EL BAILE DE LA OPERA DE PARÍS

Hola Sara Martha,

Hoy: "¡Abajo las máscaras!"

En la que descubrimos lo que está pasando detrás de las apariencias.
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Eugene Giraud, El Baile de la Ópera 1866, pintura, 172 x 165 cm, Museo Carnavalet, París
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El partido en plena marcha y minas quedamos encantados! El Baile de la Opera de París es uno de los aspectos más destacados de la feria. Se requiere que el disfraz. Pero si los participantes esperan que este evento hacia adelante, no sólo para el entretenimiento ...

En el siglo XIX, el espectáculo tiene lugar cada año en la ópera: el vals está bailando e incluso escandalosa "cancan" donde las damas de luz de alta plantean la pierna. Esa noche, todo vale! La buena sociedad es aprovechar la oportunidad para engañar las apariencias ...
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Édouard Manet Bola enmascarada en la ópera 1873 óleo sobre lienzo, 59 x 72 cm, Galería Nacional de Arte, Washington
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Este famoso baile inspirado a muchos artistas como Manet. En su pintura, los hombres siguen siendo más numerosos, formando una marea abrigos y sombreros de copa sombreros.
Al lado de las mujeres con poca ropa, el contraste es increíble!
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detalle
A la izquierda de la pintura, Manet pintó tres hombres apiñados en torno a una mujer joven.
Su pequeña boca de color de rosa, ella hizo un falso abadejo ofendido porque un hombre acaba de agarrar el pecho: la verdadera cara de la pelota demuestra ...
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Henri Gervex, El Baile de la Opera, París, 1886, óleo sobre lienzo, 85 x 63 cm, Museo de Orsay, París © Musée d'Orsay, dist. RMN / Patrice Schmidt
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Si tantas personas acuden a este evento, que no es para bailar o para el placer de vestir. Ellos saben que en el anonimato de la máscara que oculta mujeres que también vienen por una razón: buscan que puede mantenerlas.
Vestido con sus mejores galas, los hombres del mundo se anunciaría a su cuenta bancaria. El mensaje es claro: "Entrégate a mí, no tengo lo suficiente para pagar por la vida que sueñas!"

Por lo tanto, detrás de las máscaras y disfraces, Manet muestra una danza social triste. Estamos lejos de cuento de hadas ...
Para saber más :

La Opera de París se convierte en apariencias del templo y el tiempo de manipulación de una noche. Tramposo carácter muerte con múltiples identidades, directamente del mundo de Balzac, es el héroe secreto de la nueva creación de la Opera de París.

7 noches excepcionales darán la bienvenida a la audiencia ... con o sin máscaras!


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Comentarios

  1. Autor: Edouard Manet
    Fecha: 1873-74
    Museo: National Gallery (Washington)
    Características: 59 x 72´5 cm.
    Estilo: Impresionismo
    Material: Oleo sobre lienzo
    Copyright: (C) ARTEHISTORIA

    Baile de máscaras en la ópera

    Comentario

    Igual que había ocurrido con Música en las Tullerías, Manet se siente atraído por representar imágenes de la vida moderna, rompiendo con las tradicionales imágenes históricas del academicismo. Así, nos muestra un baile en la vieja Ópera de París, incendiada el 28 de octubre de 1873, por lo que existen ciertas controversias sobre si pintó el cuadro antes de la desgracia o fue ésta la que provocó la realización del lienzo. El artista se introduce en el ambiente festivo de la ópera, uno de los centros favoritos de la burguesía para encontrarse con los amigos y conocer a las jóvenes que trabajaban en la obra, con las que se relacionaban en el entreacto. Los aristócratas y las personalidades de moda llegaban en el segundo acto. Algunos amigos del pintor aparecen entre la multitud de chisteras; reconocemos al banquero Hecht, al crítico Théodore Duret, al compositor Chambret y al propio Manet, el segundo por la derecha. Al fondo se observa la estructura arquitectónica del edificio y las bellas lámparas de gas que servían para iluminarlo. El grupo de personajes se caracteriza por el contraste entre tonalidades oscuras y claras, uno de los recursos más habituales en las obras de Manet. Bien es cierto que introduce otros tonos, como el azul, el naranja o el verde, especialmente en el polichinela que aparece por la zona de la izquierda. Lo más interesante es el efecto realista conseguido, al crear una sensación atmosférica que desdibuja los contornos - recordando a Velázquez, su principal punto de referencia -. La influencia de la fotografía, muy empleada en el Impresionismo, se aprecia al cortar los planos de la composición y mostrar incompletas las figuras de los laterales. La pincelada empleada es bastante suelta, sin dar demasiada importancia a los detalles, aunque la obra esté llena de ellos, como las flores, el abanico o los vestidos de las señoritas. Incluso emplea un carnet de baile tirado en el suelo, en la zona derecha, para firmar. Pero el preciosismo de años anteriores ha dejado de existir. Al ofrecer Manet una muestra de la vida nocturna parisina sirve de inmediato precedente de las obras de Toulouse-Lautrec. Esta bella escena fue vendida por el pintor al barítono Jean Baptiste Faure, quien se convertirá en uno de sus mejores clientes. Al ser presentada al Salón de 1874 fue rechazada por el jurado, lo que reiteró a Manet el escaso éxito de sus cuadros en los certámenes oficiales.
    www,artehistoria.com

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  2. 14 SEP 2002
    La ocupación francesa y la guerra de la Independencia descubren a los franceses la pintura española.La galería española del Louvre, que tiene apenas diez años, despierta el entusiasmo por Murillo, Velázquez, Zurbarán y Ribera. Pero es Velázquez, 'el pintor de pintores', el que conquista a Édouard Manet. El Museo de Orsay, en París, reconstruye las huellas de esa pasión.
    Museo de Orsay 62, rue de Lille. París Desde el 17 de septiembre hasta el 13 de enero de 2003

    El 14 de septiembre de 1865, Édouard Manet le escribe a su amigo Charles Baudelaire que Diego Velázquez 'es el mayor pintor que jamás ha existido'. Pocos días antes, a su colega de pinceles Fantin-Latour, le aseguraba que 'Velázquez, él sólo, ya merece el viaje a Madrid'. Según Manet, el retrato del bufón Pablo, obra del pintor sevillano, incluye 'el fragmento de pintura más sorprendente que nunca se ha hecho' y que no es otro que 'el aire que rodea a ese buen hombre vestido de negro'.



    El catálogo que publica el parisino Museo de Orsay con motivo de Manet/Velázquez. La manière espagnole au XIXème siécle, exposición que luego irá al Metropolitan de Nueva York, se abre con un artículo de Gary Tinterow que habla de 'Rafael suplantado: el triunfo de la pintura española en Francia'. El hecho es que los artistas llegaron después que los militares, pero aquéllos supieron aprovechar para su país lo que Napoleón y sus mariscales sólo domeñaron durante un breve periodo. El número de telas que las huestes invasoras se llevaron para Francia fue enorme. En 1813, José Bonaparte organiza el expolio, de la misma manera que el mariscal Soult monta sus envíos o el experto Dominique Vivan Denon hace una buena selección -Ribera, Velázquez, Murillo, Zurbarán, etcétera- para ese Louvre que dirige desde que demostrara en Egipto su talento para el pillaje. Luego, una vez hundido el imperio, en 1814, los negociadores españoles logran la restitución inicial de 230 cuadros a los que se sumarán otros 48 un año más tarde. En 1941, en un acuerdo entre Franco y Pétain, aún asistiremos a nuevos viajes de telas, sólo que ahora en términos de intercambio.

    La ocupación francesa y la consiguiente guerra de la Independencia descubren la pintura española a los franceses que antes sólo sabían de ella a través de algunas obras de Ribera o Velázquez vistas gracias al peregrinaje ritual a Roma. Y la descubren gracias a exposiciones en París, y la llamada 'galería española' del Louvre que crea Louis Phillippe y que dura poco más de diez años, pues los herederos del rey recuperan las 400 telas para venderlas en Londres en 1953. Durante esos diez años, Murillo encabeza todas las listas de demandas de copistas, con 597 solicitudes, seguido por un Corregio -146-, un Tiziano y un Rafael -ambos con 130- y las 97 demandas de Velázquez. En total, los cuatro pintores españoles representados son mucho más apreciados que los 66 italianos.

    Ese entusiasmo por Murillo tiene otra explicación que la mera admiración artística: Francia estaba embarcada en un proceso de recristianización tras el periodo revolucionario y necesitaba llenar de nuevo los altares de imágenes piadosas y Murillo aportaba una sorprendente mezcla de realismo e idealización. Para Manet, en cambio, Velázquez no es una opción ideológica sino técnico-estética. Además, su contacto con el pintor se hace al margen de los emplazamientos canónicos, es decir, de los muros de las iglesias o palacios para los que habían sido concebidos, lejos de las ventanas que debían iluminarles, al margen pues de un entorno que aportaba un plus del que las obras se ven privadas en el museo. Y Manet comprende enseguida que Velázquez es el pintor de los pintores, alguien que logra que 'al lado de los suyos, todos los retratos parezcan pinturas cuando él logra captar la naturaleza misma'.



    elpais.com/2002

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