miércoles, 1 de febrero de 2017

FRIEDERIECH NIETZSCHE Y RICHARD WAGNER

Friedriech Nietzsche y Richard Wagner

 Publicado por Malena
La relación con el famoso compositor Richard Wagner constituye uno de los aspectos más destacados de la vida de Nietzsche.
El 8 de Noviembre de 1868, Nietzsche recibe una invitación a una reunión en casa del catedrático Brockhaus, cuya esposa, Ottilie Brockhause es la hermana del compositor Richard Wagner.
En esa época, Wagner se encuentra exiliado en Suiza, de manera que para visitar a su hermana Ottilie, en Leipzig, tiene que viajar de incógnito.
friedriech Nietzsche y Richard Wagner
Ottilie admira a Nietzsche y sabe que es un apasionado por la música y también su hermano, Richard Wagner, quiere conocerlo.
En esa ocasión, Nietzsche queda deslumbrado por la personalidad de Wagner, quien le parece un hombre afable e ingenioso, principalmente cuando ambos mantienen una conversación relacionada con Shopenhauer.
Wagner piensa que Shopenhauer es el único que reconoce el importante lugar que la música ocupa entre las artes.
Es en esa oportunidad en que Wagner invita a Nietzsche a su casa, ubicada en Triebschen, un lugar próximo a Lucerna.
Al poco tiempo, a Nietzsche, que para ese entonces cuenta con 24 años, le ofrecen una cátedra vacante, de Filología Clásica, en la Universidad de Basilea; y en abril de 1869 parte hacia esa ciudad.
Nietzsche aprovecha su estancia en Basilea para visitar a Wagner en Triesbschen sin previo aviso, respondiendo a su invitación.
En ese momento, Wagner tiene 56 años y convive con Cosima que tiene 24 años, hija de su amigo Franz Liszt(1811-1886), que todavía está casada con Hans von Bülow (1830-1894), conocido director, admirador de la obra de Wagner.
Nietzsche es un excelente pianista y se convierte en un invitado habitual en las reuniones sociales de esa ciudad.
La estadía de Nietzsche en Basilea dura diez años, período en el cual visita asiduamente a la familia de Wagner.
Nietzsche cree en el proyecto wagneriano de renovación cultural y lo apoya en su planeado festival en Bayreuth, mientras Wagner confía en el talento de Nietzsche para promover su proyecto teatral, y en este sentido no se equivoca porque Nietzsche publica en 1876 su cuarta “Consideración intempestiva”, titulada “Richard Wagner en Bayreuth donde analiza la relevancia de su proyecto.
Nietzsche además presencia la colocación de la piedra fundamental del gran teatro operístico que Wagner hace construir en Bayreuth.
Sin embargo, dos años después, ambos tienen un profundo desencuentro debido al interés de Nietzsche por la obra de Brahms, “Triumphlied”, que realiza en ocasión de la victoria prusiana en la guerra entre Prusia y Francia, cuyo contenido musical gira en torno a la idea de justicia y que Wagner critica displicente; aunque este tema no es lo único que separa a ambos, porque también tienen divergencias sobre la interpretación de la guerra y las expectativas sobre el desarrollo ulterior.
Además, Nietzsche se da cuenta que Wagner se ha aburguesado y que la diferencia de edad entre ellos se empieza a notar. Por otra parte, advierte que mientras para él, Bayreuth es la oportunidad de renovación, para Wagner significa la culminación de su proyecto personal.
En 1876, Nietzsche y Wagner tienen su último encuentro en Sorrento, donde Nietzsche está pasando el invierno tratando de recuperar su salud maltrecha.
Dos cosas fundamentales son las que desagradan profundamente a Nietzsche de Wagner, las advertencias que le hace sobre la condición de judío de su amigo Paul Ree y el esbozo que el compositor le hace a él de su ópera Parsifal en la que está trabajando, por no estar de acuerdo con el giro cristiano que toma Wagner en ese trabajo.
El final de su relación con Wagner se sintetiza en una nota que compositor le envía en un ejemplar del Parsifal dedicado a él, mientras al mismo tiempo Nietzsche le remite a su vez su libro “Humano, demasiado humano” que aclara de algún modo las cosas.
Fuente: Colección Grandes Pensadores, “Nietzsche, Vida, pensamiento y obra”, Ediciones Planeta DeAgostini, 2007


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1 comentario:

  1. . Nietzsche y Wagner

    Si el Nacionalsocialismo halló en Alemania campo abonado para una vasta empresa de propaganda, eso no se debe a la casualidad sino a que el Romanticismo germánico había acostumbrado a los alemanes a vivir y a pensar dentro de un universo mágico que ignoraba la lógica y la razón.

    ¿Cómo pueden algunos aislar el wagnerismo del movimiento de pensamiento nacionalista y racista del siglo XIX? Wagner está claramente situado en el centro de semejante movimiento de pensamiento: remata el período Romántico de la joven Alemania bismarckiana y prefigura el pesimismo de Nietzsche, seducido por Schopenhauer. Se encuentra en él el socialismo de Bakunín y el racismo de Gobineau, que habían de culminar en su yerno, Houston S. Chamberlain.

    Contrariamente al caso de Hitler, parece cierto que las ideas de Gobineau, aparecidas en 1853 en el célebre "Ensayo sobre la Desigualdad de las Razas Humanas", influyeron fuertemente en Richard Wagner. Este último, a la vez anti-judío y profundamente nacionalista, intentaba atajar la decadencia de Ocidente y regenerarla mediante métodos que se pueden encontrar otra vez medio siglo más tarde en el señor del Tercer Reich, Adolf Hitler. Recalquemos que éste había de experimentar la influencia filosófica del yerno de Richard Wagner; nos referimos a Houston Stewart Chamberlain, con quien el Führer se reunió repetidas veces en 1923. Autor de Los Fundamentos del Siglo XIX (1899), panegírico de la raza aria, donde muestra la Europa salvada del caos de la decadencia romana por las invasiones germánicas, Chamberlain fue el principal maestro del pensamiento de Alfred Rosenberg, cuyo libro "El Mito del Siglo XX" debía ser su consecuencia filosófica y una especie de culminación.

    La ópera wagneriana aspiraba a expresar la tragedia humana por medios germánicos, es decir, Románticos, y a imponer al vulgo esa visión. La ópera wagneriana era ya propaganda, puesto que por medio de la atmósfera musical mostraba a los alemanes la primacía del sentimiento por sobre la reflexión, e imponía a las multitudes germánicas una comunidad religiosa cuyo símbolo era el Graal, arquetipo de la copa de sangre pura.

    «En Wagner, Alemania volvía a encontrar su secreta inclinación: la brutalidad maravillosamente mezclada con la inocencia, y también ese pretexto que su naturaleza necesitaba —y que Hitler le proporcionará— para falsificar la razón de todas sus acciones... con un lenguaje místico que a veces era incomprensible y otras veces excitaba los sentidos; una sofisticación trágicamente pomposa; y, recamándolo todo, una muchedumbre de efectos, estandartes, fanfarrias, lanzas y espadas» (Emil Ludwig [Emil Cohn], La Conquista Moral de Alemania).

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