, hijo de «un hombre y una mujer de la tribu de Leví», sino un general egipcio, seguidor de la religión de Abraham. Esta es al menos la tesis que sostienen dos investigadores franceses, judíos para más señas, llamados Roger y Messod Sabbah, autores de Los secretos del Éxodo. Hace más de 20 años, los dos hermanos se plantearon la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que Abraham y Moisés en particular, y el pueblo hebreo en general, no dejaran rastro alguno en el antiguo Egipto, pese a ser éste el escenario de gran parte del Antiguo Testamento? Y la respuesta la encontraron después de más de dos décadas de exhaustivos estudios filológicos, lingüísticos y arqueológicos.

    Lo primero que hicieron los dos hermanos judíos fue comparar los textos de la Biblia hebrea y aramea a partir de la exégesis de Rachi (1040-1105), autor de un comentario del Antiguo Testamento basado en el Pentateuco hebreo y en la Biblia aramea. Después, realizaron excavaciones en Egipto y estudiaron a fondo las pinturas murales que ornan las tumbas del Valle de los Reyes, donde descubrieron, escondidos entre los jeroglíficos, diversos símbolos de la lengua hebrea. Y poco a poco fueron uniendo los cabos del rompecabezas que les condujo a este excepcional hallazgo: que los judíos son de origen egipcio.www.elmundo.es

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  4. EL ÉXODO
    Según Roger y Messod, el famoso Éxodo bíblico fue la expulsión de Egipto de los habitantes monoteístas de Aket-Aton. Ésta era la ciudad de Akenaton y de su mujer Nefertiti. Akenaton adoraba a un solo Dios y era, por lo tanto, monoteísta. Le sucedió Tutankamon y, a éste, el faraón Aï, que reinó del 1331 al 1326 antes de Cristo. Fue precisamente este último faraón, furibundo politeísta, el que dio la orden de expulsar del país a los habitantes monoteístas de la ciudad de Aket-Aton.

    Más aún, los egipcios expulsados hacia Canaán, provincia situada a 10 días de marcha desde el valle del Nilo, no se llamaban hebreos, sino yahuds (adoradores del faraón) y, años después, fundaron el reino de Yahuda (Judea).

    A partir de este descubrimiento, ambos investigadores descifran el libro del Génesis y comprueban que reproduce punto por punto la cosmogonía egipcia.

    Y es que la Biblia, al hablar de Abraham, respeta el orden cronológico de la vida del faraón monoteísta y refleja su biografía en perfecta sintonía con la egiptología: desde el sacrificio de su hijo a la ruptura con el politeísmo, pasando por la destrucción de los ídolos o las intrigas entre sus esposas. Sólo así se explicaría el hecho de que no se hayan descubierto en los jeroglíficos egipcios testimonios de un pueblo que vivió 430 años en Egipto (210 como esclavo) bajo distintos faraones. Y sólo así se explicaría que los expulsados pudieran instalarse en Canaán, administrada por Egipto durante gran parte de su historia, sin que la autoridad faraónica reaccionara. Y sólo así se explicaría cómo un pueblo tan impregnado por la sabiduría de Egipto pudo desaparecer de la manera más misteriosa, sin dejar rastro o huella alguna ni en las tumbas ni en los templos.

    Sigmund Freud llegó, por intuición, a la misma conclusión. «Si Moisés fue egipcio, si transmitió su propia religión a los judíos, fue la de Akenaton, la religión de Aton». Y así fue.www.elmundo.es

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