ALBERTO HEREDIA: LOS AMORDAZAMIENTOS
Los amordazamientos
Lejos de los ideales de belleza y estilo que signaron el arte hasta entrado el siglo XX, e inserto en las tendencias que buscaron ampliar los límites de la práctica artística a partir de la posguerra, desde 1962 Alberto Heredia trabajó sus obras con materiales de desecho, una actitud que se acentuó a partir de la década siguiente (1).
Durante el transcurso de 1974 presentó la serie de los Amordazamientos simultáneamente en varias exposiciones. Más de diez piezas en las que el artista había trabajado desde 1972. Se trataba de objetos ensamblados compuestos por prótesis dentales amordazadas por telas encoladas y montadas en soportes de madera reciclada que se mostraban como alegorías de la censura, por aquel entonces cada vez más presente en la Argentina. La idea del cuerpo fragmentado y desmembrado, incluso al grado de alcanzar su mínima posibilidad de expresión, revelaba a estas bocas como representaciones metonímicas del cuerpo y su imposibilidad de decir. Desde esta perspectiva, el fragmento aislado se tornaba decisivo y potenciaba toda posibilidad expresiva a través del detalle.
Esta serie guarda estrecha relación con otras que el artista realizó en paralelo: los Embalajes, los Engendros, las Lenguas y los Sexos (2). En todas ellas, el persistente uso de materiales de desecho, “objetos inútiles” descartados por la sociedad de consumo, le sirvieron como recurso para sentar su posición ética frente a las conductas del hombre contemporáneo. En el caso de los Amordazamientos, el concepto de desecho se encuentra estrechamente vinculado con el de violencia al mostrar el modo en que los cuerpos fragmentados pueden ser vistos como rastros o huellas de la destrucción. El constante uso de vendas y yeso también tenía una fuerte impronta biográfica ya que en 1963 Heredia había sufrido un accidente al caer de un caballo, motivo que lo obligó, durante dos años, a pasar largos períodos completamente enyesado.
Parte de sus preocupaciones en aquella época se sintetizaron en una exposición que incluía una selección de estas series mostradas en una gran ambientación que denominó De las lenguas… y otras cosas más (Galería Carmen Waugh, 1974), realizada en homenaje al primer aniversario del fallecimiento del crítico y poeta argentino Aldo Pellegrini. Allí, las obras se montaron sobre una mesa de caballetes cubierta de césped natural que, en un gesto performático, era regado periódicamente por el mismo Heredia (3). Se trató de una verdadera puesta en escena que ironizaba agudamente sobre el poder, el sexo y la religión (4). En ese sentido debe entenderse la música coral de fondo que acompañaba la muestra y que comprendía una selección de cantos gregorianos y un extracto de Carmina Burana de Carl Orff. En diciembre de ese mismo año, amenazado de muerte por la Triple A –entre otros motivos por “activista comunista de la elite artística”– se asiló en Uruguay durante dos meses. Este momento también marcó un punto de inflexión en su carrera. De regreso en Buenos Aires, en lo que puede considerarse una etapa de balance, Heredia se abocó a revisar su producción desde 1960, emprendiendo la fundición en bronce de varios de aquellos trabajos (5).Mariana Marchesiwww.bellas.artes.gob.ar
Durante el transcurso de 1974 presentó la serie de los Amordazamientos simultáneamente en varias exposiciones. Más de diez piezas en las que el artista había trabajado desde 1972. Se trataba de objetos ensamblados compuestos por prótesis dentales amordazadas por telas encoladas y montadas en soportes de madera reciclada que se mostraban como alegorías de la censura, por aquel entonces cada vez más presente en la Argentina. La idea del cuerpo fragmentado y desmembrado, incluso al grado de alcanzar su mínima posibilidad de expresión, revelaba a estas bocas como representaciones metonímicas del cuerpo y su imposibilidad de decir. Desde esta perspectiva, el fragmento aislado se tornaba decisivo y potenciaba toda posibilidad expresiva a través del detalle.
Esta serie guarda estrecha relación con otras que el artista realizó en paralelo: los Embalajes, los Engendros, las Lenguas y los Sexos (2). En todas ellas, el persistente uso de materiales de desecho, “objetos inútiles” descartados por la sociedad de consumo, le sirvieron como recurso para sentar su posición ética frente a las conductas del hombre contemporáneo. En el caso de los Amordazamientos, el concepto de desecho se encuentra estrechamente vinculado con el de violencia al mostrar el modo en que los cuerpos fragmentados pueden ser vistos como rastros o huellas de la destrucción. El constante uso de vendas y yeso también tenía una fuerte impronta biográfica ya que en 1963 Heredia había sufrido un accidente al caer de un caballo, motivo que lo obligó, durante dos años, a pasar largos períodos completamente enyesado.
Parte de sus preocupaciones en aquella época se sintetizaron en una exposición que incluía una selección de estas series mostradas en una gran ambientación que denominó De las lenguas… y otras cosas más (Galería Carmen Waugh, 1974), realizada en homenaje al primer aniversario del fallecimiento del crítico y poeta argentino Aldo Pellegrini. Allí, las obras se montaron sobre una mesa de caballetes cubierta de césped natural que, en un gesto performático, era regado periódicamente por el mismo Heredia (3). Se trató de una verdadera puesta en escena que ironizaba agudamente sobre el poder, el sexo y la religión (4). En ese sentido debe entenderse la música coral de fondo que acompañaba la muestra y que comprendía una selección de cantos gregorianos y un extracto de Carmina Burana de Carl Orff. En diciembre de ese mismo año, amenazado de muerte por la Triple A –entre otros motivos por “activista comunista de la elite artística”– se asiló en Uruguay durante dos meses. Este momento también marcó un punto de inflexión en su carrera. De regreso en Buenos Aires, en lo que puede considerarse una etapa de balance, Heredia se abocó a revisar su producción desde 1960, emprendiendo la fundición en bronce de varios de aquellos trabajos (5).Mariana Marchesiwww.bellas.artes.gob.ar
La obra del artista surafricano Jane Alexander, con sus esculturas sin orejas(impedidos de escuchar y de hablar), me remontaron a Las esculturas de Alberto Heredia, artista argentino (1924-Buenos Aires, 2000). Se trata de iuna serie de esculturas compuestas por moldes de dentaduras rotas o descoloridas, fuertemente amordazados, sin posibilidades de expresión alguna. Sus obras se interpretaban como velados ataques a las autoridades políticas y religiosas.
ResponderEliminarAlberto Heredia (1924 - 23 de abril del 2000) es un pintor y escultor argentino. Nace en la ciudad de Buenos Aires y desde temprana edad se interesa por las artes. Aunque inicialmente intenta estudiar de acuerdo con los cánones académicos, al poco tiempo cambia de idea y se convierte en un autodidacta.
ResponderEliminarArtista que se recuesta en conceptos figurativos, geométricos, semiabstractos, durante gran parte de su trayectoria, sus obras se distinguieron por ser incómodas y técnicamente irreprochables, realizando un fuerte llamado de atención a una sociedad que Heredia consideraba adormecida.
Biografía[editar]
Con veintidós años comienza estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano, pero los abandona al poco tiempo. Su formación posterior fue producto de su curiosidad e inquietud; en su formación juega un rol importante su amistad con Enio lommi, a quien conoce en 1952 y con Roberto Mackintosh mediados los setenta.
Viaja a Europa en 1960, primero se radica en Madrid, y luego pasa algún tiempo en Ámsterdam y en París. En París, según sus propias palabras aprende a "perder el miedo".
Al principio su familia ejerce una importante influencia en sus obras y las temáticas que aborda. Una madre religiosa y un padre militar proveen un ambiente disciplinado y riguroso, pero con el tiempo esta influencia se va desvaneciendo. Sin embargo es posible que estos inicios se manifiesten en sus obras, ya que aunque en visión de conjunto parecen caóticas u azarosas una lectura más cuidadosa muestra que existen un cúmulo de detalles que han sido tenidos en cuenta por el artista. Y es a través de dichos detalles que se presenta un significado a la obra.
Su obra refleja en gran parte una crítica e ironía social al consumismo y la adoración de lo que Heredia denomina Dios Objeto. En particular su obra “Tres Gracias” (1962) presenta este mensaje, a través de varias cajas redondas que son el empaque de queso Camembert, mediante las cuales libera toda su potencia expresiva. Estas obras son heterodoxas y polémicas, al punto que ninguna galería española quiso exponerlas. Las cajas de queso sirvieron como punto de partida para varias esculturas realizadas utilizando materiales de desecho. Las esculturas están construidas con gran minuciosidad, entre estas obras se destacan varias realizadas con dentaduras y prótesis dentales que se convierten en la antítesis de las obras tridimensionales que se llevaban a cabo en Argentina para esa época.
En la década de 1970, cuando Argentina comienza un largo ciclo de violencia, sus trabajos reflejaron estos cambios. En 1972 construye con yesos ortopédicos una figura antropomorfa acéfala, envuelta en ondulantes pliegues de acrílico transparente ("Sandwiche homus por Petronius Heredius"). Dos años más tarde expuso las series "Las Lenguas" y "Los Amordazamientos". Algunas de estas piezas tenían, entre otros materiales, prótesis dentales que se transformaban en bocas aterrorizadas y silenciosas.
Comenzando con "La sillita" (1981), inicia otra serie de obras sumamente críticas. Utiliza la silla como trono, símbolo del poder, a través del cual toda suerte de personajes se afanan en desmoralizar a sus subordinados, menospreciando los valores y eliminando todo vestigio de moral.
En 1981 fue distinguido con el Merit Award del Gran Premio de escultura Henry Moore, en The Hakone Open-Air Museum of Sculpture de Tokio. El Museo de Arte Moderno de Buenos Aires organizó en 1998 una gran retrospectiva de su obra. En 2002 recibió el Premio Konex de Honor como el más importante artista visual fallecido de la década en Argentina. Antes había recibido el Diploma al Mérito Konex en 1982 y 1992.
Su obra es crítica, despiadada y sin concesiones, estaba hecha con la materia de la vida misma, objetos cotidianos y perecederos, como las Cajas de Camembert. Esas cajas constituyeron una metáfora genial y corrosiva de una sociedad que el artista juzgaba degradada.
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