Quevedo 1580- 1645 AGUJA PARA NAVEGAR CULTOS La aguja de navegar cultos con la receta para hacer soledades en un día de 1631. Satírica embestida contra los poetas que usan el lenguaje Gongoriano o culterano. Quien quisiera ser culto en un solo día La jeri aprenderá gonza siguiente: fulgores arrogar jóven presidente candor construye métrica armónica; por mucho, si no purpuracía neutralidad conculco;erige mente, pulso,estento,librar adolescente, señas, traslada, pira frustra arpía; cede, impide cisura petulante palestra, libia, meta, argento alterna, si bien disuelve émulo canoro. Use mucho de líquido y de errante, su poco de nocturno y de caverna, anden listos livor, adunco y poro, Que ya toda Castills, con solo esta cartilla se abrasa de poetas babilosos, escribiendo sonetos con fusiones; y en la Mancha, pastores y gañasos, atestadas de ajos las barrigas, hacen ya cultedades como migas. Quiero quedar bien con Quevedo. Puede darse cuenta ¡
Henri Rivière, grabador y litógrafo
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Henri Rivière
Madame Rivière en el balcón del apartamento del 29, boulevard de Clichy
© ADAGP, Paris © Musée d'Orsay, dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
Extraordinariamente apreciado al otro lado del Atlántico y saludado por todos los especialistas del grabado sobre madera como un maestro sin igual, Henri Rivière (1864-1951) es poco conocido del público francés. Al margen del impresionismo y del japonismo, fue un autodidacta indiferente a las modas, técnico prodigioso e infatigable, ávido de perfección pero modesto y discreto.
Cliente asiduo del cabaré del Chat Noir, frecuentaba a Degas y fue el litógrafo más apreciado del impresor Verneau. Logró reunir una de las más interesantes colecciones parisienses de objetos de Extremo Oriente. Sin embargo, nada de eso tenía importancia a sus ojos, comparado con su incesante meditación poética sobre la naturaleza, el amor por su esposa y su amistad por algunos amigos selectos. Ello justificaba las largas horas que pasaba pintando a la acuarela los paisajes de Bretaña, cuya belleza salvaje sabía expresar. Los colores emotivos de las láminas litografiadas de la "Región Azul de Bretaña" que preparó a su regreso a París, o la elección de las tonalidades suaves y translúcidas de los grabados sobre madera de los "Paisajes bretones" revelan a un artista de sorprendente factura.
En la obra de Rivière, todo respira la simplicidad, la "ingenuidad sublime", la intransigencia del mundo de la infancia, la fe (sin religiosidad) en la naturaleza, fuente eterna de inspiración. Tal vez radique allí el secreto de un artista que vivía fuera de su tiempo, como indiferente al éxito y a las mundanidades.
Comisaria de la exposición
François Fossier, conservador del departamento de Estampas de la Fotografía de la Biblioteca nacional, Françoise Heilbrun, conservadora jefe del Museo de Orsay, y Philippe Néagu, conservador del Museo de Orsay
www.musee-orsay.fr