martes, 27 de septiembre de 2016

JÓVENES ARTISTAS LATINOAMERICANOS: ARGENTINOS / JORGE DE LA VEGA- GUILLERMO KUITCA

 Jorge de la Vega- El día ilustrísimo-1964
 Conflicto anamórfico N°2 Las defensas o Los defensores, 1954

Guillermo Kuitca, El mar dulce-1987

2 comentarios:

  1. jORGE DE LA vEGA, puso en el lienzo pintura, fragmentos de tejas romanas y harapos en "El día ilustrísimo"(1964), imprimiendo sentido de cruda urgencia al significado críptico.
    "De la Vega demostró su curiosidad por los nuevos materiales, se divertía con los nuevos instrumentos y los trucos. En esos momentos estaba en su período de distorsiones topológicas. Las caras de la gente parecía chicle mascado y estirado en todas las direcciones, sin pérdida de identidad"Camnitzer.Su estética ´podría ser vista como post Pop, una iconología basada en la banalidad consumista. Una vez usaba el barniz asfáltico que protege el metal de la acción del ácido. La imagen es impresa en hueco como un aguafuerte la imagen aparecería en negativo. La otra forma respetando el huecograbado, es apelando a la magia en lo que se llama "aguatinta al azúcar". Se dibuja sobre la plancha con una mezcla de tinta china y azúcar y luego se cubre todo con el barniz de asfalto.
    ¿Cómo hacés para visualizar esas distorsiones tan complejas?
    "No visualizo nada, empiezo con una parte del ojo y el resto, va creciendo solo" Bastante impresionante en una época en que los algoritmos, quizá daban vueltas por su cabeza.
    En un momento, Luis Camnitzer lo escucha cantar, algo así como un "Himno al aguatinta".
    Fuente: Jorge de la Vega, Obras 1961-1971-Buenos Aires, Malba-Fundación Costantini- 2003-

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  2. En "El mar dulce"1987- se refiere al delta del Río de la Plata; y a la ciudad del artista: Buenos Aires-un espacioso cuarto está empapado en rojo. Unos lienzos apilados sobre una pared se hunden en el cuarto inundado, y un juego de muebles de dormitorio aparece esparcido por el vasto espacio, ya parcialmente sumergido en el color líquido. En el fondo un bosquejo brioso de la escena decisiva de la película Potemkin,( 1925)de Sergei Eisenstein parece desbordar de la pantalla, mientras un haz de luz aísla la inolvidable escena del cochecito de bebé que resbala lentamente las escaleras de Odessa

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