martes, 16 de mayo de 2017

Entrevista con William Kentridge, como parte de la exposición Fortuna en...

2 comentarios:

  1. A los 6 años William Kentridge se encontró con una imagen que, sin saberlo, lo marcaría en su vida. “Estaba en la oficina de mi padre y abrí una caja, que creía era de chocolates y me encontré con una serie de fotos en las que había gente sin cabeza o con sus pechos estallados, imágenes muy chocantes para un niño”.

    Era 1961, una época marcada por la violencia y el racismo en Sudáfrica, expresada a través del Apartheid –que excluyó y persiguió durante décadas a la población negra de ese país–.

    Ese recuerdo de infancia resurgió muchos años después, mientras Kentridge trabajaba en su estudio, en Johannesburgo. Se dio cuenta de que llevaba un tiempo dibujando esa experiencia, aunque se había olvidado de ella, según el artista, que expone actualmente en el Museo de Arte del Banco de la República, en Bogotá, Fortuna, una selección de alrededor de 100 obras y que es una semblanza de 25 años de trabajo artístico.

    Hay dibujos hechos en carboncillo, esculturas y animaciones, en las que aborda temas locales, con una fuerte carga política y que al mismo tiempo son poéticas y evocativas. Y es que sus obras no solo se refieren a un momento histórico, también a una búsqueda personal que le permitió ver que hay múltiples formas para entender el mundo.

    Lo logra a través de sus dibujos, cuyos temas son recuerdos que llegan a él, generalmente mientras trabaja en su taller, deambulando de un lado a otro. Y estos mismos dibujos cobran vida con una particular técnica de animación que desarrolló y que consiste en hacer un dibujo, borrarlo y volver a hacerlo en el mismo papel: “la marca del carboncillo es un fantasma de lo que pasó antes allí”.

    Es en esa capacidad de combinar hechos históricos con recuerdos propios en donde radica el poder de este artista, que estudió en la Johannesburg Art Foundation y aprendió teatro en la École Jaques Lecoq en París (Francia).

    Por ejemplo, en animaciones como History of the main complaint, Kentridge, a partir de la historia de un individuo que yace en la cama de un hospital, crea una pieza audiovisual que logra llegarle a cualquier público.

    Es por esto que el trabajo de Kentridge, si bien parte de un tema local, tiene un carácter universal, que le ha permitido presentarse en espacios como la Tate Modern (Londres), la Pinacoteca del Estado de Sao Paulo (Brasil), o el Museo de Arte Moderno de Nueva York.

    Lo mismo sucede con sus obras de teatro ya que, además de dibujante y animador, Kentridge es director de piezas como Ubú y la comisión de la verdad, que se vio en el pasado Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, una adaptación del clásico Ubú rey y que se basa en algunos de los testimonios recopilados por la Comisión de la Verdad, que se creó en Sudáfrica para reivindicar a las víctimas del Apartheid.

    Esa es la ‘Fortuna’ de Kentridge, unir fragmentos de recuerdos y memorias de una forma conmovedora y universal.

    A finales de julio y una vez finalice la exposición en Bogotá, Fortuna se presentará en el Museo de Arte Moderno de Medellín.

    www.eltiempo.com-2014

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  2. INFO
    CERRADA
    Comenzó el 13 de MAYO 2017 Finalizó el 12 de AGOSTO 2017

    Horarios
    De martes a viernes de 11 a 20, sábados y domingos de 10 a 20.
    Sala
    Sala 39 "y 40 - Sala de exposiciones" (primer piso)
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    SOBRE LA EXHIBICIÓN
    Es un honor para el Museo Nacional de Bellas Artes presentar, por primera vez en la Argentina, la obra de William Kentridge, gracias al esfuerzo conjunto entre esta institución y la Bienal de Performance BP.17.

    Se trata de la videoinstalación Notes Towards a Model Opera (Notas hacia un modelo de ópera) y la serie de acuarelas sobre páginas impresas In Mockery of Progress (En la burla del progreso), ambas de 2015, en las que, a través de diferentes medios, Kentridge devuelve al arte su dimensión política explícita, denunciando, con sarcasmo y humor, las calamidades de nuestra época.

    En 1958, Mao Zedong lanzó la consigna “Que florezcan mil flores”: instaba al despliegue sin límites de todas las corrientes de pensamiento. Una década más tarde, durante la Gran Revolución Cultural Proletaria China (1966-1976), tuvo lugar el mayor disciplinamiento “revolucionario” de la población, que supuso, entre otras cosas, la prohibición de exhibición pública de flores. La humillación de funcionarios en “escenas de reeducación”, la tortura, el encarcelamiento y el confinamiento en “campos de trabajo” de millones de personas que se consideraban herederas de la tradición cultural, declarada caduca por decreto, fueron el pan cotidiano a lo largo de diez años.

    William Kentridge propone una lectura irónica de aquellas situaciones trágicas al recoger las “óperas revolucionarias modelo” postuladas por Madame Mao (Chiang-Ching) como herramienta crítica para el despojamiento del pensamiento burgués. Pero la apuesta de Kentridge parte de un desplazamiento: son los revolucionarios africanos inspirados por el maoísmo quienes danzan, con fusiles y ropajes étnicos, versiones vernáculas de La Internacional, parodiando las escenas de ridiculización de los “revisionistas”. La danza está atravesada por la paradoja de que fue por esa vía como China llevó a cabo la colonización actual de África. Los dazibao (consignas garabateadas en ideogramas) dialogan con los diarios de viaje de Kentridge y se vuelcan en sus adaptaciones, que buscan “encontrar la idea menos buena”. Procede así a la puesta en acto de un cuestionamiento feroz a los poderes en lo que estos tienen de mascarada siniestra, no por absurda, menos brutal.

    Andrés Duprat
    Director
    Museo Nacional de Bellas Artes www.bellasarte.gob.ar

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