COPLAS DE MARTIN FIERRO 2

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  1. Capítulo XXX

    Capitulo 30:

    MARTIN FIERRO

    Mientras suene el encordao,
    Mientras encuentre el compás
    Yo no he de quedarme atrás
    Sin defender la parada,
    Y he jurado que jamás
    Me la han de llevar robada.

    Atiendan, pues, los oyentes
    Y cáyense los mirones;
    A todos pido perdones,
    Pues a la vista resalta
    Que no está libre de falta
    Quien no está de tentaciones.

    A un cantor le llaman güeno
    Cuando es mejor que los piores;
    Y sin ser de los mejores,
    Encontrándose dos juntos,
    Es deber de los cantores
    El cantar de contrapunto.

    El hombre debe mostrarse
    Cuando la ocasión le llegue;
    Hace mal el que se niegue,
    Dende que lo sabe hacer;
    Y muchos suelen tener
    Vanagloria en que los rueguen.

    Cuando mozo fuí cantor
    (Es una cosa muy dicha);
    Mas la suerte se encapricha
    Y me persigue costante:
    De ese tiempo en adelante
    Canté mis propias desdichas.

    Y aquellos años dichosos
    Trataré de recordar;
    Veré si puedo olvidar
    Tan desgraciada mudanza,
    Y quien se tenga confianza
    Tiemple, y vamos a cantar.

    Tiemple y cantaremos juntos;
    Trasnochadas no acobardan.
    Los concurrentes aguardan,
    Y porque el tiempo no pierdan,
    Haremos gemir las cuerdas
    Hasta que las velas no ardan.

    Y el cantor que se presiente,
    Que tenga o no quien lo ampare,
    No espere que yo dispare
    Aunque su saber sea mucho:
    Vamos en el mesmo pucho
    A prenderle hasta que aclare.

    Y seguiremos si gusta
    Hasta que se vaya el día;
    Era la costumbre mía
    Cantar las noches enteras:
    Había entonces, donde quiera,
    Cantores de fantasía.

    Y si alguno no se atreve
    A seguir la caravana,
    O si cantando no gana,
    Se lo digo sin lisonja:
    Haga sonar una esponja
    O ponga cuerdas de lana.

    martinfierro.org

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  2. II. Ayer y hoy

    20
    Ninguno me hable de penas,
    porque yo penado vivo,
    y naides se muestre altivo
    aunque en el estribo esté:
    que suele quedarse a pie
    el gaucho mas alvertido.

    21
    Junta esperencia en la vida
    hasta pa dar y prestar
    quien la tiene que pasar
    entre sufrimiento y llanto,
    porque nada enseña tanto
    como el sufrir y el llorar.

    22
    Viene el hombre ciego al mundo,
    cuartiándolo la esperanza,
    y a poco andar ya lo alcanzan
    las desgracias a empujones,
    ¡la pucha, que trae liciones
    el tiempo con sus mudanzas!

    23
    Yo he conocido esta tierra
    en que el paisano vivía
    y su ranchito tenía
    y sus hijos y mujer…
    era una delicia el ver
    como pasaba sus días.

    24
    Entonces… cuando el lucero
    brillaba en el cielo santo,
    y los gallos con su canto
    nos decían que el día llegaba,
    a la cocina rumbiaba
    el gaucho… que un encanto.

    25
    Y sentao junto al jogón
    a esperar que venga el día,
    al cimarrón le prendía
    hasta ponerse rechoncho,
    mientras su china dormía
    tapadita con su poncho.

    26
    Y apenas la madrugada
    empezaba coloriar,
    los pájaros a cantar,
    y las gallinas a apiarse,
    era cosa de largarse
    cada cual a trabajar.

    27
    Este se ata las espuelas,
    se sale el otro cantando,
    uno busca un pellón blando,
    este un lazo, otro un rebenque,
    y los pingos relinchando
    los llaman dende el palenque.

    28
    El que era pion domador
    enderezaba al corral,
    ande estaba el animal
    bufidos que se las pela …
    y más malo que su agüela,
    se hacia astillas el bagual.
    29
    Y allí el gaucho inteligente,
    en cuanto el potro enriendó,
    los cueros le acomodó
    y se le sentó en seguida,
    que el hombre muestra en la vida
    la astucia que Dios le dio.

    30
    Y en las playas corcoviando
    pedazos se hacía el sotreta
    mientras él por las paletas
    le jugaba las lloronas,
    y al ruido de las caronas
    salía haciendo gambetas.

    31
    ¡Ah, tiempos!… ¡Si era un orgullo
    ver jinetear un paisano!
    Cuando era gaucho baquiano,
    aunque el potro se boliase,
    no había uno que no parese
    con el cabresto en la mano.

    32
    Y mientras domaban unos,
    otros al campo salían
    y la hacienda recogían,
    las manadas repuntaban,
    y ansí sin sentir pasaban
    entretenidos el día.

    33
    Y verlos al cair la tarde
    en la cocina riunidos,
    con el juego bien prendido
    y mil cosas que contar,
    platicar muy divertidos
    hasta después de cenar.

    34
    Y con el buche bien lleno
    era cosa superior
    irse en brazos del amor
    a dormir como la gente,
    pa empezar el día siguiente
    las fainas del día anterior.

    35
    Ricuerdo ¡qué maravilla!
    Cómo andaba la gauchada
    siempre alegre y bien montada
    y dispuesta pa el trabajo…
    pero hoy en día… ¡barajo!
    No se la ve de aporriada.

    36
    El gaucho más infeliz
    tenía tropilla de un pelo,
    no le faltaba un consuelo
    y andaba la gente lista…
    teniendo al campo la vista,
    sólo vía hacienda y cielo.

    37
    Cuando llegaban las yerras,
    ¡cosa que daba calor!
    Tanto gaucho pialador
    y tironiador sin yel.
    ¡Ah, tiempos… pero si en él
    se ha visto tanto primor!

    38
    Aquello no era trabajo,
    mas bien era una junción,
    y después de un güen tirón
    en que uno se daba mana,
    pa darle un trago de cana
    solía llamarlo el patrón.
    39
    Pues vivía la mamajuana
    siempre bajo la carreta,
    y aquel que no era chancleta,
    en cuanto el goyete vía,
    sin miedo se le prendía
    como güérfano a la teta.

    40
    ¡Y qué jugadas se armaban
    cuando estábamos riunidos!
    Siempre íbamos prevenidos,
    pues en tales ocasiones
    a ayudarle a los piones
    caiban muchos comedidos.

    41
    Eran los días del apuro
    y alboroto pa el hembraje,
    pa preparar los potajes
    y osequiar bien a la gente,
    y así, pues, muy grandemente,
    pasaba siempre el gauchaje.

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  4. MARTIN FIERRO

    Me gusta, negro ladino,
    Lo que acabás de esplicar;
    Ya te empiezo a respetar;
    Aundue al principio me rei,
    Y te quiero preguntar
    Lo que entendés por la ley.

    EL MORENO

    Hay muchas dotorerías
    Que yo no puedo alcanzar;
    Dende que aprendí a inorar
    De ningún saber me asombro,
    Mas no ha de llevarme al hombro
    Quien me convide a cantar.

    Yo no soy cantor ladino
    Y mi habilidá es muy poca;
    Más cuando cantar me toca
    Me defiendo en el combate,
    Porque soy como los mates:
    Sirvo si me abren la boca.

    Dende que elige a su gusto,
    Lo más espinoso elige;
    Pero esto poco me aflige
    Y le contesto a mi modo:
    La ley se hace para todos,
    Mas sólo al pobre le rige.

    La ley es tela de araña
    --En mi inorancia lo esplico--.
    No la tema el hombre rico;
    Nunca la tema el que mande;
    Pues la ruempe el bicho grande
    Y sólo enrieda a los chicos.

    Es la ley como la lluvia:
    Nunca puede ser pareja;
    El que la aguanta se queja,
    Pero el asunto es sencillo:
    La ley es como el cuchillo:
    No ofiende a quien lo maneja.

    Le suelen llamar espada
    Y el nombre le viene bien;
    Los que la gobiernan ven
    A dónde han de dar el tajo:
    Le cai al que se halla abajo
    Y corta sin ver a quién.

    Hay muchos que son dotores,
    Y de su cencia no dudo;
    Mas yo soy un negro rudo
    Y aunque de esto poco entiendo,
    Estoy diariamente viendo
    Que aplican la del embudo.

    MARTIN FIERRO

    Moreno, vuelvo a decirte:
    Ya conozco tu medida;
    Has aprovechao la vida,
    Y me alegro de este encuentro;
    Ya veo que tenés adentro
    Capital pa esta partida.

    Y aura te voy a decir;
    Porque en mi deber está
    (Y hace honor a la verdá
    Quien a la verdá se duebla)
    Que sos por juera tinieblas
    Y por dentro claridá.

    No ha de decirse jamás
    Que abusé de tu pacencia,
    Y en justa correspondencia,
    Si algo querés preguntar,
    Podés al punto empezar,
    Pues ya tenés mi licencia.
    martinfierro.org La ley se hace para todos más solo el pobre le rige- quería destacar esa sentencia

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  5. libros
    DOMINGO, 31 DE JULIO DE 2005

    Pampa bárbara
    La flamante reedición de Muerte y transfiguración de Martín Fierro (Beatriz Viterbo) es un acontecimiento literario. Desde 1983 que la monumental obra de Ezequiel Martínez Estrada no se publicaba, y en casi sesenta años, desde su aparición mexicana en 1948, sólo había tenido tres ediciones, siendo ésta la cuarta y la primera en un solo volumen. Una buena cantidad de razones para sumergirse una vez más en sus páginas y comprobar el grado de riqueza que alcanzó la crítica literaria argentina en una de sus máximas expresiones del siglo XX.






    Por Patricio Lennard


    Excepcionalmente el deseo de no tener nada más que decir ha supuesto, en literatura, la utopía de decirlo todo. Las vanguardias del siglo XX son una prueba notoria de que el arte ha vivido (y vive) de proyectos desmesurados. Pero si se piensa cómo ese anhelo de agotar lo escribible se ha manifestado en la crítica literaria, el asunto es más difuso y los ejemplos faltan. Pocas veces los críticos han juzgado sensato el afán de lo imposible en su propia tarea. La utopía de leerlo todo, de saturar a un texto de sentido, no puede ser sino irrisoriamente irrealista.(...)

    www.pagina12.com.ar 31 de julio de 2005

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