#32bienal INCERTEZA VIVA

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  1. La imagen lucreciana es una alegoría del sabio epicúreo. Epicuro, 341 a. C., se manifiesta contra el destino: la naturaleza se rige por el azar, la religión es la amargura de la vida. Epicuro y Lucrecio cancelan la línea de demarcación aristotélica (384 a. C.) entre el cosmos superior ordenado y regido por una finalidad no obstaculizada, y el mundo de la tierra en el cual el orden prevalece con dificultad sobre el caos. El orden es lábil y surge del azar, y se genera y desintegra continuamente en el espacio y en el tiempo. Para Aristóteles la naturaleza tiene horror al vacío, hay una negación del vacío desde Aristóteles hasta el siglo XVIII, punto fundamental para captar por qué la obra de Pascal adquirió tanta relevancia.

    La metáfora "naufragio con espectador" ilustra los riesgos de la existencia humana. Apoyado en tierra firme, un espectador contempla los apuros de un naufragio. No participa de los acontecimientos: se limita a gozar de la visión que tiene ante sí. Epicuro enseña a vivir sin miedos en un universo indiferente a la suerte de los hombres. El mar en tempestad es toda la naturaleza, de la que forman parte las sociedades humanas. Para Lucrecio todo sucede sin la intervención de los dioses. Los epicúreos negaban a los dioses; cualquier función o influencia sobre el mundo, reino del placer, consistía en no dejarse molestar por nadie. Para Pascal, sin embargo, sucede de otro modo:

    "Bogamos sobre un medio vasto, siempre inciertos y flotantes, empujados de una punta a la otra. Si aparece algún término en el que pensábamos fijarnos y asegurarnos, oscila y nos abandona; si lo seguimos, escapa a nuestras tomas, se nos desliza y huye con eterna fuga. Para nosotros, nada se detiene. Tal es nuestro estado natural y, sin embargo, es el más contrario a nuestra inclinación; ardemos por el deseo de hallar un asiento firme y una última base constante sobre la cual edificar una torre que se eleve al infinito, pero todo nuestro fundamento cruje y la tierra se abre hasta los abismos" (2009:100).

    Ya no hay lugar para espectadores serenos. El pathos de Pascal es el de la incertidumbre, al tiempo que señala lo paradójico del hombre, su miseria y su grandeza. Como no hay puerto seguro, no queda otra que apostar, no se puede estar a resguardo de los peligros de la existencia. En sus Pensamientos, encontramos los fundamentos del debate entre la razón y la fe de la modernidad. Hasta Pascal, Galileo y Descartes, no había surgido el discurso de la ciencia. Su obra se produce cuando la comprensión científica euclidiana pasa del mundo cerrado al Universo infinito, por referirnos a él según el título de un libro clásico de Alexandre Koyré. El mundo moderno buscaba emanciparse de la teología, de un cosmos diseñado por dios, por lo que el hombre se vio desplazado hacia mundos infinitos y debió enfrentar los peligros de la navegación de la vida: hay un dios que muere con el advenimiento de la ciencia. Lacan así lo enuncia: «… La ciencia moderna empieza después del paso inaugural dado por Descartes». En los tiempos de Pascal, la revelación existía, aún tenían valor las Escrituras, la palabra de la Iglesia tenía peso e influyó en él.

    La naturaleza es fruto de una incesante lucha entre los elementos. Para Pascal ya no existe una orilla segura en la que el espectador pueda contemplar con calma la calamidad ajena en el mar. El espacio absoluto de Lucrecio fue un laberinto para Pascal, aborrecía el universo, quería adorar a Dios. Uno de sus temas centrales es que no todo está ocupado y repleto de materia, ya que en las cosas hay vacío. El mundo deja de estar escrito, los astros ya no hablan: horror de Pascal al infinito.(...)
    virtualia.eol.org- Horror vacuis: Pascal con Lacan

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  2. Lacan, trata "La apuesta de Pascal" en el Seminario 16-
    Antoni Vicens
    (...)La exposición de Toni, más que entrar en el texto, vino a dar un material para acercarnos el texto, para tratar de entender el punto crucial que buscaba Lacan. Y este punto crucial es, al parecer, la cuestión de la revelación. Para Pascal, la encarnación de Cristo es la clave de bóveda del hombre moderno, el hombre de la época de la ciencia. Pascal, que tuvo experiencias religiosas especialmente intensas, intenta fundamentar la religión católica para el hombre de ciencia; se trata del antiguo problema de la doble verdad: verdades reveladas versus verdades naturales, fe o ciencia, estudiar la verdad de la Biblia o la que se obtiene de la naturaleza. Pero, si la naturaleza fue creada por Dios, vamos entonces a leer la naturaleza. Una naturaleza que no está escrita en letras, sino que, como enunció Galileo está escrita en lenguaje matemático. Luego la matemática es la lengua de Dios en la naturaleza. Y Pascal hace todo lo posible por avanzar en este sentido, fuerza el contenido del cristianismo para ponerlo de acuerdo con el espíritu matemático.

    Sin embargo, cuando en la noche del 23 de noviembre de 1654, después de tener una vivencia de transformación, escribe esa hoja, “Memorial”, que a su muerte encontraron cosida a su ropa. El Dios al que se dirige no es el dios de los filósofos; no es el dios de Descartes, ni de la ciencia. A quien su plegaria va dirigida es al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Es decir, un Dios personal al que se le puede rezar.

    La elección no fue fácil para Pascal, incluso tratándose de una elección forzada. Como sabemos, estamos obligados a jugar la partida puesto que estamos vivos. En la apuesta de Pascal la postura está perdida de antemano, es nada: “rien”. A pesar de que la postura es la vida misma que nos toca vivir, “Il faut pari”, hay que apostar. Y como Toni nos decía, apostar con un Otro que no existe. Apuesta que ganemos o perdamos, siempre nos dejará un resto de esta operación. Resto que, ya sabemos, es el objeto a, una cosa parcial en nuestra vida, finita, temporal; no muy gloriosa a veces. En cualquier caso, imposible de eliminar.(...)

    icf-granada.net

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