NO DESEO ESTAS IMÁGENES EN VENEZUELA



Comentarios

  1. Siempre digo que la vida me parece más importante que la arquitectura. Lo que me agrada es constatar que luchar por un mundo mejor y más justo fue siempre mi preocupación.” Oscar Niemeyer

    “La mano”, es una escultura elaborada por el arquitecto brasilero Oscar Niemeyer que hace parte del Memorial de América latina ubicado en la zona central de la ciudad de Sao Paulo, Brasil. Este complejo fue inaugurado el 18 de marzo de 1989, con el concepto y proyecto cultural desarrollado por el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro, y el diseño de Oscar Niemeyer, con el objetivo de ofrecer exposiciones alusivas a la cultura latinoamericana.

    La escultura de “la mano” ubicada en el Memorial de América Latina, es una mano izquierda gigante que en su palma deja ver el mapa ensangrentado de América Latina, como emblema de la historia de este continente brutalmente colonizado, que aun sigue luchando por la identidad y la autonomía cultural, política, social y económica de sus pueblos.

    Se da una etapa, en que los propios venezolanos no pueden defenderse de sus propios opresores. No quiero esta situación para ellos ni para ningún país de América, ni del mundo.
    Hoy, he visto imágenes terribles en las calles de Caracas. No quise subirlas por dolor.
    No existe una protesta, una ayuda, un acercamiento ante esta situación dolorosa? Por favor. BASTA!!!

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  2. (...)Defendió con tenacidad juvenil que el futuro de nuestras gentes está inevitablemente vinculado con asumir nuestra identidad a la vez una y diversa. Que hacemos parte de una determinada realidad, y que son mucho más nuestros puntos de convergencia que de divergencia. Que, separados, no seremos nada.

    Hoy, son palabras que integran la solemnidad de los discursos oficiales. En tiempos de Darcy Ribeiro eran palabras peregrinas de quien no creía en lo imposible.

    En Brasil, ha sido el que mejor incorporó la visión de Patria Grande. Así vivió sus años de exilio: actuando en los países que le dieron guarida, participando en el cotidiano, en los procesos políticos, culturales y sociales. Su manera de ver el mundo y vivir la vida rechazaba la contemplación lejana y estéril, la serenidad de los conformados, el silencio de los omisos.

    Quería entrar a fondo en la realidad, entenderla, para poder cambiarla. De cada país en que vivió trajo marcas definitivas. Y en cada uno de ellos dejó sus huellas.

    Quiso entender los procesos de formación de América latina a partir de un prisma nuestro, latinoamericano. Se negó a renunciar al derecho de tener una mirada propia, interior, sobre el continente.

    Insistió, hasta el final, en creer en la necesidad urgente y perenne de cambios profundos en la región, para que alguna vez nos sea posible ser lo que podemos ser, y no lo que quieren que seamos. Algo parecido a los procesos que algunos de nuestros países viven, atendiendo a sus demandas iracundas.

    El legado de Darcy Ribeiro tiene un precio, que es nuestro compromiso: saber merecer lo que preconizó, defendió, soñó y creyó.

    Por primera vez vivimos una etapa de rechazo a la negación y de apuesta en la reivindicación. Pueblos sometidos a humillaciones infames por fin toman sus destinos en las manos para construir el futuro.

    Darcy fue un hombre de pasiones incendiadas, y el sueño de la Patria Grande fue pasión permanente.

    Una vez me dijo: “En América latina seremos todos resignados o indignados. Y no me resignaré nunca”.

    Cumplió. Hay que merecer esa indignación, esa memoria.
    Por Eric Nepomuceno-22 de enero de 2013 en www.pagina12.com.ar

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